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Tres Versiones De La Etica

camiloasg25 de Abril de 2013

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Papeles de Ética, Economía y Dirección ______________________________________________________________________

TRES VERSIONES DE LA ÉTICA EMPRESARIAL. UNA NOTA EXPLORATORIA

Domènec Melé Profesor Ordinario de Ética Empresarial IESE, Universidad de Navarra ______________________________________________________________________

Los manuales de ética empresarial, especialmente los de corte anglo-sajón, suelen contraponer los enfoques opuestos. Uno centrado en deberes, y otro en las consecuencias externas de la acción. A veces se añade otro basado en virtudes. En el presente trabajo se presenta una nota exploratoria (adelanto de una investigación en curso) en la que se mantiene que lo más relevante no es tanto la citada distinción convencional sino el modo cómo se relacionan ética y acción empresarial. En este sentido cabe distinguir tres versiones de la ética empresarial. La primera, que denominamos economicismo limitado, tiene como criterio supremo maximizar beneficios pero acepta como restricción cumplir la legalidad vigente y, en algunos casos, las exigencias sociales del entorno. La segunda versión, designada aquí como dualismo racionalista, introduce la necesidad de justificar cada decisión mediante juicios éticos que se hacen partiendo de alguna teoría ética de corte racionalista que define qué es correcto. La tercera versión es llamada realismo moderado al aceptar la capacidad humana de un conocimiento moderado de la realidad. Entiende que la ética es parte integrante de toda acción en la medida en que ésta incide en quien la realiza y contribuye o dificulta el logro de la excelencia humana, a diferencia de otras teorías .

Introducción

Una de las dificultades de la ética empresarial para quien no es especialista en ética es aclararse con los diversos enfoques éticos que se presentan cómo válidos. Basta ojear la abundante bibliografía actual sobre ética empresarial para darse cuenta de que hay una multitud de teorías éticas que compiten por liderar la ética empresarial. Cada una presenta sus ventajas y pone de relieve los inconvenientes de las teorías competi- doras. Eso suele desconcertar y a veces incluso desanimar a quienes sinceramente se acercan en busca de orientación para actuar bien en el ámbito de la empresa y los negocios. La pregunta que surge es cómo determinar cuál es la teoría correcta, si es que hay alguna que lo sea. ¿O acaso elegir uno u otro enfoque es sólo una opción personal ajena a criterios racionales? Muchos de los manuales más conocidos de ética empresarial con frecuencia presentan dos grandes enfoques, uno deontologista (de deon, deber), centrado en los deberes a cumplir, y otro teleologista (de teleos, fin), generalmente en forma de “utilitarismo”, que se fija exclusivamente en las consecuencias de la acción. Todavía hay un tercer enfoque incluido en muchos manuales. Se trata de la ética de las virtudes, que no se fija en ninguna norma concreta sino en el desarrollo de virtudes en el sujeto a través de la acción y en el papel de la virtud de la prudencia o sabiduría práctica para determinar qué es lo que debe hacerse en cada situación.

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En el presente trabajo voy a distanciarme de esta clasificación ya que, a mi juicio, la cuestión clave no es tanto la oposición deberes-consecuencias-virtudes, sino el modo cómo se concibe la actividad empresarial y cómo se pretende integrar la ética en la acción. Esta consideración da lugar a tres concepciones de la ética empresarial que se van a exponer en el presente trabajo, de modo sencillo y evitando prolijas enumeracio- nes bibliográficas. Nuestro objetivo aquí es sólo presentar una nota exploratoria de una investigación más amplia. Dejaré al margen de esta discusión a quienes niegan la posibilidad misma de la ética o de la ética en los negocios y en la empresa. Entre ellos, el nihilismo, que niega la validez de toda distinción moral; el determinismo que supone al ser humano carente de libertad, y por tanto sin responsabilidad, el relativismo, según el cual no hay nada objetivo ni absoluto en cuestiones éticas; y el escepticismo, que sostiene que el conocimiento ético, si existe, no puede ser verdaderamente conocido. No me ocuparé de esas teorías no porqué no sean influyentes -que muchas de ellas lo son, y mucho-, sino por razones de espacio y por centrar la cuestión en el tema enunciado. Por lo demás, la discusión de estas teorías puede encontrarse en muchos tratados de filosofía moral y sería superfluo repetirla aquí. Una excepción habría que hacer en la anterior relación de teorías no consideradas aquí: una forma de relativismo, denominada relativismo cultural, en el que se aceptan valores y normas de conducta presentes en una determinada cultura o sociedad, sin más soporte filosófico que esta realidad sociológica.

ECONOMICISMO LIMITADO: ¿QUÉ ES LEGAL O SOCIALMENTE ACEPTABLE?

Una primera versión de la ética empresarial la podríamos denominar economicismo limitado. En síntesis se podría describir como una posición en la que se toma como criterio supremo, aunque no absoluto, la maximización de beneficios únicamente limitada por ciertas concesiones sociales o por el cumplimiento de normas emanadas del entorno social, que son condición necesaria para que funcione el mercado, para evitar riesgos o para obtener ulteriores beneficios económicos. Este modo de presencia de la ética en la actividad económica la encontramos ya en Adam Smith, padre de la economía moderna. En su famosa obra “El origen de la riqueza de las naciones”, al menos de modo implícito, da a entender que los negocios, aunque han de regirse por el autointerés, requieren un conjunto de normas éticas institucionalizadas que son necesarias para el buen funcionamiento del mercado. Entre ellas pueden citarse el respeto a la propiedad privada, el cumplimiento de los legítimos contratos, y ventas sin fraude. Más explícito es Milton Friedman, cuya postura es bien conocida. Aboga por la única responsabilidad de lograr los mayores beneficios pero cumpliendo las leyes y las “reglas de juego” explícitas o tácticas en el funcionamiento del mercado. De alguna manera también formaría parte de esta primera versión de la ética empresarial el cumplimiento de las exigencias incluidas en los denominados “contratos psicológicos”, que vienen a ser pactos no escritos que, en un determinado contexto empresarial y social, se consideran “reglas del juego” que deben ser cumplidas. Otros autores abogan por normas externas consensuadas que pueden ir más allá de las leyes y las “reglas de juego” del mercado. No derivan de principios éticos, sino de una negociación entre las partes. Aparte de estos modos de economicismo que cumplen la ley y ciertas normas externas que, de algún modo, amplían la ley, existe otra expresión de esta versión que

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restringe la maximación de beneficios mediante la aceptación por la empresa de ciertas expectativas o exigencias del entorno socio-cultural en el que opera. Surgen de la presión del entorno social o de un modo pro-activo por parte de la empresa, que quiere ser sensible a las demandas de la sociedad en la que actúa o espera obtener futuros beneficios. Pueden ir desde atender las exigencias del vecindario en relación con el impacto al medio ambiente de la actividad de una empresa, al patrocinio a entidades deportivas o culturales. Responde a este enfoque cierto modo de entender las responsabilidades sociales de la empresa, cuya única razón es el “egoísmo racional”. Quienes así piensan consideran que la empresa debía asumir un conjunto de responsabilidades sociales manifestadas en demandas sociales; porque si el entorno percibe que no lo hace, éste se volverá contra ella y arriesgará su propia supervivencia. Relacionado con el egoísmo racional está también la propuesta de quienes, basándose en la teoría de juegos, abogan por criterios de actuación derivados de la confianza “calculativa”. Una actuación que perjudique a quien está interactuando creará una situación de desconfianza que perjudicará futuros resultados. Se defiende así limitar la búsqueda inmediata de los mejores resultados haciendo ciertas concesiones a los agentes con los que se interactúa para obtener futuros beneficios o minimizar los riesgos de daños o perjuicios. En esta primera versión de la ética empresarial, no se pretende tanto integrar la ética en las decisiones económicas como cumplir con lo que es legal o socialmente aceptable. Se aceptan normas únicamente con el propósito de que actúen como un instrumento para futuros beneficios. Se podría incluso cuestionar que este enfoque merezca la consideración de ética empresarial, pero no cabe duda que incluye un conjunto de normas de conducta, muchas de las cuales responden a exigencias éticas objetivas e independientes de las leyes y valoraciones sociales. En todo caso, esta versión de la ética empresarial es muy problemática, tanto por los presupuestos antropológicos, sociales y éticos que entraña como por las consecuencias prácticas a las que puede dar lugar. La más obvia es quizá la limitación que supone reducir la moralidad a la legalidad o a las demandas sociales. Una ética empresarial reducida a cumplir las leyes vigentes en cada país puede llegar a situaciones lamentables. Es lo que ocurre a empresas que se limitan a cumplir la ley cuando operan en países muy permisivos en materia de relaciones laborales, donde se permita trabajar en condiciones infrahumanas, o no se exija seguridad en los productos o respeto al medio ambiente. Por otro lado, la ley siempre va detrás de los problemas detectados y, en su elaboración, por desgracia a veces cuentan más intereses de grupo que una sincera búsqueda de la justicia.

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