Desarrollo De Amèrica LAtina

Introducción

Dada su historia, que se inicia con la lucha por su emancipación política de las potencias coloniales ibéricas y se prolonga hasta nuestros días con el actual resurgimiento del movimiento social, la producción del conocimiento social en América Latina no se produjo, inicialmente, como una mera actividad filosófica profesional sino en el ámbito la lucha social y el compromiso político, de ahí que estuviera siempre marcada por la necesidad de pensar y comprender las causas determinantes de las transformaciones sociales y económicas de cada momento histórico.

A lo largo de todo el siglo XIX, la mayor parte de los intelectuales y políticos latinoamericanos reflexionaron sobre las transformaciones necesarias para cambiar el estado de cosas y romper con la herencia ibérica para construir un Estado nacional con una identidad propia, síntesis de lo europeo y lo indígena.

Así, uno de los ejes más constantes del “modo de teorizar” la realidad latinoamericana ha sido la idea de comprender las fuerzas y agentes del cambio social en el que subyace el concepto de desarrollo que, en su momento, reemplazó a la antigua idea del progreso y modernidad.

En consecuencia, bien puede decirse que desde el siglo XIX en América Latina ha predominado un pensamiento crítico orientado no sólo a comprender la realidad sino que, en la mayor parte de los casos, la teorización ha sido llevada hasta sus últimas

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consecuencias en la búsqueda de explicaciones sobre cómo y hacia donde habría de transcurrir la transformación de la realidad.

En estas circunstancias, es posible definir la historia de América Latina desde el siglo XIX como un proceso de ruptura y negación. En México, por ejemplo, escribe el Premio Nobel de Literatura Octavio Paz:

Si la Independencia corta los lazos políticos que nos unían a España, la Reforma niega que la nación mexicana, en tanto que proyecto histórico, continúe la tradición colonial. Juárez y su gente fundaron un Estado cuyos ideales son distintos a los que animaban a Nueva España o a las sociedades precortesianas. El Estado mexicano proclama una concepción universal y abstracta del hombre: la República no está compuesta por criollos, indios y mestizos [sino] como especificaban las Leyes de Indias, por hombres a secas y a solas (Paz, 1994, p. 96).

Finalmente, desde el último tercio del siglo XIX y a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX, en América Latina se mantuvo la economía primario–exportadora que establece las incipientes bases del modo de producción capitalista.

En esta modalidad del capitalismo, a pesar de la importancia relativa adquirida por la actividad industrial en países como Argentina, México o Brasil, en el seno de la economía exportadora nunca se llegó a conformar una verdadera economía industrial –en el sentido de que definiera el carácter y orientación de la acumulación de capital–, que acarreara un cambio cualitativo en el desarrollo económico. En efecto, tal y como señala Ruy Mauro Marini:

Es tan sólo cuando la crisis de la economía capitalista internacional, correspondiente al periodo que media entre la primera

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