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EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN ANTIIMPERIALISTA DE BOLÍVAR Y MARTÍ Y EL PORVENIR DE AMÉRICA LATINA

jtaccetti12 de Abril de 2014

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SE REFIERE que cuando José Martí vino por primera vez a Venezuela, en 1881, al llegar a Caracas impulsado por lo que consideraba un imperioso deber, y casi sin quitarse el polvo del camino, dirigióse a la Plaza Principal, donde con fervorosa emoción rindió su tributo a Bolívar, al gran padre de la libertad americana, cuyos pasos, obra y pensamiento él se disponía a continuar con firme voluntad y total desprendimiento.

Nacido a mitad del siglo XIX, exactamente el 18 de enero de 1853, y guiados sus primeros pasos por un maestro de primaria que supo infundir en él un profundo amor por su patria, por los desposeídos y por la libertad -llamábase el maestro y patriota Rafael María de Mendive-, pudo Martí en su niñez lúcida y alerta tener mucha información acerca de las guerras que por la independencia continental librara Bolívar. Los dolores y glorias de esas luchas, el eco de los triunfos, los alientos que de ella llegaban para animar a la juventud cubana, necesariamente obligaban al niño Martí a comparar la situación colonial que aún pesaba sobre su patria, Cuba, y sobre la hermana Puerto Rico, y a acercarse para nutrirse de cuanto hermoso, grande y heroico emanaba de aquellas gestas y de su conductor genial, Simón Bolívar, quien comenzó a ser para Martí ejemplo, cantera y manantial ideológico revolucionario.

Confluyen en Martí la América que viene de librar grandes combates no concluidos y la América que ha de continuarlos. Por eso ha de proclamar él alguna vez: «Lo que Bolívar no hizo está por hacer en América». Y él se entregó a ese hacer, iniciando un nuevo ciclo de luchas políticas, sociales y culturales en América Latina, algunas de cuyas etapas se han cumplido y otras continúan avanzando por el camino de la historia bajo el signo luminoso que Bolívar y él, genios de la Revolución de nuestros pueblos, señalaran.

Pero busquemos en la historia para tocar con nuestros propios pensamientos esa identidad que vincula en tiempo, espacio y acción revolucionaria a Bolívar y Martí.

Desarrollados los acontecimientos y transformada la lucha política en contienda armada, el carácter de ésta con sus victorias y derrotas, avances y retrocesos, fue exigiendo cada vez más la unidad de acción y que los líderes civiles y militares del movimiento vieran sus luchas locales como parte de la lucha continental. Es por ello que Bolívar no vacila, caída la primera República de Venezuela, en marchar a la Nueva Granada y ofrecer sus servicios a los patriotas de aquel territorio y pedirles a la vez ayuda para redimir a Venezuela.

Bolívar hace ver que la seguridad de la Nueva Granada dependía, en gran medida, de la Independencia de Venezuela y que este país, tomado por las armas españolas, constituía un peligro para la seguridad neogranadina. Por otra parte, al combatir en territorio neogranadino; Bolívar se consideraba como un americano que cumplía con su deber y que estaba ligado a la causa de su país, como lo estaba a todo el territorio de América. Su victoriosa campaña en los valles del Magdalena y Cúcuta constituyeron una valiosa ayuda para la seguridad de Cundinamarca, afirmando el prestigio del caraqueño y facilitando el éxito de su pedimento para marchar sobre territorio venezolano acompañado de oficiales de uno y otro país. Se concretaba así mucho de lo expuesto por el futuro Libertador en el Manifiesto de Cartagena, donde Bolívar se dirige a los neogranadinos como uno de sus conciudadanos. En efecto les dice en el célebre escrito:

Yo soy granadino, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados.

Bolívar reafirmaba así, al iniciar su exposición, su condición de hombre americano que consideraba a todo el Continente como su Patria y para quien era un deber luchar por la libertad de éste en cualquiera de sus territorios. Para él los neogranadinos eran, por eso, sus conciudadanos.

Este sentimiento va a ser expresado con mayor amplitud mediante un análisis de sus causas históricas, en la Carta de Jamaica, fechada en Kingston el 6 septiembre de 1815; en ella el Libertador anotaba:

Nosotros somos un pequeño género humano, poseemos un mundo aparte cercado por dilatados mares... Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande Nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria... Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola Nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo... ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! ¡Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las Naciones de las otras tres partes del mundo!

Era la anunciación del papel que en la política universal le tocaría jugar a este Continente.

Cambiando el curso de la lucha por la Independencia -favorable hasta entonces a los realistas-, con la toma de Angostura por los ejércitos patriotas y debido a la incorporación de las masas populares al lado de los independentistas, Bolívar acentúa su preocupación en el desarrollo de la política internacional, pues comprende cómo el curso de ella puede afectar al logro definitivo de la independencia del continente latinoamericano o bien favorecerlo. Igualmente comienza a mirar cuidadosamente hacia el Norte y a sacar conclusiones ante la dubitativa política de los gobernantes de Estados Unidos hacia la lucha que libraban los pueblos de nuestros países por alcanzar su libertad. No se escondía al Libertador la posibilidad de que el vecino del Norte en creciente poderío, quisiese, como en efecto lo quería, transformarse en el heredero de España en estos territorios, cuyo destino político hasta esos momentos era incierto. Numerosos indicios permitían a Bolívar suponer las ambiciones que el Norte y en Europa se estaban moviendo hacia este nuevo mundo que aún libraba su guerra de liberación, lo cual iba a ponerse cada vez de manifesto en la medida que los triunfos patriotas acercaban un desenlace.

Las reservas y retardos para reconocer al Gobierno de Colombia; las maniobras encaminadas a obstaculizar la llegada de tropas y pertrechos que, procedentes de Europa y dirigidos a los ejércitos patriotas, ejecutaban barcos de guerra y mercantes estadounidenses, así como la entrega por las mismas naves de auxilios a los bloqueados ejércitos de España, eran hechos que indicaban sin eufemismos cuál iba a ser la política futura de los grupos predominantes en Estados Unidos respecto a América Latina. Los incidentes significativos ocurridos territorio venezolano, concretamente en Angostura el año 18, provocados por barcos estadounidenses, determinan el cruce de varias cartas entre Bolívar y el agente norteamericano B. Irvine, obligando al Libertador a formular airados párrafos como los que transcribimos:

Angostura, agosto 6 de 1818

Al señor B. Irvine,

Agente de los Estados Unidos de América cerca de la República de Venezuela.

Señor Agente:

Tengo el honor de responder a la nota de V.S. del 25 julio próximo pasado relativa a las indemnizaciones pedidas por las condenas hechas de las goletas americanas Tigre y Libertad, apresadas por las fuerzas marítimas de Venezuela... Desde los primeros días de enero de 1817 las plazas de Guayana y Angostura (en poder de los españoles) fueron sitiadas hasta el mes de agosto del mismo año. En ese tiempo las goletas Tigre y Libertad han venido a traer armas y pertrechos a los sitiados y por eso cesan de ser neutrales, se convierten en beligerantes y nosotros hemos adquirido el derecho de apresarlas por cualquier medio.

Más adelante Bolívar, en otra fechada en Angostura el 20 de agosto, le dice al mismo Irvine:

Hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del Sur, y de las leyes promulgadas con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí. Contra la lenidad de las leyes americanas se ha visto imponer una pena de diez años de prisión y diez mil pesos de multa que equivale a la muerte, contra los virtuosos ciudadanos que quisieron proteger nuestra causa, la causa de la justicia y de la libertad, la causa de la América.

Si el libre comercio de los neutros para suministrar a ambas partes los medios de hacer la guerra, ¿Por qué se prohíbe en el Norte? ¿Por qué a la prohibición se añade la severidad de la pena sin ejemplo en los anales de la República del Norte? ¿No es declararse contra los independientes negarles lo que el derecho de neutralidad les permite exigir? La prohibición no debe entenderse sino directamente contra nosotros que éramos los únicos que necesitábamos protección. Los españoles tenían cuanto necesitaban o podían proveerse en otras partes, nosotros sólo estamos obligados a recurrir al Norte, así por ser nuestros vecinos y hermanos, como porque nos faltaban los medios y relaciones para dirigirnos a otras potencias… Negar a una parte los elementos que no tienen y sin los cuales no pueden sostener su pretensión cuando la contraria abunda en ellos, es lo mismo que condenarla a que se someta, y en nuestra guerra con España es destinarnos al suplicio, mandamos a exterminar.

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