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Resumen El Imperio De Lo Efimero


Enviado por   •  22 de Febrero de 2015  •  2.472 Palabras (10 Páginas)  •  3.299 Visitas

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Primera Parte

Magia de las apariencias

El Imperio de lo efímero (fragmentos)

La moda no se produce en todas las épocas ni en todas las civilizaciones, ésta es la idea base de los análisis que siguen. En contra de una pretendida universalidad transhistórica de la moda, ésta se plantea aquí con un inicio histórico localizable. En contra de la idea de que la moda es un fenómeno consustancial a la vida humano-social, se la afirma como un proceso excepcional, inseparable del nacimiento y desarrollo del mundo moderno occidental. Hasta finales de la Edad Media no es posible reconocer el orden mismo de la moda, la moda como sistema, con sus incesantes metamorfosis, sus sacudidas, sus extravagancias. La renovación de las formas se convierte en un valor mundano, la fantasía despliega sus artificios y sus exageraciones en la alta sociedad, la inconstancia en materia de formas y ornamentaciones ya no es la excepción sino regla permanente: ha nacido la moda.

Reflexionar sobre la moda requiere que se renuncie a asimilarla a un principio necesaria y universalmente inscrito en el curso del desarrollo de todas las civilizaciones1, pero también hacer de ella una constante histórica basada en raíces antropológicas universales.2

El misterio de la moda está ahí, en la unicidad del fenómeno, en la emergencia e instauración de su reino en el Occidente moderno y en ninguna otra parte. Ni fuerza elemental de la vida colectiva ni principio permanente de transformación de las sociedades enraizado en las características generales de la especie humana; la moda es una formación esencialmente sociohistórica, circunscrita a un tipo de sociedad. No es invocando una llamada universalidad de la moda como se revelarán los efectos fascinantes y el poder de la misma en la vida social, sino precisamente delimitando de forma estricta su extensión histórica.

La historia del vestido es, sin duda, la referencia privilegiada de esa problemática. Es, sobre todo, a la luz de las metamorfosis de los estilos y los ritmos precipitados de la transformación de la indumentaria como se impone nuestra concepción histórica de la moda. En la esfera de la apariencia es donde la moda se ha manifestado con mayor brillo y radicalidad, la que durante siglos ha representado la más pura manifestación de la organización de lo efímero. Vínculo privilegiado el de la moda y el vestir que no tiene nada de fortuito sino que, como se tendrá ocasión de demostrar más adelante, se basa en profundas razones. Aun así, la moda no se ha mantenido, ni mucho menos, limitada al terreno del vestir. Paralelamente, con distinto grado y rapidez, otros sectores —el mobiliario y los objetos decorativos, el lenguaje y las formas, los gustos y las ideas, los artistas y las obras culturales— han sido ganados por el proceso de la moda, con sus caprichos y sus rápidas oscilaciones. En ese sentido resulta cierto que desde que se ha instaurado en Occidente, la moda no tiene contenido propio. Forma específica del cambio social, no se halla unida a un objeto determinado sino que es ante todo un dispositivo social caracterizado por una temporalidad particularmente breve, por virajes más o menos antojadizos, pudiendo afectar a muy diversos ámbitos de la vida colectiva. Pero, hasta los siglos XIX y XX, no cabe duda de que la indumentaria fue lo que encarnó más ostensiblemente el proceso de la moda, el escenario de las innovaciones formales más aceleradas, las más caprichosas, las más espectaculares. Durante todo ese inmenso período, la apariencia ocupó un lugar preponderante en la historia de la moda, y si bien no traduce de forma ostensible todo lo extraño del mundo de las futilidades y la superficialidad, al menos constituye su mejor vía de acceso, puesto que es la que mejor se conoce, la más descrita, la más representada, la más comentada. No hay teoría e historia de la moda que no tome la

1 Gabriel de Tarde, Les Lois de l’imitation (1890), reimpresión Slatkine, Ginebra, 1979.

2 Por ejemplo en Georg Simmel, en quien la moda se asimila a tendencias psicológicas universales y contradictorias a la imitación y la diferenciación individual. Igualmente Rene Konig, Sociologie de la mode, París, Payot, 1969.

Gilles Lipovetsky

indumentaria como punto de partida y objeto central de la investigación. Al exhibir los rasgos más significativos del problema, el vestido es por excelencia la esfera apropiada para deshacer la madeja del sistema de la moda, la única que nos muestra con una cierta unidad toda la heterogeneidad de su orden. La inteligibilidad de la moda pasa, en primer lugar, por la magia de las apariencias: ése es el polo arquetípico de la moda en la era aristocrática.

Aun tratándose de un fenómeno social de gran poder de agitación, desde un amplio punto de vista histórico la moda no escapa a la estabilidad y la regularidad de su funcionamiento básico. Por un lado, el flujo y reflujo que alimentaron las crónicas de la elegancia, por el otro una asombrosa continuidad plurisecular, que apela a una historia de la moda al más largo plazo, al análisis de las amplias oleadas y de las fracturas que perturbaron su ordenamiento. Pensar la moda exige salir de la historia positivista y de la periodización clásica en siglos y decenios tan estimada por los historiadores del vestido. No es que esa historia no posea legitimidad, de hecho constituye el punto de partida obligado, la inevitable fuente de información de cualquier reflexión sobre la moda, pero refuerza excesivamente la idea de que la moda no es más que una cadena ininterrumpida y homogénea de variaciones, marcada a intervalos más o menos regulares por innovaciones de mayor o menor alcance: buen conocimiento de los hechos, poca comprensión de la originalidad del fenómeno y de su inscripción real en la gran duración histórica y el conjunto colectivo. Más allá de la transcripción puntillista de las novedades de la moda hay que intentar reconstruir los grandes caminos de su historia, comprender su funcionamiento, liberar las lógicas que la organizan y los vínculos que la unen al todo colectivo. La historia de las estructuras y de la lógica de la moda, punteada de giros, de discontinuidades mayores que instituyen fases de larga y muy larga duración, ésa es la problemática que regula los capítulos que siguen. Con la importante precisión de que las rupturas de régimen no implican de forma automática transformación total y novedad incomparable. En efecto, más allá de las grandes discontinuidades, de las normas, de las actitudes, los procesos se repiten y se prolongan. Desde el fin de la Edad Media hasta nuestros días, a despecho de inflexiones

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