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El Islam político ante los restos de la globalización


Enviado por   •  8 de Febrero de 2016  •  Ensayos  •  16.736 Palabras (67 Páginas)  •  230 Visitas

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“El Islam político ante los retos de la globalización”.

        

Por Nelson Fred Ramos

 Esencia estratégica. Sugerencia de objetivos.

“En la doctrina de los misterios el  dolor queda santificado: los dolores de la parturienta santifican el dolor en cuanto a tal,-- todo devenir y crecer, todo lo que es una garantía de futuro implica dolor…”, [1]

Dar a luz, duele. Vivir, duele. Crecer, duele ¡y de qué manera! La lucha por la vida, duele. Morir, no duele. Por eso, en ocasiones, la guerra es deseable pues esta viene siendo la partera de lo social. La guerra, los hombres extraordinarios, como el hombre de Dostoievski [2] y el comercio son la rueda que hace rodar la rueda del ser. Y no se trata de desear la guerra, de lo que se trata es de no huir de ella, ni lamentarla si es inevitable y necesaria. ¿Cuál es la guerra necesaria, según el apóstol antillano José Martí? Es aquella que ahorra tiempo y desgracias, como más adelante veremos en detalle. Una cosa es ser pacífico y acaso amante de la paz  y otra muy diferente es ser pacifista. El pacifista echa su propia y venenosa guerra y estorba la guerra necesaria, la que conduce a la paz.

Otro filósofo grande, también alemán y tan afortunado para la gloria e inteligente como Nietzsche (me refiero a Federico Engels), dijo, hace 113 años:

’Si Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto, en vez de liarse en las Cruzadas, hubiesen implantado el libre cambio, nos hubieran ahorrado quinientos años de miseria e ignorancia’’. [3]. 

Ya veremos más adelante, cómo estos dos pensamientos se imbrican o embonan y se tornan vigentes acorde a lo que sucede hoy en el Medio Oriente.

El mundo islámico, en pleno desarrollo, está pariendo una era, la era de su liberación, a veces luchando con el extranjero, a veces con ellos mismo en la conciencia o con las armas. Así es la evolución activa, así es la revolución, así es de difícil el parto de la historia.

En ocasiones no hay peor enemigo de nosotros, que nosotros mismos; yo mismo puedo ser mi mejor amigo o el peor de mis enemigos. Pero de lo que no existen dudas es de que, crecer duele y esa parte del mundo también está creciendo. De eso es de lo se trata.

 Algunas inquietantes ideas y unas pocas palabras acerca del Islam.

El mundo  de hoy, por demás, decretaría el libre cambio en el más amplio de los sentidos, pero los que se presentan como víctimas (estos son los totalitaristas, más islámicos o menos islámicos, pero siempre islámicos), en realidad no lo quieren. Los totalitaristas, además, se presentan siempre como víctimas y es éste, provisionalmente, un gran negocio que explotan los grupos de poder y políticos sin escrúpulos en nuestro tercer mundo. Con esta estrategia, hay que decirlo, están confundiendo. No les  conviene el comercio libre, aunque no siempre lo confiesan, porque junto a éste, se libera el hombre. Sin libertad de comercio no hay prosperidad personal y colectiva. Pero con la libertad de aquél, se resienten las doctrinas que son sin embargo, tan peligrosas para el género humano. El Islam, fuerte en ese mundo que nos ocupa, sin credo doctrinario, como toda religión, no subsiste y es ese el miedo de la jerarquía clerical musulmana y del así mal llamado Islam político: que se les resientan las doctrinas y que el hombre se emancipe.

Dice un destacado intelectual y también destacado revolucionario cubano-antillano, Gregorio Ortega, en su libro Juego de Espejos [4] que, no hay nada más dañino y peligroso que las doctrinas, y que el puritanismo religioso y político, agregaríamos por nuestra parte; éstos,  sólo en la severidad y el extremo rigor encuentran fuerzas para imponerse y siempre conducen hacia la tiranía, a la intolerancia y terminan matando, al nacer, a los renuevos que interminablemente van surgiendo como la hierba detrás de las candelas, para decirlo con una imagen que le pido prestada a Rómulo Gallegos, genial venezolano creador de Doña Bárbara.

Las doctrinas conducen a un país a la uniformidad y lo cubren todo con un enorme manto gris o pardo, cual gigante cuartel de policías. Los doctrinarios no quieren que haya más que luz y perfección y la perfección y el exceso de luz matan. La ambigüedad y la duda, que son la madre de la sabiduría,  han salvado a más de una civilización y cómo no, a más de una reputación personal.  Una sola religión asusta, como diría Mark Twain en Un yanqui en la corte del rey Artús.

Otro gran pensador y hombre de acción, Hemingway, dijo en Adiós a las armas (Farewell to the arms) que, todos los hombres que piensan son ateos, y son liberales, de libre pensamiento, diríamos nosotros. Aquí está, tratándose de religión, el quid del asunto, en el pensar. Las religiones no quieren que pensemos. Si el hombre piensa, compite con Dios, vale decir, con el vicario suyo en la tierra y le gana  al Todopoderoso del cielo en estatura. Por eso hay que prohibir que se piense, porque se le gana al Todopoderoso. Pero cuando un teólogo, y cualesquiera otros clérigos o sacerdotes le dicen al hombre ¡”sométete a Dios”! , queda meridianamente claro que es a él, al clérigo,  a quien debe someterse. Llegado a este punto, todas las religiones son iguales, las más fuertes de todas el Islam y el cristianismo, que la conversión favorita de ellas ha sido la conversión forzosa, si bien el cristianismo en sus inicios utilizó la predicación y el sacrificio, y parió a su Iglesia en la persecución, no en la fuerza. Pero después renunciaron a la imagen de debilidad y compasión pues no les servía para ejercer el poder; exhibieron entonces la prepotencia, la autoridad, la prepotencia arrolladora del varón feudal y a  golpe de crucifijos en el lomo convirtieron los españoles y los curas católicos a los indios del nuevo continente, por sólo citar un ejemplo. Y aunque ya hace tiempo que renunciaron, obligados, a esta práctica (la Iglesia católica ha sabido adaptarse, si bien a última hora, a los tiempos, para subsistir), nadie se puede olvidar de la Inquisición con sus crímenes atroces y de los tiempos de las cacerías de brujas, donde millones de mujeres fueron asesinadas y vilipendiadas por el sólo hecho de quererse elevar.

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