Conflicto armado en el Catatumbo
tuquinepoReseña18 de Abril de 2023
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CONFLICTO ARMADO EN EL CATATUMBO
¿Cuáles fueron los daños y perjuicios a las víctimas de la Gabarra en la región del Catatumbo y que responsabilidad tiene el Estado colombiano frente a estos hechos?
La región del Catatumbo en el departamento del Norte de Santander, ha sido objeto de violencia por diferentes grupos armados que se disputan el territorio por el narcotráfico, lo cual ha dejado como resultado, una región ensangrentada por las víctimas, especialmente los campesinos quienes fueron los más perjudicados frente a estos hechos. Grupos armados de guerrillas, paramilitares, narcotráfico, fuerza del estado “ejército y policía” hicieron parte de estos hechos de violentos como la muertes, torturas y desplazamientos que sufrieron los campesinos de este territorio. De ahí, el interés por realizar esta reflexión en torno a los testimonios de las víctimas que vivieron estos ultrajes, y como ha sido su restauración frente a estos hechos y el papel del gobierno en reconocer su participación ante los sucesos violentos realizados en esta región.
Conocer el contexto y el conflicto armado de esta región, nos ayuda a reconstruir memoria sobre el sufrimiento vivido y poder construir puentes de paz y reconciliación entre las víctimas y los victimarios. De esta forma, conociendo la historia, podemos luchar por los derechos de los campesinos de esta región, para que puedan vivir en paz y trabajen dignamente sin temor a ser desplazados nuevamente o lleguen atentar nuevamente contra sus vidas. Pero, para lograr esto se necesita no solo que el gobierno reconozca su responsabilidad y abandono de esta región, sino que también se comprometa a proteger la población y cumpla sus promesas de reconstruir una región prospera y en paz, con igualdad de oportunidades; “educación, salud, proyectos agropecuarios, implementación de vías terciarias” para que los habitantes de esta región pueden tener otra forma de ingresos por medio del comercio de sus productos agrícolas y así, dejar cualquier nexo con cultivos ilícitos que en el fondo lo que traen es violencia y muerte.
Por medio de esta investigación, podemos acercarnos a la historia que no se había contado, porque siempre se ha tenido una sola versión, la que nos brindan los medios de comunicación, pero nunca la de los testigos que vivieron en sangre propia los ultrajes de la guerra, y que por temor y miedo se mantuvieron en silencio. Pero, gracias al trabajo realizado por la comisión de la verdad, se pudo esclarecer muchos hechos perpetuados por parte de grupos armados y fuerzas militares del Estado. Por lo tanto, el papel de la educación es muy importante, porque ésta, no se puede realizar desde lo teórico y el discurso, sino que tiene que ir a lo práctico e investigativo y que el estudiante por medio de las aulas, conozca esta realidad vivida en nuestro país. La educación como puente de reconciliación, puede ayudar a las personas a recuperar la esperanza y tener mejores perspectivas para el futuro, porque gracias a sus logros alcanzados pueden ser vistos como razones para seguir luchando por un futuro mejor.
Nuestra Institución Universitaria San Alfonso, cumple un papel muy importante frente a esta realidad, porque, desde las aulas participa en la construcción de la paz, sembrando la esperanza y siendo luz para el pueblo colombiano, por medio del diálogo, el debate y la construcción crítica. Su misión de formar futuros líderes con sentido comunitario y de responsabilidad, a partir de la realidad colombiana, son importantes para este contexto de paz y reconciliación, porque gracias a su formación ético moral y pastoral, sus estudiantes son personas idóneas y profesionales, para acompañar procesos de perdón y de reconciliación, a partir de hechos violentos como los que vivieron nuestros campesinos del Catatumbo.
- Una verdad en el silencio
La amenaza, la tortura el desplazamiento, son los hechos más frecuentes realizados por grupos armados, para mantener en silencio, a quienes conocen la verdad de sus actos. Fueron muchas las víctimas del conflicto en este territorio que han tenido que vivir en silencio los ultrajes de la guerra.
Han transcurrido más de 20 años desde que se perpetuaron las masacres más crueles en el territorio del Catatumbo. El municipio de la Gabarra Norte de Santander, fue una de las poblaciones más violentada por grupos paramilitares, en complicidad con fuerzas del Estado, donde en una sola noche asesinaron a más 38 personas, pero según fuentes de información fueron muchos más las que perdieron la vida en esta masacre. A partir de aquella noche del 21 de agosto de 1999, el temor y el miedo se apodero de la población y cientos de personas empezaron a desplazarse hacia otras regiones del país.
A la fecha y gracias a diversas organizaciones sociales, organismos internacionales y muchas otras entidades, buscan atender a las víctimas de este conflicto y escuchar sus testimonios, para realizar un proceso de reconciliación, perdón y restitución de sus vidas y tierras. Pero esta ola de violencia, todavía sigue vigente en este territorio y hasta el día de hoy, se siguen sumando muertes a causa de grupos armados y el narcotráfico.
Algunas de las víctimas, cansadas de tantos sufrimientos internos y externos y gracias a la comisión de la verdad, decidieron contaron sus historias de vida, para que el país conozca la verdad sobre los sucesos en este territorio y así, las entidades de gobierno presten más atención a esta región que ha sido olvidada y abandonada por el Estado colombiano. Es por esto, que para iniciar esta reflexión desde el método etnográfico se tendrán en cuenta algunos testimonios de personas que sufrieron el conflicto.
A continuación, se presentarán algunos testimonios de personas que fueron víctimas de este conflicto armado en el territorio del Catatumbo.
La masacre de la gabarra ( (Verdad, 2019)
El 21 de agosto, se cumplen 20 años de una de las masacres más crueles en el Catatumbo. En los años 1999 a 2004, la violencia recrudeció con enfrentamientos entre paramilitares, guerrillas y el Ejército. Miles de personas fueron desplazadas, desaparecidas y masacradas.
Según el Centro Nacional de Memoria histórica, el 21 de agosto de 1999 ocurrió la masacre realizada por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en el corregimiento La Gabarra, en el municipio de Tibú, Norte de Santander. Los paramilitares cortaron la electricidad del corregimiento, entraron en bares y tiendas y con lista en mano asesinaron a 35 personas.
De acuerdo con las declaraciones de Justicia y Paz, en mayo de 1999 los paramilitares llegaron al Catatumbo, enviados desde Córdoba y Urabá, a unos 700 kilómetros, en camiones de ganado. Desde ese momento, realizaron acciones violentas para imponer su autoridad en la zona. Salvatore Mancuso y otros comandantes de las Autodefensas han declarado que, para este grupo, en cabeza de Carlos Castaño, era vital la conquista de Tibú.
El 29 de mayo hubo asesinatos en la carretera que conecta La Gabarra y Tibú, y el 17 de junio en la cabecera de Tibú. Entre el 1 y el 4 de junio, la ONG Minga le advirtió por escrito a la V Brigada del Ejército sobre los peligros; la respuesta del General Alberto Bravo fue que era una quimera e imposible la llegada de los paramilitares a esta región. El 19 de agosto de 1999, el entonces presidente Andrés Pastrana, estuvo en un consejo de seguridad en Cúcuta, convocado por Minga, y desestimaron los peligros.
En sentencia del 26 de enero de 2006, el Consejo de Estado explica que la Fuerza Pública, por omisiones en la protección de la población civil, facilitó el avance de los paramilitares. El CTI de la Fiscalía tiene registros de 77 asesinatos en La Gabarra, veredas y corregimientos cercanos, por todo Tibú, de mayo a agosto de 1999. Sin embargo, varios cuerpos fueron desmembrados y lanzados a los ríos Táchira, Zulia y Catatumbo. Los registros de CINEP muestran que la cifra de muertos llegó a cerca de 100 personas.
Mátenme, pero no me hagan nada (Verdad, 2019)
Desde el 27 de octubre de 1999, cuando paramilitares del 'Bloque Catatumbo' intentaron violarla y le manosearon los senos, ella no soporta que alguien siquiera la mire o le toque el cuello. "Mátenme, pero no me hagan nada, mejor mátenme, pero no me vayan a violar”. Ya se llevaron a mi papá", les gritaba ese día a 'Chicharrón' y 'Cordillera', los 'paras' que los retuvieron en un puerto de La Gabarra, mientras le rasgaban la blusa y la golpeaban con sus fusiles para que se callara.
Han pasado ocho años y ella sigue gritando. "A veces estoy bien y de pronto me voy a bañar, me miro el cuerpo, recuerdo eso y cambio totalmente, me pongo agresiva. Eso es un disco que está ahí, ahí" dice la muchacha, hoy de 28 años. Ella sabía muy bien lo que les pasaba a las niñas de este corregimiento de Tibú con los paramilitares: después de ser violadas eran asesinadas. "Eso lo hicieron acá en cantidades, ¡cuántas no mataron! A una amiga mía la encontramos río abajo en Zulia después de que ellos la violaron", recuerda ella, que hace poco les contó su caso a los fiscales de Justicia y Paz.
Por un azar del destino y por aquello de que 'todos tenemos familia', Carolina se salvó de la violación. Justo cuando los 'paras' iban a terminar su acto, un comandante de La Gabarra los detuvo. "A esa muchacha me la dejan quieta", les dijo. La razón: una hermana del comandante había sido violada.
"Para mí eso de todas formas fue un abuso y un trauma, aunque en el pueblo, como pasaron tantas cosas, la gente dice que lo mío fue una tontería, que me fue mejor que a otras niñas". Cuenta Luisa, que tuvo que acudir a un sicólogo porque quedó con temor al tener relaciones sexuales.
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