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Sócrates Y Los Sofistas


Enviado por   •  15 de Abril de 2015  •  2.029 Palabras (9 Páginas)  •  257 Visitas

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La figura de Sócrates

Hijo de un escultor llamado Sofronisco, y de una partera llamada Fenaretres Sócrates nació en Atenas, probablemente en el año 470 A.C. y murió en la misma ciudad, en el 399 A.C. Su familia pertenecía a la tribu antióquida de Alópeque, de la polis de Atenas; por lo cual fue ciudadano de ella con todos los derechos políticos. Se educó casi seguramente como alumno de Arquelao, sucesor de Anaxágoras, en la época de oro de Atenas, siendo contemporáneo del gobierno de Pericles; pero a raíz de la Guerra del Peloponeso Atenas se vio ocupada por los ejércitos de Esparta y quedó bajo el gobierno de los Treinta Tiranos. Casado con Xantipa, tuvieron tres hijos. Fueron sus discípulos más destacados Alcibíades, Jenofonte y Platón.

Jenofonte lo describe como un hombre grosero y vulgar; Platón lo elogia de manera destacada y lo considera en todo momento como su maestro; Aristófanes lo incorpora a la galería de los destinatarios de sus sátiras, en su comedia “Las nubes”. Sin duda fue Sócrates un individuo polémico en su tiempo; juzgado por algunos con la superficialidad de apreciación de sus actitudes, propia de quienes no perciben las diversidades y las sutilezas de las ideas y los desarrollos más elaborados del intelecto.

El método socrático

Un aporte esencial de Sócrates al progreso del pensamiento y también de la ciencia, lo constituye su descubrimiento y aplicación del método inductivo, consistente en que, a partir de los conceptos individuales, particulares, se llegue a obtener conceptos de validez universal; método que a menudo se resume expresando que es el que va “de lo particular a lo general”.

El método socrático para llegar a la verdad, era el diálogo con sus alumnos, mediante el cual les formulaba preguntas acerca de las cuestiones que planteaba a la discusión, y luego confrontaba y analizaba críticamente las respuestas, hasta que llegaban todos a una respuesta que les pareciera verdadera. La palabra diálogo, precisamente, tiene en griego la significación de la búsqueda del conocimiento entre dos. Es precisamente esta metodología las que muestra Platón en sus “Diálogos”, obra en la cual, recogiendo los dichos de Sócrates sus alumnos, expuso el pensamiento de aquel.

La doctrina en Sócrates

Aunque formado en la sofística, Sócrates se convirtió finalmente en un acérrimo crítico de los sofistas; a quienes expuso a su desprecio, especialmente por recibir dinero por sus enseñanzas. Su pensamiento se conoce solamente mediatizado por los relatos de sus discípulos, porque no dejó ninguna obra escrita. En particular Platón en sus Diálogos es quien ha expuesto sus ideas de una manera más completa; aunque también Jenofonte lo ha hecho en sus obras “Memorables”, “El banquete” y “Apología de Sócrates”. Otra fuente importante acerca del pensamiento socrático, son las referencias contenidas en la obra de Aristóteles.

La idea principal en que Sócrates se apartó radicalmente de los sofistas - al menos respecto de los últimos representantes de la sofística - fue su afirmación terminante acerca de la existencia del Bien y del Mal, sustentando la existencia de valores absolutos, en contraposición con el relativismo de los sofistas; pero igualmente consideró esencial mantener una actitud crítica como medio de alcanzar el conocimiento de la verdad. Sostuvo la diferenciación entre el cuerpo y el alma, considerando que ella es inmortal; y afirmó que existe una inteligencia suprema que gobierna los destinos del mundo.

Pensaba Sócrates que era indispensable apartarse del relativismo postulado por los sofistas, y que para ello era necesario descubrir la existencia de algo universal y objetivo, que no estuviera sujeto a la opinión de los hombres (lo que recuerda, sin duda, el mito de Protágoras). Surge de ello una inclinación hacia la búsqueda de las definiciones de las cosas, tratando de enunciar a su respecto un concepto de objetividad, de tal manera que conforme una unidad que esté presente en la pluralidad; con lo que en cierto modo constituye un retorno a las especulaciones presocráticas que buscaban una explicación racional y única del Universo.

Una definición, según Sócrates, permitiría acceder a la esencia universal y objetiva de las cosas. A la cuestión de cómo sería posible tener la certeza de que esa definición fuera verdadera, respondía Sócrates afirmando que en el alma de cada hombre están presentes de una manera originaria, innata, los verdaderos conceptos de todas las cosas; de tal manera que mediante la introspección es posible alcanzar a descubrir la verdad existente en el interior de uno mismo.

La concepción del alma como aquello que fundamentalmente es el ser humano, adquiere gran importancia en la filosofía de Sócrates; que la considera el centro de la personalidad intelectual y moral del hombre. La introspección es el medio de descubrir la verdad en el interior de uno mismo, por lo cual Sócrates consideraba que su misión no consistía en enseñar determinadas concepciones, sino en lograr que sus alumnos aprendieran a conocerse a sí mismos, en ayudarlos a descubrir el contenido de su propio espíritu para cuidarlo y cultivarlo. De ahí la expresión célebre que Platón pone en sus labios: “conócete a tí mismo”.

La virtud en Sócrates

Sócrates contrapuso a la escala de valores tradicionales de los griegos antiguos - la fuerza física, la riqueza, la fama y el poder - un valor de índole espiritual consistente en la obtención de la sabiduría por medio del conocimiento de la propia alma.

Para Sócrates, la ciencia o sabiduría que busca el filósofo, es esencialmente virtuosa, mientras que quien permanece en la ignorancia incurre en el vicio. El primer paso para alcanzar esa virtud del saber, es reconocer la propia ignorancia.

Para Sócrates, la ciencia o sabiduría que busca el filósofo, es esencialmente virtuosa, mientras que quien permanece en la ignorancia incurre en el vicio. El primer paso para alcanzar esa virtud del saber, es reconocer la propia ignorancia.

El obrar moral del hombre responde a los mandatos que cada uno lleva en su alma. Pero Sócrates introdujo también el concepto de la jerarquía entre los valores, considerando que existe una graduación interna de los valores. Por lo tanto, para obrar justamente, es preciso atenerse a la tendencia del hombre a la perfección que se consigue con el ejercicio de la virtud.

Actuar según la virtud es posible cuando se posee el conocimiento del Bien y del Mal, porque, en tal posesión del saber, la práctica del bien es el resultado espontáneo del obrar humano. El hombre que actúa mal, en consecuencia, no lo hace por ser malo, sino porque está en la ignorancia de la virtud.

La moral que propone Sócrates se origina y se nutre en sí misma; en ella, el obrar correctamente es resultado de la reflexión que el hombre hace sobre las exigencias de su alma, de tal manera que esencialmente se convierte en juez de sí mismo.

Esta concepción del llamado “intelectualismo moral”, es a menudo criticada en función del concepto de voluntad. Pero no se puede perder de vista que, en definitiva, su aporte a la concepción de la regla moral como algo absolutamente íntimo y personal es sumamente valioso, y no significa para nada la prescindencia de la consideración de la existencia de las reglas morales como tales.

Los sofistas

Luego de las Guerras Médicas, que enfrentaron a las ciudades y colonias griegas con los medos y los persas, hacia el Siglo V A.C. varias de esas ciudades adoptaron el sistema político de la “polis”, el de la democracia; que significaba reconocer a todos los ciudadanos libres no ya la posibilidad sino hasta la obligación de participar en el gobierno.

Ese sistema - unido a la prosperidad que en general alcanzaron varias ciudades - produjo un verdadero auge de la actividad de los preceptores, ambulantes de ciudad en ciudad, que ofrecían la enseñanza apropiada para el ejercicio de las actividades de la ciudadanía y de los cargos del gobierno - especialmente la retórica, el derecho y la política - a aquellos ciudadanos que estaban en condiciones de pagar a esos preceptores los importantes honorarios que cobraban por sus enseñanzas.

Especialmente Atenas - triunfadora principal de las Guerras Médicas - se convirtió en el centro económico, político e intelectual de toda Grecia antigua. Allí floreció especialmente la sofística - denominación derivada del nombre de los preceptores osophós, sabios - doctrina filosófica que, abandonando el estudio de la Physis, se orientó fundamentalmente a los temas del hombre, la organización social, las leyes, y las costumbres.

El movimiento de la sofística se difundió por toda Grecia, abarcando prácticamente a todas sus sociedades. Su orientación general estaba pautada por un gran escepticismo, una inclinación general a someter todos los temas a la discusión retórica, y sosteniendo en definitiva que no había ninguna verdad auténtica, sino que la verdad dependía del poder de persuasión con que fuera expresada y la utilidad que tuviera.

Lo más característico de los sofistas era el uso del método dialéctico, mediante el cual se pronunciaban extensas argumentaciones que, más que a la búsqueda de la verdad, tenían por finalidad evidenciar las incoherencias de la argumentación del adversario. El máximo grado de habilidad del sofista, consistía en convencer a su auditorio de algo, para de inmediato demostrar lo contrario.

Los sofistas cultivaban y enseñaban como un componente fundamental de la educación, la retórica, como arte de convencer mediante la palabra. También daban gran importancia a la eurística o arte de polemizar; llegando en su ejercicio a extremos que llevaban a realizar extensas discusiones sobre asuntos totalmente absurdos, sin el menor objetivo de alcanzar una conclusión acerca de nada.

Una de las actitudes más características de los sofistas, estuvo referida a su concepción de la normativa social; considerando que ni la moral ni las leyes respondían a la naturaleza, sino que eran solamente nomos, es decir resultados de las convenciones humanas; por lo cual los hombres podrían establecer un orden social y moral totalmente distinto, sin que con ello lesionaran el orden natural. Con ello, sentaron las bases de la discrepancia entre las concepciones del llamado jusnaturalismo que considera que hay reglas jurídicas y morales inherentes a la naturaleza; y el llamado “positivismo jurídico”, que solamente considera que las reglas están vigentes por imposición humana.

En sentido estricto, y debido tanto a su probable gran número como a su método de actuación, no puede decirse que las doctrinas de los sofistas sean conocidas por la posteridad en forma directa, a través de sus expresiones escritas. En realidad, se les conoce principalmente a través de las transcripciones de sus supuestos diálogos, principalmente las contenidas en las obras de Platón. Entre ellos pueden mencionarse a Hipias, Protágoras, Euridemo, Pródico, Gorgias, Antifonte, Licofón, Trasímaco, Critias y Calicles.

En realidad el movimiento sofístico puede subdividirse entre el de la primera generación, fundamentalmente integrado por Hipias y Protágoras; y la segunda generación cuyos principales representantes fueron Antifonte, Trasímaco, Critias y Calicles. Todo indica que en realidad, la inclinación al pesimismo y al irracionalismo fue principalmente una característica de los últimos sofistas; ya que los primeros predicaban una doctrina conforme a la cual la posesión de mejores conocimientos permitiría cumplir mejor los deberes del ciudadano.

Si bien los sofistas principales - al menos aquellos cuya prédica fue recogida ulteriormente por Sócrates y Platón - actuaron en la Atenas de la segunda mitad del Siglo V A.C., en realidad eran casi todos extranjeros; por lo cual carecían de derechos políticos en la ciudad. Sin embargo, se hacían notar publicamente, porque varios de ellos ejercían funciones diplomáticas como embajadores de sus ciudades de origen, lo que les confería el derecho de hablar en la Asamblea y les facilitaba el trato con todos los hombres prominentes.

En este sentido, es preciso tener presente que los sofistas actuaron en la época de oro de Atenas, y que fueron contemporáneos y frecuentaron el trato de hombres como Pericles, Herodoto, Tucídides, Sófocles, Eurípides, de Fidias, de Anaxágoras y de Zenón.

Los sofistas recibieron juicios altamente negativos, por parte de Sócrates y de Platón, quienes al parecer los despreciaban principalmente por atribuirles un desmedido afán de lucro. Sin embargo, no puede perderse de vista que si obtenían éxito en su medio, de alguna forma quienes aceptaban pagar por sus servicios habrían de encontrarlos valederos. Al parecer, en su medio y época tuvieron su prestigio; al extremo de que se dice que cuando la ciudad de Atenas resolvió fundar una colonia en la península italiana, en Turos, encargó a Protágoras que redactara su constitución.

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