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Espíritu protector

LICROSYMonografía20 de Agosto de 2013

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EL CADEJO

Cuando la soledad y la afición acongojan el corazón de alguna alma apesadumbrada que trata de olvidar su dolor con el alcohol, entonces aparece el acompañante idóneo que no se separa de él hasta lograr aliviar su dolor y su pena con una muerte repentina.

Este espíritu protector, mejor conocido como el cadejo, que se presenta como “un perro negro con casquito de cabra, ojos y aliento de fuego”. El personaje que persigue y protege a los bolos (ebrios, borrachos). El cadejo gris cuida a los niños solos y el cadejo blanco es el protector de las mujeres solas, abandonadas y viudas.

Se dice que este ser maligno acompaña “a los bolos”, pero si llega a lamerles la boca, los sigue por nueve días y no los deja en paz hasta que se mueren. Entonces se, lleva su alma.

Cada vez que veas un perro negro detrás de un hombre no te confundas, podría ser el cadejo . . .

Comentario Personal: Este es uno q vi con mis propios ojos, (me permito decir q soy muy supersticioso), una noche con un amigo salimos de una fiesta con unos tragos adentro y nos empezó a seguir un perrito negro, lo curioso era q se adelantaba a las esquinas para como viendo si había alguien y nos esperaba hasta q pasáramos y corría a esperaros a la siguiente esquina, al llegar a mi casa entre para buscarle un poco de comida y no lo volví a ver, casualidad?...

LA CARRETA CHILLONA O CARRETA BRUJA

Cuentan que desde hace mucho tiempo y hasta la fecha todos los viernes por las noches, en algunos pueblos de El Salvador, al filo de la media noche se escucha el sonar de una carta que comienza en lo profundo de los llanos y se acerca lentamente, se puede escuchar claramente el chirrido de las ruedas al rozar con los ejes con resequedad de grasa.

Hay muchas historias de la carreta bruja, he os contaré hoy la experiencia de Majin un señor que avanzada edad que vivía cuando era joven en un pueblito del norte de El Salvador, sucede que una noche que él venía de visitar unos parientes en la noche, era casi media noche pero él ya estaba acostumbrado a caminar por aquellos caminos oscuros, solo con la luz de la luna.

A Majin ya nada le asustaba, se había topado con el Cipitillo, la Siguanaba y en ocasiones le acompañaba el Cadejo, pero esa noche ni Palomo su perro guardián iba con él. De repente faltando unos 2 kilómetros para llegar a su pueblo sintió el ruido de una carreta que se acercaba, de repente pensó, será don Concho que viene noche de traer zacate, o será que se les había arruinado, en fin muchas ideas pasaron por su cabeza.

Cada vez aquel ruido se hacía más cercano y estrepitoso, para eso Majin estaba por llegar al pueblo, solo le faltaba pasar junto al cementerio, siempre sentía escalos fríos al pasar por ese lugar, así que solo se persignó y siguió su camino, al lograr pasar la carreta estaba casi a sus espaldas, cuando sintió una corriente de frio helado que recorrió toda su espalda.

Lo que más le encrespó el cabello fué cuando las gallinas comenzaron con su característico chillar de miedo, los perros salieron espantados asustados, eso infundió más miedo, él sabía que la carreta no era nada bueno, así que se persigno y medio se brincó un alambrado y se refugió detrás de unos piñales cuando sintió que la carreta esta casi en frente, rezo oraciones.

En ese momento se iba apareciendo un bulto, que al ver más de cerca pudo ver la figura de una carreta desquebrajada que avanzaba lentamente, además no tenía bueyes, y en la punta de sus trinquetes llevaba calaveras, en su interior yacían cuerpos de personas, a las cuales no reconoció, y tras ella avanzaban seres con la cabeza de zacate, pasó frente a él y se alejó, Majin no se acuerda como llegó a su casa, solo que paso 3 días con fiebre, desde ese día ya no se deja agarrar más de la noche y peor si es viernes.

* Esta es una de las muchas historias, muchos dicen que la carreta pasaba por los pueblos llevándose el alma de las personas malas y otros dicen que esta leyenda comienza cuando un hombre fué ganado por el diablo y obligaba a sus bueyes a entrar a una iglesia, pero los bueyes se resistían y no lo hicieron, sino que reventaron sus coyundas y escaparon, la carreta rodo sin buelle cuesta bajo lo raro es que nunca la encontraron, pero la carreta siempre recorre las calles de pueblos y ciudades solitarias en busca de almas malas.

Comentario Personal: Otra de las leyendas más conocidas, a pesar q no conozco a nadie q haya escuchado los chillidos de la carreta durante mi juventud mis padres me decían q no me quedara en la calle muy avanzada la noche porq se me podía aparecer la carreta.

LA SIGUANABA

La Sihuanaba, llamada comúnmente La Siguanaba.

La leyenda de la Sihuanaba dice que una mujer, originalmente llamada Sihuehuet (Mujer Hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tlaloc, del cual resulto embarazada.

Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante.

Cuando Tlaloc descubrió lo que estaba ocurriendo él maldijo a Sihuehuet.

Ahora se llamará Sihuanaba (Mujer Horrible), ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en un aborrecimiento horrible.

La forzaron a vagar por el campo, apareciéndosele a los hombres que viajan solos por la noche.

Dicen que es vista por la noche en los ríos de El Salvador, lavando ropa y siempre busca a su hijo, el Cipitio al cual le fue concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc como su sufrimiento.

Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los don juanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en cualquier tanque de agua en altas horas de la noche.

La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón. El hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta embarrancarlo. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganando.

Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios.

Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco.

Otras versiones dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella tira de uno, al agarrase la víctima de la escobilla, ella siente que le halan el pelo. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder maléfico de esta mujer mágica.

Comentario Personal: Quizás las más conocida de las leyendas salvadoreñas, una muy buena parte de salvadoreños de avanzada edad aseguran en alguna ocasión haberla escuchado en los ríos lavando ropa y riéndose a carcajadas, dicen q se escuchan aplausos q en realidad son las "chiches" (pechos, busto, senos) de la Siguanaba q están pegando en las piedras mientras esta lavando.

BAJO LA LUNA

La laguneta se iba durmiendo en la anochecida caliente. Rodeada de bosques negros iba perdiendo sus sonrojos de mango sazón y se ponía color de campanilla, color de ojo de ciego. El camalote anegado en los aguazales le hacía pestaña. El cielobrumeaba como quemazón de potrero, donde eran brasas los últimos apagos del poniente. Abajo había, en balsa deramalada, dos garzas blancas; la una, mirando atenta la gusanera del viento en el vidrio verde de las ondas; la otra, mirando como asustada el cielo en donde apuntaba una estrella con inquietudes de escama cobarde.

Guelía a mumuja de palo podrido, a zompopera, a chira de mateplátano, a talepate y a julunera triste. Había ahogados en todas las oriyas, ahogados hamaqueantes, sobreagüeros, de troncón y de basura. En las pescaderas, las varas ensambladas estaban prietas sobre el claror, y se reflejaban culebreando guindoabajo. Pringaba jenjén y zancudo. A lotra oriya se oiba patente el butute del guauce, llamando a la pareja para beber sombra. En el escobillal oscuro de la noche, el cielo y el agua quedaban trabados, como guindajos arrancados a una sombrilla de seda desteñida. El día se alejaba, lento y cabecero, echando polvo con las patas como los toros cimarrones.

Llegada la noche, un tufo a tigre sopló los matorrales, la laguneta sonaba como una cuerda diagua a cada respiro, y de cuando en cuando se oían los chukuces de las mojarras asustadas.

La ranchería del vallecito estaba en una ensenada oscurecida de tamarindos y voladores. Había ranchos hojarasquines, y ranchos palma barrendera, coludos como pajuiles, y ranchos empalizados a través de cuyas paredes de esqueleto, la luz candilera —esa tristura de querencia nocturna— se filtraba a los patios de barro desnudo, alargándose en caprichosas luminarias.

Los chuchos empezaban a ladrar con persistencia; con su quejumbre peculiar, los tuncos revolvían las sobras de huate que bueyes forasteros habían dejado al pie de los morros, de troncos limados por las cornamentas. Una guitarra escondida roía el sueño de la noche. Venía saliendo la luna con una fogarada platera que daba gusto. La

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