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Simmel: Velocidad Y Vida Abstracta


Enviado por   •  25 de Agosto de 2013  •  1.081 Palabras (5 Páginas)  •  305 Visitas

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Simmel: velocidad y vida abstracta

El hombre moderno, incapaz de controlar los estímulos exteriores, como tipo de la degenerecencia y presa de los vaivenes del exterior, necesita adormecer sus nervios, fabricar una coraza contra el exceso de estimulantes; pero, como ya hemos apuntado, ello le obliga a requerir estímulos cada vez mayores para echar a andar su sensibilidad. Círculo vicioso del cual Simmel es tremendamente consciente, y sobre el cual construye sus conceptos de “distancia social” y “distancia psicológica”.3 La creciente masificación de la vida en las ciudades y el constante bombardeo de imágenes y sonidos hacen indispensable la creación de una distancia psicológica, sin la cual simplemente la vida no sería soportable, en tanto que la vida moderna y urbana se caracteriza por un “creciente aumento de la vida nerviosa”. Tal distancia no sólo implica un alejamiento de la masa, también del otro como individuo, del otro como persona concreta, por lo cual la vida moderna y urbana asume un carácter abiertamente abstracto.

A diferencia de Nietzsche, para Simmel el hombre moderno no sólo compromete constantemente su salud orgánica y psicológica, también su individualidad frente al grupo, su necesidad de ser reconocido como individuo, en contraste con el hombre abstracto y sin rostro que deambula por los paisajes metropolitanos. El hombre que habita las grandes urbes es para Simmel un ser abstracto, con relaciones abstractas y contactos superficiales. Simmel identifica la representación máxima de este tipo de existencia en el dinero, expresión no pasional que oculta un universo desbordante por su caudal de afectos: la necesidad, el trabajo, el tiempo invertido, el esfuerzo, el deseo, etcétera. El carácter abstracto de la vida metropolitana es la expresión de la hegemonía de lo objetivo sobre lo subjetivo, de una vida puramente intelectual que en apariencia mantiene las pasiones bajo control. Ante dicho estado de abstracción y distancia característico de la vida moderna, surge la pregunta que competería hacer a todo sociólogo responsable: ¿qué permite que el “cemento de la sociedad” no se desintegre totalmente? La respuesta de Simmel recae en su mismo diagnóstico: el carácter abstracto de la vida moderna, las relaciones de intercambio, en tanto el intercambio es también una forma de socialización (Cfr. Simmel, 1977).

La vida económica aparece, ciertamente, con una imagen deformada y empobrecida respecto de las formas más tradicionales de interacción social: el contacto cara a cara, el compromiso con el otro, la necesidad de ser solidario, etcétera; pero, al fin y al cabo, sigue siendo una forma de sociabilidad, de estar frente al otro y con el otro, aunque sea de manera abstracta. Dicha abstracción de la vida social se expresa —algo que ya había hecho notar el propio Marx— como reificación de la vida social finalmente; es decir, ahora las cosas, las mercancías, las marcas, hablan por nosotros, se relacionan por nosotros, se baten por nuestra individualidad. “[…] la reificación de las puras relaciones entre las cosas como se expresa en su movimiento económico. El dinero se eleva entre los objetos singulares relacionados por él, en un reino organizado según sus propias normas […]” (Simmel, 1977: 176).

A la fantasmagoría de la mercancía sigue también la fantasmagoría del otro, ese otro que se torna abstracto en la masa y que

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