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Cuando era un robot


Enviado por   •  12 de Abril de 2018  •  Documentos de Investigación  •  11.965 Palabras (48 Páginas)  •  286 Visitas

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Plan de Desarrollo Económico “Proyecto de Estado Malú 2018, Partido Juventud Democrática, Plataforma Económica”

El objetivo económico de nuestro proyecto, para ser coherente con lo mejor de su tradición, debe ser conseguir el máximo nivel posible de equidad con el mínimo coste en términos de eficiencia. Y el máximo nivel de eficiencia y prosperidad general al mínimo coste en términos de equidad. Es decir, debe obsesionarse en buscar complementariedades entre eficiencia y equidad. Aunque Zacatecas presenta niveles de desigualdad inferiores a los de otras regiones del planeta (como América Latina o los Estados Unidos), y aunque existen hoy día (a diferencia de cuando nacieron los grandes partidos de masas de la izquierda) más diferencias de ingresos entre países que dentro de los países, las desigualdades dentro de los países desarrollados han crecido con la crisis económica y dan lugar a una distribución injusta de la renta, además con una reducida movilidad social, al ser muy alta la correlación entre el nivel de renta de los padres y el nivel de renta de los hijos. El modelo de los países nórdicos presenta las características de una muy elevada presión fiscal, por encima del 50% del PIB, un generoso estado del bienestar, una compresión salarial debido a la existencia de instituciones centralizadas de negociación colectiva, todo ello compatible con mercados abiertos y empresas privadas entre las más productivas del mundo. Los resultados son unos niveles de renta per cápita entre los más elevados del mundo, y la presencia en lo más alto de todo tipo de ránkings (educación, respeto al medio ambiente, ausencia de corrupción, igualdad entre hombres y mujeres).

Mientras la socialdemocracia se mantiene en los países escandinavos, tiene dificultades para avanzar en otros países del mundo. Probablemente, distintas realidades deben encontrar su propio camino para conseguir que prevalezcan los valores de una mayor prosperidad compartida. No existe una única vía a la socialdemocracia y las políticas e instituciones económicas son “camino-dependientes”; es decir, las trayectorias históricas importan en el cambio económico y político. El reto que se presenta es extender este modelo a sociedades más complejas y a regiones enteras del planeta, algo que hasta ahora ha resultado muy difícil. Por otro lado, los países nórdicos, además, en especial Suecia, han mostrado ejemplos de cómo salir de agudas crisis económicas y financieras introduciendo reformas en profundidad, pero sin alterar en lo fundamental las características del modelo social. También ésta es una lección que hay que aprender con el objetivo de aplicarla a otras realidades y generalizarla. Un aspecto clave para la supervivencia y desarrollo de la socialdemocracia es que los ciudadanos estén convencidos de que se hace un uso eficiente y efectivo de los recursos recaudados a través de la elevada presión fiscal. Es decir, que la intervención del estado en la economía se realiza (y se percibe que se realiza) sin beneficios privados importantes, sin despilfarro, con transparencia y sin corrupción.

  1. Prosperidad y Justicia social

Las desigualdades no son, sin embargo, un mero problema de diferencias en una variable continua como es la renta, sino que de estas diferencias de ingresos se derivan diferencias discretas en cuanto a oportunidades y posiciones de poder en la sociedad. Las desigualdades en la variable continua renta se trasladan en diferencias en la posibilidad de acceder a posiciones contractuales o de poder en la sociedad. Quienes tienen acceso al capital y a niveles de renta elevados acaban copando las posiciones de poder en las organizaciones e instituciones clave en la sociedad. Estos son síntomas de que la sociedad no respeta principios básicos de meritocracia ni de igualdad de oportunidades en el origen. La aspiración de la socialdemocracia es una sociedad del mérito en la que las posibles diferencias en bienestar ligadas a factores naturales, heredados o de mala suerte, tratan de corregirse para asegurar a todos niveles dignos de bienestar. En los años previos al estallido de la burbuja especulativa de los primeros años del siglo XXI se vivió un aumento de la prosperidad que afectó sobre todo a los sectores más ricos de la sociedad, con niveles de opulencia en algunos países escandalosos. Razones institucionales, políticas y tecnológicas explican que las crecientes desigualdades se hayan dado más en unos países que en otros, pero el fenómeno ha sido generalizado. Sería deseable que cambios institucionales favorecieran políticas más igualitaristas. Por ejemplo, en el caso de la Unión Europea, si existen mecanismos para que la Comisión Europea fije objetivos en lo que respecta a la liberalización de los mercados, por ejemplo en las telecomunicaciones, y realice un seguimiento estrecho de acuerdo con las directivas de lo que hacen los estados miembros, no existe ningún impedimento para que algo parecido pueda hacerse con las políticas que promuevan una mayor igualdad de la renta y de oportunidades. Un seguimiento europeo en base a objetivos concretos de igualdad sería un ejemplo de cambio institucional favorecedor de la igualdad. En esta misma línea de cambios institucionales, las nuevas políticas distributivas chocan a menudo con problemas de movilidad de los factores productivos, por lo que es necesario un nivel mínimo de coordinación, así como un esfuerzo por redistribuir activos (especialmente capital humano) y no sólo renta. Los cambios en el mercado de trabajo, en la organización empresarial y en la política industrial que se proponen también pueden enmarcarse en esta estrategia institucional.

Para conseguir el máximo nivel posible de equidad y una correlación mucho más reducida en el nivel de renta de padres e hijos (es decir, una mayor igualdad de oportunidades en el origen), es preciso prestar atención a actuaciones que permitan redistribuir con el mínimo coste en términos de eficiencia o, si es posible, mediante fórmulas que incluso permitan mejorar la eficiencia. Los impuestos ecológicos y unos impuestos sobre la riqueza reformados deben ir en esta dirección de compatibilizar eficiencia con alta presión fiscal. Éste ha sido el caso precisamente de los países nórdicos, con una fiscalidad muy atenta a los costes en eficiencia y políticas sociales orientadas a favorecer la oferta laboral, por ejemplo de la población femenina.

La coexistencia de una elevada presión fiscal y mercados abiertos en los países nórdicos no es casual, ya que existe una complementariedad positiva entre un sistema fiscal basado en un nivel general de impuestos alto y una elevada competencia en la mayoría de los mercados de producto. En una sociedad donde los impuestos son elevados y el estado asume la provisión gratuita o subvencionada de muchos bienes y servicios, es imprescindible que los mercados de bienes y servicios sean competitivos para que las distorsiones en los precios relativos causadas por los impuestos sean las menores posibles y, en definitiva, tolerables. El coste en términos de eficiencia de una presión fiscal elevada (muchas de las figuras impositivas realmente existentes tienen un coste en términos de eficiencia) es mayor cuanto mayores son las distorsiones pre-existentes en la economía. Por ejemplo, un mismo tipo impositivo en un mercado del producto causa un mayor coste en términos de eficiencia cuando se parte de una situación de oligopolio que cuando se parte de una situación de competencia perfecta. Ello es así porque en una situación de oligopolio (y aún peor de monopolio), los precios están lejos de los cortes marginales, y un alejamiento mayor por la vía de introducir una brecha impositiva implica un coste de oportunidad mayor en términos de eficiencia: las ganancias derivadas del intercambio que se pierden son mayores. Por ello no es de extrañar que en economías como la española, con un nivel de competencia reducido todavía en muchos mercados, sea difícil introducir tipos impositivos elevados como los que caracterizan a las economías nórdicas. A su vez, unos mercados del producto abiertos a la competencia y al comercio internacional y, en el caso europeo, un mercado interior más integrado, permitirían alcanzar niveles de eficiencia más elevados, lo que se traduce en mayores posibilidades de crecimiento económico. Sin embargo, la mayor eficiencia facilita la desaparición del mercado de los perdedores en el proceso productivo, generando fuertes dinámicas de dislocación social y geográfica. Unas fuertes redes de protección social pueden ayudar a paliar estos efectos, pero estas redes sólo son posibles con una presión fiscal elevada. Más en general, las reformas deben ir en la dirección de explotar al máximo las posibilidades de la curva de Laffer (la relación entre tipos impositivos y recaudación) y moverla hacia la derecha. Es decir, es deseable conseguir que se alcance, sin ir más allá, el nivel de tipos impositivos a partir del cual se reduce la recaudación (porque disminuye la base impositiva debido a ineficiencias) y que este nivel sea mayor del que es en la actualidad en muchos países.

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