El alto precio de una disidencia
Luiyi MegaApuntes13 de Mayo de 2018
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EL ALTO PRECIO DE UNA DICIDENCIA
Luiyin Medina[1]
Es imposible quitarle protagonismo o importancia a la ciencia. Gracias a que muchas escuelas con diferentes puntos de vista o percepciones de la realidad aparentemente disímil al pensamiento común hayan surgido, es el causante de una evolución del conocimiento y una apropiación del espacio y del cuerpo mejor. Y aquí es importante definir como “ciencia” al estudio de las cosas; independiente de cual sea el objeto de estudio, sin llegar al precario convencionalismo de categorizarlas como ciencias duras o blandas, difíciles o fáciles, útiles e inútiles. Y es necesario hacer esta aclaración debido a que la utilidad del conocimiento que produce una ciencia no se mide por la dificultad de su proceso de obtención o la dificultad para traducir el lenguaje- y aquí se refiere al lenguaje técnico y no al idioma- en el que fueron escritas. Mucho menos podemos apreciar más a una ciencia por su naturaleza cuantitativa o cualitativa. Una ciencia es útil en la medida en que su conocimiento ayuda a esclarecer fenómenos que en lo posterior albergaban sólo la duda. La ciencia, sin lugar a refutación, sea cual sea, es útil; ya que la calificación de la misma como “ciencia” remite a un estudio riguroso y a una apropiación de términos y prácticas que dan como resultado un conocimiento que los seres humanos estamos en la tarea de direccionar e interpretar para darle su mejor uso.
Una de las formas más convencionales de hacer ciencia, y que fue visible desde que esta palabra aprecio en la historia de la humanidad hasta el día de hoy, es agrupar a un sin número de profesionales o científicos en una idea en particular. Las escuelas o academias responsables de producir ciencia son entidades que respetan métodos y tendencias. La forma de trabajar o producir ciencia sería una ecuación tipo: problema o paradigma que adquiera relevancia entre la comunidad científica es igual a puesta en marcha de estudio alrededor de esta. De aquí en adelante se visualizará un despliegue de tácticas y métodos para evidenciar la verdad y el origen de dicho fenómeno, mediante encuestas, pruebas de laboratorio, análisis de datos, muestreo y toda la amalgama de herramientas de trabajo que las diferentes ciencias poseen y han adquirido a lo largo de los años de investigación científica. Para que esta maquinaria opere de la mejor manera los científicos ha optado por cierto tipo de hermetismo en el desarrollo de un estudio. Es preciso, para los científicos, trazar la respuesta a un interrogante; esto es tomar el objeto de estudio como un adversario al que se le gana dándole explicación, descifrándolo; desnudar su naturaleza para que sea legible e interpretada de la manera más fácil. Para esto sea posible los científicos son herméticos hasta en la forma de cimentar los interrogantes. Se debe dar explicación a ciertos interrogantes surgidos por la pregunta de investigación. Los interrogantes representan la forma en como los científicos ven y perciben el mundo, y esta forma de verlo es hegemónica, no puede ser refutada por nadie porque supone las base de la ciencia, su alma mater. Lo difícil en este caso es que se han visto surgir diferentes formas de ver el problema dentro de una misma ciencia como problemas de investigación han surgido, lo que representa un problema fundamental de organización interna y un aparente retraso en la evolución de las investigaciones.
Todas las ciencias para defender su postura y la veracidad de sus contenidos, muestran una actitud violenta ante la nacencia de una disidencia interna en sus investigaciones. Presentar un punto de vista diferente con respecto a un problema es un delito científico que las instituciones desacreditan por estropear su clasismo investigativo. Con respecto a este problema Thomas Kuhn (Khun, 1971) escribe: “Por ejemplo, la ciencia normal suprime frecuentemente innovaciones fundamentales, debido a que resultan necesariamente subversivas para sus compromisos básicos”(p.26) . Una pregunta que se suscitaría en este punto: ¿no es de la naturaleza de la ciencia presentar puntos de vista diferentes? ¿No es así como han logrado consolidarse grandes estudios, develando verdades incomodas que han servido para la evolución del humano y del conocimiento? Y es que resulta inaceptable esta tendencia. Con el mismo curiosísimo con el que las ciencias se cimentaron alguna vez, así mismo nuevos científicos proponen diferentes interrogantes, y son estos interrogantes el primer paso para el largo camino del estudio de las cosas. Resulta inaceptable porque lo que se produce con esta costumbre de exclusión, es lo por lo que se está peleando: el atraso. La ciencia siempre va a pretender una evolución, un adelanto en los vericuetos del conocimiento, un adelanto en el conocer de las cosas, y ¿cómo se conocen las cosas? Indagándolas, produciendo interrogantes (obviamente nuevos) para trazar rutas de estudio y que estas nos conduzcan a la aclaración de los fenómenos indagados. La suerte de estos disidentes, de estos científicos atrevidos que deciden pensar de diferente manera dentro de una escuela en particular, no distancia de la exclusión definitiva de un gremio científico o de la supresión de esa idea controversial, para que pueda volver a los lineamientos rigurosos y herméticos de la investigación científica. Para dar un acercamiento un poco más familiar al problema y para que se haga verosímil el punto clave de este artículo, recordemos a Galileo Galilei. Científico loco y disidente, que se inventó un día que el sol era el centro del el universo y que los planetas giraban en torno a este. Se lo inventó porque quiso levantar la vos por todos aquellos que habían pensado igual que el en algún momento, se lo inventó porque un día sus interrogantes fueron más allá que la verdad que se creía establecida. La suerte de este ya muchos la conocen y describirla de manera amplia o escueta sería una redundancia. Apropósito de esto América Valenzuela (Valenzuela, 2015) escribe: “Cuenta la leyenda que tras abjurar del heliocentrismo ante la Inquisición en el siglo XVII Galileo Galilei musitó: ‘Y sin embargo se mueve’. No hay certeza de que el maestro pronunciara esta sentencia rebelde, pero sí de que a pesar de decir lo contrario públicamente nunca dejó de creer en lo que había demostrado, que la Tierra no era el centro del Universo. Galileo se mantuvo firme en sus convicciones y manejó con mano izquierda la absurda situación. Hoy estas palabras son símbolo de la lucha impenitente por imponer la verdad.”
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