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En queretaro no se olvida

Eduardo MárquezEnsayo21 de Agosto de 2016

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EN QUERETARO NO SE OLVIDA

Por Eduardo Javier Márquez Mendoza

Este viernes dos de octubre en el centro histórico de la capital queretana, a ya 47 años de la matanza de Tlatelolco en plaza de las tres culturas, aún se ve el descontento, rabia, odio y una gran repulsividad  por parte de la sociedad, y particularmente los estudiantes y familiares de desaparecidos queretanos ante siquiera pensar en darle un perdón al gobierno. Desde las 18:00 horas, empezaron las actividades entorno a esta conmemoración, se escucharon poemas que helaban la piel y hacían nudos en la garganta, y en algunos otros momentos lograban hervir la sangre haciendo tornar los puños con gran fuerza.

Se veían carteles siendo redactados en el suelo por muchos estudiantes, unos contenían palabras que hacían referencia al movimiento estudiantil, algunos otros con un toque anárquico con intolerancia al gobierno y en otros se leían la inmortalización del asco al espíritu genocida del gabinete del ‘’perro de Díaz Ordaz’’. Mientras, más y más gente llega a la explanada de la Universidad Autónoma de Querétaro, ya no solo eran estudiantes, sino que personas que se enteraron por publicidad o por su interés en el suceso del 68, también llego la asociación Desaparecidos Justicia en el lugar, asociación que se podía ver formada por padres, hermanos, hijos, parejas, o personas que han perdido a seres queridos, que al pasar los años, estos no aparecen.

Dieron las 19:00 y comenzaron a sonar los altavoces y megáfonos de personas que infundían una organización de la marcha que pronto sería emprendida, algunas otras personas difundían papeles donde se enunciaban las frases a declamar por las cientos de personas en las calles queretanas. Cuando ya todo este preámbulo se realizó, se emprendió la marcha. Las personas tomaron sus mantas, lonas, carteles y un conjunto de emociones vehementes que suscitaban voces en coro e inclusive gritos impregnados de los sentimientos que arremeten en nuestros corazones este lamentable e insultante socialmente, esta masacre de estudiantes, maestros y familias enteras que se manifestaban esa tarde de 2 de octubre, por los francotiradores ‘’dudosa procedencia’’ según el gobierno y soldados  del batallón Olimpia, en una gran ‘’confusión’’ en el momento. Se escuchan voces que aún exigen castigo a los responsables.

Salió la marcha de la explanada de la Universidad Autónoma de Querétaro para luego con paso firme y con voz rígida y vivaz dirigirse por la calle de Miguel Hidalgo, hasta llegar a la calle Ezequiel Montes, en este punto de la marcha se comenzaban a unir personas que transitaban por aquel lugar. De pronto se comenzaron a escuchar no solo frases con el tema de Tlatelolco, sino que también se oían algunas con la temática de Ayotzinapa y los 43 desaparecidos de la escuela normal rural de esa población de Tixtla, Guerrero. Se contaba numero por numero hasta llegar a cuarentaitresavo, para finalizar con un fuerte y enérgico ‘’justicia’’. Algunas gargantas se comenzaban a quedar afónicas pero otras nuevas se volvían a reforzar para nunca quedar en silencio.

Casi llegando a La avenida Zaragoza la multitud tomo velocidad hasta llegar a correr en un tramo de Ezequiel Montes y a pesar del cansancio, de manera contradictoria, las personas alzaron más la voz, como si dando la pequeña carrera les despertara otra vez su motivación e ímpetu.

Para el público que presenciaba la marcha como espectador, sus opiniones eran variadas, algunas personas nos apoyaban, nos asentían con la cabeza y levantaban los pulgares al vernos pasar con nuestro espíritu solidario a la causa, otros solo nos veían con una mirada leve, mostrando una curiosidad que causaba confusión sobre sí eran miradas de indiferencia junto con un poco de desprecio a los que marchábamos, manteniendo el pensamiento fijo y estereotipado de que solo somos unos revoltosos, o talvez de una vaga admiración pero sin valor de unírsenos, por miedo a represalias, de la crítica social, o porque simplemente no podían por cuestiones de su itinerario y apretada agenda. Y claro, había otros que nos odiaban en ese momento, por ejemplo los numerosos automovilistas que por azares del destino, fueron obstaculizados por nuestra marcha.

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