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Descripción de las tres características de la ética kantiana

analuva95Apuntes27 de Septiembre de 2015

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EXPLICACIÓN DEL TEXTO DE KANT

(Universidad de Lima. Semestre 2014-1)

Luego de describir las tres características de la ética formal kantiana, se procederá a la definición de los conceptos-clave de los párrafos seleccionados en este semestre para explicar la ética kantiana. Todos ellos están tomados de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785).

1.-Descripción de las tres características de la ética kantiana 

Kant pretende que sea la razón quien determine la vida privada y la pública y, en dicho afán, comienza afirmando que es de “urgente necesidad” la elaboración de una “filosofía moral pura”, esto es, limpia de todo lo empírico. Lo “puro” se identifica con lo exclusivamente “racional”, de ahí que Kant no tome en cuenta para una ética metafísica la “antropología”.

Parecería haber aquí una contradicción con el concepto general de ética propuesto, acertadamente, por muchos profesores de filosofía: “Una rama de la filosofía práctica que estudia lo que el ser humano debe ser, pero fundamentándose previamente en lo que el ser humano es”). De dicho concepto se infiere con claridad la necesidad de una antropología filosófica como antecedente ineludible de la ética. La “antropología” a la que en este contexto hace referencia Kant no es, en modo alguno, la antropología filosófica  -puesto que ésta, kantianamente considerada, no es otra cosa que una reflexión racional sobre el ser del hombre-, sino la antropología estructurada en base al método científico (antropología física, antropología cultural, etc.), a la que puede llamarse también antropología empírica. Como su nombre lo indica, sus teorías necesariamente tienen que estar fundamentadas en la experiencia proporcionada mediante los datos sensoriales, cosa que Kant tratará de erradicar en su ética. En consecuencia, la “antropología” a la que se hace referencia en este contexto no está relacionada con la “metafísica” sino, más bien, con una “física de las costumbres”.

Luego de haber puesto de manifiesto el carácter a priori que debe poseer la ética, Kant subraya su “universalidad”. La necesidad de la filosofía moral se deduce, según Kant, de la “idea común del deber” (“común” tiene aquí el significado de universal). Ahora bien, lo único que tenemos en común los seres humanos, lo único que nos “universaliza”, es la razón, de ahí que la “idea del deber”, al ser pura y ecuménicamente racional, se convierta en el fundamento de una ética no empírica. Esta “idea común del deber” (deón, en griego) garantiza que pueda hablarse de un ética válida universalmente para todos los seres racionales.

De la “idea del deber”, como de su matriz originaria, proceden las “leyes morales”, las cuales deben implicar una “necesidad absoluta” si es que han de erigirse en “fundamento de una obligación”. Por “fundamento” Kant entiende lo que él llama  “principio práctico”, es decir, una “ley” que norme las costumbres de manera racional. Tal fundamento no debe buscarse en la naturaleza (empírica) del hombre ni en “las circunstancias del universo en que el hombre está puesto” (por lo tanto, ni en la antropología física ni en la cultural), ya que la referida naturaleza y el mundo circundante constituirían para Kant “lo otro de la razón” y, por lo mismo, lo perteneciente a las peculiaridades de cada sujeto (subjetividad).

De lo que aquí se trata, sin embargo, es de fundamentar la ética en “conceptos de la razón pura” y no en principios derivados de la experiencia. Por consiguiente, la “ley moral”, para diferenciarse de la “regla práctica”, ha de cimentarse sobre la “idea del deber”, derivándose de ello que la ética kantiana podrá ser calificada con las tres características propias de toda idea extraída de la “razón pura práctica”: a priori, universal y necesaria.

Ya en los primeros párrafos aquí seleccionados, aparece una célebre distinción kantiana: “obrar conforme al deber” y “obrar por deber”. La conducta “conforme al deber” coincide con lo que puede denominarse “legalidad” y, por consiguiente, se atiene al cumplimiento de la acción no por convicción de la bondad de la misma, sino por “inclinaciones” subjetivas (miedo, amor propio, adecuación a lo prescrito por la ley para sentirse a gusto, aplauso social, etc.). La traducción de “conformidad al deber” es siempre, en último término, coincidente con la de “conformidad a inclinaciones” (subjetivas). Las obras surgidas mediante tal conformidad, aun cuando puedan merecer alabanzas y reconocimientos, no poseen “valor moral” porque sus móviles no procedieron exclusivamente de la razón pura práctica y los actos perpetrados no fueron llevados a cabo por una “voluntad buena”.

2.-Algunos conceptos esenciales de la ética kantiana

2.1.-La máxima (párrafos 1 y 6)

Para Kant la "máxima" es el principio práctico subjetivo (y, por lo tanto, no puro, esto es, no enraizado en exclusiva -esto es, puramente- en la razón práctica) que mueve la acción. La máxima contiene las reglas prácticas determinadas por la razón, pero no por  la razón “pura” sino, más bien, "sujeta" a las peculiaridades y condiciones del sujeto (englobadas por Kant en este contexto en los términos "ignorancia" e "inclinaciones").

La máxima está investida, en consecuencia, de dos características: la subjetividad y la racionalidad; es producto, entonces, de una racionalidad subjetiva. Las "cosas naturales" no tienen máximas; obedecen tan sólo "leyes físicas". Kant califica a la máxima de "fundamento por el que el sujeto obra" (claro está, en cuanto “sujeto"), contraponiéndola al principio objetivo (o "ley práctica"), que es el fundamento por el que debe obrarse, no importando que en la práctica no se obre así. Si se compara la máxima con lo que Marcel Proust denomina "lema" en su célebre entrevista (recordemos los casos estudiados en clase y tomados de ediciones antiguas del semanario limeño "Somos"), quedará en claro que ambos tienen un carácter de subjetividad que los hace incompatibles con la universalidad moral pretendida por Kant para todos los seres racionales.

Ello no obstante, hay que hacer el esfuerzo por comprender que la ética kantiana consiste, en esencia, en encontrar una "máxima" que, liberada de las "impurezas" de lo subjetivo, pueda servir de "imperativo categórico" para regular la conducta de los seres racionales. El término "máxima" aparece conduciendo el primer enunciado del "imperativo categórico" y, como veremos, la condición para ello residirá en que la máxima se desembarace de su componente subjetivo y se identifique con la "objetividad" de la racionalidad.

2.-El valor moral 

Luego de referirse a que no podemos aducir ningún ejemplo (ninguna acción) de auténtica moralidad, Kant define el valor moral como "la intención de obrar por puro deber". Ahora bien, como la intención es invisible, no podremos llegar nunca, ni siquiera mediante "el más agudo autoexamen", a emitir un juicio valorativo exacto sobre el fundamento principista que regula la acción. El "valor moral", por tanto, "no concierne a las acciones, que son visibles, sino a aquellos internos principios de las mismas, que no se ven".

Kant identifica "valor moral" con virtud, estableciendo así una triple igualdad: valor moral=lo bueno=lo virtuoso, dando a la tríada la característica unitaria de "mover" a la voluntad exclusivamente por medio de "las representaciones de la razón" o, lo que es lo mismo, por principios a priori, universales y necesarios de la razón pura práctica.

Puede afirmarse, en consecuencia, que definir el “valor moral” es teóricamente fácil (adecuación exhaustiva de la acción a la idea del deber), pero en la práctica dicha definición resulta a todas luces imposible.

3.-La voluntad 

Paremos ahora la atención en lo que Kant entiende por voluntad, sin duda uno de los puntos nucleares en que se une gran parte de su ética. "Todas las cosas naturales -escribe- obedecen leyes". Si nos atenemos al hecho de que Kant, al definir las "cosas naturales", está en la línea de la física newtoniana, entonces debemos afirmar que son cosas que ocupan un lugar en el espacio, que son volumétricas y que, por ende, son también susceptibles de ser dimensionadas por los sentidos. Así, pues, tanto Mercurio como el cuerpo humano "obedecen leyes" ciegamente, es decir, sin posibilidad alguna de que su "razón" intervenga. Claro, las "cosas naturales" carecen de razón y no pueden, por su naturaleza misma, "representarse" ley moral alguna, sino sólo adecuar su comportamiento al dictamen de las "leyes naturales" que presiden su movimiento. Kant añade: "Pero solamente un ser racional tiene la facultad de actuar según la representación de leyes, es decir, siguiendo principios". En este añadido conviene subrayar dos cosas: por "ser racional" entiende Kant sólo al que es capaz de "representarse" (sich vorstellen) la ley mediante el raciocinio introspectivo, y en segundo lugar, el ser que puede (o no) actuar siguiendo la ley es porque posee una  voluntad. (Más adelante veremos una tercera característica del ser racional: la de “ver” dentro de sí el mismo imperativo categórico que todos los otros seres racionales).

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