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Conflicto Balcánico


Enviado por   •  23 de Febrero de 2014  •  2.091 Palabras (9 Páginas)  •  169 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

Facultad de Estudios Superiores Acatlán

Licenciatura en Relaciones Internacionales

Asignatura: Política Mundial I

Asesor: Arturo Roman Acevedo

Alumno: Miguel Ángel García Alarcón

Grupo: 9201

Imperialismo

Uno de los fenómenos más discutidos de la historia de los últimos cien años ha sido la expansión del imperialismo de 1870 a 1914. Las teorías que se han ensayado para explicarlo son muchas y los autores que se han ocupado del tema, muy numerosos. El criterio para ordenar en términos muy generales esa controversia está relacionado con las explicaciones que se brindan acerca de por qué se produjo la nueva oleada imperialista a fines del siglo XIX y por qué hubo una aparente discontinuidad entre esta etapa de la expansión europea y la que se había iniciado en el siglo XVI.

La primera línea explicativa es la que busca el esclarecimiento del problema en las transformaciones que ocurren en el mundo industrializado. Estas teorías, que llama el autor eurocéntricas, se pueden dividir entre las que buscan las causas en las cuestiones económicas y aquellas que privilegian las razones políticas.

Las explicaciones económicas, que fueron las más influyentes desde el punto de vista político e historiográfico, parten de la premisa de que el imperialismo fue producto de los cambios en las economias industrializadas capitalistas. Los países que se habían modernizado económicamente encontraron necesario anexionarse grandes áreas ultramarinas porque les resultaba indispensable para continuar con su crecimiento. En este punto, las teorías económicas pueden subdividirse en dos. Por una parte, están las que consideran que el objetivo económico fundamental era asegurarse mercados y fuentes de materias primas, a las que podriamos englobar dentro del término imperialismo Comercial. Por otro lado, las explicaciones que sostienen que el propósito fundamental era invertir capitales en las nuevas zonas, porque su abundancia en los países desarrollados había hecho disminuir los beneficios, que, por el contrario, se mantenían altos en las regiones no industrializadas donde el capital era escaso. A esta última corriente Fieldhouse le llama "imperialismo de inversión de capitales".

La segunda variante eurocéntrica es la de las explicaciones políticas. La aparente discontinuidad de la expansión es considerada como producto del cambio de las condiciones políticas y sociales de Europa a fines del siglo XIX y se dice que las colonias fueron exigidas para ponerlas al servicio del poder, prestigio o seguridad del Estado más que al de la riqueza de sus ciudadanos. En estas teorías también podemos considerar dos variantes. Las dos relacionan el imperialismo con el fenómeno del nacionalismo, que tiene una gran repercusión en la segunda mitad del siglo XIX. La primera línea de esta corriente considera que el imperialismo sale del pensamiento oficial del gobierno, para conseguir bases estratégicas o como símbolo de la importancia del propio país ante las otras naciones. Es el que podemos llamar imperialismo Cid estadista. La otra explicación difiere de la primera en que sostiene que los líderes políticos no hacen más que obedecer la opinión pública. La creciente belicosidad popular obliga a salir en la búsqueda de colonias para apaciguar el chauvinismo de los sectores populares. Es el imperialismo de masas.

Hay otra serie de teorías que se niegan a aceptar que el imperialismo es producto de una causa global sino, por el contrario, Sostienen que hay explicaciones particulares para cada caso individual. Son las explicaciones que podemos llamar del Imperialismo periférico.

El choque de los imperios coloniales

Reino Unido tuvo el predominio en África oriental, donde estaba interesada en controlar el curso del Nilo y, con él, Egipto y el canal de Suez. El imperio británico se extendió desde Egipto al lago Victoria a través de Sudán. Italia y Francia fueron las grandes perjudicadas por la expansión británica. Italia, que poseía colonias en Eritrea y Somalia, intentó unirlas invadiendo Abisinia, pero fracasó. Francia, por su parte, trató de extender su imperio occidental hasta el mar Rojo, pero tuvo que detenerse ante las amenazas británicas. Con Alemania, Reino Unido llegó a un acuerdo en 1890 para repartirse la costa del Índico mientras Madagascar pasó a Francia.En África del sur, a la presencia portuguesa en las costas atlánticas (Angola) e índicas (Mozambique) se unía la colonia británica de El Cabo, que controlaba el paso del cabo de Buena Esperanza. El descubrimiento de diamantes en Kimberley y de yacimientos de oro en Johannesburgo despertó la ambición de los financieros británicos y de los colonos de El Cabo, con el empresario Cecil Rhodes a la cabeza (Rhodes planeaba la construcción de un ferrocarril transafricano El Cabo-El Cairo). Las presiones de estos individuos impulsaron la expansión británica hacia el norte,hasta los límites del Congo Belga, con la creación de las dos «Rhodesias» (actuales Zambia y Zimbabue). Esta expansión impidió que Portugal y Alemania uniesen sus colonias del Atlántico y del Índico; y aisló a los Estados bóeres (Orange y Transvaal), que terminaron sometidos a la corona británica. La anexión de estos últimos territorios permitió la creación de la Unión Sudafricana en 1910, un dominio del imperio británico en el que fue aplicada una política racista y segregacionista con la población nativa.En vísperas de la Primera Guerra Mundial, toda África estaba repartida entre las grandes potencias; solo existían dos Estados independientes: Liberia, formado en 1847 por libertos procedentes de Estados Unidos; y Abisinia, que había resistido con éxito los intentos de conquista de los italianos (estos terminarón invadiéndola en 1935).La carrera colonial aumentó las tensiones entre las potencias europeas y amenazó la paz entre ellas. En África, el proyecto imperial británico de construir el eje El Cairo-El Cabo chocó con los bóeres ([descendientes de antiguos colonos holandeses de Sudáfrica] guerra de los bóeres, 1899-1902) y con los proyectos imperiales portugués (crísis del ultimátúm o del mapa rosa, 1890) y francés (incidente de Fashoda, 1898). En las tres situaciones, los británicos terminaron imponiéndose. Asimismo, algunas potencias estaban descontentas: este fue el caso de Alemania, que creía que su imperio no se correspondía con la importancia

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