CULTURA DE PAZ
katyAli9 de Agosto de 2013
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CULTURA DE PAZ
La Cultura de Paz es el conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto de la vida, de la persona humana y de su dignidad, de todos los derechos humanos; el rechazo de la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de democracia, libertad, justicia, solidaridad, cooperación, pluralismo y tolerancia, así como la comprensión tanto entre los pueblos como entre los grupos y las personas sin importar sexo, etnia, religión, nacionalidad o cultura.
ANTECEDENTES
En la posguerra, después de la terrible devastación de la 2da. Guerra Mundial, se funda la Organización de la NACIONES UNIDAS en 1948, como un espacio de reunión de los países asociados para hablar y comunicarse sin llegar a la guerra.
Se establece un dialogo internacional y entre 1948 y 1950 las Naciones Unidas van construyendo y aumentando sus bases de entendimiento en un espacio político, a través de las distintas agencias que se crean, para atender diferentes temas que hacen al bien común de la humanidad tales como UNICEF, dedicada a la niñez, UNESCO, a la educación, la ciencia y la cultura, la FAO, a los alimentos y muchas otras, son 16 en total.
Se decide el lugar de la sede y los Estados Unidos presionan para que sea en su territorio y aporta un gran capital para ello.
Se crea el primer instrumento universal en DERECHO INTERNACIONAL.
LA DECLARACION DE LOS DERECHOS HUMANOS UNIVERSALES, la Comisión encargada de su redacción fue presidida por Eleonor Roosevelt. En ese momento todavía se tenía como definición de paz: un concepto negativo, la paz era “no guerra, no conflicto, no ejércitos armados, listos para combatir al otro, al menor incidente”.
La UNESCO propone edificar la paz desde cuatro escenarios: la Educación, la Ciencia, la Cultura y la Comunicación.
En la construcción de una cultura de paz es de gran importancia prevenir los conflictos atacando sus causas mediante el diálogo y la negociación; reconocer la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres; así como la libertad de expresión, opinión e información.
EVOLUCION
En cambio ese concepto al pasar los años se fue transformando a medida que los pueblos tuvieron otras necesidades, alejadas del miedo y pesadilla de la guerra, en una PAZ POSITIVA, de bienestar general de búsqueda del bien común, (se recordó el Contrato Social de Rousseau).
Una aspiración a que todos tengan trabajo, jubilación, derechos no solo políticos sino con cultura, salud, educación, desarrollo social, convivencia interreligiosa.
Hay una PAZ ESPIRITUAL de cada persona que nos lleva a proyectar actividades exteriores muy importantes para lograr la PAZ SOCIAL, por medio del compromiso, la solidaridad, la responsabilidad. Los valores permanentes de respeto a la libertad y al derecho del otro que solo es posible lograrlo en un ambiente sin conflictos y de convivencia pacífica.
Desde 1960 a 1970 hubo una primera generación de pioneros de la PAZ POSITIVA. La segunda generación se formo a través del concepto de que la Paz no se consigue sin el desarrollo pleno de los DERECHOS HUMANOS y en cada región del planeta se dio énfasis a una definición de paz , de acuerdo a la situación política vivida en sus territorios.
VALORES MÍNIMOS PARA CONSTRUIR LA CULTURA DE PAZ
La Cultura de Paz, resultado de un largo proceso de reflexión y de acción no es un concepto abstracto, sino que fruto de una actividad prolongada a favor de la paz en distintos periodos históricos y en diferentes contextos, constituye un elemento dinamizador, abierto a las constantes y creativas aportaciones que hagamos. La educación en este proceso ocupa un importante papel pues gracias a la relación interactiva y sinérgica que mantiene con la Cultura de paz favorece el desarrollo del resto de ámbitos donde esta se desarrolla y construye. Es a través precisamente de la educación que las sociedades alcanzan mayores cotas de desarrollo humano, superan los prejuicios y estereotipos que segregan y separan a unos de otros, se establecen relaciones basadas en la cooperación y la participación, se aprehende y comprende el mundo diverso y plural en el que vivimos, se desarrollan las habilidades y capacidades necesarias para comunicarse libremente, se fomenta el respeto de los derechos humanos y se enseñan y aprenden las estrategias para resolver los conflictos de manera pacífica. ¿Pero cuáles son los valores mínimos universalizables que deben orientar la Educación para la Cultura de Paz? En este sentido, el “Manifiesto 2000”, redactado por un grupo de premios Nóbel, contiene los seis principios clave que definen la Cultura de Paz y que resumen, para nuestro propósito, los valores mínimos para crear espacios de paz en los centros docentes.
Respetar la vida:
Respetar la vida es el presupuesto básico del catálogo de los derechos humanos, sin el cual no es posible el ejercicio de los demás derechos. Principio este que está estrechamente vinculado a dos de los pilares básicos de la educación: aprender a vivir juntos y aprender a ser. Según estos pilares las misiones, entre otras, de la educación serían: “enseñar la diversidad de la especie humana y contribuir a una toma de conciencia de las semejanzas y la interdependencia entre todos los seres humanos”. Descubrimiento del otro que pasa forzosamente por el conocimiento de uno mismo, el reconocimiento de un proyecto personal de vida y la oportunidad de tender hacia objetivos comunes orientados, desde la práctica educativa cotidiana, por unas relaciones basadas en el diálogo y la cooperación para superar las diferencias y generar un clima propicio que prevenga cualquier situación de violencia, abuso o discriminación. Por ello, respetar la vida representa para la educación el imperativo de contribuir al desarrollo integral de cada persona permitiéndole estar en las mejores condiciones para determinar por sí misma qué debe hacer en las diferentes circunstancias de su vida a través de la autonomía personal y el desarrollo del juicio crítico. Como se expresa en el informe Delors (1996): “Más que nunca, la función esencial de la educación es conferir a todos los seres humanos la libertad de pensamiento, de juicio, de sentimientos y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen la plenitud y seguir siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino”. Todo proyecto educativo centrado en saber “convivir juntos” va unido, por otro lado, a otros valores esenciales como la libertad y la seguridad. Esto significa no sólo la exigencia ética y normativa de favorecer en todo proceso de enseñanza y aprendizaje el ejercicio de la autonomía personal desde la libre expresión de ideas, sino también la creación de espacios de confianza que posibiliten la resolución creativa y pacífica de los conflictos de tal modo que los centros educativos sean lugares justos y seguros.
En el ámbito concreto de los centros educativos este principio básico de la Cultura de Paz puede concretarse en los siguientes objetivos-guía: Descubrir, sentir, valorar y confiar en las capacidades personales y colectivas que conforman la realidad y el clima de los centros educativos, para superar las propias limitaciones y dificultades, y que pueden contribuir a un desarrollo positivo y optimista de la vida a través de las relaciones que se dan en las prácticas educativas y que se manifiestan a través de una organización escolar dinámica y eficaz.
Rechazar la violencia:
La proclamación de los derechos humanos, entre ellos el derecho individual y colectivo a la vida y a la paz, constituye uno de los logros más significativos de la humanidad. Sin embargo, es también uno de los más frágiles en un mundo convulsionado por las diferencias y las desigualdades estructurales fuente de conflictos, a veces, irresolutos y permanentes. Los centros educativos no son ajenos a la tensión entre un mundo que aspira hacer efectivo el derecho humano a la paz y la inexistencia de algunas de las condiciones que aseguran su práctica. Por otro lado tampoco son ajenos al fenómeno de la violencia. Una de las primeras dificultades a las que estos se enfrentan es buscar respuestas adecuadas a un fenómeno cuyo concepto no es unívoco. Por consiguiente y en primer lugar es necesario, antes de diseñar cualquier plan de prevención, realizar un diagnóstico inicial de la situación, diferenciando seis tipos de comportamiento “antisocial” que suelen confundirse: la disrupción en las aulas; los problemas de disciplina en las relaciones entre el profesorado y el alumnado; el maltrato entre compañeros o iguales (“bullying”); los daños a los bienes del centro y el vandalismo; las expresiones de la violencia directa; y el acoso sexual. Pero además hay que tener en cuenta algunos ámbitos ajenos a los centros donde se dan procesos relevantes de explicación a ese comportamiento reprobable: la violencia estructural presente en el conjunto de nuestra sociedad; la violencia presente en los medios de comunicación a la que el alumnado está expuesto durante muchas horas diarias; los modelos violentos que se aprenden en el seno de la familia y en el entorno más inmediato; y la ausencia, en muchos casos, de una respuesta educativa adecuada debido al olvido de las dimensiones socio-afectivas en los procesos educativos, especialmente en la educación secundaria, tradicionalmente apartada de las dimensiones no académicas de la educación. Como ha señalado Moreno Olmedilla (1998): “En el conjunto de estos procesos,
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