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En el período 1852-1880


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2014  •  1.740 Palabras (7 Páginas)  •  155 Visitas

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En el período 1852-1880 se impuso un modelo de Estado nacional que logró subordinar a los poderes locales de todas las provincias mediante una estrategia compleja. Argentina había logrado acordar una Constitución que le daba una entidad jurídica estable, y avanzaba hacia una modernización capitalista que le auguraba una inserción económica internacional favorable a la oligarquía terrateniente.

En el contexto internacional, se producía la Segunda Revolución Industrial. El capitalismo, que se afianzaba en el mundo, gozaba de una expansión vinculada a la producción del hierro y el acero y avanzaba hacia su etapa imperialista. Los flujos de comercio internacional se habían ampliado y grandes sumas de ganancias engrosaban las economías de los países centrales, en especial de Inglaterra. Los sistemas políticos liberales también triunfaban, y un importante movimiento obrero organizado daba batalla en la búsqueda de mejores condiciones de vida para el proletariado.

Para nuestro país, la batalla de Caseros de 1852 implicó el fin del proyecto rosista y un avance en la construcción del Estado nacional. En 1853, el conjunto de las provincias con excepción de Buenos Aires- sancionó una constitución de corte federal. Ese acuerdo no corrió la suerte efímera de las que la habían precedido y abrió paso a una organización nacional definitiva. Entre 1853 y 1862 la separación entre la Confederación Argentina liderada por Urquiza- y el Estado de Buenos Aires liderado por los autonomistas- revivió viejas disputas y volvió a fragmentar el escenario político. Los enfrentamientos militares de Cepeda en 1859 y Pavón en 1861 dan cuenta del peso de esa discordia. Finalmente, la unidad fue lograda. El triunfo del proyecto liberal nacionalista permitió reconstruir la hegemonía porteña mediante la creación de un Estado nacional muy dinámico que logró someter a los poderes provinciales.

Entre 1862 y 1880, las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda consolidaron esta política mediante una estrategia que combinaba la represión y el acuerdo. Sus fines fueron alcanzar la subordinación a la autoridad central, la organización institucional y la integración territorial.

Junto a esto, se produjo a lo largo de todo el período una modernización económica y social. La resolución de viejos debates –como el de las rentas del puerto de Buenos Aires-, y la aparición de nuevos elementos –como el estímulo a la inmigración y el auge del lanar- permitieron una expansión económica que sentó las bases del modelo agroexportador.

La batalla de Caseros en 1852 puso fin a la hegemonía rosista y sentó las bases para la organización nacional. El Pacto de San Nicolás convocó a un nuevo Congreso Constituyente —esta vez a sesionar en Santa Fe— al que adhirieron originariamente todas las provincias. Pero poco después, Buenos Aires, al sentir peligrar su hegemonía, se levantó contra las autoridades de la Confederación, se declaró Estado autónomo, y retiró a sus representantes del Congreso.

La Confederación dictó su Constitución de corte representativo, republicano y federal en 1853, y eligió como su primer presidente a Justo José de Urquiza. Al año siguiente el Estado autónomo de Buenos Aires dictó su propia Constitución, y nombró gobernador a Pastor Obligado.

De esta forma, lo que iba a ser Argentina quedó dividida en dos unidades independientes, pero en una situación fuertemente inestable. Buenos Aires recuperaba de esta forma la hegemonía económica: su puerto seguía siendo el privilegiado por el comercio internacional y a causa de la división política, no estaba obligada a compartir sus ganancias con el resto de las provincias. Las economías internas languidecían y aunque existía la libre navegación de los ríos, los puertos interiores —como Rosario y Paraná— no podían competir con el porteño.

Esta difícil situación llevó a que la Confederación dictara en 1857 la Ley de Derechos Diferenciales. Buenos Aires entendió este hecho como una medida que entorpecía enormemente su circuito económico. El enfrentamiento no se demoró mucho. En 1859, las tropas bonaerenses y las de la Confederación —unas al mando de Bartolomé Mitre y las otras al mando de Urquiza— se enfrentaron nuevamente en Cepeda. Buenos Aires fue derrotada, y por medio del Pacto de San José de Flores aceptó ingresar a la Confederación.

El pacto de San José de Flores significó el fin de los proyectos autonomistas y el triunfo de las posturas que pugnaban por la creación de un Estado nacional. Buenos Aires aceptó ser parte de la Confederación y someterse a su Constitución a cambio del derecho de proponer modificaciones a ser aceptadas por el resto de las provincias. Esto se llevó a cabo en 1860.

Entre 1859 y 1862, los liberales nacionalistas, encabezados por Mitre, sumaron cada vez más poder. Este grupo, vinculado a los intereses porteños, sostenía la necesidad de acabar con los viejos enfrentamientos entre Buenos Aires y la Confederación. Se inclinaban por una solución que provendría de la creación de un poder superior a los poderes locales, el Estado nacional, al que todos ellos debían subordinarse. Por ejemplo, sostenían que los bonaerenses debían entregar las ganancias de su puerto a la Nación.

La estrategia era crear y fortalecer esta instancia superior y apoderarse de ella mediante negociaciones con grupos afines. El Estado nacional se volvió un acuerdo entre las oligarquías provinciales, liderado por la aristocracia porteña, sobre el que se apoyó el modelo de la generación del 80.

El triunfo de Mitre se produjo

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