El encuentro del otro- Dussel

De la invención al encubrimiento del Otro: América vista

como “lo mismo”.

Hablar de descubrimiento o encubrimiento supone diferentes significados e interpretaciones históricas sobre este “choque” entre dos mundos totalmente distintos. Por un lado, tenemos la noción de que Colón nunca descubrió la otra cuarta parte del mundo, pues sus conocimientos hermenéuticos concluían que se encontraba en islas de Asia oriental (cerca del actual Japón). En todo momento y hasta su muerte, Colón tuvo la clara conciencia de haber descubierto parte de Asia, por lo que es una “invención” creada por el imaginario del hombre europeo al pensar que se encontraba con un “ser asiático”.

Ahora bien, hablar de “descubrimiento” con Colón no es oportuno, pues fue Américo Vespucio que tuvo la idea que se encontraba en un nuevo mundo antes desconocido, un mundo nuevo que debía ser descubierto y que posicionaba a Europa como una potencia descubridora que alimentaba el “ego descubridor”. Dicha experiencia, según O ‘Gorman y su visión eurocéntrica, no es meritorio de un “descubrimiento”, sino de una “invención”, planteando que América fue inventada a la propia imagen y semejanza del hombre europeo, pues no es vista como “lo otro”, como una materia distintiva al antiguo mundo, sino que es apreciado como una “proyección de lo mismo”. Descubrir, entonces, hace referencia a consolidar la existencia de nuevas tierras, donde el hombre moderno abre el horizonte de lo conocido para adentrarse a expediciones de ultramar con la finalidad de expandir su cultura, y buscar ambiciosamente recursos que podrían existir en este nuevo mundo.

Según Dussel (1994) los habitantes de estas nuevas tierras descubiertas no aparecen como “lo Otro”, sino como “lo Mismo” que debía ser conquistado, modernizado y civilizado para ser utilizado como materia del “ego moderno”. A partir de esta idea, el Otro es censurado y así también su mundo, su cultura. El hombre español se impone con la violencia, encubre al Otro desde la esclavitud, el engaño y la sumisión. El conquistador le da muerte al varón indio o lo reduce a la servidumbre, mientras que obligan a las mujeres en contra de su voluntad a tener una relación erótica con el europeo, actuando, del mismo modo, como una forma de dominio. “Encubrir” al Otro también desde una mirada monoteísta, donde el catolicismo es visto como algo divino, y con la “ayuda de Dios”, era necesario controlar y destruir un ideal religioso pagano, asociado a entes demoniacos, negativo y perverso; donde además el indio es visto como un ser semejante a un animal que debe ser “civilizado” por el hombre europeo y que debe ser salvado por el mismo a través de una conquista espiritual que impone la doctrina católica.

Encubrir al Otro imponiendo un nuevo sistema a partir de la violencia, con una cultura totalmente distinta al indio americano, conforman una gran cuestión que hasta el día de hoy es posible evidenciarla. Creemos que, a pesar de que este último tiempo los pueblos indígenas han tenido un mayor protagonismo en aspectos sociales, aún se encuentra normalizado, en gran parte, hablar de “encuentro de dos mundos”, cuando en realidad es necesario denominar a este proceso como un “choque entre dos culturas” que fue destructor del mundo indígena. Referirse al concepto de “encuentro” es otro aspecto encubridor, pues se omite la parte de la violencia y la dominación del europeo ante una relación asimétrica donde no se respeta la Alteridad del Otro. Lo fundamental, es darles un significado más importante a nuestros pueblos originarios, pues han sido encubiertos y excluidos a lo largo de la historia de América. Para ello, es importante ponerse en la piel del indígena y comprender las acciones desiguales que se cometieron en un proceso totalmente eurocentrista, para así tener memoria de lo sucedido y reflexionar sobre el verdadero significado del “encubrimiento” del nuevo continente.

La modernización europea:

El quiebre de la Alteridad del Otro.

En esta conclusión, es importante comprender que el indígena, en todo momento del proceso de conquista, es visto como un ser inferior, bárbaro y que es culpable de su inmadurez, por lo que la dominación que ejerce el hombre europeo civilizado es “para el bien” del Otro. Aquí nuevamente entra la idea del “ego europeo” y del mito de la modernidad con Ginés de Sepúlveda, ya que prácticamente le está “haciendo un favor” a los indígenas por sacarlos de la barbarie e incluirlos un proceso emancipador de desarrollo obligatorio, siendo la violencia vista como una acción necesaria para el proceso modernizador. De igual forma, el razonamiento de Ginés de Sepúlveda cae en el irracionalismo, pues justifica la violencia ejercida por el europeo para la inclusión del Otro: la víctima pasa a ser culpable y el culpable en inocente.

Para comenzar con la doctrina católica, se necesitó de grandes misioneros franciscanos que viniesen al nuevo mundo con un sentido de educar desde el catolicismo. No obstante, buscaban enseñar la palabra desde un sentido “utópico” fuera de la influencia hispánica, que respetara, en cierta manera, la Alteridad del Otro. Dicha modernidad utópica fue destruida por el “repartimiento”, donde se explotaba al indio como una mano de obra gratis o barata. En contraposición a Ginés de Sepúlveda, Bartolomé de las Casas menciona que la barbarie de las indígenas no justifica la irracionalidad de la violencia ni de la dominación. Para Bartolomé, es necesario “modernizar” al indio sin destruir su Alteridad, teniendo como objetivo lograr un sincretismo de forma natural y no “a la fuerza” y obligando a los indígenas a adaptarse a un nuevo sistema. Bartolomé rompe con el mito de la modernidad, y se posiciona en los ojos del Otro, del oprimido, y pone en cuestión la conquista europea desde una perspectiva de violencia civilizadora. Menciona que el único culpable es el hombre blanco, europeo, y más aún sus líderes que permitieron largos años de abusos y violaciones a los derechos de los indígenas, pues era posible otra modernización, una utópica, donde se respetara y valorara la Alteridad

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