Crisis del siglo XIV
OSIRISFLYResumen9 de Junio de 2025
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En cuanto a la problematización y síntesis de la “Crisis del siglo XIV”, en relación a la dimensión política, es menester utilizar la obra de Romero para advertir los cambios introducidos por la burguesía a un orden feudal considerado un complejo sistema cerrado de relaciones que se incluía en un plan; dicho plan era el de las clases privilegiadas, que asimismo era considerado el plan de Dios y dividía la sociedad en tres estratos bien diferenciados (pugnatores, oratores y laboratores).
La sociedad feudal era concebida bajo esta estructura autoritaria y jerárquica, pensada como una pirámide en cuya base estaba el campesinado servil, y en cuya cúspide se encontraban las “dos espadas” (la temporal, encarnada por la nobleza y la espiritual, empuñada por el Papa como el mayor representante del clero) para asegurar el orden social y la paz.
El ascenso económico de los burgueses propició la crisis del orden tripartito, debido al surgimiento de un sector no contemplado en dicha jerarquía que adquirió cuotas crecientes de poder en el ámbito urbano, generando nuevas formas de hacer política que contrastaban con los vetustos métodos empleados por el poder temporal (Imperio) y el espiritual (Papado).
Esta afirmación es sostenida por Romero, el cual postula que (…) “Las unidades políticas que más contribuyeron a romper el viejo esquema ecuménico y trascendental, imponiendo su vigorosa personalidad y su poder -circunscripto pero consistente- fueron las ciudades, cuyas burguesías habían hecho una experiencia política original, totalmente distinta de la que era tradicional en los reinos feudales, el Imperio o la Iglesia”.[ Romero, José Luis; Crisis y orden en el mundo feudoburgués; segunda parte “La política del realismo”, Siglo XXI editores, página 143.
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Las nuevas formas políticas fueron engendradas para ser encabezadas por la figura del Príncipe, el cual fue un anhelo burgués que marcaba el pasaje de la concepción política del “rey justiciero” al de un gobernante eficaz en el manejo de los negocios mundanos. De esta manera, el Imperio sucumbe bajo la presión de la burguesía, pero también lo hará la otra institución enfrentada a él en “la querella de las investiduras”.
El Papado resultó desafiado durante el Concilio de Constanza, el cual consideró superiores las tesis surgidas de los concilios sobre las emanadas directamente de la autoridad papal; esta tesis revolucionaria respondió a los profundos vientos de reforma que eclosionaron a posteriori en el Cisma protestante, y aunque su triunfo fue efímero significó el reconocimiento de la soberanía popular, idea innovadora que coadyuvó a robustecer la noción de la autonomía del poder civil.
El nuevo estilo de hacer política comenzó a perfilarse con los cambios operados tras la crisis feudal del siglo XIV, del mismo surgieron nuevos vínculos económicos creados por el mercado (entre productores, intermediarios y consumidores) y nuevas vinculaciones dentro de los círculos privilegiados, ante esta afirmación Romero sostiene que (…) “La política interna comenzó a transformarse en una política cortesana, en la que se sublimaron muchas tendencias que no provenían de la tradición nobiliaria sino de la tradición burguesa”[ Romero, José Luis; Crisis y orden en el mundo feudoburgués; segunda parte “La política del realismo”, Siglo XXI editores, página 145.
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En relación al análisis de la dimensión cultural, Seibt y Eberhard[3 Seibt, F., y Eberhard, W., Europa 1400. La crisis de la Baja Edad Media. Barcelona, 1992.] advierten durante el período la manifestación de una crisis de carácter espiritual, relacionada con la conciencia de que el mundo conocido se estaba descomponiendo (nombran como ejemplo a Juan Gerson, quien ve la envidia como la mayor lacra espiritual de su tiempo).
Las referencias al anticristo y el Apocalipsis se popularizaron durante el siglo XIV, como un síntoma de la defección espiritual; este período también se caracterizó por el interés en lo individual, prefiriéndose el realismo en lo religioso (aunque no secularizado, el cual condujo poco a poco de una visión religiosa del mundo a otra más humana que cristalizará durante el Renacimiento).
Por otra parte, y tomando en cuenta algunos factores como el desplome demográfico producido por la “Gran Peste”, las hambrunas, la reducida esperanza de vida propia de la Edad Media (en torno a los 35-40 años) y las condiciones médicas e higiénicas del medioevo, surgieron numerosas representaciones culturales que dieron cuenta del nivel de conciencia del ser humano ante la cotidianeidad y proximidad de la muerte.
La “Danza de la Muerte”, representa la fuente más conocida acerca de la mentalidad medieval relativa al carácter nivelador del fin de la existencia terrenal, dado que en ella se expresa que (…) “A la danza mortal venid los nacidos que en el mundo sois diferentes estados (condición social), y el que no quisiera venir de buen grado igual lo haré venir enseguida”[ La danza de la muerte, anónimo castellano s. XIV.]; se considera que la aparición de las danzas de la muerte (existieron distintas versiones) se dio en consonancia con el brote de la “Gran Peste”, lo que las convierte en un importante testimonio pictórico-literario sobre la valoración de la muerte en el imaginario colectivo de mediados del siglo XIV.
La fuente “Arte de bien morir” alude al mismo tópico, diferenciándose en el hecho de que se le consideró un tratado que servía de guía para morir bajo la doctrina cristiana. Este caso también es contemporáneo a la peste negra, y se diferencia de las danzas porque en vez de intentar nivelar en la muerte a los distintos estratos de la población, entre otras cuestiones dictaba comportamientos apropiados para aquellos creyentes que intentaran distinguirse del resto resistiéndose a las tentaciones de los demonios, hecho que les facilitaría la entrada al cielo.[ anónimo, El Arte de bien morir y breve confesionario, Zaragoza, 1484.]
Entre las acciones que se consideraban facilitadoras
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