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Filosofia Y Medicina


Enviado por   •  1 de Agosto de 2014  •  1.514 Palabras (7 Páginas)  •  309 Visitas

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En el ambiente médico anglosajón han proliferado últimamente las revistas y los libros dedicados a “Filosofía y Medicina”. A primera vista puede parecer que es una combinación de materias heterogéneas: de la contemplación de la naturaleza o esencia de las cosas con el arte de curar a los enfermos. A lo sumo, cabe suponer que se dedican al estudio filosófico de la acción del médico o de lo que sea enfermar. Es la única posibilidad de combinar la vocación de la filosofía (que es contemplación de lo que trasciende el presente) con el arte médico.

El examen detallado de estos libros y revistas muestra, sin embargo, un contenido muy diferente al que hemos supuesto. Se encuentra una discusión sobre las diversas opiniones éticas que circulan sobre todos los temas conflictivos de la Medicina. ¿Por qué, entonces, se denominan como de “Filosofía y Medicina”? La única respuesta posible es que la noción de filosofía que se emplea sea completamente distinta de la noción clásica que hemos mencionado más arriba.

Para poder denominar filosofía a las discusiones cotidianas que se dan en el ambiente médico la filosofía tiene que haber renunciado a saber lo que es siempre y en todas partes del mismo modo, la esencia o naturaleza de las cosas. Y el único objeto que queda para su trabajo, cuando se pone a estudiar la Medicina, es lo que opinan los individuos particulares acerca de lo que es la Medicina y de lo que, por tanto, debe hacer el médico.

Es la vocación “humilde” de la filosofía moderna, que renuncia a buscar la sabiduría y se conforma con lo que los hombres pueden saber aquí y ahora.

Así, los libros y revistas de “Filosofía y Medicina” recogen las discusiones del ambiente médico con un título de cierta nobleza. Su problema filosófico, dentro de esta concepción moderna de la filosofía, consiste en buscar el entendimiento entre las diversas opiniones. Si se consigue este objetivo, y se alcanza una opinión común definitiva, se tendría una respuesta seria, filosófica, a la pregunta acerca de lo que debe hacer el médico. Esta opinión definitiva, autorizada por el consenso, se convertiría en guía del comportamiento de todos los médicos. De este modo, la filosofía moderna serviría de guía para la profesión médica.

Así las cosas, médicos y filósofos vierten en los artículos de estos libros y revistas argumentos y opiniones en abundancia. Unos más convincentes, otros menos. Unos más farragosos, otros incisivos y breves. Pero todos estos dimes y diretes no parecen progresar en absoluto hacia esa opinión autorizada que se busca. Siempre aparece una voz discrepante que dificulta el consenso definitivo.

Y es que existe un problema a la hora de arbitrar el procedimiento de llegar a esa opinión definitiva, autorizada, a partir de los diversos argumentos y opiniones. El problema consiste en que tal procedimiento no existe por el momento, y no parece que vaya a existir nunca. Porque cuando alguien ha propuesto un posible método para el avenimiento de las discrepancias, ha habido discrepancias respecto a ese método. Por tanto, antes de resolver las discrepancias médicas con el método adecuado, habrá que ponerse de acuerdo sobre dicho método, pero sin poseer ningún procedimiento para ponerse de acuerdo. Lo cual es un callejón sin salida, pues no vale ni contar el número de argumentos a favor o en contra ni valorar más los argumentos más fuertes o más razonables.

Esta dificultad hace que los argumentos de estos libros y revistas sean sumamente peculiares; como no poseen el procedimiento de llegar a una solución, tratan de ser convincentes: suelen ser argumentos ad hominem. Más que una fundamentación en principios sólidos, se busca una fundamentación en principios generalmente aceptados, que son los más convincentes de entrada.

Se viene así a admitir, aunque sea indirectamente, que la verdad es inasequible: al renunciar a la verdad absoluta, a la sabiduría intemporal de los clásicos, la filosofía moderna se hace incapaz incluso de la verdad “humilde” que pretendía. Todo filosofar queda reducido a que cada cual opine lo que le parezca, sin que esto conduzca a ningún resultado.

A pesar de esta limitación, médicos y filósofos modernos vibran con su “filosofía” de la opinión. Como necesitan una justificación para lo que los médicos hacen (el alma humana es implacable en este sentido), surgen miles de razones, de argumentos, que son mero ruido, porque son mera recopilación de opiniones subjetivas.

Para llegar al ansiado acuerdo, los más audaces intentan establecer sus condiciones de posibilidad, es decir, intentan delimitar un marco de ideas donde dichos intercambios de opiniones hacen mella en los interlocutores,

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