Politica del Gran Garrote
Marti MedinaInforme25 de Agosto de 2020
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Política de El Gran Garrote
¿Qué fue la política El Gran Garrote?
En 1901 el presidente de Estados Unidos (Theodore Roosevelt) inicio una época diplomática e internacional de este país, que se conoció como la política del gran garrote (the big stick). Dos semanas antes de ser nombrado presidente, el entonces vicepresidente pronuncio su famoso discurso ("habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos"). El famoso “gran garrote”, término por disponer numerosas actuaciones políticas, tanto internas como externas, aunque esta expresión adquirió dimensión universal por el papel de gendarme que Estados Unidos desarrollo a nivel internacional, ya que tal concepto ilustra la voluntad de Roosevelt para realizar negociaciones y pactos con sus adversarios, pero siempre mostrando la posibilidad de actuar violentamente, presionando fuertemente, interviniendo en asuntos internos de otros países, y ejerciendo ocupaciones militares, provocando guerras y conflictos políticos militares internos que le justificaran intervenir por la fuerza.
En América Latina esta frase fue más que una expresión. En el Caribe fue de aplicación constante derrocando gobiernos, imponiendo gobernantes, interviniendo países, ocupándolos militarmente, justificando tales intervenciones en las amenazas que sufrían empresas norteamericanas o los llamados “intereses” norteamericanos, o hasta para justificarse el pago de deudas a Estados Unidos, con lo cual sus intervenciones le ofrecían la posibilidad de controlar aduanas, como sucedió, para garantizarse el pago de sus deudas.
La Política del Gran Garrote, que se dio en el desarrollo de la época del imperialismo a escala mundial, a inicios del siglo XX fue también la justificación, por parte de Estados Unidos, de la intervención directa en asuntos internos de los países que considerara que debería intervenir, fue la consagración de un Derecho que estableció si estimaba que sus intereses estaban amenazados.
El presidente Roosevelt justificaba su intervencionismo en otros países sobre las consideraciones de injusticias crónicas, actuación ineficaz, sentido de inconveniencia en materias sociales y políticas, relajamiento de reglas y de la sociedad civilizada, discapacidad de gobiernos para resolver asuntos internos, lo que podía obligar a Estados Unidos, aunque fuera en contra de sus deseos, a actuar “con el poder de un policía internacional”. Así, se tendía a proteger intereses económicos y productivos de empresas norteamericanas, y a los ciudadanos norteamericanos radicados, en esos países que intervenían, todo con el propósito de “restablecer el orden”, eliminando líderes, caudillos o presidentes locales e imponiendo otros bajo su servicio, su lacayo (Criado que acompañaba a su señor para prestarle ciertos servicios, como abrirle y cerrarle la puerta del automóvil) y servidumbre política. El Gran Garrote era la etapa final de su política de presión, cuando se intervenía militarmente.
En cierta forma fue la Política del Gran Garrote la continuidad de la política que derivó del presidente Monroe, a principios del siglo XIX, la doctrina Monroe, cuando declaró América para los americanos.
La Política del Gran Garrote empezó a materializarse, frente al bloqueo naval que le hicieran las potencias europeas a Venezuela en 1902-1903, en las primeras acciones intervencionistas norteamericanas en el continente, antes de la Primera Guerra Mundial y después de ella.
Así se dieron los movimientos de separación de Panamá de Colombia, apoyados por Estados Unidos, con la intención de que se independizara Panamá para apropiarse del Canal.
Provocó Estados Unidos la guerra hispanoamericana, a finales del siglo XIX, con la intención de apropiarse de Cuba, Puerto Rico, y las Filipinas. Intervino Estados Unidos en Cuba militarmente. Ocupo a Haití, a República Dominicana y a Nicaragua.
También otra manifestación de estas políticas guerreristas de Estados Unidos, y de los países colonialistas, se dio con la llamada Diplomacia de las Cañoneras(fue una estrategia), que correspondió, desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX, para imponer tratados desiguales con países pequeños o débiles, para lo cual movilizaba sus buques de guerra, sus cuerpos navales y marinas, dispuestos a bombardear puertos, carreteras e instalaciones civiles y obligar a los países atacados a aceptar sus condiciones.
Parte de estas agresiones se orientaban también a imponer bases militares, dominar territorios de esa forma, obligar a asociarse comercialmente y ampliar las áreas de influencia política y de control geopolítico.
Estas políticas del Gran Garrote y de la Diplomacia de las Cañoneras procuraban demostrar y proyectar el “poder” de Estados Unidos, principalmente.
Se emplearon estas políticas para amenazar con una fuerza naval limitada, o usarla, para originar un acto de guerra que implicara llevar la ventaja, para cambiar políticas o modelos de gobiernos, o gobernantes.
¿Por qué surge la política?
Esta política surge con el objetivo de que EEUU inicie su proceso de expansión, desplazando a sus principales rivales: España e Inglaterra, dando continuidad a la Doctrina Monroe propuesta por el presidente James Monroe, la cual declaraba que cualquier esfuerzo de los países europeos para colonizar tierras o interferir con los estados de las Américas sería visto por los Estados Unidos de América como actos de agresión.
Después de su reelección, en 1904, Roosevelt reafirma que la doctrina del Gran Garrote se sustentó en una reinterpretación de la Doctrina Monroe, reservando a su país el derecho a mantener el ‘orden’ en el hemisferio occidental. Esta Doctrina fue una política agresiva e intervencionista, y fue resumida en la expresión «América para los americanos», que aludía en realidad, a la idea de «América para los estadounidenses».
Por otro lado la política del Gran Garrote también surge con la finalidad de sostener la participación de Estados Unidos como mediador entre los países del norte y los del sur, es decir, con la intención de poder intervenir en todo el cono sur con el único fin de que Estados Unidos se convirtiera en una potencia hegemónica (dominio sobre otras poblaciones gracias a su mayor potencial económico, militar o político), mientras que América Latina se convertiría en su “patio trasero”.
Esta política ilustra la voluntad del presidente en realizar negociaciones y pactos con sus adversarios internos y externos, pero siempre mostrando la posibilidad de una actuación violenta como modo de presión y en caso las cosas no salieran como lo tenía previsto. También por medio de ella comienza una ola de dominio político y económico estadounidense, justificada en el “derecho” de los Estados Unidos a intervenir en asuntos de otros países en defensa de los intereses de ciudadanos estadounidenses.
El pretexto, según Roosevelt, para sus acciones fue “la incapacidad de los países centroamericanos, latinoamericanos y caribeños para gobernarse a sí mismos y a la falta de responsabilidad de estos ante sus compromisos internacionales”.
De esta manera la doctrina llamada “El Gran Garrote” marcó una nueva etapa del imperialismo norteamericano que se caracterizaba por combinar la persuasión diplomática con la violencia, alternando la firma de pactos y convenios con intervenciones militares.
En relación con el Destino Manifiesto, Estados Unidos afirmaba que Dios les otorgó una misión divina: apoderarse del continente americano. Esa idea expresó la creencia de que Estados Unidos de América es una nación destinada a expandirse, y por esa razón si un país latinoamericano y del Caribe situado bajo la influencia de EEUU amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el Gobierno de EEUU estaba obligado a intervenir en los asuntos internos del país para reordenarlo, restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas. De esta manera demostraban una concepción casi divina de su propia justicia, el convencimiento de que ha a cumplían su parte en el «destino manifiesto», que no sólo era un proyecto expansionista, sino una mística religiosa. (la conexión espiritual que desarrollaban con Dios)
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