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El Deseo De Aprender


Enviado por   •  30 de Julio de 2012  •  1.578 Palabras (7 Páginas)  •  547 Visitas

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EL DESEO DE APRENDER

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1. Introducción.

El propósito del presente trabajo es mostrar la importancia que tiene conservar el deseo innato de los niños por aprender, pero no hay que perder de vista, que así como es vital el deseo del niño, también es prioritario el deseo de enseñar por parte del docente.

En este trabajo, se aborda en primera instancia el valor de preservar este deseo. En la segunda parte, se mencionan algunas de las consecuencias de las expectativas que tienen los padres o profesores para el aprendizaje, en específico, el efecto Pigmalión y el efecto Perseo.

El docente no debe olvidar lo que André Giordan menciona:

“ El enseñante no debe dejar de ser un transmisor.

pero lo más importante a transmitir es un deseo,

una pasión, la pasión por aprender”

2. La importancia del deseo de aprender.

El hombre aprende desde muy niño a mirar y entender el mundo que lo rodea. Hay un claro interés o deseo, desde los primeros meses de vida, por aprender, por preguntar, por apropiarse del mundo de los otros (Aguiló, A., 1996).

Como lo plantea Stipek, D. (2004), todos los niños nacen con el deseo de aprender, es decir, con una dosis saludable de motivación para el aprendizaje. Pero, a medida que crecen, este deseo interno de aprender puede seguir su curso como un río embravecido, un arroyo tranquilo, o un débil hilo de agua. Algunas veces, simplemente desaparece en lodo.

Según estudios de Branderburg y Boyd, los niños entre cuatro y ocho años formulan en un diálogo normal un promedio de 33 preguntas por hora. Además, una misma pregunta no significará lo mismo en los diversos momentos de su vida.

Al hombre con afán de aprender le sucede lo mismo que al niño, que cada vez es más exigente a la hora de aceptar una respuesta. El niño repite una y otra vez las mismas preguntas: ¿qué es esto?, ¿por qué es?, ¿cómo es?, ¿qué hace?, etc., pero no siempre son válidas las mismas respuestas (Aguiló, A., 1996).

Entonces, el deseo de aprender esta presente en el hombre desde los primeros meses de vida. Este puede y debe aumentar a medida que va creciendo, pero también puede disminuir. Lo anterior, se verá afectado por la capacidad que tengan los adultos para contestar las interrogantes del niño.

3. Las expectativas para el aprendizaje.

De acuerdo con Tarpinian, A. (2002), interrogarse sobre la escuela, sobre sus finalidades, sus resultados, sobre su capacidad de despertar y de satisfacer el deseo de aprender del niño; significa interrogarse sobre sus valores intrínsecos.

Para Tarpinian, A. (2002), la sociedad y, por tanto, la familia y la escuela, oscilan entre dos tipos de motivaciones y valores organizados en torno a:

1) Una idea de rendimiento (eficacia): Estimulada o inhibida por el individualismo excesivo y el espíritu de competición, idea que conduce a un trabajo más de condicionamiento que de educación.

2) Una idea de desarrollo (de eficiencia) de las potencialidades individuales, que asocia autonomización y cooperación, cultivando el campo de la responsabilidad del ser íntimo y del ser social.

La primera motivación, se origina de la necesidad de conseguir una necesaria inserción social. Esta meta, en el espíritu de los padres y en la tarea de los maestros, esta fundada sobre la excelencia del rendimiento escolar, sobre el predominio de uno mismo sobre el otro, erigido en prueba de valor personal y social.

Esta motivación, causa desorientación interior, desconcierto en relación a los valores. Además, si la idea de rendimiento, que es un valor, pasa a predominar, ¿qué pasa con el valor del que fracasa?

A este acto de rendir bien le anteceden, como lo plantea Vergara, C. (2007) asuntos psíquicos fundamentales que en el encuentro académico se pasan por alto, lo que trae serias consecuencias para quien inicia su recorrido escolar.

Entre estas consecuencias se encuentra “el efecto Pigmalión”.

Como lo describe Tarpinian, A. (2002); en el caso en que la necesidad de amor y de autoestima (de confianza en sus capacidades) no haya sido suficientemente satisfecha en la familia, el niño, según su temperamento y sus propias experiencias, entra a la escuela hipersensibilizado y vulnerable o, a la inversa, agresivo y dominador.

Se ve lanzado hacia una aventura de la que muchos padres esperan ansiosamente resultados. La necesidad de estima tiende entonces a transformarse en una carrera por la estima, por la obsesión de triunfar sobre los otros, so pena de verse relegado. Ya que, en lugar del placer de aprender, se crea una obsesión del trabajo escolar, a menudo convertido en algo muy pesado por la frustración. Hay que advertir que la carrera obsesiva por el éxito, puede convertirse en neurosis del éxito, que conlleve la neurosis del fracaso.

El éxito escolar pasa a ser el espejo deformante en el cual cada niño o adolescente, así como los adultos que los rodean, se juzga, juzga a los otros, se compara y se siente juzgado. De esta forma, se crea un nudo afectivo que

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