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Defensa Del Indio, El Verdadero Hijo De La Tierra


Enviado por   •  30 de Agosto de 2013  •  1.465 Palabras (6 Páginas)  •  418 Visitas

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«…mas queda el indio, pues trescientos a cuatrocientos años de crueldades no han logrado exterminarle; ¡el “infame” se encapricha en vivir!»

Manuel González Prada, Nuestros indios, II (1904).

El imperio Inca, elitista, no educó a los tawantinsuyurunas (indígenas) para afrontar, por sí mismos, hechos de trascendencia social e histórica. Los indios siempre dependieron de un líder y de sus creencias. «La organización colectivista, regida por los Inkas, había enervado en los indios el impulso individual; pero había desarrollado extraordinariamente en ellos, en provecho de este régimen económico, el hábito de una humilde y religiosa obediencia a su deber social» (José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Esquema de la evolución económica, I); de esta obediencia y docilidad, se aprovechó el español en los tiempos de la Conquista. Si antes el indio celebraba su arduo trabajo, cumplía con los deberes que el Inca asignaba y lo hacía con júbilo, acompañando sus labores con cantos; ante el rigor español, tuvo que soportar trabajos inhumanos en medio de la ignominia y el sufrimiento.

El indio, desde entonces, aunque menos o más, no cesa de sufrir.

En 1553, Pedro de Cieza de León, escribió: «…Yo me acuerdo haber visto por mis ojos a indios viejos, estando a vista del Cuzco, mirar contra la ciudad y alzar un alarido grande, el cual se les convertía en lágrimas salidas de tristeza contemplando el tiempo presente y acordándose del pasado.» Pero su sufrimiento no dependía solamente de la caída del magno imperio. Durante la Colonia los opresores le impusieron también, a fuerza de látigo, un carácter sumiso, oprimido; le obligaron a descuidar su apariencia, a considerarse menos que un hombre; lo rebajaron, pues, al nivel del animal.

Los indios eran como huérfanos sin su Inca, y los últimos monarcas del incanato habían sido muertos cruelmente (los cuatro de Vilcabamba: de Manco Inca a Túpac Amaru, y José Gabriel Condorcanqui, el Túpac Amaru II). Aunque no se les consideró esclavos, fueron tratados como tales. Fueron las mayores víctimas de la injusticia y de la codicia española. Luego de 1824, las cosas no cambiaron para ellos. En la República se incrementaron los despojos de tierra a los indios (Emilio Romero, Geografía Económica, 1961). El feudalismo continuó explotándolos. Los terratenientes, los gamonales humillaban a los indígenas, los mataban sin temor por la ley, se aprovechaban de sus mujeres. «Y a pesar de todo –escribe Manuel González Prada en Nuestros indios–, el indio no habla con el patrón sin arrodillarse ni besarle la mano.» González Prada, denuncia en sus escritos la aún vigente agresión contra el indio en el siglo XX:

«Le conservamos en la ignorancia y la servidumbre, le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizamos cacerías y matanzas…» (A continuación, el ensayista peruano cita el levantamiento de unos indios en Amantani que se rebelan contra un gamonal, linchándolo. Por entonces era la primera dictadura de Piérola; ante el levantamiento, responderían dos buques de guerra que bombardearían la isla durante doce horas, masacrando a incontables indios.)

González Prada aborda con severidad y dureza el tema del indio en este ensayo –Nuestros indios– de cuatro partes, escrito en 1904 y publicado en 1908 dentro del libro Horas de Lucha. Escribe en la cuarta parte:

«…el indio no tiene derechos sino obligaciones. Tratándose de él, la queja personal se toma por insubordinación, el reclamo colectivo por conato de sublevación.»

Al parecer, hemos heredado el desprecio del español hacia los indígenas, pues aún los tratamos como seres inferiores, ignorantes e incapaces. Aún nos burlamos de su ingenuidad, de su idiolecto, de su runasimi, aún sentimos desprecio ante sus vestimentas y ante sus apellidos. Pero ¿quién ha hecho algo por ellos? En 1969, Velasco Alvarado los redimió de su condena en las haciendas, pero nadie se preocupó en darles la riqueza material que les corresponde por derecho: la tierra, al ser ellos sus hijos legítimos; tampoco hubo interés por darles la riqueza que les negó la Historia: educación. «El indio recibió lo que le dieron: fanatismo y aguardiente», escribió González Prada. Y aunque el escritor piensa que el problema del indio no sólo es educacional, sino también social y económico, una reforma o una revolución educativa es necesaria para que ellos puedan mejorar su condición. Y paralelamente, esa revolución debe extenderse a los centros educativos, pues desde la

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