INTERVENCIÓN DE ESPAÑA
JNRTHGGB3 de Noviembre de 2014
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LAS GRANDES MENTIRAS DE NUESTRA HISTORIA
Francisco Bulnes
PRIMERA PARTE
Capítulo Primero
LA INVASIÓN ESPAÑOLA DE 1829
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La tradición, penetrando en el espíritu de muchos niños consagrados al analfabetismo, les enseña que el año de 1829 llegó a las costas de la República un general español al frente de un ejército de reconquista, y que la nación entonces vivamente indignada, púsose en solemne actitud guerrera a las órdenes de un joven Escipión veracruzano, que como un león se lanzó con sus huestes entusiastas sobre el temerario ejército español, lo derrotó completamente y lo obligó á rendirse.
La historia reduce las proporciones de la tradición, como sucede siempre, y en la actualidad la historia educativa, la que debe ser siempre pura verdad, enseña: que el brigadier Barradas con cuatro mil hombres invadió la República, y quel por su parte, Santa Anna, en combinación con Terán, dió un asalto a Tampico el 10 de Septiembre de 1829, que duró doce horas y que hizo que al siguiente día capitularan los españoles ...
Yo juzgo del adelanto moral e intelectual por el de nuestra historia, especialmente de la dedicada á beneficiar el espíritu de la niñez. ¿Se enseñan leyendas, fábulas y apologías de secta? Me desalienta y preocupa esta historia, forma y fondo del siglo XIII. ¿Se comienza á enseñar la verdad? Convengo entonces en que cierta y afortunadamente vamos entrando en un digno y sereno período de civilización.
El Sr. Pérez Verdía (1), en lo relativo a la expedición española contra México mandada por el brigadier Barradas, copia casi textualmente lo que respecto de ella dice el Sr. Guillermo Prieto en sus Lecciones de Historia Patria, y como se ha visto, afirma que los generales Santa Anna y Terán dieron un asalto á la plaza de Tampico que duró doce horas y obligó a Barradas a capitular al día siguiente. Teniendo México oficiales instruídos, deberían éstos revisar nuestra historia para corregirla de sus dislates militares.
¿Un asalto de doce horas a una plaza fuerte? Se comprende que un tiroteo pueda durar doce horas, doce días, doce meses y hasta doce años; ¿pero un asalto? En los tiempos modernos el asalto más terrible y duradero ha sido el de la célebre torre de Malakoff, en la campaña de Crimea, y ha durado desde las doce del día hasta catorce minutos antes de las cinco de la tarde; es decir, poco menos de cinco horas. Un asalto de doce horas es sospechoso, casi como una carrera de caballo vientre a tierra de sesenta leguas. Desde luego cosquillea esta historia de un asalto de doce horas; hay más patriotismo que verdad, y á los niños, como a todos los mexicanos, no se les debe enseñar a tener patriotismo con la historia; sino lo que es más noble, moral y conveniente: se les debe enseñar a hacer la historia con el patriotismo. Deben procurar ser patriotas, si quieren una luminosa historia, en vez de apelar a deshonrarse con mentiras para al fin y al cabo aparecer siempre malos patriotas.
Conforme al texto histórico educativo de que me ocupo, al asalto que duró doce horas se agrega que Barradas al día siguiente capituló: luego el asalto lo rechazó Barradas; porque el asalto de una plaza que tiene éxito, hace imposible la capitulación. Cuando el asaltante tiene por mira tomar la plaza, y lo consigue, no puede tener lugar una capitulación; a menos que el asalto no sea dispuesto contra determinado punto, o que siendo dispuesto contra la plaza sólo se obtenga tomar parte de ella; pero en ese caso hay triunfo y fracaso parcial.
Dudando del libro educativo me propuse estudiar la cuestión profundizándola, y encontré como verdad que no es cierto que Santa Anna en combinación con Terán hubiera asaltado a Tampico el 10 de Septiembre de 1829; en consecuencia, todo lo relativo a dicho asalto es falso. Yendo hasta la verdad completa, no es cierto que Santa Anna ni Terán, ni jefe alguno mexicano hubiese derrotado á Barradas; por el contrario, en cuanto encuentro tuvo Barradas con nuestras fuerzas, en todos salió vencedor. Como lo veremos, Barradas fue vencido, pero nunca derrotado.
El objeto de este libro no es servir a un partido, ni excitar sentimientos nobles o innobles, ni empañar ó pulir glorias nacionales, ni buscar popularidad ó censura; su objeto es más elevado, y no es otro que llegar a la verdad. Las personas que por sus enfermedades, debilidades, o ilusiones voluptuosas, no gusten de emocionarse notablemente con la verdad como corresponde a todo individuo que aspire a civilizado, no debe leerlo, y debe prohibirlo a sus hijos o educandos como muy pernicioso para las mentiras deliciosas de poéticas tradiciones y para formar esclavos de todo aquel que quiera engañarlos.
Los sucesos de la expedición de Barradas son poco conocidos. Don Modesto La Fuente la atribuye a uno de tantos desaciertos del Rey Fernando VII. Pero ¿qué motivó ese desacierto? porque un rey tonto lo mismo que un inteligente, obra por la potencia de sucesos exteriores. El notable escritor no lo dice y se muestra excesivamente avaro de palabras, pues no concede a la historia de esta expedición más de quince líneas.
¿La expedición de Barradas fue la continuación de la conspiración del padre Arenas? Alamán califica tal conspiración de demencia, y en ello tiene razón; pero la expedición de Barradas con el objeto no de reconquistar sino de recibir el arrepentimiento de los mexicanos y su adhesión entusiasta al trono del rey de España como fieles vasallos, es otra demencia, y sin embargo, la expedición de Barradas fue un hecho y lo mismo pudo ser la conspiración del Padre Arenas.
Arrangoiz agrega que si la expedición en vez de contar 3000 hombres escasos, hubiera sido de 20000 mandados por un príncipe borbón español, y cuyo plan hubiera sido mantener a México independiente bajo el régimen monárquico establecido por el expresado príncipe, el éxito hubiera sido completo.
No lo creo, el invasor hubiera derrocado al gobierno como cualquier pronunciado, pero hubiera durado menos que cualesquiera de nuestros gobiernos. El gran elemento que hizo durar al archiduque Maximiliano tres años como emperador, fueron los millones del tesoro francés y los proporcionados por los empréstitos; y lo que más aceleró su caída, fue la falta de recursos. España en 1829, se hallaba en la indigencia, y era imposible que así realizara la obra en que Francia fracasó.
Alamán, Gutiérrez Estrada, Arrangoiz, Hidalgo, Aguilar y Marocho, y todos los leaders del plan de Iguala, desde la Independencia hasta 1867, no han comprendido que el problema político en México fue siempre un problema lúgubre económico de hambre intensa en las clases pensadoras, instruídas, vanidosas, con grandes aspiraciones y miserables energías, combatidas por condiciones del medio, muy desfavorables. País sin agua y sin carbón; no podía ser rico ni tener porvenir, precisamente en la época en que el carbón mineral causó el advenimiento de la gran industria en el mundo, que hace la fuerza moral, política, material y militar de las naciones que la poseen.
Fue el hambre de las clases medias desvalidas del régimen industrial y del agrícola, lo que principalmente las lanzó contra el gobierno colonial, en busca del presupuesto, única presa posible para vivir fuera de los claustros. Fraile, clérigo, empleado, pordiosero ó ladrón, eran los únicos medios de existencia para una clase que no era hija de la industria, sino de los abusos burocráticos de la conquista.
**Consumada la Independencia la situación económica se agravó en vez de mejorar. La insurrección destruyó capitales, y terminada la insurrección, los españoles continuaron dueños de la mayor parte de la riqueza social. En el mundo sólo una clase rica puede gobernar, llámese clero, nobleza, aristocracia, plutocracia; por consiguiente, si después de la Independencia el dinero lo poseían los españoles residentes en México, tenían que ser nuestros gobernantes naturales, no en virtud de leyes falsas de gabinetes ó delirios patológicos, sino de leyes sociológicas tan firmes como las siderales.
Se podía derrocar a los españoles de su gobierno natural sobre nosotros por la confiscación de sus bienes o por su expulsión. Las leyes de expulsión significaban un gran crimen económico y un acto necesario, político, para la emancipación. De nada ó de poco debía servir la Independencia si había de continuar gobernando la raza conquistadora.
La clase conquistada emancipada consiguió por su detestable educación puramente religiosa y literaria, sofocar el desarrollo de los pocos elementos reales de riqueza que teníamos; hizo la miseria a fuerza de imitar las reglas que habían empobrecido á España, y en vez de distribuirse el presupuesto íntegro del gobierno colonial, se encontró con restos que no podían calmar su hambre.
Así, pues, ni monarquía, ni democracia, ni aristocracia eran posibles. El presupuesto tenía que asegurar la guerra, como presa escuálida disputada por toda la fauna decente carnicera. Todo ensayo de gobierno tenía que fracasar desde el momento en que a todo gobierno le imponía el famelismo de levita muy numeroso el derecho a la sopa, con la firmeza con que los socialistas trabajan actualmente por imponer a los gobiernos el derecho al trabajo.
La empresa de Barradas, completamente reaccionaria hasta poner las cosas como estaban el año de 1640, era una manifestación de clásica demencia española.
En política, las demencias encuentran frecuentemente carta de naturalización. No se puede, pues, negar la realidad de la conspiración del Padre Arenas, cuyo programa era idéntico al de Barradas, por su demencia. Se trata de saber si
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