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Sócrates Y Los Sofistas

nadiaabelen2126 de Mayo de 2015

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INTRODUCCIÓN

1. Desarrollo del espíritu griego en el siglo V

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• El espirito griego en el s. V

Gracias a esas grandes luchas se había despertado en los helenos la conciencia de su solidaridad con una intensidad hasta entonces desconocida. Lo que en la expedición contra Troya estaba prefigurado en forma mitica, se vió aparecer ahora por vez primera en la realidad histórica:'la Helada se erguía como una unidad frente a los bárbaros de Oriente. Mas la dirección de ese cuerpo de complicada articulación había caido en lo principal en manos de Atenas, con lo cual esta ciudad se convirtió también en punto central de todas

las tendencias espirituales, en "Pritaneo de la sabiduria griega”. Esta circunstancia tuvo las más benéficas consecuencias para el ulterior desarrollo de la ciencia.

No obstante, ya en momentos anteriores podemos observar en las distintas escuelas filosóficas la aspiración a salir de su aislamiento; por los fisicos del siglo V vemos que entre la parte oriental y la occidental de Grecia se sostenia animado intercambio; a mayor abundamiento, desde que los sofistas empezaron a recorrer el mundo helénico de un extremo a otro, llevando el arte oratoria de Sicilia a Tesalia y las doctrinas de Hcráclito a Sicilia, los distintos manantiales de cultura tenían que confluir cada vez más en un solo caudal.

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A fines del siglo V, la vida científica del pueblo griego había llegado a un punto en que sólo cabía elegir entre renunciar del todo a la ciencia o intentar su transformación completa apoyada en una nueva base. Bien es verdad que las escuelas anteriores no estaban en su mayor parte totalmente extinguidas, pero había sufrido gran quebranto la confianza en sus teorías; una inclinación general a la duda se había adueñado de los espíritus; por obra de los sofistas, todo se había puesto en cuarentena, y se había aprendido a defender o impugnar con la misma facilidad cualquier hipótesis; se había perdido la fe en la verdad de los conceptos humanos y en la validez de las leyes morales; se sentía hastío, no sólo de las investigaciones de filosofía natural de que se había ocupado la filosofía desde hacía siglo y medio, sino de la ciencia pura en general, y, en vez de ella, se pro­

curaba adquirir una destreza formal de pensamiento y discurso y una cantidad de conocimientos útiles para los usos de la vida civil. Por otra parte, ese estado de cosas estimuló los esfuerzos en busca de un procedimiento que enseñara a evitar los defectos y simplismos de los sistemas anteriores mediante un tratamiento más cauteloso de las cuestiones científicas; no sólo el camino que a eso conducía estaba indicado indirectamente, mediante la disolución dialéctica de la ciencia anterior, sino que, además, en las discusiones erísticas verbales e intelectuales se afinó el órgano científico y en los resultados de los predecesores se, había acumulado abundante material idóneo para ser utilizado en una reconstrucción filosófica, por último, mediante el cambio de rumbo hacia lo práctico, propio de las tendencias sofisticas, se abrió a la investigación un nuevo campo, de cuyo cultivo más cuidadoso cabía esperar importantes frutos para la filosofía teórica. ¿Existía la fuerza creadora capaz de utilizar estos elementos y señalar una nueva senda al pensamiento? Era la pregunta que se planteaba a la filosofía griega cuando Sócrates penetró en su historia.

Ahora bien, como es natural, tenía que resolverse, con sujeción también a la marcha que siguiere el desarrollo de la situación política, de la vida moral y de la cultura general; es una conexión que existe en todas las épocas y que en nuestro caso se ve claramente por vez primera en la sofistica. Pues bien, durante el siglo V se habían producido en este aspecto las modificaciones más radicales. Ningún pueblo como el griego en ese lapso se encumbró tan rápida y brillantemente, combinando de modo tan armónico la fama guerrera y la elevada cultura del espíritu, pero tampoco hubo ninguno que rebasara más velozmente su punto culminante. Fueron primero

las grandes hazañas de las guerras médicas, luego el espléndido florecimiento de las artes en la época de Pericles e inmediatamente después aquella lucha intestina que en funesta discordia fraterna aniquiló el poderío y el bienestar de las repúblicas griegas, lo que de nuevo sacrificó la independencia que se acababa de conquistar frente al extranjero, lo que trastornó los conceptos morales y estropeó irremediablemente el carácter del pueblo. Un proceso que en otras partes habría requerido siglos, se precipitó aquí en pocas generaciones. Cuando el pulso de la vida de un pueblo late tan rápidamente, el espíritu público tiene que estar sometido también a un cambio veloz y sensible, y cuando en tan breve tiempo suceden tantas cosas y tan grandes se desarrollará también una plétora de ideas que sólo tendrá que aguardar la mano plasmadora para combinarse en sistemas científicos.

De máxima importancia para el futuro de la filosofía fue en esto la posición que había ocupado Atenas desde las guerras médicas.

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INTRODUCCIÓN

Pero era de suma importancia que este caudal dispusiera previamente de un cauce fijo y se encaminara a un fin determinado; así ocurrió gracias al nacimiento de una filosofía ática.

Una vez que se hubieron encontrado y cruzado aquí, en el punto central del mundo griego, las distintas corrientes de la investigación presocrática, Sócrates tuvo la posibilidad de fundar una ciencia más amplia

y en lo sucesivo la filosofía griega quedó tan firmemente anclada en Atenas que esa notable ciudad fue, hasta la Academia nueva, el lugar de nacimiento de todas las escuelas históricamente importantes y aun su último refugio al extinguirse la filosofía antigua.

Tratemos ahora, de la mano de los documentos literarios conservados, de hacernos una idea de la modificación que en el modo de pensar de los griegos se operó en el siglo V, y si al propio tiempo queremos convencernos del valor y alcance de lo que ofrecía a la filosofía el resto de la cultura de esa época, lo primero que hemos de mencionar son los grandes trágicos áticos. De suyo es ya la tragedia más apropiada que cualquier otro género poético para estimular la reflexión ética, reflejar la conciencia moral de un pueblo y formular lo más elevado a que puede ascender una época, por lo menos en cada uno de sus espíritus más eminentes. Toda profunda complicación trágica se funda en la colisión de puntos de vista morales intereses. Para hacernos una idea de cómo surgieron, para ■explicar psicológicamente la acción, para inferir la impresión de conjunto que se proponía lograr el poeta, es preciso que éste desarrolle ante nosotros esos puntos de vista y que los haga defender su causa a nuestra vista mediante discursos y réplicas; es preciso que penetre en la dialéctica de la conciencia moral, que pondere y exponga a la luz lo acertado y lo erróneo en el obrar del hombre. A título de poeta, lo hará siempre empero refiriéndose al caso singular; mas no puede hacerlo sin comparar con otros el caso dado, sin remontarse a la experiencia universal y a las ideas universalmente aceptadas sobre lo justo y lo injusto. En consecuencia, la poesía trágica tenía que dar un duradero impulso a la reflexión científica sobre la vida moral y proporcionarle un material abundante, elaborado ya hasta cierto punto, invitándola unas veces a apropiárselo, otras a rectificarlo. A mayor abundamiento, como entre los griegos, lo mismo que en todas partes, las convicciones morales se hallaban asociadas originariamente del modo más íntimo con las religiosas, y como esta vinculación había de darse del modo más natural precisamente en la tragedia a causa de su material mítico, todo cuanto hicimos observar de sus relaciones con la ética filosófica puede decirse también de sus relaciones con la filosofía teológica; y del mismo modo se veía en el caso de tener que ocuparse también de la naturaleza y estado de los hombres cuyos hechos y destinos expone. Pero durante las tres generaciones cuyo carácter se manifiesta tan significativamente en los tres grandes trágicos que vivieron sucesivamente: Esquilo, Sófocles y Eurípides, vemos una notable y radical modificación del modo de pensar griego, y aun cuando no podamos considerar que toda palabra que el poeta pone en boca de sus protagonistas sea opinión directa del propio poeta, podemos descubrir en cambio con seguridad suficiente la dirección total de su convicción en parte a base de todo el tratamiento de su materia y en parte a base de sentencias aisladas.

- El espíritu griego en el s. V

En Esquilo encontramos una seriedad de sentimientos, una profundidad de ideología religiosa y una prepotente fuerza y sublimidad, dignas del hombre de solera ancestral, del hombre que tomó parte en las grandes batallas con los persas; pero al propio tiempo también lo rudo y violento, que no resulta atenuado por una época de las más heroicas hazañas y sacrificios, de los más formidables destinos y arrebatadores éxitos, y de lo cual tampoco podía prescindir semejante época. El espíritu de sus tragedias es de una virilidad sin fallas, grandiosa, sólo raras veces accesible a sentimientos más delicados, pero subyugada por el temor a los dioses, por el reconocimiento de un orden moral inquebrantable y por la sumisión a un destino ineluctable. En Esquilo encontramos una seriedad de sentimientos, una profundidad de ideología religiosa y una prepotente

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