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Falta De Deseo


Enviado por   •  15 de Abril de 2014  •  2.759 Palabras (12 Páginas)  •  263 Visitas

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El Secreto del Deseo a Largo Plazo

“Satisfaction is The End of Desire” ¿Por qué el buen sexo se desvanece tan frecuentemente aun en parejas que continúan amándose uno al otro tanto como siempre? ¿Y por qué una buena intimidad no garantiza buen sexo, contrario a la creencia popular? O, la siguiente pregunta pudiera ser, ¿podemos desear lo que ya tenemos? ¿Y por qué lo prohibido es tan erótico? ¿Qué hace la transgresión que hace al deseo tan potente? ¿Y por qué el sexo hace hijos, y esos hijos significan un desastre erótico en las parejas? Es un especie de golpe mortal al erotismo, ¿no es así? Y cuando amamos, ¿cómo se siente? Y cuando deseas, ¿cuál es la diferencia? Estas son algunas de la preguntas que están en el centro de la exploración de Esther Perel, autora de “Mating in Captivity” y una de las psicólogas más reconocidas en sexualidad, la naturaleza del deseo erótico y los dilemas concomitantes en el amor moderno. Así que ha viajado por el mundo y lo que ha notado es que en todas partes donde el romanticismo ha entrado parece haber una crisis del deseo. Una crisis del deseo, como en poseer lo que se ama. El deseo como una expresión de nuestra individualidad, de nuestra libre elección, de nuestras preferencias, de nuestra identidad; es el deseo que se ha convertido en el concepto central como parte del amor moderno y las sociedades individualistas. Perel argumenta que es la primera vez en la historia de la humanidad en que tratamos de experimentar la sexualidad en el largo plazo, no porque queramos 14 hijos, y no porque sea un deber marital exclusivo de las mujeres. Esta es la primera vez que queremos sexo a largo plazo por el placer y la conexión que tiene sus raíces en el deseo. ¿Qué sostiene al deseo y por qué es tan difícil perpetuarlo? Y en el corazón del deseo sostenido en una relación comprometida, Perel cree que está la reconciliación de dos necesidades humanas fundamentales. Por una parte, nuestro deseo de seguridad, predictibilidad, seguridad, dependencia, confidencialidad, permanencia, todas las anclas a tierra de nuestras vidas, las cosas que llamamos hogar. Pero también tenemos una necesidad igualmente fuerte —hombres y mujeres— de aventura, novedad, misterio, riesgo, peligro, de lo desconocido, lo inesperado, de sorpresa. Así que reconciliar nuestra necesidad de seguridad y nuestra necesidad de aventura en una relación, o lo que hoy nos gusta llamar un matrimonio apasionado, suele ser una contradicción de términos. El matrimonio era una institución económica en la que nos dieron un compañero para toda la vida en términos de niños y estatus social y sucesión y compañerismo Pero ahora queremos que nuestro compañero aún nos dé esas cosas, y además queremos que sea nuestro mejor amigo, sincero confidente y apasionado amante, y vivimos el doble tiempo. Así que escojemos a una persona y básicamente le pedimos que nos dé lo que antes toda la aldea solía dar: Pertenencia, identidad, continuidad, pero también queremos trascendencia, misterio y asombro, todo en uno. Queremos confort, límites, novedad, familiaridad, predictibilidad, pero también sorpresa. Y pensamos que sucederá naturalmente, y que los juguetes y la lencería nos salvarán. Así que ahora llegamos a la realidad existencial de la historia, Porque Perel cree que la crisis del deseo es frecuentemente una crisis de la imaginación. Así que, ¿por qué el buen sexo a menudo se desvanece? ¿Cuál es la relación entre amor y deseo? ¿Cómo se relacionan y cómo entran en conflicto? Porque ahí radica el misterio del erotismo. Si hay un verbo, que acompañe a amor es “tener”. Y si hay un verbo que acompañe a deseo, es “querer”. En el amor, queremos tener, queremos conocer lo amado. Queremos minimizar la distancia. Queremos reducir la brecha. Queremos neutralizar las tensiones. Queremos cercanía. Pero al desear, tendemos a no regresar a los lugares en los que ya hemos estado. Los resultados previsibles no mantienen nuestro interés. Al desear, queremos una otredad, alguien del otro lado que podamos ir a visitar, con quien podamos pasar algún tiempo, que podamos ir a ver qué pasa en la zona roja. Al desear, queremos un puente para cruzar. En otras palabras, el fuego necesita aire. El deseo necesita espacio. Y cuando se dice así es bastante abstracto. Mientras Esther visitaba a diferentes países en la gira de su libro “Inteligencia Erótica” le hacía una pregunta a sus audiencia: ¿Cuándo encuentran más atractiva a su pareja? No atractiva sexualmente, per se, sino más deseable. Y a lo largo de las culturas, las religiones, el género —excepto por uno— hubo pocas respuestas diferentes. El primer grupo decía: Es más deseable para mí cuando se va, cuando está lejos, cuando nos reunimos. Básicamente, cuando entro en contacto con mi habilidad de imaginarme con mi pareja, cuando mi imaginación regresa al cuadro, y cuando puedo socavar en la ausencia y el anhelo, que es el mayor componente del deseo. Pero el segundo grupo es aún más interesante, decían: Mi pareja me es más deseable cuando la veo en el estudio, cuando está en escena, cuando está en su elemento, haciendo algo que le apasiona, cuando la veo en una fiesta y con otras personas, cuando la veo dirigiendo. Básicamente, cuando veo a mi pareja radiante y segura, probablemente es el elemento más excitante de todos. Radiante, como autosuficiente. “We covet what we see” decía Hannibal Lecter en “Silence of The Lams”, por cierto, en el deseo las personas raramente hablan de ello, cuando estamos mezclados en uno, a 5 centímetros uno de otro. Pero tampoco es cuando la otra persona está tan lejos que ya no puedes verla. Es cuando vemos a la pareja a una distancia confortable, cuando esa persona que es ya tan familiar, es por momentos, misteriosa otra vez, algo elusiva. Y en ese espacio entre yo y el otro reside el impulso erótico, reside el movimiento hacia el otro. Porque a veces, como decía Proust, el misterio no es viajar a nuevos lugares, sino verlos con nuevos ojos. Y así, cuando veo mi pareja por su cuenta, haciendo algo en que está involucrada, veo a esa persona y por momentos tengo un cambio de percepción, y estoy abierto a los misterios que viven justo a mi lado. Y entonces, más importante, en esta descripción del otro o de mí —es lo mismo—, lo que es más interesante es que no hay necesidad en el deseo. Nadie necesita a nadie. No hay cuidado en el deseo. El cuidado es muy amoroso. Es un potente antiafrodisiaco. Todavía no existe alguien que esté excitado por alguien que lo necesita. Una cosa es quererlos. Necesitarlos es un freno, y las mujeres lo han sabido desde siempre, porque cualquier cosa que lleve a la planificación generalmente disminuirá la carga erótica. Por buenas razones. Y el tercer grupo de respuestas generalmente eran: “Me siento más atraídoa mi pareja

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