Crisis Mundial Y Cambio Estructural
JUANchijuan3 de Octubre de 2013
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Crisis Mundial y Cambio Estructural (1929-1945)
Por: José Antonio Ocampo
Los años que cubre el presente capítulo estuvieron marcados por dos grandes crisis internacionales: la gran depresión de 1929, que se prolongó durante buena parte de la década del treinta, y la segunda guerra mundial. Ambos eventos tuvieron un efecto duradero no sólo sobre las instituciones económicas y políticas de los países desarrollados, sino también sobre las economías latinoamericanas. En estos años, que coinciden en el terreno político con la República Liberal, la economía colombiana experimentó una transformación profunda. En particular, la crisis aceleró el surgimiento del intervencionismo estatal, de la industria manufacturera y de nuevas fuerzas sociales.
El impacto de la crisis de 1929 sobre la economía colombiana debe juzgarse no sólo en términos del colapso de los indicadores externos sino, ante todo, en función de los cambios que había experimentado durante las primeras décadas del siglo XX. En efecto, según vimos en el capítulo anterior, en las décadas que antecedieron a la crisis se había consolidado un desarrollo exportador exitoso con base en la economía cafetera del occidente colombiano. Los esfuerzos de industrialización, que comenzaron en forma tímida a fines del siglo pasado se habían consolidado lentamente gracias a la ampliación del mercado interno generado por la bonanza exportadora. La expansión de la red ferroviaria y la más incipiente red de carreteras habían logrado además una integración importante del mercado, rompiendo las viejas trabas geográficas a las comunicaciones en Colombia. Una parte nada despreciable de tal esfuerzo integrador había sido realizada por el Estado en los años veinte, gracias a la expansión de los recaudos de aduanas, a los ingresos recibidos como indemnización por la independencia de Panamá y al acceso al mercado internacional de capitales en escalas que el país no conocía. Las instituciones económicas habían sido transformadas en 1923 a raíz de las reformas de la Misión Kemmerer, que en forma definitiva introdujo al país una organización bancaria y fiscal moderna. Por último, aunque no menos importante, el proceso de modernización había incidido profundamente sobre la estructura social del país, expresándose por medio de combativos movimientos sindicales y agrarios. Las bases estaban sentadas para una transformación profunda de la estructura económica y social del país. La crisis internacional simplemente aceleraría procesos que ya estaban en marcha.
LOS REFLEJOS DIRECTOS DE LA CRISIS
1. El colapso del café y la crisis de la deuda externa
Los primeros años de la gran depresión estuvieron dominados en Colombia por el colapso del mercado del café y por la brusca interrupción de los flujos de capital. Las cotizaciones del grano habían alcanzado su monto más elevado en 1925 y 1926, pero habían permanecido en niveles relativamente altos durante los dos años siguientes. Aunque los precios empezaron a disminuir desde los primeros meses de 1929, el Estado de São Paulo en Brasil logró amortiguar inicialmente la caída mediante una activa intervención en el mercado. En octubre de 1929, sin embargo, el colapso de la bolsa de valores de Nueva York y la política de ajuste que adoptó el gobierno brasileño dejaron al Estado de São Paulo sin recursos financieros para mantener la intervención. Los precios del café se desplomaron. Cuatro años más tarde, en 1933, el precio del Café Manizales en Nueva York había llegado a US 10.5 ¢/lb., apenas una fracción de su nivel de bonanza (28.5 ¢ en 1926).
La crisis internacional, que se desencadenó de manera abierta a partir de octubre de 1929, arrastró también los precios de los productos industriales, que constituían el grueso de las compras externas del país. No obstante el colapso del café y de otras materias primas fue más pronunciado, generando una baja del 23% en los términos de intercambio de Colombia entre 1925-9 y 1930-4 (véase el cuadro 6.1). Aunque las cantidades exportadas de petróleo y banano también retrocedieron, el dinamismo del café y del oro compensaron con creces la caída de ambos productos. Según se aprecia en el cuadro 6.1, las exportaciones reales de Colombia (o quantum de exportaciones) aumentaron incluso en los años más agudos de la crisis. No obstante, el impacto del deterioro de los términos de intercambio terminó prevaleciendo, provocando una merma del 8% en el poder de compra de las exportaciones entre los años de bonanza y la primera mitad de la década del treinta. Esta caída, sin embargo, fue moderada y ciertamente insuficiente para desencadenar una crisis de grandes proporciones. El colapso del sector externo colombiano en los años treinta estuvo ligado así a los desarrollos del mercado internacional de capitales.
Según vimos en el capítulo anterior, entre 1926 y 1928 el país había acudido en gran escala al mercado de capitales para financiar una expansión sin precedentes de las obras públicas. El mecanismo fundamental fue la emisión de bonos de los gobiernos nacional, departamentales y municipales y de otras entidades públicas, como el Banco Agrícola Hipotecario, que se vendían en la bolsa de valores de Nueva York. En el segundo semestre de 1928, varios factores se conjugaron para interrumpir bruscamente estos flujos de divisas. Desde julio de dicho año las autoridades monetarias norteamericanas comenzaron a adoptar medidas restrictivas para tratar de frenar la especulación en la bolsa de valores. Fuera de ello, la actitud firme del gobierno de Abadía Méndez ante los intereses petroleros norteamericanos y las crecientes dudas en el exterior sobre la situación fiscal del país llevaron al Departamento de Comercio de Estados Unidos a hacer circular entre los banqueros norteamericanos en septiembre de 1928 un documento en el cual se manifestaban por primera vez recelos sobre la capacidad del gobierno de pagar la deuda que estaba contrayendo. El colapso de la bolsa de valores de Nueva York en octubre de 1929 interrumpió definitivamente esta fuente de recursos. Los esfuerzos de los gobiernos de Abadía Méndez y Olaya Herrera por conseguir recursos alternativos por conducto de la banca privada resultaron relativamente infructuosos. Este último, desde su elección como presidente de la República, en 1930, emprendió una campaña entre los círculos financieros norteamericanos para conseguir préstamos de corto plazo apoyándose, en parte, en su política de apertura a las inversiones petroleras norteamericanas. Aun así, el nuevo presidente sólo pudo obtener créditos por $17 millones durante el primer año de su mandato, una cantidad insuficiente si se tiene en cuenta que el pago de la deuda externa acumulada durante los años de bonanza ya sumaba $19 millones anuales.
CUADRO 6.1
COMERCIO EXTERIOR Y FLUJOS DE CAPITALES,
1925-1944
1925-9 1930-4 1935-9 1940-4
A.Valores (miles de dolares anuales)
Exportaciones efectivasa (f.o.b.) 93.6 64.2 76.5 106.1
Importaciones (c.i.f.) 129.9 50.0 86.7 85.1
Flujo neto de capitales e intereses 39.1 -18.9 12.3 5.7
1925-9 1930-4 1935-9 1940-4
Cambio en reservas 2.8 -4.7 2.1 26.7
B. Indices (1925-9 = 100)
Términos de intercambio 100.0 77.2 65.8 66.3
Exportaciones reales 100.0 125.4 156.0 162.8
Poder de compra de las exportaciones 100.0 92.1 99.9 115.6
Importaciones reales 100.0 51.0 81.3 68.1
FUENTE: José Antonio Ocampo y Santiago Montenegro, Crisis mundial, protección e industrialización, Bogotá, 1984.
La conjunción de menores ingresos de capitales y mayores pagos por concepto de la deuda adquirida en los años veinte fue desastrosa. Según se aprecia en el cuadro 6.1, el país pasó de recibir ingresos netos por US$39 millones anuales de 1925-1929 a pagar US$19 millones al año en 1930-1934. La primera suma equivalía al 42% de las exportaciones extraordinarias de los años veinte; la segunda consumía, por el contrario, el 29% de los ya mermados ingresos de exportación de la primera mitad de la década del treinta. Como la disminución del poder de compra de las exportaciones entre ambos períodos fue modesta, según hemos visto, la violenta caída de las importaciones reales (del 49% según el cuadro 6.1 y del 68% si se compara el último año de bonanza, 1928, con el más agudo de la crisis, 1932) debe atribuirse ante todo al estrangulamiento generado por el brusco viraje del mercado internacional de capitales.
Dada la magnitud del drenaje de divisas, no es sorprendente que Colombia, como la mayoría de los países latinoamericanos, haya declarado la moratoria sobre el servicio de la deuda externa a comienzos de los años treinta, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Olaya Herrera por mantenerse dentro de las reglas de juego de la banca internacional. Los primeros pasos hacia la moratoria se dieron a raíz de la implantación del control de cambios en septiembre de 1931. En efecto, en octubre de 1931 se decidió que los pagos de la deuda externa de los departamentos, municipios y bancos debían ser autorizados por la Oficina de Control de Cambios; si los giros correspondientes no eran aprobados, las entidades respectivas debían depositar de todas maneras el pago correspondiente, en pesos, en el Banco de la República. En diciembre de 1931, el gobierno nacional llegó a un acuerdo con la mayoría de los tenedores de la deuda externa colombiana, por medio del cual se suspendían temporalmente las amortizaciones de todas las deudas y se permitía pagar los intereses de aquellas que no estaban garantizadas
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