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HISTORIA ECONÓMICA, POLÍTICA Y SOCIAL DE AMERICA LATINA


Enviado por   •  18 de Abril de 2014  •  39.616 Palabras (159 Páginas)  •  825 Visitas

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HISTORIA ECONÓMICA, POLÍTICA Y SOCIAL DE AMÉRICA LATINA.

ÍNDICE:

TEMAS: PÁGINA:

I. CONQUISTA, ESTABLECIMIENTO Y REFORMA DEL RÉGIMEN COLONIAL. FORMACIÓN DE LAS NACIONES LATINOAMERICANAS 4

1. CRONOLOGÍA DE LOS MONARCAS ESPAÑOLES EN LOS ÚLTIMOS CINCO SIGLOS. 4

1.1. DINASTÍA DE LOS HABSBURGO (CASA DE AUSTRIA) 4

1.2. DINASTÍA DE LOS BORBONES. 4

2. LOS INICIOS DEL GOBIERNO REAL EN AMÉRICA.- 6

2.1. EL PRIMER VIRREINATO: CRISTÓBAL COLÓN 6

2.2. EL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA: PERÍODOS DE LA COLONIZACIÓN. 9

2.3. AÑO DE FUNDACIÓN DE LAS PRINCIPALES CIUDADES DEL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA. 9

3. ASPECTOS POLÍTICOS, ECONÓMICOS Y SOCIALES DE LA COLONIA HASTA 1750 10

3.1. EL PODER POLÍTICO: INSTITUCIONES, FACULTADES Y JERARQUÍAS. 10

3.2. LA ECONOMÍA COLONIAL: SECTORES PRODUCTIVOS Y ESTRUCTURAS ECONÓMICAS. 13

3.2.1. Plantas y especies agrícolas europeas, traídas por los españoles al continente americano. 13

3.2.2. Las plantas y frutos de origen americano que fueron llevados a Europa 14

3.2.3. Implantación y crecimiento de la ganadería en América. 15

3.2.4. Propiedad y concentración de la tierra en las colonias. 16

3.2.5. La minería: objetivo central y eje de la economía colonial. 17

3.3. LA SOCIEDAD COLONIAL: ETNIAS Y CLASES SOCIALES. RELACIONES, DERECHOS Y ESTATUS DE LOS DIFERENTES ESTRATOS SOCIALES. 20

4. LAS REFORMAS BORBÓNICAS (1750-1808). 22

4.1. CAUSAS Y PROBLEMÁTICA. 22

4.2. MARCO IDEOLÓGICO DE LAS REFORMAS. 24

4.3. OBJETIVOS DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS 24

4.4. MEDIDAS GENERALES Y ESPECÍFICAS ADOPTADAS (LAS REFORMAS): 24

4.5. RESULTADOS DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS. 25

II. EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS. 27

1. BALANCE GENERAL DE LA COLONIZACIÓN EN AMÉRICA. 27

2. ANTECEDENTES Y FACTORES DESENCADENANTES DE LA INDEPENDENCIA. 28

2.1. CAUSAS ECONÓMICAS. 28

2.2. CAUSAS SOCIALES: 29

2.3. CAUSAS POLÍTICAS: 30

2.4. EL DESARROLLO POLÍTICO DE LAS JUNTAS DE GOBIERNO EN AMÉRICA. 31

2.5. ESCENARIO INÉDITO: LA MONARQUÍA SIN REY (1808). 31

3. OTROS FACTORES QUE INFLUYERON EN LOS PROCESOS DE INDEPENDENCIA: 32

3.1. INFLUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA NORTEAMERICANA: 32

3.2. INFLUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA INICIADA EN 1789. 33

3.3. INFLUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA DE HAITÍ. 34

4. LOS ENFRENTAMIENTOS MILITARES: 34

4.1. PRIMERA ETAPA (1810-1814), INICIO Y DESARROLLO DE LA GUERRA CIVIL 34

4.2. SEGUNDA ETAPA (1814-1820), DESINTEGRACIÓN DEL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA. 36

III. SURGIMIENTO DEL ORDEN ECONÓMICO NEOCOLONIAL EN AMÉRICA LATINA 1824-1880 38

1. INGLATERRA PRONTO SUSTITUYE A ESPAÑA EN EL DOMINIO LATINOAMERICANO. 38

2. LAS DIMENSIONES DEL INFANTICIDIO INDUSTRIAL. 40

3. LOS “MONTONEROS” CONTRA LA DICTADURA DEL PUERTO DE BUENOS AIRES. 44

4. LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA PARAGUAY. 46

5. SURGIMIENTO DE ESTADOS UNIDOS COMO POTENCIA CONTINENTAL. 48

IV. PODER POLÍTICO Y CONDICIONES SOCIALES EN A.L. DURANTE LOS SIGLOS XIX y XX. 51

1. CONFORMACIÓN POLÍTICA DE AMÉRICA LATINA DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA. SIGLO XIX 51

2. EL ORDEN OLIGÁRQUICO EN AMÉRICA LATINA DE 1850 A 1920 56

2.1. INTRODUCCIÓN 56

2.2. RASGOS SOCIALES Y POLÍTICOS DE ESTE NUEVO ORDEN LIGADO AL MERCADO MUNDIAL 59

2.3. CRISIS DEL ORDEN OLIGÁRQUICO LIGADO AL MERCADO MUNDIAL 61

2.4. MÉXICO Y BRASIL, DIFERENTES FORMAS, MISMO DESTINO. 62

3. PODER POLÍTICO Y CONDICIONES SOCIALES EN A.L. DURANTE EL SIGLO XX. 64

3.1. LA RUPTURA DEL ESTADO OLIGÁRQUICO Y ORIGEN DEL POPULISMO 64

3.2. CONFIGURACIÓN DEL POPULISMO 65

3.3. EL POPULISMO EN EL PODER 66

4. GOBIERNOS POPULISTAS, Y NACIONALISTAS EN AMÉRICA LATINA: 68

4.1. BRASIL, Getulio Vargas (1930 – 1945 y 1951-1954) 68

4.2. ARGENTINA, Juan Domingo Perón (1946 – 1955) 69

4.3. EL NACIONALISMO DE LÁZARO CÁRDENAS EN MÉXICO (1934—1940). 70

V. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA CRISIS DEL ORDEN NEOCOLONIAL. 73

1. LA CRISIS CAPITALISTA DE 1929 73

2. LA ESTRUCTURA CONEMPORÁNEA DEL DESPOJO. 74

3. LA ESTERILIDAD DE LA BURGUESÍA NACIONAL 74

4. EL CAPITAL EXTRANJERO EN BRASIL, ARGENTINA Y MÉXICO. 76

5. PAPEL DEL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL. 77

6. LOS ESTADOS UNIDOS Y LA INVASIÓN DE LOS BANCOS. 78

7. UN IMPERIO QUE IMPORTA CAPITALES. 79

8. LA INDUSTRIALIZACIÓN NO ERRADICA NECESARIAMENTE LA DESIGUALDAD. 81

VI. LAS DICTADURAS REPRESIVAS DE NICARAGUA, GUATEMALA, REPUBLICA DOMINICANA Y HAITÍ: 83

1. INTRODUCCIÓN. 83

2. NICARAGUA. 84

3. GUATEMALA 85

4. HAITÍ: 87

5. REPUBLICA DOMINICANA: 88

VII. DICTADURA Y REVOLUCIÓN, EN LA ÚLTIMA ETAPA LATINOAMERICANA. 90

1. MILITARISMO Y FASCISMO EN CHILE 90

2. CHILE y el Dictador Augusto Pinochet Ugarte. 92

3. MILITARISMO Y FASCISMO EN ARGENTINA 93

4. LA REVOLUCIÓN CUBANA 94

5. CUBA y Fidel Castro. 95

BIBLIOGRAFÍA 97

HISTORIA ECONÓMICA, POLÍTICA Y SOCIAL DE AMÉRICA LATINA

RESUMEN, PRIMERA PARTE

I. CONQUISTA, ESTABLECIMIENTO Y REFORMA DEL RÉGIMEN COLONIAL. FORMACIÓN DE LAS NACIONES LATINOAMERICANAS

1. CRONOLOGÍA DE LOS MONARCAS ESPAÑOLES EN LOS ÚLTIMOS CINCO SIGLOS.

1.1. DINASTÍA DE LOS HABSBURGO (CASA DE AUSTRIA)

CARLOS I 1517—1556. (CARLOS I DE ESPAÑA y V DE ALEMANIA Y EL “SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO”). Se realiza la conquista de México y las demás colonias americanas y se inicia y consolida la hegemonía de España en Europa. Creación de la Casa de contratación de Sevilla y del Consejo de Indias.

FELIPE II 1556—1598. España se convierte en el centro de la Contrarreforma religiosa. Anexión de Portugal (1580), desastre de la “armada invencible” (1588) é inicio de la decadencia del poderío español. Paz de Vervins (1598).

FELIPE III 1598—1621. Decadencia económica —recesión, crisis é inflación— y política. Estancamiento demográfico; desorden monetario; debilidad de la burguesía e inadaptación al mundo capitalista.

FELIPE IV 1621—1665. Guerra de los 30 años; desquiciamiento de la monarquía y hundimiento del Estado Español. Paz de Westfalia. Independencia de Portugal.

CARLOS II 1665—1700. Intentos de Francia y Austria para apoderarse de los restos del imperio español en Europa. Liquidación del imperio continental. Guerra de sucesión a la muerte de Carlos II. Cesión de los países bajos y posesiones italianas a cambio del reconocimiento de Felipe V (Borbón) como rey de España.

1.2. DINASTÍA DE LOS BORBONES.

FELIPE V 1700—1746. Desaparición progresiva de las causas de decadencia. Iniciación del auge económico —agricultura, industria—, comercio; iniciación consecuente de la explotación económica del imperio indiano (América). Crecimiento demográfico. Supresión de las cortes e instituciones autónomas. Creación de las capitanías, intendencias y audiencias.

FERNANDO VI 1746—1759. Consolidación del regalismo dinástico (supremacía y primacía del rey como representante del estado); centralización y autoritarismo monárquico. Reducción del poder de la Iglesia (concordato de 1753); expulsión de los Jesuitas (1767); control estatal de la Inquisición; libertad de comercio de granos (1756); reorganización de la hacienda real.

CARLOS III 1759—1788. Período más fecundo del “despotismo ilustrado”. Presión de las minorías ilustradas. Embate de la razón frente a la tradición. Difusión de la ciencia y la técnica; liberalización del comercio (Con América en 1765). Protección de la burguesía. Supresión de la tasa y limitación de los poderes de la mesta (organización gremial de los grandes ganaderos). Alianza con Francia ante los acechos de Inglaterra. Comisión reformadora (reformas borbónicas) del visitador José de Gálvez a la Nueva España (1765—1771), más tarde Ministro de las Indias (1776—1787).

CARLOS IV 1788—1808. Crisis y decadencia de las realizaciones del despotismo ilustrado. Estancamiento en la agricultura; explosión del problema agrario debido a las estructuras de propiedad de la tierra. Apartamiento progresivo de las minorías ilustradas del poder, como producto de la alarma provocada por la Revolución Francesa, entre las clases privilegiadas. Reformismo moderado dirigido por Godoy. Presiones del clero y la oligarquía para su abdicación a favor de su hijo Fernando.

FERNANDO VII 1814—1833. Invasión Napoleónica de 1808 a 1814 é Imposición de José Bonaparte. Enconamiento de la lucha entre absolutistas y liberales. Triunfo temporal de los liberales al jurarse la Constitución de 1812 elaborada por las Cortes de Cádiz, que contiene las bases institucionales del “estado liberal—burgués”. Independencia de las colonias americanas. Oposición sistemática del monarca a la Constitución liberal. Restablecimiento del poder absoluto en 1823 con el apoyo de las potencias de la Santa Alianza (cien mil hijos de San Luis). Primera guerra carlista a la muerte del monarca por la sucesión. Regencia de María Cristina de 1833 a 1840, por la minoría de Isabel.

IZABEL II 1833—1868. Aceptación formal del constitucionalismo, en un período de pronunciamientos y gobiernos de facto (Espartero), etapas moderadas y períodos progresistas. Agudización de varias contradicciones: a) nobles feudales—burgueses; b) campesinos sin tierra—terratenientes; c) absolutismo—liberalismo; d) burguesía—proletariado. Primera huelga general de Barcelona (1855). Breve reinado de Amadeo de Saboya (1870—73) y proclamación de la I República Española en 1873—74.

ALFONSO II 1875—1885. Restablecimiento de la monarquía. Restauración borbónica. Alternancia del poder con Sagasti; etapa de estabilidad en gran parte debido al desinterés de las masas populares por la política. Monopolización del poder por los grandes propietarios rurales y la alta burguesía, hasta la II República.

REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (Esposa) 1885—1902. Pérdida de las colonias de Cuba y Filipinas. Conciencia popular de la postración del país y la necesidad de grandes transformaciones.

ALFONSO XIII 1902—1931. Divisiones y luchas entre los partidos de la oligarquía. Inestabilidad política y levantamientos populares ante la miseria y la falta de libertades políticas. El movimiento obrero con sus grandes sindicatos (CNT y UGT), da muestras de su fuerza en la huelga general en protesta por la carestía (1916). Agudización de la crisis económica y política como consecuencia de la I Guerra Mundial. Represiones al pueblo con el ejército. Revueltas campesinas, gobierno militar de Primo de Rivera (padre) 1923, mediante golpe de Estado. Represión de comunistas, anarquistas, nacionalistas, y liberales. Interinato del general Berenguer (1930). Dimisión de éste y de Alfonso XIII en 1931; triunfo de los liberales y socialistas y proclamación de la II República Española.

2. LOS INICIOS DEL GOBIERNO REAL EN AMÉRICA.-

2.1. EL PRIMER VIRREINATO: CRISTÓBAL COLÓN

Uno de los movimientos más extendidos y espectaculares en la historia de la civilización ha sido aquél a que nos referimos como la expansión de Europa.

Anunciada por el descubrimiento que Colón hiciera de América, y por los logros de los portugueses en la ciencia de la navegación, este movimiento presenció la expansión del comercio marítimo a un comercio mundial, y la extensión de la propaganda misionera a los cuatro confines del mundo.

En este proceso, España y Portugal desempeñaron el papel más dramático, y señalaron el camino que los llevó a tener durante un siglo la prioridad virtual sobre todo el hemisferio occidental (principalmente el continente americano), como las únicas potencias coloniales.

No fue sino hasta después de 1600 que ingleses, holandeses y franceses empezaron a desafiar seriamente la supremacía de aquellos. En el curso de tres generaciones, los españoles conquistaron, dominaron y colonizaron el imperio territorial más extenso que el mundo jamás había visto.

En la época del descubrimiento de América, España alcanzaba su unificación, avanzando hacia una organización nacional, condición preliminar necesaria para la guerra y la aventura, el descubrimiento y las exploraciones en el nuevo mundo. El príncipe Fernando, heredero de la corona de Aragón, e Isabel, heredera de Castilla, se casaron en 1469, con lo que se inicia la historia de la España moderna. Para fines de guerra y diplomacia, Castilla y Aragón fueron, a partir de entonces un solo estado.

Para salvar las contradicciones y evitar que las diferentes instituciones de los reinos ahora unificados fueran motivo de conflictos de integración, establecieron la supremacía incuestionable de la corona. Así sentaron además los cimientos de un absolutismo real que se extendió por toda España, en el momento mismo en que Colón buscaba financiamiento para su empresa, y las instituciones que crearon y desarrollaron en Castilla pronto se trasladarían a América, donde habrían de prevalecer durante trescientos años.

Una de las bases más antiguas y perdurables de su gobierno (monárquico) había sido la fe en su origen sobrenatural; los reyes sólo eran responsables ante Dios.

Estos conceptos dictaron el tipo de relación que se establecería entre la corona española y sus provincias americanas en donde sólo contaba la voluntad del Rey. Esto se logró, entre otros medios, con el uso de comisionados —corregidores, pesquisidores, visitadores—, agentes reales, pero sin facultades legales independientes, que actuaban únicamente a nombre del rey, que pronto asumieron amplias tareas administrativas, adoptaron funciones financieras y judiciales, y formaron la base de un gobierno real centralizado.

La primera expedición de Colón fue autorizada y financiada como una empresa de la reina Isabel, y las ganancias de la empresa enriquecieron el patrimonio de ésta y el de sus herederos como soberanos de Castilla. Desde el inicio, las “Indias” fueron consideradas como posesión directa y exclusiva de la Corona. No eran, estrictamente hablando, colonias españolas. El rey (ó la reina) tenía no sólo los derechos soberanos, sino también los derechos de propiedad; era el propietario absoluto, la única cabeza política, de sus dominios americanos.

Esta teoría jurídica continuó hasta el siglo XVIII, como una máxima fundamental de la política americana. Fue una teoría que, hacia el fin de la era colonial, bajo la dinastía borbónica, los estadistas españoles pudieron olvidar o ignorar. Pero finalmente, fue reafirmada por los insurgentes independentistas, para justificar sus demandas de autonomía política.

Más aún, bajo los reyes Habsburgo, los dominios americanos, sólo pertenecían a la corona de Castilla, no a la de Aragón. No fue sino hasta el año 1596, según evidencias de la Recopilación de leyes de Indias, cuando los habitantes de todos los demás reinos de España gozaron legalmente de los mismos derechos de emigración al Nuevo Mundo.

Otro de los puntos a debatir era si los indígenas eran seres racionales, o más semejantes a “bestias del campo”, como indicaban “su canibalismo, idolatría y otros vicios”, cuestionamiento que fue utilizado para justificar la explotación, los malos tratos y la negación de derechos a la población autóctona de América.

Por ello surgió el famoso Requerimiento, proclama llena de tecnicismos legales que, entre otros alegatos, conminaba a los aborígenes a reconocer la supremacía del Papa y de los reyes de Castilla, so pena de esclavitud y de la confiscación se sus esposas y bienes. Para ello se “requirió” que cada conquistador español hiciera que un notario leyera dicho documento a los indios, a través de un intérprete, antes de que se decretara la confiscación legal de su territorio o se iniciara la guerra en su contra.

Además, el dominio de Isabel y sus sucesores se apoyaba en las famosas bulas del papa Alejandro VI (1492) y los tratados de Tordesillas entre Castilla y Portugal (1494), que otorgaban a la corona castellana todas las islas y tierras al oeste de cierta línea (entre los 48° y 49° al oeste de Greenwich), y lo que quedara al este, sería de Portugal (de ahí el hecho de que Brasil hubiera sido colonia portuguesa).

Los primeros asentamientos europeos se establecieron en la isla de Haití o La Española, con capital fundada en Santo Domingo, que fue durante varias décadas el centro de la autoridad y empresa españolas. De aquí partieron las expediciones hacia las costas continentales americanas y los esfuerzos para ocupar la tierra firme, hasta que Cortés y Coronado en el Norte, y Pizarro y sus acompañantes en el Sur, hubieron trazado los últimos límites de la expansión española en el Nuevo Mundo.

El primer agente real en el nuevo mundo fue Cristóbal Colón. En las célebres capitulaciones de 1492 se le concedió el título hereditario de virrey de las tierras que esperaba descubrir, junto con el de gobernador, capitán general y almirante.

No obstante, a medida que la magnitud e importancia de estas nuevas regiones empezó a aclararse (en su real dimensión) en la conciencia de los soberanos, tendieron a retractarse de su contrato original, lo que originó largos litigios y conflictos entre Colón y sus descendientes y la Corona de Castilla, que se prolongaron hasta fines del siglo XVI, y en los que participaron Bartolomé (hermano de Colón), Diego Colón (hijo del almirante), en cuyo caso, con el establecimiento formal del Consejo de Indias en agosto de 1524, las demandas tomaron renovado vigor hasta su muerte en 1526.

Posteriormente Luis Colón (hijo de Diego y nieto del almirante), continuó los litigios legales frente a la corona, debiendo renunciar a todos los derechos acordados a su dinastía —salvo los títulos honorarios de duque y almirante—, a cambio de una renta vitalicia anual de 17,000 ducados, hasta su muerte en 1572. El sobrino de éste, también de nombre Diego, cuarto almirante de las Indias y segundo duque de Veragua, fue el último de la familia Colón en línea masculina directa.

Como en el caso del virreinato otorgado a Colón, los soberanos siempre temieron la independencia de sus poderosos súbditos allende el mar, por lo que una vez que se daban los primeros pasos de las conquistas y sus asentamientos, rápidamente limitaban o revocaban la autoridad y privilegios otorgados antes, y tarde o temprano designaban a un gobernador real que era sustituible a voluntad de la corona.

Así, la corona pudo erigir, antes de mediados del siglo XVI, y una vez consolidadas las guerras de conquista, dos vastas entidades políticas en el nuevo mundo: el virreinato de la Nueva España, establecido en 1535, y el de Perú, organizado en 1544.

2.2. EL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA: PERÍODOS DE LA COLONIZACIÓN.

PRIMER PERÍODO: (1493-1518) Inicio de la colonización, Adaptación al clima y enfermedades, primeras exploraciones y conocimiento geográfico (viajes de Francisco Hernández de Córdoba (1517) y Juan de Grijalva (1518). Primeros contactos con los indígenas en el continente. Asentamiento y urbanizaciones en las Antillas, La Española (República Dominicana), Jamaica, Cuba, Puerto Rico.

SEGUNDO PERÍODO: (1519-1573) Las grandes conquistas, México (central), Yucatán, Perú. Los conquistadores se convierten en colonos, encomenderos, mineros, comerciantes, hacendados, evangelizadores. Consolidación de los virreinatos básicos. NUEVA ESPAÑA en 1535 y EL PERÚ en 1542. Estructura definitiva del CONSEJO DE INDIAS fundado en 1524, consolidación de las encomiendas, utilización de la MITA en Perú y el CUATEQUIL en México (trabajo forzado en las minas y otras explotaciones). Auge del Comercio interoceánico con la metrópoli (América envía a Europa: Plata, Oro, azúcar, cacao, palo de tinte, cueros...)

TERCER PERÍODO: (1574-1699) consolidación de las Instituciones y relaciones básicas, período de estabilidad. Inicio de la decadencia económica de España, corrupción administrativa, venta de puestos públicos —patrimonialismo—, en la administración provincial y local (Alcaldes mayores, regidores...). La Corona pierde control sobre la burocracia indiana, ineficacia y anquilosamiento. Principales actividades económicas, La minería, el Comercio, la ganadería y la agricultura.

2.3. AÑO DE FUNDACIÓN DE LAS PRINCIPALES CIUDADES DEL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA.

AÑO: CIUDAD: AÑO: CIUDAD:

1496 Santo Domingo 1535 Lima

1511 La Habana 1535 Buenos Aires (1ª fundación)

1518 Panamá 1536 Asunción

1519 Veracruz 1538 Bogotá

1521 México 1541 Santiago de Chile

1524 Guatemala 1542 Mérida

1526 Túmbez 1565 S. Miguel Tucumán

1531 Cartagena 1573 Santa Fe ( La Plata)

1531 Maracaibo 1573 Córdoba

1534 Quito 1580 Buenos Aires (2ª fundación)

3. ASPECTOS POLÍTICOS, ECONÓMICOS Y SOCIALES DE LA COLONIA HASTA 1750

3.1. EL PODER POLÍTICO: INSTITUCIONES, FACULTADES Y JERARQUÍAS.

Por decreto del emperador Carlos V, se creó el “REAL Y SUPREMO CONSEJO DE INDIAS” en 1524, institución destinada a gobernar y administrar las colonias, formando parte de la Corte española, cómo máxima autoridad colonial, después del Rey de España. El Consejo de Indias tuvo amplias funciones en todas las esferas de gobierno: legislativas, financieras, judiciales, militares, eclesiásticas, y comerciales

Integrado en principio por Un Presidente, Cinco consejeros, un secretario, un fiscal, un contador y un “ujier”, el Consejo de Indias fue creciendo en número y especialización de sus funcionarios, conforme crecían en importancia y complejidad las colonias.

El Consejo de Indias proponía los nombres de los funcionarios coloniales cuya designación estaba reservada al rey, y ante él eran responsables todos estos funcionarios.

En su capacidad judicial, el Consejo era una Corte o tribunal de última instancia de demandas civiles importantes que hubieran sido resueltas antes por las Audiencias coloniales y resolvía asimismo asuntos legales relacionados con la Casa de contratación de Sevilla.

El Consejo también ejerció poderes de censura. Ningún libro que abordara temas de las colonias podía imprimirse en España o en las propias colonias sin una inspección previa, aprobación o licencia, y no podían introducirse libros a las colonias sin una autorización expresa del Consejo de Indias

El tipo de gobierno colonial establecido por el Consejo de Indias, se aplicó también al régimen de las colonias portuguesas, como en el caso de Brasil durante la unión de las Coronas de España y Portugal. De hecho fue durante esta era de control español, entre 1580 y 1640, cuando Brasil alcanzó el mayor desarrollo en sus estructuras administrativas.

En Santo Domingo, se instituyó la primera AUDIENCIA, que aunque con dificultades y conflictos llegó para quedarse. Posteriormente se establecieron Audiencias en las ciudades más importantes:

La Audiencia fue un órgano parecido al poder judicial, fueron las Cortes Reales más altas de apelación; tenía a su cargo la impartición de justicia, así como asesorar al gobierno colonial en asuntos de importancia. En América desempeñaban una función doble judicial y político-administrativa. En su función político-administrativa compartían asuntos con el Virrey —quien era su Presidente—, así como con el Capitán General de su jurisdicción.

La Audiencia Estaba compuesta por oidores o magistrados doctos en derecho. En el siglo XVII había en la Audiencia de México, doce jueces divididos en dos cámaras, una cámara civil de ocho oidores y una cámara criminal de cuatro alcaldes del crimen; también había fiscales o acusadores, canciller, alguacil mayor, capellán, relatores, notarios, custodios de fondos, abogado defensor de pobres y asistentes de abogados. Asimismo la Audiencia gobernó en ausencia del ejecutivo, como en los casos de destitución del Virrey o Capitán General.

El VIRREY, ejercía la autoridad suprema dentro de su virreinato como representante directo del soberano. En 1535 llega a la Nueva España el primer VIRREY, que fue Antonio de Mendoza quien duró en su puesto quince años y después fue trasladado a Perú donde murió poco después. El segundo Luis de Velasco gobernó catorce años y murió en el puesto. Al final de la colonia destacaron en Nueva España Antonio María de Bucareli y el Segundo Conde de Revillagigedo (1789-1794), como eficientes administradores y eficaces gestores del desarrollo económico

En Nueva España habrá unos 62 Virreyes durante los tres siglos de la colonia, además de ser los representantes directos del Rey de España, tenían el máximo poder Ejecutivo, político, civil y militar, aunque también cumplían funciones jurisdiccionales como PRESIDENTE DE LA AUDIENCIA, cargo que casi siempre ostentaron, y otras funciones que tenían que ver con el tesoro y la Iglesia.

En Perú hubo 41 Virreyes durante la Colonia y destacaron por su nivel de estadistas el Marqués de Cañete, y Francisco de Toledo, éste último que gobernó en Perú entre 1569 y 1581, desarrollando además una inmensa legislación para ese virreinato

Otras autoridades fueron los GOBERNADORES y los CAPITANES GENERALES, que cumplían las mismas funciones políticas, civiles, militares, administrativas, etc., que el virrey pero subordinados a éste —aunque solían tener correspondencia directa con el Rey de España—, y tenían jurisdicción únicamente en las provincias que gobernaban. Hubo CORREGIDORES y ALCALDES MAYORES, que gobernaban y administraban las regiones dentro de una provincia y lo mismo cumplían funciones judiciales de impartición de justicia, que de funciones fiscales al tener a su cargo la recaudación de impuestos, para lo que se apoyaban en los DELEGADOS Y SUBDELEGADOS.

En la base de la pirámide de poder encontramos al CABILDO, que era la autoridad local de las ciudades y pueblos. El Historiador mexicano Lucas Alamán, describe así al Cabildo de la ciudad de México, a principios del Siglo XIX: había quince regidores permanentes, hereditarios, a menudo con poca educación o fortuna, pero que venían de antiguas familias influyentes. Estos elegían a los dos Alcaldes y a seis regidores honorarios, de entre los comerciantes o abogados, los que por su mayor preparación ejercían gran influencia en el cabildo. Los regidores hereditarios eran todos criollos, nacidos en América; pero era la costumbre elegir a los alcaldes y a los regidores honorarios la mitad criollos y la mitad entre los españoles peninsulares residentes en la ciudad.

El Cabildo de Caracas, en la misma época tenía doce regidores propietarios y cuatro residentes nacidos en España (peninsulares). La práctica de elegir alcaldes por igual entre españoles criollos y peninsulares también se encontró en la ciudad de Guatemala. En pueblos de menor importancia lejos de los centros metropolitanos de la autoridad —Buenos Aires, por ejemplo—, los puestos en el Cabildo no tenían gran demanda y muchos o todos permanecían frecuentemente vacantes por falta de interesado; o si se compraban, era a un pequeño precio y se otorgaban de manera vitalicia (hasta la muerte del titular)

Para discutir cuestiones de grave importancia, como la defensa local en tiempos de guerra, algunas veces se invitaba de manera individual, a una asamblea mayor de los ciudadanos más “notables”, comerciantes, terratenientes, profesionistas, incluyendo al obispo o a los clérigos principales, para deliberar junto con el Cabildo formal, en lo que se ha llamado comúnmente Cabildo Abierto. Queda claro que aquí no asistía el pueblo libremente —sino sólo por invitación especial—, además de que el Cabildo no estaba obligado a adoptar los puntos de vista de los “notables”

Según el historiador Haring, y con base en testimonios de visitadores como Gálvez (1765-1771), en todas las ciudades de los virreinatos, las finanzas municipales se encontraban en un estado increíble de desorden y confusión. En muchos pueblos no se llevaban libros de los recibos y gastos más simples. La corrupción en la administración pública era universal.

3.2. LA ECONOMÍA COLONIAL: SECTORES PRODUCTIVOS Y ESTRUCTURAS ECONÓMICAS.

3.2.1. Plantas y especies agrícolas europeas, traídas por los españoles al continente americano.

Desde la época de Colón, los colonizadores empezaron a traer al “Nuevo Mundo” las plantas y animales domésticos de España.

Tanto la reina Isabel como sus sucesores, Carlos I (Carlos V), Felipe II,... tenían interés en el desarrollo agrícola de las tierras americanas. En 1512 se ordenó a la Casa de Contratación de Sevilla enviar arroz a La Española (Santo Domingo), acompañado de elaboradas instrucciones para su cultivo, igualmente la cebada fue fomentada desde los primeros años de la conquista. En Darién —hoy Panamá— se fomentaba el trigo, la cebada y otros granos desde 1511, habiéndose ofrecido recompensas para quienes lograran hacerlo exitosamente. Aclimatar el trigo en éstas tierras no fue tarea fácil, habiéndose logrado sólo después de varios intentos.

A partir de 1521, Carlos V emitió órdenes a la Casa de Contratación a fin de que se enviaran a Hernán Cortés en Nueva España (México) árboles, plantas y semillas. Los primeros registros de dicha Casa están llenos de referencias a embarques de cereales, vegetales y hierbas verdes diversas, frutas de zonas templadas y de zonas subtropicales como vid (uvas) naranjas, aceitunas, caña de azúcar, que enriquecieron las posibilidades agrícolas de las colonias.

El Obispo Las Casas nos dice que la caña de azúcar fue traída a los nuevos dominios por Colón en su segundo viaje, desde las Islas Canarias. Las primeras plantaciones en La Española aparentemente no tuvieron mucho éxito, fue hasta 1515, cuando Fernández de Oviedo llevó las primeras muestras de azúcar americana a España. Pronto, productores originarios de las Islas Canarias fueron requeridos para construir ingenios azucareros y se introdujeron esclavos negros en cantidades crecientes para trabajar en las plantaciones. De La Española se llevó el cultivo de la caña de azúcar a Cuba y Puerto Rico, y después a la Nueva España y a Perú.

En 1523 el rey ordenó asimismo a la Casa de Contratación de Sevilla prestar 4,000 pesos de oro a colonos responsables en Cuba, para ayudarlos a financiar la construcción de ingenios azucareros. No obstante lo anterior, las enormes cantidades de dulces y conservas consumidas por la población colonial española y la producción de ron y otras bebidas alcohólicas, consumieron la demanda local, habiendo pasado varias décadas antes de que la industria azucarera adquiriera importancia como producto de exportación.

En cuanto a la Nueva España (México), López de Gómara escribió a mediados del siglo XVI que ya se estaba produciendo tanta azúcar, que se embarcaba desde Veracruz y Acapulco, con destino a España y Perú respectivamente. Humboldt informa a fines del siglo XVIII que la Nueva España producía alrededor de 25,000 toneladas de azúcar, de las cuales exportaba dos terceras partes.

El Perú colonial produjo pocos excedentes agrícolas, a no ser por la actividad vitivinícola y las aceitunas. Tanto Chile como Perú produjeron excelentes vinos, a la mitad del precio de aquéllos importados de España. Originalmente el gobierno Español fomentó el cultivo de la vid y del olivo para la producción de vinos y aceites comestibles en las colonias americanas. Sin embargo hacia fines del reinado de Felipe II (1556—1598), España se preocupó por la competencia de estos productos americanos frente a la producción española, y se fueron introduciendo restricciones crecientes a la producción de vinos y aceites en las colonias que estorbaron su fomento, aunque nunca se logró detener la producción clandestina y el contrabando desde América.

El cultivo de la morera, árbol que aloja al gusano de seda se convirtió en una de las principales ocupaciones de la Nueva España en el siglo XVI. Alrededor de 1530, los frailes dominicos fomentaron el cultivo de la morera y la producción de sedas, que se difundieron rápidamente en el centro y sur, teniendo como centro principal la región mixteca de Oaxaca. Hernán Cortés y sus hijos se embarcaron en la producción de seda, plantando miles de árboles de morera y pronto fueron seguidos por encomenderos, pequeños granjeros, jefes nativos y comunidades indígenas. Motolinía informa que en 1541 la cosecha de seda de la Nueva España sumaba más de 15,000 libras y de buena calidad.

A partir de 1580 la producción de seda entró en decadencia debido a varios factores, entre ellos, la importación de seda más barata que llegaba a través de las Filipinas, la disminución brusca de la población y con ella de la mano de obra indígena, y finalmente por la prohibición oficial del gobierno español, aunque cuando se inicia la restricción a esta producción en 1596, la producción ya había disminuido de manera sustancial.

3.2.2. Las plantas y frutos de origen americano que fueron llevados a Europa

Hasta ahora sólo hemos hablado de las plantas importadas al “Nuevo Mundo” desde Europa. Sin embargo, la contribución de las plantas americana a la economía de los españoles y del mundo en su conjunto fue notable. Fueron exportados desde lo que hoy conocemos como América Latina: la papa, el tomate, el maíz, la yuca, el cacahuate; tabaco, coca, chinchona, zarzaparrilla; piña, guayaba, cacao; caucho, maderas preciosas, henequén, y muchas otras fibras vegetales.

Algunas de estas plantas las cultivaron por primera vez los españoles sobre bases económicas capitalistas, de plantaciones, particularmente en los casos del tabaco y el cacao. Sabemos que Colón vio a los indígenas fumando tabaco cuando tocó por primera vez las islas americanas y los conquistadores posteriores descubrieron la misma práctica en Yucatán y en el centro de México. En el siglo XVII se incorporó en la cultura europea, el hábito de fumar tabaco.

En cuanto al cacao, también era de uso común entre las élites prehispánicas, como bebida y como medio de intercambio o trueque. Originalmente disuelto en agua y aromatizado con miel a la manera de los indios y posteriormente con azúcar y especias, el chocolate se convirtió también en uno de los alimentos más apreciados por los españoles. Sin embargo, el cacao no se llevó a España, sino hasta aproximadamente 1580. Apareció en Italia 25 años después, y su consumo en los demás países europeos de generalizó en el curso del siguiente siglo.

3.2.3. Implantación y crecimiento de la ganadería en América.

En América prácticamente no había animales domésticos antes de la llegada de los españoles, aunque se pueden citar los casos del guajolote (pavo) el escuintli o perrito Azteca, y la Llama en el Perú, entre otros escasos ejemplos.

Los animales introducidos desde Europa —caballos, ganado vacuno, borregos, cerdos, cabras, burros, mulas— se adaptaron rápidamente y fueron extraordinariamente prolíficos de América. En el curso de una o dos generaciones el ganado se reproducía y crecía salvaje en las planicies de pasto natural del Río de la Plata, el Orinoco, las sabanas de las islas caribeñas, los montes y valles de México.

Desde la época de los primeros asentamientos españoles, se ordenó que hubiera bosques y tierras de pastizaje para el uso común de todos los colonos españoles, de modo que pudieran poner a pastar libremente su ganado. La unidad de distribución era de una legua cuadrada (unos 20 km2) por cada 2,000 cabezas de ganado mayor; para 6,000 cabezas o más se asignaron dos unidades, y para 10,000 cabezas, tres unidades. Las concesiones de más de tres unidades de tierra para ganadería requerían de una licencia especial del rey de España. Es decir que sólo los conquistadores de mucha influencia, podían aspirar a poseer tierras suficientes para más de 10,000 cabezas de ganado.

La proliferación de todo tipo de ganado en los pastizales vírgenes de las tierras americanas fue tan explosiva, que frecuentemente las autoridades ordenaban matanzas masivas de ganado sin provecho para nadie, ante la “sobreproducción” de ganado que no encontraba mercado para su venta debido a la mínima capacidad adquisitiva de la mayoría de la población, que no obstante su hambre y necesidad, no podía pagar el precio de la carne.

El gremio de los ganaderos o real corporación de LA MESTA, que jugó un papel tan importante en la historia de la España medieval, y que tuvo efectos negativos para el desarrollo de la agricultura española, también se implantó en América (el propietario de ganado no estaba obligado a cercar sus terrenos y frecuentemente los animales se comían las cosechas o sembradíos)

Los inicios de las leyes y ordenanzas ganaderas en América pueden encontrarse en las resoluciones tomadas por el Cabildo de la ciudad de México en 1529, en las que se requería que cada ganadero tuviera una marca privada (fierro) para identificar y registrar su ganado en dicho Cabildo.

Al principio, cada ganadero que tuviera 300 cabezas de ganado menor (borregos, cerdos, cabras) o 20 de ganado mayor (vacas, toros) debía pertenecer al gremio de LA MESTA. Sin embargo posteriormente el gremio se hizo más elitista y plutocrático: para 1680 ya se exigía en la Recopilación de Leyes de Indias que para pertenecer a LA MESTA —con los privilegios legales que ello conlleva—, se debía poseer al menos 3,000 cabezas de ganado menor o 1,000 cabezas de ganado mayor.

3.2.4. Propiedad y concentración de la tierra en las colonias.

El concepto de propiedad privada de la tierra en la cultura y legislación españolas y europeas, no existía entre la mayoría de las culturas indígenas sometidas por los españoles. No obstante y aun cuando la Corona repetidamente ordenó que la asignación de tierras a los conquistadores y colonos posteriores no interfiriera con aquellas de los indios, los conquistadores y los colonos que vinieron después se distribuyeron las tierras entre ellos sin tomar en cuenta los derechos o necesidades de los pueblos autóctonos de los alrededores.

Originalmente, en las primeras décadas de las colonias americanas, la tierra y la expectativa de los colonos de poseerla fueron un gran atractivo para la migración española y colonización del continente americano y muchos colonos se dedicaron a cultivar directamente sus parcelas. Sin embargo, la presencia de los indígenas y la oportunidad que se ofreció de explotar su trabajo, probablemente sirvieron para estimular la creación de latifundios.

En los trópicos cálidos, donde se desarrolló la producción a gran escala de rubros comerciales como azúcar, tabaco, algodón,... la concentración de la propiedad, junto con una abundante oferta de trabajo barato (en este caso de los esclavos negros) que los inmigrantes europeos difícilmente podían —además no querían — proporcionar, fue inevitable. Esas eran durante la colonia, las condiciones en la mayor parte de lo que hoy es Latinoamérica, y aún después de la independencia, en muchas repúblicas.

La tierra pertenecía en su mayoría a las familias ricas o a las corporaciones eclesiásticas (la Iglesia), y era cultivada mediante el trabajo esclavo o semiesclavo, con métodos extensivos y primitivos.

Los españoles siempre “se las arreglaron” para privar a la población nativa de sus derechos sobre la tierra. La consecuencia fue una cadena incesante de quejas, peticiones y demandas de las comunidades indígenas en contra de sus vecinos españoles; frecuentemente los litigios pasaban de una generación a otra. (Las leyes que enmarcaron la reforma agraria en México, en pleno siglo XX, dan cuenta todavía de este persistente problema que sobrevivió y se agudizó después de la independencia y durante el porfiriato en México).

3.2.5. La minería: objetivo central y eje de la economía colonial.

En la minería se ubica el origen de muchas fortunas privadas en América, así como la principal fuente de los ingresos que la Corona española obtuvo en las Indias. La prosperidad de los mineros se reflejó a su vez en la actividad de otras industrias. Con el incremento del dinero en circulación vino una demanda creciente de bienes, un alza en el valor de la tierra en una sociedad donde ésta era la única forma de inversión, y un estímulo para la construcción de iglesias, palacios, monasterios, hospitales y otros edificios tanto públicos como privados.

Los primeros envíos de la real hacienda colonial a España consistieron casi exclusivamente en objetos de oro. La plata que se encontró entre los indígenas en el continente americano, generalmente era de bajo grado, mezclada con cobre. Pero pronto se descubrió que las fuentes de oro eran relativamente pocas, y que la reserva que se encontró entre los indios se debía a lentas acumulaciones a través de los años, mientras que aparecieron minas de plata en grandes cantidades.

Las primeras minas de plata fueron descubiertas por los españoles en la Nueva España en 1531 o 1532, en el área de lo que hoy es Michoacán y Guerrero. Unos años después llegaron algunos técnicos europeos (prusianos o alemanes) expertos en técnicas mineras, trayendo los primeros equipos para la fundición del metal.

En 1548 se descubrieron las grandes minas de Zacatecas, destinadas junto con las de Guanajuato a ser las más ricas de la Nueva España, y en 1552 las famosas minas de Real del Monte en Pachuca. Para mediados del siglo, la minería había alcanzado proporciones tales, que el virrey Mendoza emitió en 1550 un Código minero que tendría vigencia por varias décadas.

Entre tanto, ocurrirían desarrollos similares en el virreinato del Perú. Según los primeros cronistas, las minas de plata en Porco, a pocos kilómetros de Potosí, fueron explotadas por españoles antes de 1540. En 1545 se descubrió el famoso Cerro de Potosí, tal vez el más célebre de la historia, y en la misma década se desarrollaron ricos lavaderos de oro en el centro de Chile y en el interior de Nueva Granada (Colombia) en el norte.

Bartolomé de Medina en1556 en Nueva España, y el Virrey Toledo en 1570 en Perú dieron un paso trascendental en la tecnología de explotación de la Plata: introdujeron un método llamado “de Patio” que con base en el “azogue” o mercurio permitía eficientar la obtención del mineral de plata, incluso en filones de menor concentración y riqueza. Este método perduró durante la mayor parte de la dominación colonial.

A partir del método mencionado, el azogue o mercurio, adquirió una gran importancia para el mantenimiento de la industria de la minería de la plata, y fue monopolizado de inmediato por la Corona española, que controló la distribución del mercurio según sus conveniencias.

La minería era una actividad muy aleatoria (sujeta a la suerte o fortuna) para los inversionistas que se dedicaban a ella. Además debido a las fuertes inversiones de capital que requería, conforme se hacías más profundas las vetas, llevaba a la quiebra a muchos concesionarios mineros que no aguantaban los ciclos de interrupción o pérdida de las vetas y se iban a la quiebra financiera. El Conde Valenciana en la Nueva España ganó muchos millones de pesos y acumuló gran fortuna y propiedades a partir de la minería; pero fueron miles los que fracasaron en el intento.

Para los trabajadores directos de la actividad minera (indios, negros, castas y algunos blancos) las condiciones eran de altísimo riesgo. Si bien ganaban en promedio salarios más altos que en la agricultura y otras actividades, frecuentemente perecían en las profundidades de la tierra por las sorpresivas inundaciones y derrumbes, además de otros accidentes propiciados por el atraso tecnológico y la falta de previsión y sentido humanitario de los propietarios.

Desde los últimos años del reinado de Carlos V (1517—1556), el oro, pero sobre todo la plata de las minas extraordinariamente ricas de la Nueva España (México), Nueva Granada (Colombia) y el Perú, empezaron a fluir crecientemente a España hasta alcanzar cantidades impresionantes de acuerdo a su valor.

Hasta 1520, los envíos a España fueron totalmente en oro, desde las islas del Caribe. Pero después con los descubrimientos de las minas de plata que siguieron a la conquista de México y Perú, la proporción de plata (frente a la de oro) enviada a mediados del siglo XVI, se incrementó hasta constituir el 85% del metal embarcado a España.

La proporción de plata —sobre todo después de los nuevos hallazgos y de la introducción del método “de patio”—, alcanzó en 1560 más del 95% y para el siglo XVII más del 99%.

Este incremento en la producción de los lingotes americanos fue la principal causa de la inflación (aumento de los precios) en Europa, registrado en los siglos XVI y XVII, que a su vez fue uno de los principales factores en el desarrollo (acumulación originaria) del capitalismo moderno.

De acuerdo a los registros de los recibos de metal de la Casa de Contratación de Sevilla en España, los promedios de envío anual de metales preciosos de América hacia España en valor expresado en pesos de oro (450 maravedíes c/u) por décadas, es como sigue:

Década: Valor en pesos oro Década: Valor en pesos oro

1503—10 $ 143,466 1581—90 $ 5’320,724

1511—20 218,875 1591—1600 6’961,336

1521—30 117,260 1601—10 5’580,853

1531—40 558,812 1611—20 5’464,058

1541—50 1’046,271 1621—30 5’196,520

1551—60 1’786,453 1631—40 3’342,545

1561—70 2’534,875 1641—50 2’553,435

1571—80 2’915,855 1651—60 1’065,488

De las cifras anteriores podemos observar que a partir del año 1 600 el valor de los metales enviados empieza a declinar y la disminución se agudiza a partir de 1630.

Las causas de la disminución de los envíos son varias: el desastre demográfico de la población nativa que disminuyó en más de 90%, precisamente entre los primeros años de la conquista y hacia 1605, con la consiguiente escasez de mano de obra; el agotamiento de las vetas inicialmente descubiertas, especialmente en Potosí; el contrabando, es decir el comercio americano al margen del control español, principalmente con las Filipinas y con Inglaterra. La recuperación de los envíos no se daría sino hasta después del año 1 700 y por las razones que veremos en su momento.

Es importante aclarar que la mayor parte de las minas, aunque —como todas las tierras conquistadas— originalmente fueron apropiadas por la Corona de Castilla, eran entregadas a través de concesiones a particulares para explotarlas, mediante el pago a la Corona, de un impuesto que se tasaba como regla general en el 20% del valor del metal extraído, es decir de la quinta parte, por lo que dicho impuesto fue conocido como el “Quinto Real”.

No obstante, frecuentemente se concedían rebajas en el impuesto del “Quinto Real”, de acuerdo a la dificultad de explotación en ciertas regiones, o a la pobreza de las vetas, o al interés de fomentar nuevas explotaciones, por lo que dicho impuesto fue ajustado a una octava, una décima e incluso una doceava parte de lo extraído. En el caso de la Nueva España (México), cuando los mineros entregaban en las instalaciones de fundición, metal extraído de sus propias minas el impuesto se redujo hasta el 10%, aunque si se recibía de intermediarios comerciantes de lingotes sí se les cobraba el 20%. En Perú los lingotes de oro sólo pagaban el 5%.

El “Quinto Real” fue la fuente más lucrativa de ingresos obtenidos anualmente por la Corona española, de sus posesiones americanas.

Dado que la balanza o equilibrio comercial de España con el resto de Europa siempre fue desfavorable, la Metrópoli española se convirtió en la distribuidora de metales preciosos (dinero metálico) hacia el mercado europeo en la forma de escudos y reales castellanos, y a veces en especie, es decir en lingotes no amonedados.

Las manufacturas, efectos suntuarios (de lujo) y demás abastos, incluso buena parte de los granos básicos que se consumían en España, le llegaban de Francia, Inglaterra, Italia, Alemania y los Países Bajos (Holanda) a cambio de su oro y de su plata, que alimentaron la industrialización de los países abastecedores mencionados, a costa de la postración de la industria española. Los metales preciosos americanos financiaron en gran medida las frecuentes guerras extranjeras de los primeros Habsburgo. Las tropas españolas y soldados mercenarios extranjeros al servicio de la Corona, eran pagados, alimentados, vestidos y armados con el oro y la plata de las colonias.

3.3. LA SOCIEDAD COLONIAL: ETNIAS Y CLASES SOCIALES. RELACIONES, DERECHOS Y ESTATUS DE LOS DIFERENTES ESTRATOS SOCIALES.

Una de las mayores dificultades en relación a los primeros años de la etapa colonial de América latina, es establecer el número de pobladores que habitaban estas tierras, en el momento de la llegada de los españoles y portugueses. Podemos encontrar estimaciones que van desde la cifra de 12 millones, hasta la de 70 millones de habitantes.

Una de las razones que contribuyen a la anterior confusión, es que, independientemente del número de habitantes que hubiera habido, se dio un fenómeno de grave disminución de la población, no sólo como consecuencia de las guerras de conquista, sino sobre todo, por las nuevas enfermedades infecciosas que los españoles trajeron a América. Esta “catástrofe demográfica” se registra sobre todo durante el primer siglo de la conquista y colonización, al grado que la escasez de mano de obra es un aspecto constantemente mencionado en las crónicas de los historiadores españoles.

Se registran diferentes figuras o formas jurídicas en la legislación española, para formalizar la explotación del trabajo indígena: encontramos la encomienda, que consistía en la entrega de un grupo de familias indígenas a un encomendero español, quién tenía el derecho de recibir tributos (pagos en especie) así como el trabajo de los encomendados, explotar además las tierras de los indígenas para beneficio de aquél, aunque supuestamente el motivo principal de la encomienda era la evangelización, es decir convertir a la religión católica a los nativos.

Desde 1542, con un ordenamiento llamado las “leyes nuevas”, la Corona española pretendió abolir esta figura, sin embargo se impuso siempre el interés de los colonos españoles para impedirlo, y la encomienda subsistió en muchas regiones hasta la época de la independencia, si bien a fines del siglo XVI ya había perdido importancia en la economía colonial.

Otra forma de explotación del trabajo de los nativos era el repartimiento, cuya característica fue la entrega temporal a un español, de un grupo de indígenas quienes estaban obligados a proporcionar el trabajo y los servicios requeridos, mediante el pago de un salario, lo mismo para la agricultura, que para las minas, el transporte de mercancías y otros empleos domésticos.

En Nueva España (México) el repartimiento fue conocido también como cuatequil, por su nombre en lengua náhuatl y en El Perú la forma como se llamaba al repartimiento era la mita, institución que los españoles tomaron de las costumbres locales, que también obligaba a un grupo de nativos, los mitayos, a proporcionar el trabajo obligatorio mediante un salario, sobre todo en las minas.

Todas las formas de explotación indígena reconocidas por las leyes españolas, contemplaban en el papel ciertas reglas de trato y condiciones de trabajo que buscaban “humanizar” la explotación. Sin embargo en la práctica los abusos de los españoles fueron constantes, por lo que era frecuente la intervención de los clérigos evangelizadores para exigir un trato mejor a los indígenas.

El régimen de encomiendas y repartimientos pronto agotó sus posibilidades, debido a la resistencia de los nativos, a la progresiva disminución de la población por la elevada mortalidad y por el mestizaje creciente. Amerindios (indígenas americanos), mestizos y blancos, tal es el cuadro étnico de la América latina, al que la importación de esclavos africanos, incipiente durante el siglo XVI, pero muy importante durante el XVII, se agregó como una necesidad urgente de la economía americana, para sustituir la mano de obra indígena, cada vez más escasa.

Así, la población de la América hispana se concentra en dos grupos netamente distintos: por un lado, las razas sometidas a la tutela y explotación, los indios, o a la abierta esclavitud, los negros. Por la otra parte, la raza blanca, los españoles y portugueses europeos y sus descendientes nacidos en América, que fueron los rectores y beneficiarios directos del régimen colonial.

Entre los blancos la cosa no era muy sencilla: los blancos españoles o portugueses nacidos en Europa, los peninsulares, siempre mantuvieron la supremacía en el poder, los puestos públicos más importantes y el monopolio del comercio. Sus descendientes, nacidos en América los criollos, aunque no pocos amasaron riqueza en las minas, la agricultura y la ganadería, estuvieron en general relegados de los puestos importantes, formándose entre los dos subgrupos de blancos, contradicciones y diferencias crecientes que se agudizarán en el momento de la independencia.

La mezcla entre indios y españoles fue muy corriente, en lo que fue determinante la falta de mujeres entre los primeros colonos y la ausencia de prejuicios raciales. Los mestizos de blanco e india, como descendientes de dos razas puras, ocuparán en la pirámide social, el lugar inmediatamente inferior al de los blancos puros.

En una situación mucho peor quedarán los mulatos, descendientes de negros y blancos. El estado de esclavitud de la raza negra en América marcaba a todos sus descendientes. En el último escalón estaban los hijos de negro(a) e indio(a), los zambos.

Sin embargo, la multitud de casos intermedios en la combinación racial originó un verdadero sistema social de castas en el siglo XVII, alcanzando su máximo desarrollo en el XVIII, antes de la independencia, acuñándose una retahíla de adjetivos peculiares que indicaban el interés y esfuerzo por marcar las diferencias raciales: moriscos, albinos, coyotes, chamizos, cambujos, albarazados, adelantados, torna-atrás, ahí-te-estás, tente-en-el-aire, prietos, pardos, anegrados, etc.

Es posible que a mediados del siglo XVI, el número de españoles establecidos en América no rebasara los 120,000, mientras que los indígenas serían unos 12 millones (aunque un siglo después habrían bajado a 9 millones para seguir descendiendo). Hacia 1650 se calcula que los blancos serían unos 650,000 mientras seguían existiendo a pesar de la alta mortalidad unos 8 millones de indios, y 1’300,000 mestizos, negros y castas. Es decir la población blanca que estaba en la cúpula económica y social de la colonia, siempre fue muy minoritaria comparada con el resto de la población, lo que siempre fue factor de enorme tensión social y no pocas rebeliones.

4. LAS REFORMAS BORBÓNICAS (1750-1808).

4.1. CAUSAS Y PROBLEMÁTICA.

Durante el Siglo XVII, (hasta el fin del período de los reyes Borbones), la economía colonial y por tanto la de la metrópoli española entran en un período de crisis y decadencia, debido por una parte al relajamiento de la eficacia gubernamental (vida disipada y de lujos de la nobleza española) y por otra parte a la corrupción originada por el patrimonialismo (venta de plazas y puestos públicos en las colonias).

Como ejemplo destacado de lo anterior, se observa una disminución violenta de las remesas metálicas (plata y oro) de las colonias americanas hacia España:

Período: Valor de las remesas metálicas:

1591-1595 35.5 Millones de pesos

1621-1625 27.0 “ “

1646-1650 11.7 “ “

1656-1660 3.3 “ “

Poderío creciente de la Iglesia (solamente en Nueva España se estima que poseía más de la mitas de las tierras cultivables).

Poderío exacerbado de las corporaciones, como el Consulado de comerciantes de la ciudad de México.

Corrupción administrativa y venta de puestos públicos (Alcaldes Mayores, Regidores...) así como de títulos de nobleza

Relajamiento (pérdida importante) del control político y administrativo en las colonias

Ineficiencia e incapacidad del gobierno imperial para hacer funcionar la estructura administrativa, patrimonialismo, rigidez estamentaria , privilegios, prebendas...

Desfalcos frecuentes a las cajas reales (fraudes y robos al erario por parte de funcionarios públicos)

A partir del año 1700 se da —no sin conflictos internos— un cambio dinástico en España iniciándose el reinado de los Borbones, quienes se proponen una política de profundas reformas para revertir la crisis y recuperar el control político parcialmente perdido así como el crecimiento económico basado en la explotación consecuente y eficaz de sus colonias americanas. No obstante, los primeros reyes borbones Felipe V (1700-1746) y Fernando VI (1746-1759), encuentran una resistencia tenaz de la burocracia indiana y no es sino hasta el ascenso al trono del tercer rey Borbón Carlos III (1759-1788), cuando las reformas avanzan, dándose al final un cambio radical de las relaciones entre las colonias y la metrópoli.

4.2. MARCO IDEOLÓGICO DE LAS REFORMAS.

Las reformas borbónicas se inspiran en el “despotismo ilustrado”, que es la orientación ideológica que se abre paso entre la nobleza europea, de manera particular en Francia y que es un período de transición entre el viejo conservadurismo semifeudal de las monarquías gobernantes y el liberalismo de la “ilustración” que se abre paso de manera incontenible —recordemos que la revolución francesa que acaba con la monarquía en este país, estalla en 1789— y que de manera concreta se entiende en España como:

El rey de España es la institución absoluta e indiscutible. (Regalismo monárquico)

Prioridad absoluta de los intereses de la metrópoli

Explotación consecuente (efectiva) de las colonias americanas

Centralización del poder gubernamental y de la administración

Conveniencia de profesionalizar a los cuadros de gobierno (burocracia capacitada para sus funciones)

Estudio y difusión de la ciencia y la técnica (rechazo a la escolástica medieval, en el marco además de la revolución industrial)

4.3. OBJETIVOS DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS

Recuperar los hilos del control político y administrativo a favor de la Corona

Reducir el papel y poderío de las corporaciones: la Iglesia, el Consulado de Comerciantes...

Recuperar la producción y economía colonial y sobre todo garantizar su envío efectivo a la metrópoli

4.4. MEDIDAS GENERALES Y ESPECÍFICAS ADOPTADAS (LAS REFORMAS):

Creación de dos nuevos virreinatos: el de NUEVA GRANADA (Venezuela, Colombia, Ecuador) en 1718 y el de LA PLATA (Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile) en 1776

Expulsión de la Compañía de Jesús —la orden de los Jesuitas— en 1767, de todos los dominios españoles.

Desamortización de los bienes de la iglesia, imponiendo préstamos forzosos a la Corona mediante real Cédula de 1804

Eliminación de la figura de los Alcaldes Mayores y de la venta de puestos públicos

Creación de la figura de los INTENDENTES (1786) y sus colaboradores operativos, los Subdelegados con funciones fiscales (recaudación de impuestos), entre otras.

Reducción de los poderes del Virrey: Los Intendentes y gobernadores serán nombrados por el rey de España

Liberalización relativa del Comercio entre la metrópoli y las colonias, lo que afectó al Consulado de Comerciantes de México

Preferencia de los españoles peninsulares para la asignación de los puestos públicos (con exclusión y afectación de los criollos)

Creación del “estanco” del tabaco (monopolio del rey en la producción, industrialización y comercialización del tabaco)

Profesionalización y crecimiento del ejército (que pasó en Nueva España de unos 5,000 efectivos en el siglo XVIII a 35,000 en 1803)

4.5. RESULTADOS DE LAS REFORMAS BORBÓNICAS.

Estas reformas alcanzaron su objetivo principal, ya que en los años siguientes (los últimos de la colonia), la producción de plata, oro, la ganadería, la agricultura, los ingresos del fisco real (impuestos) tuvieron un crecimiento que en algunos casos duplicó y triplicó la producción que se obtenía antes de las reformas. Sin embargo las reformas crearon otros problemas no deseados por la Corona, que en buena medida abonarán a favor de las causas independentistas:

Los criollos y mestizos vieron cerradas sus posibilidades de acceder a puestos y posiciones políticas (excepto en los ayuntamientos) lo que incubó sentimientos de frustración y adopción creciente de una identidad nacionalista americana y antiespañola.

Además los resultados económicos de las reformas demostraron la viabilidad económica de las colonias.

Difusión de hábitos y costumbres “afrancesadas”, en tertulias, cafés, billares... que se convirtieron en difusores de las nuevas ideas de la ilustración. “ideas heréticas y sediciosas” según la Inquisición

El crecimiento económico acelerado, profundizó las desigualdades sociales y otros desajustes y expectativas

La sociedad “estamental” no logró cambios manteniendo su poca movilidad y grandes contrastes

Deseos crecientes de mestizos, indios y castas de sacudirse el peso de la explotación que durante siglos han soportado

EL proceso de las reformas borbónicas solo fue interrumpido por la invasión napoleónica a España en 1808, tema que veremos en cuadro-resumen siguiente.

Una de las colonias donde las reformas borbónicas tuvieron el mayor impacto en los resultados económicos fue precisamente la Nueva España (México). A principios del Siglo XIX, en vísperas de los procesos de independencia en América Latina, México participaba con las dos terceras partes del total del valor de las remesas en metal y otras mercancías que España recibía de sus colonias americanas. Por ello el comportamiento de la economía mexicana es altamente representativo del impacto de dichas reformas.

El análisis más detallado de la evolución de la economía de la Nueva España (México) referido a la época en estudio, lo haremos en el Curso correspondiente a la historia de nuestro país. Por ahora adelantamos la siguiente gráfica, que es ilustrativa del comportamiento de la producción de plata en los Virreinatos de México y Perú, entre 1550 y 1800:

Analizando la gráfica anterior podemos observar cómo a partir del gobierno de los Borbones (1700) se inicia un ciclo de recuperación en la estancada producción de metales, que en el caso de México resulta espectacular, mientras en el caso de Perú sólo se advierte una leve recuperación.

II. EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE LAS COLONIAS AMERICANAS.

1. BALANCE GENERAL DE LA COLONIZACIÓN EN AMÉRICA.

Hacia 1808, cuando se dan los primeros sucesos detonantes del proceso independentista en Latinoamérica, el dominio español y portugués en nuestro continente ya acumulaba 3 Siglos. Para esa época, la fisonomía social y material en estas tierras distaba mucho de la que existía en el momento del encuentro de la cultura europea y la americana, tras 15 generaciones de amalgamamiento cultural, étnico y poblacional.

El español o castellano, estableció y consolidó su hegemonía (dominio) como lengua común y unificadora, por encima de las lenguas aborígenes que a la hora de la conquista sumaban unas 2,000, considerando las que pudiéramos denominar troncales o básicas y sus derivaciones. No obstante, 300 años no fueron suficientes —como no lo han sido los 5 siglos acumulados hasta hoy—, para erradicar, como hubieran querido los conquistadores, este rasgo cultural básico, al menos en el caso de las culturas autóctonas más fuertes.

La evangelización, que constituyó la gran empresa paralela y propiciatoria de la conquista, desplegada por ejércitos de clérigos dominicos, agustinos, franciscanos y jesuitas, convirtió formalmente al cristianismo, a millones de indígenas, mestizos y castas en América, aunque la presencia de las religiones nativas de este continente y en particular las de los negros africanos, emerge con sorprendente vigor en los rasgos peculiares del sincretismo religioso, a veces producto de las concesiones de los evangelizadores para propiciar la adopción de las nuevas creencias, pero frecuentemente como táctica de los dominados para ocultar la prevalencia de sus creencias nativas, como en el caso de la santería.

En cuanto a las condiciones sociales y materiales (económicas) de vida, la polarización era escandalosamente contrastante, entre las élites blancas de un lado, minoría concentradora de la riqueza y el poder —sin perder de vista las contradicciones entre peninsulares y criollos— y de la otra parte la inmensa mayoría de indígenas, negros, y toda la gama de población mestiza que constituyeron la fuerza de trabajo en las minas, los campos agrícolas, los obrajes o factorías, el transporte, las obras públicas y todo género de trabajo manual indeseable y pesado, con un estatus legal discriminatorio, víctimas de explotación y trato inhumano, sin educación, y en condiciones deplorables de salud, alimentación, vivienda y vestido.

La población total antes de la independencia de las colonias europeas en América Latina (obviamente sin considerar a las ex colonias anglosajonas de Norteamérica), se estima en las siguientes cifras, por grupos étnicos:

POBLACIÓN DE LAS COLONIAS ANTES DE LA INDEPENDENCIA:

Peninsulares, nacidos en Europa, que forman la burocracia virreinal y con dominio claro en el poder político y en el comercio 300,000

Criollos, blancos nacidos en América, con fuerte presencia en las actividades económicas, incluida la minería, ilustrados y nacionalistas 2’500,000

Mestizos, mundo intermedio, algunos integrados a los blancos y otros a los indígenas, representan, no obstante, la mano de obra calificada 3’000,000

Indios, población aborigen no mezclada, con diversos grados de integración y condición social, son el grueso de la fuerza de trabajo 10’000,000

Negros, mano de obra esclava, importada desde el África, localizados principalmente en las islas caribeñas y en el Brasil 1’000,000

TOTAL: 16’800,000

2. ANTECEDENTES Y FACTORES DESENCADENANTES DE LA INDEPENDENCIA.

2.1. CAUSAS ECONÓMICAS.

En el siglo XVIII, España y Portugal ya no eran ricos imperios. El oro y los metales preciosos que extrajeron de América fueron utilizados para consumir los productos industriales de otras regiones europeas y no para desarrollar la industria local. De este modo, la economía de la metrópoli, todavía era fundamentalmente agraria, cuando la industria inglesa ya florecía en las áreas textil y metalúrgica (hierro y acero).

Por otro lado, ambos reinos tenían inmensas deudas con banqueros de Inglaterra, Francia y otros países europeos, lo cual afectaba su política interna y externa. Como España y Portugal imponían el monopolio comercial, el contrabando y la piratería se hicieron prácticas comunes que los comerciantes ingleses ejercían con gran habilidad. Los mercaderes de esclavos de Liverpool tenían ganancias por más de un millón de libras anuales.

Por su parte, las colonias ibéricas en el Nuevo Mundo producían una inmensa riqueza que acrecentó el poder de los criollos, quienes como hemos visto, compraban los puestos gubernamentales como si fueran mercancías, de modo que las leyes imperiales sólo se cumplían a medias.

Las reformas de Carlos III y de los demás Borbones en los dominios españoles, que buscaban fortalecer la autoridad peninsular, produjeron gran inconformismo entre los criollos, que ahora tenían mayores impuestos y menos participación en el gobierno.

Consecuentemente, en el siglo XVIII, los criollos comenzaron a autodenominarse americanos y disputaron fervientemente los principales cargos públicos a los peninsulares. Esta pugna, fisuró la unidad así como los intereses que habían cohesionado al grupo blanco en los siglos anteriores, sembrando la semilla de la emancipación de las colonias americanas.

2.2. CAUSAS SOCIALES:

A estas tensiones coloniales se sumaron también las rebeliones de indígenas, negros esclavos y campesinos mestizos o mulatos. No hay que olvidar que estos tres sectores oprimidos formaban el 85% de la población de las colonias. Entre las protestas de "comuneros" mestizos, las más famosas son la de Asunción (Paraguay) en 1731, y la de Socorro (Colombia) en 1781, que se sublevaron violentamente contra los nuevos impuestos y las restricciones económicas de España.

También en 1780 ocurrió una inmensa sublevación indígena que se extendió por zonas del Perú, Bolivia y el norte de Argentina. El líder de esta rebelión, que reunió un ejército de 60.000 indígenas, fue José Gabriel Condorcanqui, quien se proclamó el nuevo monarca inca con el título de Túpac Amaru II, y con el lema: "Campesino: el patrón ya no comerá más de tu pobreza". En todos estos casos, la represión española fue implacable, sometiendo a sangrientas torturas a los sublevados.

En Haití (1791) hubo además una rebelión de esclavos -había más de 70.000- que culminó, no sin gran violencia y represión por parte de Francia, España e Inglaterra, en la independencia de la isla, la primera emancipación antieuropea de una nación de raza negra (1804), en América Latina.

Además, como el gobierno Español era monárquico, absolutista y despótico, el gran crecimiento de la población y la influencia de las ideas liberales en la península ibérica, chocaron con el “statu quo”, causando gran inestabilidad social.

Al mismo tiempo, las ideas liberales florecían en las colonias americanas a pesar de la represión imperial. Los jesuitas, expulsados de América en 1767, realizaron en el exilio una labor de abierta oposición al régimen absolutista. Para fines del siglo XVIII ya había en América científicos reconocidos, intelectuales inquietos y revistas liberales de prestigio internacional, tales como “El Papel” periódico de La Habana (1790-1804) y el “Mercurio Peruano” (1791-95).

Para 1794, el colombiano nacido en Bogotá, Antonio Nariño, había traducido y publicado en español la Declaración de los derechos del hombre, y el venezolano Francisco Miranda (1750-1816) había participado en la revolución francesa y en la guerra de independencia de los Estados Unidos, recorriendo luego Europa en busca de armas, dinero y apoyo para la independencia de América.

Para 1796, el ilustre Simón Rodríguez se encargaba de la educación del libertador Simón Bolívar, entonces un niño de trece años, el huérfano más rico de Venezuela. Rodríguez le mostró la dura vida de los mil esclavos que trabajaban para la familia Bolívar, lo llevó a conocer los campos venezolanos, y le infundió ideas subversivas para la época: "las escuelas deben abrirse a las gentes comunes de sangre mezclada; deben estudiar juntos los niños y las niñas. Primero, porque así los hombres aprenden a respetar a las mujeres, y segundo, porque las mujeres aprenden a no tener miedo de los hombres; igualdad, libertad, fraternidad es el ideal de un buen gobierno"

Para principios del siglo XIX, las tensiones políticas en los territorios españoles de América eran explosivas. Era cada vez más evidente la rivalidad entre los criollos, oficialmente excluidos de los puestos de gobierno a pesar de tener gran poder económico, y los "chapetones" o "gachupines", es decir, los peninsulares que representaban a la Corona en América.

Además, las desigualdades e injusticias de las sociedades americanas a fines del siglo XVIII exacerbaron las tensiones sociales. En consecuencia, el triunfo de la Revolución Francesa y el nuevo gobierno expansionista de Napoleón Bonaparte detonaron, sin quererlo y por caminos divergentes, los procesos de independencia en Haití, Brasil y el continente hispanoamericano.

2.3. CAUSAS POLÍTICAS:

Si las invasiones inglesas demostraron a los habitantes de Buenos Aires que tenían que defenderse solos, la invasión de Napoleón a España los convenció de la necesidad de ser libres.

En 1808, los ejércitos napoleónicos invadieron el territorio español y tomaron prisioneros al Rey Carlos IV y a su hijo, el príncipe Fernando (futuro Fernando VII). José Bonaparte, hermano de Napoleón, fue nombrado rey de España, lo que motivó que las colonias terminaran de perder el respeto hacia la monarquía española.

En mayo de 1808, el pueblo español salió a la calle gritando vivas al rey, pero los soldados franceses invasores los reprimieron violentamente. A pesar de ello, los españoles organizaron la "resistencia", formando Juntas de gobierno, las cuales desconocían la autoridad de los franceses y gobernaban en nombre del príncipe Fernando a quien reconocían como el legítimo sucesor del trono.

En Sevilla, los nacionalistas españoles organizaron una gran Junta Central, protegida por una escuadra inglesa. La oposición a Napoleón convirtió a Inglaterra y España en aliadas. La Junta Central de Sevilla organizó un ejército y derrotó a los franceses en la batalla de Bailén, a fines de 1808.

En dicha batalla peleó un joven nacido en el Río de la Plata, que había ido a España a hacer la carrera militar. Años más tarde ese joven sería el héroe de la Independencia de Argentina, Chile y Perú: el General José de San Martín.

2.4. EL DESARROLLO POLÍTICO DE LAS JUNTAS DE GOBIERNO EN AMÉRICA.

Las recién creadas juntas serán denominadas autonomistas por su concepción del poder político. El virreinato de Buenos Aires con una oligarquía de mercaderes y hacendados muy compacta y que producía para la exportación, constituye su principal bastión.

En Chile y Venezuela las juntas tienen que hacer frente a fuertes resistencias de núcleos fidelistas (fieles a España) y por último Nueva Granada debido a su fraccionamiento geográfico y económico caerá en una anarquía con proclamación de juntas en uno y otro sentido.

Perú constituye el núcleo de la posición fidelista y contribuye a la polarización del enfrentamiento frente a Buenos Aires. El miedo a un levantamiento de la población indígena y mestiza en caso de inestabilidad política, como la sublevación de Tupac Amaru, llevó a realizar un pacto tácito entre los criollos peruanos y fidelistas.

Se permitió el acceso al poder político de forma moderada a los criollos que vieron muchas ventajas en un Perú fuerte que intervendrá en contra de las juntas autonomistas de Chile, Quito o Alto Perú.

Nueva España (México), reproduce en un principio el esquema mediatizador impuesto en Perú y serán las élites criollas las que repriman violentamente los movimientos rebeldes como el de Miguel Hidalgo con marcado carácter social e indígena en 1811.

2.5. ESCENARIO INÉDITO: LA MONARQUÍA SIN REY (1808).

La invasión francesa de España y el secuestro de Fernando VII constituye un hecho sin precedentes. Inicia a partir de 1808 un periodo de convulsiones e inestabilidad interna en la América hispánica que tendrá graves consecuencias. Primero una guerra civil entre las élites sociales americanas y más tarde la evolución de este enfrentamiento hacia la independencia de cada territorio.

Nunca en la historia de España desde 1492 se dio la circunstancia de que el trono quedara vacante y jamás se interrumpió la legitimidad del poder como ocurre a principios del siglo XIX tanto en la España peninsular como en la americana.

EL poder, según las tesis tradicionales del despotismo ilustrado, residía en el pueblo, quien lo delegaba en un rey legítimo; desaparecido o incapacitado el monarca (en este caso preso de un enemigo exterior) el poder revierte al pueblo.

La unidad del estado no se pone en duda pero dada la fuerte regionalización del territorio español, surgen juntas populares en toda España coordinadas por la Junta Suprema Central de Sevilla. En Ultramar, las colonias americanas siguen el ejemplo de los liberales nacionalistas de la metrópoli y crean sus propias juntas que, sin embargo, tendrán serias consecuencias sobre la estabilidad política y social.

En el continente aparecen dos líneas diferentes para la solución de la crisis política del un estado español descabezado:

a) Las élites criollas más innovadoras y decididas vieron, en la creación de las juntas, la oportunidad de añadir, al poder económico y social que ya tenían, un poder político necesario para confirmar sus intereses. Defenderán la creación de las juntas a semejanza de las peninsulares, que para ellos, representaban al pueblo soberano y debían asumir el poder político en nombre de Fernando VII pero con autoridad propia e independiente. Teoría que coincidía con la defendida por los liberales en España.

b) Frente a ellos se configuró una tesis fidelista, apoyada por clérigos regalistas, grandes hacendados, gachupines poderosos, y miembros de la burocracia real. Defendían la idea de que el único poder legítimo dimanaba de la Península y en tanto hubiera algún órgano de poder político en ella, y en aras de la estabilidad, el gobierno correspondía a la antigua burocracia real.

En 1810 se teme por la victoria de los franceses en España, que esta cerca de ser total, y surgen las primeras Juntas en Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas y Cartagena de Indias. Inmediatamente se producen enfrentamientos violentos entre ambas tendencias que dividen a la sociedad e incluso polarizan los diferentes territorios latinoamericanos.

3. OTROS FACTORES QUE INFLUYERON EN LOS PROCESOS DE INDEPENDENCIA:

3.1. INFLUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA NORTEAMERICANA:

La conformación política y social de las colonias Españolas y Portuguesas en América, comparadas con las colonias Inglesas en este continente, nos obliga a interpretar los hechos acaecidos entre 1763 y 1783 en Norteamérica, en función de los distintos intereses, ya que la configuración social y política de las mismas no era idéntica.

No debemos entender bajo ningún punto de vista la revolución de independencia norteamericana como una ruptura entre los hombres que dirigían Las Asambleas Legislativas de las trece colonias. Es decir, desde hacía mucho tiempo las colonias inglesas se regían bajo unas medidas muy claras: sus propios intereses.

La revolución norteamericana no debe ser tratada sino como una revolución burguesa, donde la metrópoli ponía trabas al desarrollo del capital industrial norteamericano.

A finales de la guerra europea de los siete años, Inglaterra quiere reformar el pacto colonial para de esta manera poder centralizar el poder en las instituciones feudales, y dotar de poder virreinal a los gobernadores de las trece colonias; además abusivamente, las autoridades inglesas alojaron a sus soldados en los hogares de los norteamericanos e impusieron una serie de impuestos indirectos sobre los cultivos producidos en el agro norteamericano y comercializados en sus principales puertos.

Los dirigentes de las trece colonias eran burgueses acostumbrados a gozar del poder social y de un amplio poder político, de aquí que mostraran total insumisión a las medidas tomadas por su metrópoli. La riqueza estaba desigualmente dividida: en el campo la tensión entre grandes hacendados y pequeños propietarios venia de antiguo; en la ciudad los grandes comerciantes se agrupaban en una elite social mientras veían el descontento de artesanos, obreros y marineros, estos conflictos fueron parte de la propia revolución y la dotaron de una reconocible participación campesina.

El desarrollo de una conciencia revolucionaria popular, es anterior a la proclamación de la política fiscal por parte de Londres. A partir de 1765 el movimiento popular se une con los patriotas burgueses y Gran Bretaña pasa a ser el gran enemigo de la mayoría de los colonos.

Como revolución capitalista y antifeudal, la independencia norteamericana genera una ideología y un programa enmarcados en las ideas liberales que se abrían paso en Europa, es decir su inspiración filosófica era la Ilustración, que anticipándose algunos años a la revolución francesa que estallaría hasta 1789, fue caja de resonancia del liberalismo en América Latina.

Además, la constitución federalista de los Estados Unidos—conjuntamente con la Constitución Francesa y la Constitución liberal española de 1812— será uno de los modelos en que se inspirarán las futuras repúblicas de la América Latina, a la hora de dar forma a su propia carta magna y a su forma de gobierno

3.2. INFLUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA INICIADA EN 1789.

Como hemos adelantado, el gran movimiento político, social, ideológico y filosófico que significó la revolución francesa, no solo para América Sino para el mundo, inspirada en las ideas de la ilustración, que se plasmó en obras de pensadores como Rousseau, Montesquiu, Diderot, D’alambert, y el con un discurso incendiario para la época, por antifeudal, antimonárquico, racionalista, que anunciaba la instauración del poder de la burguesía capitalista, con sus proclama de “libertad, igualdad, fraternidad” y su “Declaración universal de los derechos del hombre”, fue naturalmente fuente de inspiración y modelo de programa y proyecto de país, para los dirigentes independentistas de las colonias españolas en América.

Casi todos los dirigentes que lideraron los movimientos político militares de la independencia en América Latina, desde Hidalgo, Primo de Verdad, Fray Servando, Morelos, Bolívar, Nariño, Miranda, Páez, San Martín, Sucre, O’higgins, Rivadavia, Belgrano, Artigas, etc., abrevaron en mayor o menor medida en la ideología liberal de la ilustración y en su materialización más célebre: la revolución francesa.

3.3. INFLUENCIAS DE LA INDEPENDENCIA DE HAITÍ.

El 15 de agosto de 1791 era día de la Asunción de la Virgen y fiesta nacional en Francia, y también una fecha sagrada para la población de origen africano en el Santo Domingo francés, que practicaba su religión bajo los símbolos católicos. Ese día se realizó allí una ceremonia secreta que organizó la rebelión de esclavos más grande de la historia del continente.

Boukman, el sacerdote africano del vudú que dirigió los rituales, empleó el sonido de los tambores para difundir la noticia y sincronizar las rebeliones, en las que los amos blancos y los capataces (overseers) mulatos fueron masacrados. La esclavitud fue abolida y, después de trece años de sangrientos combates con tropas francesas, españolas e inglesas, se proclamó la nación independiente de Haití (palabra de origen taíno que significa "montañoso") en 1804, bajo el gobierno y posterior absolutismo del teniente Jean-Jacques Dessalines.

La temprana independencia Haitiana, frente al poder francés, con el ingrediente especial de que fue una revolución de los negros esclavos que constituirían —con todos sus problemas y limitaciones—, la primera república negra del continente americano, fue naturalmente ejemplo impactante e inspiración para las demás colonias en la América Latina.

4. LOS ENFRENTAMIENTOS MILITARES:

4.1. PRIMERA ETAPA (1810-1814), INICIO Y DESARROLLO DE LA GUERRA CIVIL

Las colonias continentales de España en América, declararon una tras otra su independencia de la metrópoli después de las invasiones de Napoleón. En la ausencia de un monarca legítimo desde 1808, las colonias hispanoamericanas tenían que decidir a quién obedecer, y esto sacó a flote las tensiones sociales reinantes. Para 1811, Buenos Aries, Bogotá y Caracas habían declarado gobiernos autónomos en reemplazo del rey español, cautivo bajo el poder de Napoleón.

La contienda civil se convierte en militar y radicaliza las posturas extremistas de ambos bandos. Las dos partes en cada caso, iniciaron un proceso de atracción del resto de los grupos sociales que pasan de pasivos a desarrollar un papel activo, alineándose y engrosando los diferentes bandos pero siempre con una posición subordinada que —salvo de manera efímera— no llegó a ser una lucha de clases o guerra de razas al interior de las colonias.

En México, el padre Miguel Hidalgo lideró una rebelión desde el pueblo Dolores iniciada el 16 de septiembre de 1810. El rumor se extendió, y cerca de ochenta mil indígenas y mestizos, bajo la imagen de la Virgen de Guadalupe, se levantaron para luchar por la libertad del país, con el objetivo de mejorar su precaria situación social, arrasando con haciendas y ciudades al occidente y norte de México. Esto tuvo como contrapartida un endurecimiento de la élite criolla, que permaneció fiel a España hasta 1821. Algo similar había ocurrido en Perú: tras el levantamiento de Tupac Amaru, los criollos se habían aliado con el gobierno colonial, y sólo en 1824 se declaró la independencia, lograda por dos ejércitos que venían de fuera.

En Venezuela los fidelistas con apoyo desde Nueva España y los llaneros del interior derrotan a los autonomistas y Bolívar su líder debe refugiarse en Nueva Granada. Buenos Aires trata con poco éxito de asegurar los territorios del interior que permanecen fuera de su gobierno fracasando en el control de Paraguay y el Alto Perú controlado por las milicias peruanas.

A pesar de esta escalada bélica no se abandonan las salidas pactadas. En Chile se establecerá el tratado de Lircay por el que la junta autonomista conserva el poder político interior y libertad económica pero reconoce la legitimidad del Rey y su pertenencia a la corona española.

Las guerras por la independencia frente a España duraron casi quince años en Suramérica, dirigidas desde el norte por el venezolano Simón Bolívar, y desde el sur por el argentino José de San Martín, por eso llamados los "Libertadores". Después de difíciles y heroicas campañas de soldados indígenas y mestizos, y de generales criollos, los ejércitos de Bolívar y de San Martín se encontraron en Lima y declararon la independencia definitiva de las colonias continentales españolas.

Paradójicamente, las élites suramericanas decidieron por fin romper con el gobierno español a causa de las reformas liberales que avanzaron nuevamente en España en 1820, retomando la constitución liberal de Cádiz de 1812, y que ponían en peligro los privilegios de los criollos.

Así, la independencia política no implicó una reforma social sino, por el contrario, una manera de asegurar la continuidad de la dominación de la élite local. Esta fue una de las razones por las cuales no fue posible unificar las naciones de Latinoamérica, donde los criollos estaban acostumbrados a imponer su autoridad local casi como señores feudales y no había tradición democrática.

En líneas generales puede afirmarse que entre 1808 y 1814 —período de ocupación francesa de España por Napoleón—, a pesar de la convulsión en Europa, las tropas españolas logran a la postre contener el proceso emancipador, después de espectaculares avances de los insurgentes en casi todas las colonias.

En efecto este período vio la derrota temporal de los intentos de Hidalgo y Morelos en México, mientras Bolívar tuvo que replegarse y refugiarse en Jamaica, en la medida en que el ejército español del realista Pablo Morillo se afianzaba en el territorio de Nueva Granada (Venezuela, Colombia y Ecuador). En La Plata (Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile) Belgrano y San Martín retrocedían y los realistas triunfaban en Vilcapugio y Ayohuma.

4.2. SEGUNDA ETAPA (1814-1820), DESINTEGRACIÓN DEL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA.

El año 1814 supone la vuelta al trono de Fernando VII y por lo tanto la vuelta del poder tradicional en todos los territorios de la Corona. De 1814 a 1820, los movimientos emancipadores (libertarios) realizaron progresos sustanciales.

En 1816, José de San Martín consolida la independencia chilena en la batalla de Maipú. En 1819 Simón Bolívar tiene el control necesario para proclamar la unidad de Nueva Granada.

Entre 1820 y 1824 la causa emancipadora gana las últimas batallas. En 1821, San Martín entra en Lima y Bolívar triunfa en Carabobo (Venezuela). En 1821 el ejército trigarante producto de la alianza entre Iturbide y Guerrero proclama el “Plan de Iguala” que declara la independencia de México, mientras Sucre vence en Pichincha (Ecuador) al ejército español. En 1824, el nuevo triunfo de Sucre, lugarteniente de Bolívar, en Ayacucho (Perú), remata el proceso emancipador.

En opinión de historiadores con visión europeísta, hasta 1814, para España La situación en Ultramar no era irreversible. La autoridad del Rey era reconocida por las partes y le hubiera valido para impulsar acuerdos políticos que no llegaran a la ruptura total. Según esos historiadores, tratados como el de Licray demostraban que la salida pactaba era posible, aunque el grado de autonomía hubiera tenido que ser mayor para territorios como Buenos Aires o Venezuela.

Sin embargo, el rey renuncia a considerar alguna de estas fórmulas de conciliación. Su voluntad como en España, es el retorno a la situación previa a 1808. En vez de impulsar negociaciones, se puso al frente del fidelismo y consideró a todos los autonomistas como rebeldes y traidores. De esta forma se iniciará un doble conflicto; solapado en la Península entre liberales y absolutistas, abierto en forma de guerra en América. Tanto es así, que se puede distinguir entre un periodo de contiendas civiles hasta 1814 y, desde ese año, una guerra colonial entre metrópoli y colonias.

Los desastres de la guerra, además, no terminaron en 1824. Guerras de separación entre las nuevas naciones, conflictos entre partidos políticos e intereses locales, y grupos de criollos y mestizos que reclamaban privilegios gracias a su nuevo estatus militar, fueron la constante causa de violencia e inestabilidad política durante casi todo el siglo XIX en Hispanoamérica. Los enfrentamientos entre liberales y conservadores eran comunes, las regiones rivalizaban por el dominio del gobierno central y éste por el sometimiento de las regiones, en suma, los conflictos sociales de las ex colonias permanecieron sin solución, creando un ambiente social volátil.

Los cuatro virreinatos españoles se transformaron, en pocas décadas, en dieciocho países soberanos, y muchos de ellos con repetidas guerras civiles. No es sorprendente que, poco antes de morir en 1830, y después de ver dividirse su sueño de la Gran Colombia en tres países diferentes, Simón Bolívar afirmara: "América es ingobernable. Los que hemos servido a la revolución hemos arado en el mar".

Sin embargo, los obstáculos a la unidad latinoamericana tuvieron importantes causas externas. Las potencias anglosajonas se opusieron tenazmente —desde el Congreso de Panamá realizado en 1926— a los proyectos federalistas unificadores de Bolívar, quien era muy consciente de los tres adversarios a los cuales había que vencer sucesivamente para que Latinoamérica conquistara su plena independencia: España, Inglaterra y los Estados Unidos.

Los hechos se encargaron de dar la razón a Bolívar, puesto que, rotos los lazos de dependencia política respecto de España, nuestros países latinoamericanos cayeron bajo el vasallaje económico neocolonial de Inglaterra en el siglo XIX y de los Estados Unidos en el XX.

III. SURGIMIENTO DEL ORDEN ECONÓMICO NEOCOLONIAL EN AMÉRICA LATINA 1824-1880

1. INGLATERRA PRONTO SUSTITUYE A ESPAÑA EN EL DOMINIO LATINOAMERICANO.

En 1823, George Canning, ministro del exterior y cerebro del Imperio británico (Inglés), celebraba sus triunfos universales. Alzando su copa y burlándose del encargado de negocios de Francia le decía a éste: “...vuestra sea la gloria del triunfo, seguida por el desastre y la ruina (en obvia referencia al ascenso y caída del imperio napoleónico); nuestro sea el tráfico sin gloria de la industria y la prosperidad siempre creciente... La edad de la caballería ha pasado; y la ha sucedido una edad de economistas y calculadores...”

El funcionario francés tuvo que soportar la humillación de este brindis. Inglaterra vivía el principio de una larga fiesta; la era de la Paz Británica y el auge de su poderío económico, se abrían sobre el mundo. En América Latina, la independencia había confirmado a perpetuidad el poder de los terratenientes latifundistas, así como de los comerciantes que desde los puertos practicaban el comercio exterior, a costa de la anticipada ruina de los países nacientes.

Las antiguas colonias españolas, y también Brasil, eran mercados abiertos para los tejidos y manufacturas inglesas. Canning no se equivocaba al escribir “...la cosa está hecha; el clavo está puesto, Hispanoamérica es libre (de España y Portugal); y si nosotros no desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa...”

La máquina de vapor, el telar mecánico y el perfeccionamiento de la máquina de tejer habían hecho madurar vertiginosamente la revolución industrial en Inglaterra. Se multiplicaban ahí las fábricas y los bancos; la fuerza del vapor había modernizado la navegación y muchos grandes buques navegaban hacia los cuatro puntos cardinales universalizando la expansión industrial inglesa.

La economía británica pagaba con sus tejidos de algodón y recibía a cambio los cueros de Argentina, el guano y los nitratos (abono agrícola) del Perú, el cobre de Chile, el azúcar de Cuba, el café del Brasil y muchas otras materias primas, que con sus utilidades alimentarían a lo largo de todo el siglo XIX, la pujante prosperidad de Inglaterra.

Los ingleses habían sabido aprovechar la ubicación de su gran isla, llena de puertos. El imperio británico contaba con el puerto más grande y el más poderoso aparato financiero de su tiempo. Tenía el más alto nivel de especialización comercial, el monopolio de seguros y fletes marítimos y dominaba el mercado del oro. Nada enfurecía tanto a los ingleses, como el proteccionismo aduanero y a veces lo hacían saber en un lenguaje de sangre y fuego, como en la Guerra del Opio contra China.

El libre comercio en los mercados, sólo se convirtió en un paradigma (modelo indiscutido) para Inglaterra, a partir del momento en que estuvo segura de que era la potencia más consolidada por su capacidad industrial y financiera. En sus difíciles comienzos, cuando la industria británica todavía no era competitiva, desarrolló su industria textil al abrigo de la legislación proteccionista más severa de Europa.

En realidad, recordemos que desde antes de las guerras de independencia ya los ingleses controlaban buena parte del comercio legal entre España y sus colonias, pero también un caudaloso flujo de mercancías de contrabando (tráfico ilegal). El tráfico de esclavos brindaba una pantalla eficaz para el comercio clandestino, aunque de todos modos, los productos que de manera legal registraban las aduanas de toda América Latina, en su mayoría no provenían de España.

El monopolio del comercio Español durante la colonia, no había existido nunca en los hechos; las colonias americanas ya estaban perdidas para la metrópoli mucho antes de 1810, y las revoluciones de independencia no representaron más que una formalización política de ese estado de cosas.

Convencido el gobierno británico de que la conquista militar y la dominación directa ya no era viable y en todo caso muy incierta y costosa, y sin renunciar al uso de la fuerza cuando lo consideraron necesario, inauguraron el turno histórico de los diplomáticos, los mercaderes y los banqueros: un nuevo orden liberal en las excolonias españolas ofrecerá a Gran Bretaña el control de las nueve décimas partes del Comercio con la América española.

A partir de 1810, en plena efervescencia independentista, Londres aplicó una política pragmática y cambiante, cuyas fluctuaciones obedecieron a la necesidad de favorecer el comercio inglés, impedir que América Latina pudiera caer en manos de las Estados Unidos o de Francia y prevenir que el desarrollo del pensamiento liberal no fuera más allá de lo “adecuado” para agitar contra España, sin que se consolide realmente un pensamiento libertario profundo y consecuente.

En los albores de la independencia, Cuando se constituyó la primera Junta de Gobierno en Buenos Aires, Argentina, el 25 de Mayo de 1810, una salva de cañonazos de los buques británicos de guerra saludó su constitución desde el Río de la Plata. El capitán inglés del barco “Mutine”, pronunció, en nombre de su majestad, un inflamado discurso celebrando la independencia de la nueva nación del Plata. El gobierno de Buenos Aires en sólo 3 días eliminó varias prohibiciones que regulaban el comercio de importación; 12 días después, redujo los impuestos que gravaban las exportaciones de cueros y sebo, que eran del 50%, a sólo el 7.5%. En 6 meses se levantó la prohibición de exportar el oro y la plata en monedas, de modo que pudieran fluir a Londres sin inconvenientes.

Como consecuencia de lo anterior, ya en 1812, algunos comerciantes británicos comunicaban a su ministerio del exterior que “...hemos logrado reemplazar con éxito los tejidos alemanes y franceses...”. Habían desplazado también del mercado los tejidos argentinos, y el mismo proceso se registró con variantes en otras regiones de América Latina.

De Yorkshire, Gales y Lancaster, en Gran Bretaña, brotaban sin cesar telas de algodón y de lana, artículos de hierro y cuero, de madera y porcelana. Los telares de Manchester, las ferreterías de Sheffield, las alfarerías de Worcester y bisuterías sin cuento, inundaron los mercados latinoamericanos.

El supuesto “comercio libre” enriquecía a los puertos americanos que vivían de la exportación y elevaba a los cielos el nivel del despilfarro de los viejos ricos y nuevos barones del poder económico y/o político, ansiosos por disfrutar de todo el lujo que el mundo ofrecía, pero al precio de arruinar a la incipiente industria local y frustrar el crecimiento del mercado interno.

Las industrias de los nuevos países americanos, con escaso capital y muy bajo nivel de tecnificación, habían surgido en el mundo colonial a pesar de las prohibiciones de la metrópoli, y conocieron un auge precisamente en los años anteriores a la independencia, como consecuencia de la pérdida paulatina del control español y de las dificultades de abastecimiento que la guerra europea provocó.

Paradójicamente, en los primeros años del siglo XIX, los talleres, obrajes y factorías estaban resucitando después de los mortíferos efectos de la disposición que el rey había adoptado en 1778, para autorizar el “comercio libre” entre los puertos de España y América, por cuyo efecto un alud de mercaderías extranjeras había aplastado las manufacturas textiles y la producción colonial de alfarería y objetos de metal.

Los artesanos y pequeños industriales locales, no contaron con muchos años para reponerse del golpe: la independencia abrió del todo las puertas a la libre competencia de la industria ya desarrollada de Europa. Los vaivenes posteriores en las políticas aduaneras —a veces proteccionistas, casi siempre aperturistas—, de los gobiernos de la etapa independiente generarías sucesivas muertes y despertares de la industria latinoamericana sin la posibilidad de un desarrollo sostenido en el tiempo.

2. LAS DIMENSIONES DEL INFANTICIDIO INDUSTRIAL.

El ingreso de América Latina en la órbita británica —de la que sólo saldría para incorporarse a la órbita norteamericana—, se dio en el marco de una industrialización avanzada y madura en el mercado internacional, y en él se consolidó la dependencia de los independientes países nuevos. La libre circulación de mercancías y la libre circulación del dinero para los pagos, así como la transferencia de capitales, tuvieron consecuencias dramáticas en nuestro continente.

Cuando nacía el siglo XIX, el científico alemán Alexander Von Humboldt, quien estuviera en la entonces Nueva España allá por 1803, calculó el valor de la producción manufacturera de México en unos siete u ocho millones de pesos, de los que la mayor parte correspondía a los obrajes (fábricas) textiles. Los talleres especializados elaboraban paños, telas de algodón y lienzos; más de doscientos telares ocupaban, en Querétaro, a mil quinientos obreros, y en Puebla trabajaban mil doscientos tejedores de algodón.

En el México independiente, Vicente Guerrero llegó a la presidencia en 1829 y cayó poco después, en medio de la indiferencia de los sectores populares, porque no quiso o no pudo poner un dique a la importación de las mercancías europeas. Lucas Alamán, político mexicano conservador de reconocida capacidad, advirtió a tiempo que las ideas de Adam Smith contenían veneno para la economía nacional y propició como Ministro, la creación en 1830de un Banco de Avío estatal, con el fin de impulsar la industrialización. Un impuesto a los tejidos extranjeros de algodón proporcionaría al país los recursos para impulsar su propia industria textil algodonera.

Poco después llegaron de las mejores fábricas europeas, modernas maquinarias para hilar y tejer algodón, así como expertos para capacitar a técnicos mexicanos. En 1840, la industria textil mexicana estaba a la altura de la norteamericana. Diez años después, la falta de capacidad adquisitiva del mercado interno, la inestabilidad política, las presiones de los comerciantes ingleses y franceses y sus poderosos socios internos, hicieron fracasar el más serio intento de industrialización de México en la primera mitad del siglo XIX.

En Perú, los toscos productos de la colonia no alcanzaron nunca la perfección de los tejidos elaborados por los Incas anteriores a la llegada del conquistador Pizarro, pero su importancia económica fue, en cambio, muy grande. La industria reposaba sobre el trabajo forzado de los indios, encarcelados en los talleres desde antes que aclarara el día hasta muy entrada la noche.

En Ayacucho, y Tarma, siempre del Perú, los obrajes eran de magnitud considerable. El pueblo entero de Pacaicasa, hoy muerto, formaba un solo y vasto establecimiento de telares con más de mil obreros, anota el historiador del Perú Emilio Romero; Paucarcolla, que abastecía de frazadas de lana una región extensa, está desapareciendo y hoy no existe allí ni una sola fábrica.

En Chile, una de las más apartadas posesiones españolas, el aislamiento (entre el mar y la cordillera de los Andes) favoreció el desarrollo de una actividad industrial incipiente desde los albores mismos de la vida colonial. Había hilanderías, tejedurías, curtido de cueros; las jarcias (sogas) chilenas proveían a todos los navíos del Mar del Sur; se fabricaban artículos de metal, desde alambiques y cañones hasta alhajas, vajillas finas y relojes; se construías también embarcaciones y carruajes.

Muy pronto, tras la independencia, tres o cuatro firmas inglesas se habían apoderado del mercado del cobre chileno, y manejaban los precios según los intereses de las fundiciones de Swansea, Liverpool, y Cardiff. El Cónsul general de Inglaterra informaba a su gobierno en 1838, sobre el “prodigioso incremento” de las ventas de cobre, exportado por firmas británicas, en barcos de la misma bandera. Los comerciantes ingleses monopolizaban el comercio de Santiago y Valparaíso. Chile era el segundo mercado latinoamericano, en orden de importancia, para los productos británicos.

Bolivia era el centro textil más importante del virreinato del Río de la Plata. En Cochabamba había a principios del Siglo XIX, ochenta mil personas dedicadas a la fabricación de lienzos de algodón, paños y manteles, según el testimonio del intendente Francisco de Viedma. En Oruro y La Paz también habían surgido obrajes, que junto con los de Cochabamba, brindaban mantas, ponchos, y telas muy resistentes para la población y las tropas del ejército. Desde Mojos, Chiquitos y Guarayos provenían finísimas telas de lino y de algodón, sombreros de paja, piel de vicuña o de carnero y cigarros. Todas estas industrias desaparecieron ante la competencia de artículos similares extranjeros.

El litoral o costas de Argentina era la región más atrasada y menos poblada de este país, antes de que la independencia trasladara a Buenos Aires el centro de la vida económica y política, en perjuicio de las provincias del interior. A principios del Siglo XIX, apenas la décima parte de la población argentina residía en Buenos Aires y zonas aledañas. Con ritmo lento y por medios rudimentarios se había desarrollado una industria nativa en las regiones del centro y el norte, mientras que en el litoral no existía “ningún arte ni manufactura”, según decía en 1795 el procurador Larramendi.

En Tucumán y Santiago del Estero, ciudades al pié de los Andes Argentinos, que actualmente son pozos del subdesarrollo, florecían los talleres textiles, que fabricaban ponchos de tres clases distintas, y en otros talleres se producían carretas, cigarros, cueros y suelas. De Catamarca nacían lienzos de todo tipo, paños finos, bayetillas (atuendos) de color negro para los clérigos; Córdoba fabricaba más de setenta mil ponchos, veinte mil frazadas y cuarenta mil varas de bayeta por año, zapatos y gran diversidad de artículos de cuero.

Las curtiembres (curtidurías de cueros) y talabarterías más importantes de la Argentina estaban en Corrientes. Eran famosos los finos sillones de Salta. Mendoza producía entre dos y tres millones de litros de vino por año, en nada inferiores a los de Andalucía. San Juan destilaba 350 mil litros anuales de aguardiente. Mendoza y San Juan formaban “la garganta del comercio” entre el Atlántico y el Pacífico en América del Sur.

Pero la potencia en expansión no se hizo esperar. Los agentes comerciales de Manchester, Glasgow y Liverpool recorrieron Argentina y copiaron los modelos de Ponchos santiagueños y cordobeses y los artículos de cuero de Corrientes, además de los estribos de madera con estilo típico del país. Los ponchos Argentinos se vendías a $ 7.00 pesos. Los imitados que trajeron de Yorkshire a solo $ 3.00.

La industria textil más desarrollada del mundo triunfaba al galope sobre las tejedurías nativas, y otro tanto ocurría en la producción de botas, espuelas, rejas, frenos y hasta clavos. La miseria asoló las provincias interiores argentinas, que pronto alzaron lanzas contra la dictadura del puerto de Buenos Aires.

Los principales mercaderes —Escalada, Belgrano, Pueyrredón, Vieytes, Las Heras, Cerviño— habían tomado el poder arrebatado a España y el comercio les brindaba la posibilidad de comprar sedas y cuchillos ingleses, paños finos de Louviers, encajes de Flandes, sables suizos, ginebra holandesa, jamones de Westfalia y habanos de Hamburgo. A cambio, la Argentina exportaba cueros, sebo, huesos y carne salada, entro otros productos. Argentina recibía de Inglaterra hasta las piedras de las veredas.

En Brasil los obrajes textiles y metalúrgicos, que iniciaron desde el siglo XVIII, fueron arrasados por las importaciones extranjeras. Ambas actividades manufactureras habían avanzado notablemente, a pesar de los obstáculos impuestos por su metrópoli Portugal.

Pero desde 1807, la monarquía portuguesa, desplazada de Europa por la invasión napoleónica y establecida en Río de Janeiro, ya no era más que un juguete en manos británicas y el Poderío de Londres resultaba avasallador. Hasta antes de la apertura comercial producto de las reformas del despotismo ilustrado, las deficiencias del abastecimiento portugués habían obrado como barrera protectora de una pequeña industria local —dice el historiador brasileño Caio Prado Júnior— la cual aun con sus deficiencias satisfacía una parte del consumo interno. Esta pequeña industria no sobrevivió a la competencia extranjera.

Hacia 1837, James Watson Webb, embajador de los Estados Unidos en el Brasil, relataba que en las haciendas brasileñas, el 90% de la ropa que vestían amos y esclavos, era de manufactura inglesa; lo mismo instrumentos de labranza, cerámica, artículos de vidrio, hierro o madera, tejidos de algodón y casi todos los artículos de lujo y de uso práctico, desde un alfiler, hasta el vestido más caro. Gran Bretaña suministraba a Brasil sus barcos de vapor y de vela, arreglaba sus calles y empedrados, líneas telegráficas y transporte de correo, iluminaba con gas las ciudades, construyó vías férreas, motores, vagones, explotó minas, instaló bancos. En fin, a partir del Tratado de Comercio y Navegación firmado en 1810, Brasil era un miembro no oficial del imperio económico de Gran Bretaña.

En general, los grandes puertos en América Latina, se consolidaron como instrumentos de conquista económica y dominación contra los propios países a los que pertenecían y eran los vertederos por donde se dilapidaba el ingreso nacional. Los puertos y las capitales querían parecerse a París o a Londres, y a la retaguardia tenían un mundo arruinado.

PROTECCIONISMO Y LIBRECAMBISMO, Son las dos prácticas de la política comercial de un país. Hablamos de proteccionismo cuando el estado protege la producción de un país poniendo aranceles a las importaciones —impuestos en las fronteras y aduanas—; otras medidas contingentes como las cuotas —limitación de la cantidad importada—; o diversas ayudas fiscales o económicas a la producción —fomento y subsidios—. El librecambismo se da cuando el estado opta por no limitar las importaciones. En el siglo XIX se va a producir una lucha constante entre los partidarios del proteccionismo —los industriales y artesanos nativos—, y los partidarios del librecambismo - los exportadores latifundistas productores de café, algodón, cacao, azúcar, plátano, henequén y oros productos agrícolas, así como materias primas.

3. LOS “MONTONEROS” CONTRA LA DICTADURA DEL PUERTO DE BUENOS AIRES.

En Argentina, encontramos una muestra del enfrentamiento típico entre el proteccionismo contra el librecambio; el país contra el puerto: ésta fue la pugna que ardió en el trasfondo de las guerras civiles argentinas durante el siglo XIX, a partir de la independencia. Buenos Aires, que en el siglo XVII no había sido más que una gran aldea de 400 casas, se apoderó de la nación entera, ya que era el puerto único, y por sus aduanas debían pasar todos los productos que entraban y salían del país.

El dominio porteño de la economía, a través del control de los bancos, de la emisión de moneda, pero sobre todo el monopolio de los ingresos aduaneros alimentaban su prosperidad vertiginosa a costa de la ruina de las provincias interiores. La casi totalidad de los ingresos de Buenos Aires provenía de la aduana nacional, que el puerto usurpaba en provecho propio, y más de la mitad se destinaba a los gastos de guerra contra las propias provincias, que de este modo pagaban para ser aniquiladas.

Desde la sala de Comercio de Buenos Aires, fundada en 1810, los comerciantes ingleses tendían sus telescopios para vigilar el tránsito de sus buques que abastecían de todo tipo de productos a los comercios porteños. Para medir la importancia que el mercado mundial atribuía por entonces a los cueros argentinos, es preciso trasladarse a esa época en la que los plásticos y los revestimientos sintéticos no existían ni como idea en la cabeza de los químicos.

En 1816, se descubrió un nuevo sistema que permitía conservar indefinidamente los cueros por medio de un tratamiento de arsénico; prosperaban y se multiplicaban, además, los saladeros de carne para abastecer al Brasil, a las islas antillanas y al África. Se crearon impuestos al consumo interno de carne, a la par que se desgravaban las exportaciones. En pocos años, el precio de los novillos se triplicó y al mismo tiempo se revalorizó el precio del suelo apto para el pastizal.

Los gauchos (vaqueros de la pampa argentina), estaban acostumbrados a cazar libremente los novillos a cielo abierto, en la pampa sin alambrados, para comer el lomo y ¡tirar el resto!, con la sola obligación de entregar el cuero al dueño del campo. Las cosas cambiaron ante la demanda internacional de los cueros y el tasajo. La reorganización de la producción implicaba el sometimiento del gaucho nómada a una nueva dependencia servil: un decreto de 1815 estableció que todo hombre de campo que no tuviera propiedades sería reputado sirviente, con la obligación de llevar un documento visado por su patrón cada tres meses. Y es que la aparición de la estancia (hacienda ganadera) capitalista en la pampa húmeda del litoral, ponía a todo el país al servicio de las exportaciones de cuero y carne

De modo que se castigó la condición de “no propietario”: o se era sirviente, o se era vago, y a los vagos se les enganchaba por la fuerza, en los batallones de frontera. El criollo bravío, que había servido de carne de cañón en los ejércitos independentistas, quedaba convertido en paria, en peón miserable o en milico (soldado) de fortín. O se rebelaba, lanza en mano, alzándose en el remolino de las “montoneras”. Este gaucho arisco, desposeído de todo, salvo de su coraje y su valor, nutrió las cargas de caballería que una y otra vez desafiaron a los ejércitos profesionales, bien armados, de Buenos Aires.

Dando un paso importante hacia la reconstrucción de la economía y la unidad nacional, el Presidente Juan Manuel de Rosas dictó en 1835 una ley de aduanas de signo acentuadamente proteccionista. La nueva ley prohibía la importación de manufacturas de hierro y hojalata, aperos de caballo, ponchos, ceñidores, fajas de lana o algodón, jergones, productos de granja, ruedas de carruajes, velas de sebo y peines, y gravaba con fuertes impuestos la introducción de coches (de caballo), zapatos, cordones, ropas, monturas, frutas secas y bebidas alcohólicas.

Los efectos de las medidas proteccionistas de Juan Manuel de Rosas se hicieron notar de manera inmediata: 15 años después, navegaban por los ríos las goletas y los barcos nacionales construidos en los astilleros de Corrientes y Santa Fe. Había en Buenos Aires más de 100 fábricas prósperas y se reconocía la calidad de los tejidos y zapatos elaborados en Córdoba y Tucumán, los cigarrillos y las artesanías de Salta, los vinos y aguardientes de Mendoza y San Juan. Los talleres de ebanistería (muebles de madera artísticos) de Tucumán, exportaban a Chile, Bolivia y Perú.

Pero no se podía desafiar el orden imperial librecambista, sin esperar la respuesta enfurecida del capital industrial y financiero: Los buques de guerra de Inglaterra y Francia rompieron a cañonazos las cadenas que controlaban el paso por el río Paraná, para abrir por la fuerza la navegación a los barcos extranjeros. A la invasión siguió el bloqueo. Varios manifiestos firmados por más de mil quinientos banqueros, comerciantes e industriales de Yorkshire, Liverpool, Manchester, Leeds, Halifax y Bradford, habían exigido al gobierno inglés que tomara medidas drásticas contra el proteccionismo nacionalista del gobierno argentino.

Aunque Rosas permaneció siempre en el fondo fiel a su clase —los grandes estancieros ganaderos de la provincia de Buenos Aires—, y sin que escapara al perfil del caudillo autoritario propio de la época, la leyenda negra que luego se urdió para difamarlo no puede ocultar el carácter nacional y popular de muchas de sus medidas de gobierno.

Rosas no prohibió a los mercaderes extranjeros ejercer el comercio en el mercado argentino, ni terminó con el carácter de puerto único que tenía Buenos Aires; no abrió a las provincias la libre navegación, ni la llave de acceso al comercio de ultramar. Pese a estas limitaciones, el nombre de Juan Manuel de Rosas todavía provoca odios en las clases dominantes argentinas. Su sepultura todavía está en Europa y la historia oficial le pinta una imagen se simple asesino.

La burguesía de Buenos Aires —en voz del ilustre Domingo Faustino Sarmiento—, consideraba de manera conformista que: “...no somos ni industriales ni navegantes, y la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambio de nuestras materias primas”. Y hacia 1862 el presidente Bartolomé Mitre, llevó adelante una guerra de exterminio contra las provincias y sus últimos defensores, descritos por el propio Sarmiento como “animales bípedos de tan perversa condición...”.

4. LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA CONTRA PARAGUAY.

Hace un siglo y medio, Paraguay llegó a ser el país más desarrollado de América del Sur. Hasta su destrucción, Paraguay se erguía como una excepción en América Latina: la única nación que el capital extranjero no había arruinado. El largo gobierno del dictador Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), había logrado, protegido por el aislamiento, un desarrollo económico autónomo y sostenido. El Estado paraguayo, omnipotente y paternalista, ocupaba el lugar de la inexistente burguesía nacional, en la tarea de organizar la nación y orientar sus recursos y su destino.

El Dr. Francia, apoyado en las masas campesinas, había desplegado una embestida ciertamente violenta y autoritaria para acabar con el control de la tierra que ejercían unas cuantas familias de latifundistas. Ciertamente no había libertades políticas como el derecho de oposición; sin embargo estas libertades sólo habían existido para los nostálgicos de los privilegios perdidos. Cuando el Dr. Francia murió, no había en Paraguay mendigos hambrientos ni ladrones. El agente norteamericano Hopkins informaba en 1845 a su gobierno, que en Paraguay “no hay niño que no sepa leer y escribir...”. El comercio internacional no constituía el eje de la economía nacional.

Los posteriores gobiernos de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López, continuaron y llevaron adelante el proyecto del Dr. Francia. Paraguay contaba ya con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y tinta, loza y pólvora. Doscientos técnicos extranjeros fueron contratados por el Estado para asesorar el desarrollo tecnológico, además de que se becaban jóvenes universitarios para perfeccionar sus estudios en Europa.

Desde 1850 Paraguay fabricaba sus propios cañones, morteros y balas de todos los calibres para su defensa. El país contaba con una flota mercante nacional, la balanza comercial arrojaba un fuerte superávit a favor del país. Se contaba con una moneda fuerte y estable, se disponía de suficiente capital propio para invertir en el desarrollo y el país no debía ni un centavo al exterior, pese a lo cual estaba en condiciones de mantener el mejor ejército de América del Sur.

Debemos agregar para entender plenamente el desarrollo alcanzado entonces por el Paraguay, que durante la época colonial, las misiones de clérigos Jesuitas habían realizado una labor extraordinaria de organización y capacitación productiva de los indígenas paraguayos. Los jesuitas atrajeron mediante el lenguaje de la música, a los indios guaraníes que habían buscado amparo en la selva o que en ella habían permanecido durante la colonia para escapar a la salvaje explotación de los conquistadores españoles. Fueron entonces las “misiones” del Paraguay las que alcanzaron mayor nivel, en poco más de un siglo y medio (1603-1768), y desde luego, esta herencia de educación y organización trascendió hasta la época independiente.

El comercio Inglés no disimulaba su inquietud, no sólo porque Paraguay resultaba invulnerable a la penetración de sus mercancías, sino también, y sobre todo por la fuerza del ejemplo que la experiencia paraguaya proyectaba peligrosamente hacia los países vecinos. El país más progresista de América Latina en aquella época, construía su futuro sin inversiones extranjeras, sin préstamos de la banca inglesa y sin el efecto esterilizador del libre comercio.

No obstante, Paraguay tenía su talón de Aquiles: el desarrollo industrial requería contactos más intensos y directos con el mercado internacional y el acceso a técnicas más avanzadas. Paraguay estaba objetivamente bloqueado por su geografía, entre Argentina, Brasil y el Uruguay.

Los paraguayos sufrieron entonces una guerra de exterminio que se incorporó a la historia de América Latina, como su capítulo más infame. Se llamó la Guerra de la Triple Alianza. Brasil, Argentina y Uruguay tuvieron a su cargo el genocidio. Aunque Inglaterra no participó directamente en la horrorosa hazaña, fueron sus mercaderes, sus banqueros y sus industriales quienes resultaron beneficiados con la ruina del Paraguay. La invasión fue financiada de principio a fin por el Banco de Londres, la casa Baring Brothers, y la banca de los Rothschild.

El ministro inglés en Buenos Aires, Edward Thornton participó en los preparativos de la guerra. Tomaba parte como asesor del gobierno argentino, en las reuniones del gabinete, sentándose al lado del presidente Bartolomé Mitre. Se desplegaba una campaña de prensa para desprestigiar al presidente Paraguayo, Francisco Solano López: La prensa de Buenos Aires lo llamaba “Atila de América”. El propio Ministro inglés Thornton envió a Londres en Septiembre de 1864 un informe donde se quejaba de los altísimos impuestos de importación que cobraba el gobierno paraguayo (20 o 25% ad valorem) y el diario Inglés de Buenos Aires, el “Standard” decía que el presidente paraguayo había “infringido todos los usos de las naciones civilizadas...”

La guerra dio inicio en 1865; el Presidente argentino Mitre fanfarroneaba anunciando que la guerra duraría tres meses. Pero la fortaleza económica y militar de Paraguay le permitió resistir durante cinco años. Fue una carnicería, ejecutada a todo lo largo de los fortines que defendían el río Paraguay. De más de un millón de paraguayos, sólo sobrevivieron unos 250 mil al finalizar la guerra en 1870. Los vencedores se dividieron el botín: Brasil tomó prisioneros a miles de paraguayos para volverlos esclavos en sus plantaciones y se anexó 60 mil kilómetros cuadrados que eran de Paraguay; Argentina se anexó 94 mil km2 de tierras paraguayas y otros miles de prisioneros de guerra.

Del Paraguay derrotado no sólo desapareció la población, sino también sus plantas industriales, su ley proteccionista, su independencia económica y vastas zonas de su territorio. Los vencedores implantaron, dentro de las fronteras reducidas por el despojo, el librecambio y el latifundio. Todo fue saqueado y todo fue vendido: las tierras y los bosques, las minas, las praderas, y hasta los edificios de las escuelas. La industria paraguaya no resucitó nunca.

5. SURGIMIENTO DE ESTADOS UNIDOS COMO POTENCIA CONTINENTAL.

En 1865, mientras la Triple Alianza anunciaba la próxima destrucción de Paraguay, el general norteamericano que encabezaba las fuerzas del norte, Ulises Grant, celebraba en Appomatox, la rendición de general sureño Robert Lee. La guerra de secesión concluía con la victoria de los centros industriales del norte, proteccionista a ultranza, sobre los plantadores esclavistas y librecambistas de algodón y tabaco del Sur. La guerra contra Paraguay que sellaría el destino neocolonial de América Latina nacía al mismo tiempo que concluía la guerra que hizo posible la consolidación de los Estados Unidos como potencia mundial.

En el norte se aplicaba un rígido proteccionismo aduanero destinado a propiciar el desarrollo de la pujante industria norteamericana. Los terratenientes del sur eran, por el contrario, librecambistas. La producción de algodón sureña se duplicaba cada 10 años y si bien abastecía a las industrias textiles norteñas de Massachussets, captaba y proporcionaba grandes ingresos comerciales que se esparcían por la nación entera, dependía sobre todo de los mercados europeos. La aristocracia sureña estaba vinculada en primer término al mercado mundial, al estilo de los comerciantes latinoamericanos

Del trabajo de los esclavos sureños provenía el 80% del algodón que usaban las hilanderías europeas. Cuando el Norte sumó a la política proteccionista de la industria, la consigna de abolición de la esclavitud en todo el país, las diferencias sólo se pudieron zanjar mediante la guerra. El norte y el sur enfrentaban dos mundos opuestos, dos tiempos históricos diferentes, dos antagónicas concepciones del destino nacional.

Convertido poco después en presidente de los Estados Unidos, Grant afirmó: “durante siglos Inglaterra ha confiado en la protección, la ha llevado hasta sus extremos y ha obtenido de ello resultados satisfactorios. No cabe duda que debe su fuerza presente a este sistema. Después de dos siglos, Inglaterra ha encontrado conveniente adoptar el comercio libre porque piensa que ya la protección no puede ofrecerle nada. Muy bien, entonces, caballeros, mi conocimiento de mi país me conduce a creer que dentro de doscientos años, cuando América haya obtenido de la protección todo lo que la protección puede ofrecer, adoptará también el libre comercio”

Pero el colonialismo inglés en sus colonias de Norteamérica, había sido muy distinto al español en nuestros países. En las trece colonias la pobreza del suelo y la ausencia de grandes minas, generó desde temprano una conciencia industrializadota que su metrópoli dejó crecer sin mayores problemas. En 1655, Massachussets que abastecía de hierro a toda la región, dictó una ley que ordenaba que cada familia tuviese, bajo amenaza de graves penas, por lo menos un hilandero en continua e intensa actividad.

Las colonias inglesas no enviaban a Inglaterra plata, ni oro, ni azúcar, y en cambio sus necesidades de consumo, aunadas a un comercio marítimo escaso con su metrópoli, hacían imprescindible desarrollar las manufacturas locales para sobrevivir. En el siglo XVIII, Inglaterra prestaba tan poca atención a sus colonias norteamericanas, que no impedía que se trasladara a los talleres de éstas, las técnicas metropolitanas más avanzadas, a pesar de las prohibiciones que estaban en el papel, del pacto colonial. Mientras moría el siglo XVIII, los Estados Unidos contaban ya con la segunda flota mercante del mundo, íntegramente formada por barcos construidos en los astilleros nacionales.

Pero la hazaña norteamericana no tendría explicación si no hubiera sido animada, desde el principio, por el más ardiente de los nacionalismos. George Washington lo había aconsejado en su último mensaje: los Estados Unidos debían seguir una ruta solitaria. Emerson proclamaba en 1837: “hemos escuchado durante demasiado tiempo a las musas refinadas de Europa. Nosotros marcharemos sobre nuestros propios pies, trabajaremos con nuestras propias manos, hablaremos según nuestras propias convicciones”

Las operaciones militares expansionistas y de conquista, que arrebataron a México más de la mitad del territorio mexicano, desde luego que también contribuyeron a potenciar el desarrollo de aquella nación. A partir de la derrota del Sur norteamericano, los aranceles aduaneros y el proteccionismo adquirieron un valor sagrado para proteger a la industria del norte, vencedor en el conflicto interno. Pocas décadas después, los países desarrollados de Europa se vieron a su vez obligados a tomar medidas proteccionistas tendiendo barreras aduaneras, ante la avalancha de manufacturas norteamericanas peligrosamente competitivas.

La palabra “trust” había sido pronunciada por primera vez en 1882; el petróleo, el acero, loa alimentos, los ferrocarriles, y el tabaco estaban ya en manos de los monopolios que avanzaban a pasos agigantados. Antes de la Guerra de Secesión, el general Grant había participado en la guerra de despojo contra México. Después de la guerra de Secesión, el general Grant fue un presidente con ideas proteccionistas. Todo formaba parte del mismo proceso de afirmación nacional. La industria del norte conducía la historia, y ya dueña del poder político en el norte —y en el sur, que quedó como una colonia de aquél—, dictaba leyes desde el Estado para proteger sus intereses.

A fines del siglo XIX, los Estados unidos eran ya la primera potencia industrial del planeta; en treinta años, a partir de la guerra civil, las fábricas habían multiplicado por siete su capacidad de producción. El volumen norteamericano de carbón equivalía ya al de Inglaterra, y el de acero duplicaba al de su antigua metrópoli; las vías férreas eran nueve veces más extensas. El centro del universo capitalista mundial empezaba a cambiar de lugar.

Como Inglaterra, Estados Unidos pronto exportaría la doctrina del libre comercio y la libre competencia, pero para que lo apliquen los demás países.

IV. PODER POLÍTICO Y CONDICIONES SOCIALES EN A.L. DURANTE LOS SIGLOS XIX y XX.

1. CONFORMACIÓN POLÍTICA DE AMÉRICA LATINA DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA. SIGLO XIX

Había profetizado Bolívar que la América hispana progresaría poco en los primeros cien años. Ya hemos visto que finalmente los procesos de independencia de las naciones latinoamericanas significaron esencialmente la ruptura de su subordinación política respecto de España, sin que el carácter formal de nuevas naciones autónomas, cambiara de manera importante lo relativo a la situación social de sus pueblos, que en su mayoría cambiaron el yugo español, por el de los criollos que se aferraron a sus privilegios anteriores con la ventaja adicional de ser el grupo que ahora detentaba en poder político.

Por lo demás, en el ámbito internacional, ya desde antes de consumarse la independencia, los países europeos, principalmente Inglaterra que se encontraba a la cabeza en la carrera por la industrialización capitalista, asediaban a los nuevos países con el objetivo de adueñarse del control de sus mercados de consumidores, así como de sus materias primas, y en función de ello practicaban una política de activo intervencionismo, logrando exitosamente impedir que se avance en el proceso de unificación latinoamericana.

Lo anterior, aunado a los conflictos internos de las élites y los caudillos por el control del poder, no sólo no permitió la construcción de acuerdos y alianzas regionales entre los países americanos sino que por lo contrario propició enfrentamientos, disputas fronterizas y guerras fratricidas casi siempre alentadas y financiadas por las potencias interesadas en establecer su hegemonía en el continente.

Bolívar advirtió temprano la incubación de estas contradicciones y así lo expresaba en carta a Santander en febrero de 1824, “Este mundo se está desmoronando. No cuente usted más con el Perú para teatro de operaciones militares de Colombia. Todo está perdido de hecho: Lima, (el) Callao, marina y provincias del Norte... en cinco meses que he estado yo mismo aquí, he visto en cada uno de ellos cinco prodigios de maldad... Cada canalla quiere ser soberano; cada canalla defiende a fuego y sangre lo que tiene, sin hacer el menor sacrificio...”

Bolívar propició la formación de Bolivia en lo que fuera el alto Perú, impulsando aquí un experimento que él concebía como la república ideal, para lo cual se diseñó una Constitución especial que recogía principios liberales como la división de poderes, así como instituciones de poder inspiradas en la Grecia y Roma clásicas —tribunos, censores—, que si bien no resultaron viables, eran producto de la búsqueda afanosa del libertador con el argumento de que: “...las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, calidad del terreno, situación y extensión, al género de vida de los pueblos. ¡He aquí el código que deberíamos consultar y no el de Washington!”, decía el visionario libertador.

El concepto fracasó e incluso el primer presidente del nuevo estado boliviano, el libertador Antonio José de Sucre, combatiente independentista asociado a Bolívar, fue asesinado estando en funciones. A la postre, casi todas las constituciones americanas fueron versiones adaptadas de la constitución de los Estados Unidos, con inserciones de la Carta Magna Francesa producto de la revolución iniciada en 1789, e incluso de la Constitución Liberal Española promulgada en Cádiz en 1812.

Al concluir el siglo XIX, América Latina quedó dividida en 19 naciones y unos territorios incorporados, inmersos en un proceso de formación de nacionalidades que se caracterizará por la violencia que generará la política de los recién nacidos países, en torno a asuntos tales como la anarquía, los gobiernos dictatoriales y la definición de fronteras. Prácticamente todos los países latinoamericanos, menos Brasil, tendrán conflictos de esta naturaleza. La inexperiencia política de los criollos, junto con las luchas civiles y la ambición imperialista de otros países, propiciará la intervención continua de potencias extranjeras como Inglaterra y los Estados Unidos.

Esta intervención será el precio que habrá que pagar por irse incorporando a la economía mundial, y al capitalismo europeo, en especial, con Inglaterra.

Al concluir el proceso de liberación, cada una de las nuevas naciones se inició en el ejercicio de la vida independiente en circunstancias muy variadas. Por ejemplo, México sobresale por la complejidad y variedad de los problemas que tuvo que enfrentar, análogos a los que sufrió durante su vida colonial. Además, su posición geográfica lo coloca en una situación conflictiva, pues es, también, la frontera norte de América Latina, y el punto más propicio para la penetración de los países que quisieron apoderarse del control que había perdido España. En otros países, los procesos fueron menos intensos, más localistas, o más uniformes.

Veamos caso por caso:

México inicia su vida independiente bajo el imperio de Iturbide, en 1821 pero, en 1824, promulgó su constitución, y se creó la República Federal de los Estados Unidos Mexicanos. Surgen dos bandos: los centralistas y los federalistas, quienes se debatirán el poder durante casi dos décadas. Durante la década de 1830, ante la creciente inmigración de estadounidenses al territorio de Texas, el presidente Santa Anna ordena las fronteras texanas, por lo que surgió el conflicto de Texas: los texanos se declararon independientes, y Santa Anna atacó la región para reintegrarla a México. Logró su primera victoria en El Álamo pero, más tarde, fue derrotado. Como resultado, Estados Unidos se apoderó del territorio de Nuevo México y la Alta California. En un segundo enfrentamiento, los norteamericanos invadieron México. El tratado Guadalupe-Hidalgo devolvió la paz: México cedió el territorio desde el Río Grande hasta el Pacífico, y recibió 15 millones de dólares como indemnización.

Tras años de continuas luchas por el poder, Santa Anna (caudillo del pueblo) respaldado por el clero y los grandes terratenientes regresó al gobierno, y se convirtió en dictador. Benito Juárez y otros líderes se rebelaron contra la dictadura de Santa Anna, quien fue derrotado y se exilió en Colombia en 1857. Surgieron nuevos ideales de reforma: separar la Iglesia y el Estado; secularizar (introducir el carácter laico de) la educación; reducir el poderío económico de la iglesia quitándole los bienes inmuebles; impulsar la economía, y establecer un sistema de justicia apoyado por legislación aprobada por una asamblea representativa.

Se promulgó una nueva constitución en 1857, y Juárez asumió el poder. Dicha constitución prohibía la esclavitud y las propiedades de la Iglesia: concedía la libertad de prensa; eliminaba los monopolios y establecía un gobierno democrático representativo.

La República de Chile comenzó su vida independiente en medio de una gran desorganización administrativa. El pueblo veía el cuerpo militar como la única salvación. Bernardo O'Higgins fue designado director del país. Su administración provocó malestar entre el pueblo, al eliminar los títulos nobiliarios, e intervenir en los asuntos eclesiásticos. Fundó escuelas y la biblioteca nacional. Tras ser obligado a renunciar, el país atravesó una época de anarquía durante la cual se abolió la esclavitud. La constitución de 1826 dividió al país en ocho provincias. Con la subida de Prieto al poder, comenzó una época de progreso y de orden. Se les concedió el voto a los varones mayores de veinticinco años que supieran leer y escribir, y, además, tuvieran propiedades. De 1841 a 1851, comenzó la expansión del comercio de las minas de cobre. Con Manuel Montt, el déspota ilustrado, el país continuó su acelerado progreso económico y cultural.

Colombia, que originalmente con el nombre bolivariano de Gran Colombia, comprendía toda la región del anterior virreinato español de Nueva Granada, más los actuales Venezuela y Ecuador, a la muerte de Bolívar se fraccionó (1821-1830). Dos caudillos: Páez, de Venezuela y Santander, de Colombia, contribuyeron activamente a la separación; eran adversarios irreconciliables, no obstante que los dos habían peleado a las órdenes de Bolívar.

La federación o modelo de república federal resultaba atractiva para los constitucionalistas latinoamericanos, no solamente porque permitía mayor autonomía a las regiones que conformaban cada país, sino también porque el modelo se aplicaba exitosamente en los Estados Unidos, aunque ahí se adoptó de manera natural debido a la gran autonomía que disfrutaban las “trece colonias” desde antes de su independencia frente a la metrópoli inglesa, a diferencia del centralismo que por 300 años impuso la Corona española en sus colonias en América.

Venezuela, cuando en 1830 un Congreso Constituyente legitimó la separación de la Gran Colombia, Páez fue elegido primer presidente de la república, aunque él mismo caracterizó así su experiencia: “Yo mandé sin más leyes que mi voluntad. Acuñé moneda; hice todo aquello que puede hacer un rey absoluto”. Sin embargo sus virtudes cívicas equilibraban su personalidad de caudillo.

Ecuador, también se separó de la Gran Colombia en 1830. Su primer presidente, el que hizo el servicio de “caudillo fundador”, “padre de la patria”, etc., fue otro compañero de Bolívar: Juan José Flores. Gobernó entre 1831 y 1845, con períodos de interregno (a través de personeros).

En Perú, la influencia y legado de Bolívar acaso impidieron hasta 1845 que se manifestara el caudillo que debía personificar al país. Fue otro veterano de las guerras de independencia que había peleado al lado de Sucre en Ayacucho. Se llamaba Ramón Castilla y demostró dotes de estadista, siendo que su gobierno e influencia perduraron hasta 1862.

Argentina, que conjuntamente con lo que hoy constituye el Uruguay y el Paraguay, había formado el “Virreinato de La Plata” durante la dominación española, encontró menos resistencia en su lucha independentista frente al poder español, si lo comparamos por ejemplo, con México, Venezuela y Perú. España no consideraba de importancia aquella región que veía como terrenos baldíos de la Pampa y sus pobres minas de la vertiente oriental de la cordillera de los Andes.

Los conflictos bélicos no fueron ahí muy prolongados, y los caudillos Belgrano y San Martín después de cumplir su misión se retiraron, correspondiendo a Bernardino Rivadavia dirigir la consolidación de la república argentina. Fuertes luchas por lograr la unificación territorial de las diferentes regiones argentinas entre federalistas y centralistas iniciaron la vida independiente de la república.

Se convocó un congreso en Tucumán como último intento por salvar la unión pero no tuvo efecto. En 1829, se eligió gobernante a Manuel de Rosas, verdadero caudillo del pueblo. Rosas procuró equilibrar las diferentes clases sociales mientras dominó con mano férrea. En 1852, se presentó una constitución que integraba en un país a todas las regiones del antiguo Virreinato de la Plata, hecho que trajo como consecuencia otra guerra civil, ante el rechazo que el documento sufrió entre algunos sectores que se oponían a la integración de un gobierno central.

Bartolomé Mitre asumió el poder, seguido por Domingo Faustino Sarmiento, y otra guerra civil. En 1880, Buenos Aires fue proclamada capital de la república. A partir de entonces, se terminó la guerra con los indios, se ocupó y colonizó el desierto, se construyeron líneas ferrocarrileras, se fomentó la agricultura, se establecieron el matrimonio civil y la ley de educación.

Uruguay, parte también del Virreinato de la Plata durante la colonia como se ha señalado, se emancipó de la Argentina durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1831-1853). El caudillo que encabezó la fundación del Uruguay fue un gaucho, José Artigas, aunque la transformación de éste país en un estado moderno, comenzó con los planes educacionales de José Pedro Varela, bajo el gobierno del otro caudillo, Latorre.

Paraguay, tuvo también litigios fronterizos por haber quedado vagos los límites del lado de los Andes desde el período colonial. El doctor José Gaspar Rodríguez Francia apoyó un fuerte sentimiento de identidad nacional, y puso los cimientos del desarrollo independiente del Paraguay, labor que continuaron sus sucesores Carlos Antonio López y el hijo de éste, Francisco Solano López, que enfrentaría una cruenta guerra frente a la “triple alianza” que formaron Brasil, Argentina y Uruguay, instigados y financiados por Inglaterra para doblegar la autonomía paraguaya.

Brasil, fue una excepción en Latinoamérica, en cuanto al camino que tomó para alcanzar su independencia frente a Portugal y lograr así su categoría de país autónomo. Portugal, su metrópoli colonial había sido subordinada al imperio Inglés, por lo que Brasil se podía considerar una cuasi colonia inglesa desde mucho antes de su independencia formal frente a Portugal.

Además, cuando Napoleón invadió Portugal —al igual que a España en 1808—, la nobleza portuguesa se refugió en su colonia americana y al regresar a Europa el Rey de Portugal, ya desaparecido el poderío napoleónico, dejó a su hijo Pedro como regente en el Brasil, quién al poco tiempo se proclamó emperador, logrando cierta estabilidad al grado de que a su vez, heredó el poder a su hijo quien gobernó como Pedro II, entre 1840 y 1889, siendo derrocado por los grandes terratenientes azucareros.

Naciones centroamericanas. Después de la independencia, Guatemala buscó apoyo en México como aliado para poder mantener la oligarquía en el poder. Gabino Gaínza declaró su anexión a México e inmediatamente, Iturbide envió un ejército al mando del general Vicente Filisola, que fue muy bien recibido en la capital del reino. Pero se produjo una disensión: El Salvador se sublevó contra los mexicanos, y el ejército de Filisola se dirigió hacia aquella provincia, a la cual pudo someter.

A la caída de Iturbide, Filisola volvió a Guatemala, donde la situación había cambiado, y se encontró muchos más partidarios de la separación de México y de una independencia total. Propuso convocar un congreso para decidir lo que había de hacerse. El congreso, reunido el 24 de junio de 1823 en Guatemala, declaró la independencia total. El reino de Guatemala pasó a llamarse Provincias Unidas de Centroamérica, y se nombró un gobierno provisional de tres miembros, encabezado por el doctor Pedro Molina, con la misión de redactar una constitución.

Cuando se redactó la constitución, de influencia norteamericana, en noviembre de 1824, el país pasó a llamarse República Federal Centroamericana. Esta estaba formada por cinco estados, que tenían, a su vez, poderes ejecutivos, legislativos y judiciales completamente autónomos dentro de sus límites territoriales. Las luchas de las oligarquías provinciales para mantenerse en el poder, y la de todos contra el intento centralizador de Guatemala, donde residía el gobierno nacional, llevaron a la disolución de la federación. El presidente, Manuel Arce, y el gobernador de cada provincia (en Costa Rica, Juan Mora Fernández; en Nicaragua, Manuel Antonio de la Cerda; en Honduras, Dionisio Herrera; en El Salvador, Juan Vicente Villacorta; en Guatemala, Juan Barrundia), todos ellos pertenecientes a la oligarquía terrateniente, organizaron gobiernos provinciales fuertes y poco a poco fueron separándose del gobierno central. Nicaragua, Honduras y Costa Rica se declararon independientes en 1838, Guatemala, en 1839, y El Salvador se independizó en 1841.

Haití. Los primeros tiempos de la historia de Haití fueron difíciles, marcados por indisolubles luchas de poder entre los negros y los mulatos. Aún dependiente financieramente de Francia, Haití no lograba consolidarse políticamente. Los problemas agrarios engendraron, desde 1844, una gran rebelión, llamada "de los piquets" (campesinos negros del sur), que fue duramente reprimida. En 1849, Faustin Soulouque, un negro, se proclamó emperador (Faustin I) y se lanzó a una severa represión contra los mulatos. Reinó despóticamente el país durante diez años, antes de ser destronado, en 1859, por el mulato Nicolas Geffrard, que restauró la república y gobernó el país hasta 1867.

Cuba continuó siendo colonia española hasta 1898, cuando pasó a ser virtual posesión de los Estados Unidos, durante la Guerra Hispano-americana. El sentimiento separatista se había hecho sentir en la isla, pero Cuba siguió luchando su independencia y finalmente la consiguió.

2. EL ORDEN OLIGÁRQUICO EN AMÉRICA LATINA DE 1850 A 1920

2.1. INTRODUCCIÓN

A partir de mediados del siglo XIX se define la forma en que las economías latinoamericanas se incorporan al mercado mundial.

En la etapa posterior a las guerras de la independencia, América Latina comienza un período de reestructuración de fuerzas, caracterizado por la violencia cotidiana, la represión por parte de las elites criollas hacia todas las disidencias, fueran de signo realista o de frentes revolucionarios, con el objetivo de mantener un "orden interno tolerable".

Hacia 1850 se definen las características del nuevo orden, ligando el desarrollo de los países latinoamericanos a la dependencia con los países centrales, lo que Halperin Donghi denomina "el pacto neocolonial". "Ese nuevo pacto transforma a Latinoamérica en productora de materias primas para los centros de la nueva economía industrial, a la vez que de artículos de consumo alimentario en las áreas metropolitanas".

Este nuevo contexto económico se caracteriza por el ingreso de capitales extranjeros y el otorgamiento de créditos a los gobiernos nacionales por parte de los países centrales. De esta manera, la expansión económica se va a desarrollar sobre la base del endeudamiento público externo; dado que tal expansión no es constante, los gobiernos tendrán que pedir continuamente nuevos créditos para pagar los intereses de los anteriores.

Las inversiones estarán dirigidas a distintos sectores de la economías nacionales dependiendo del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, la estabilidad, la diferenciación social y la fuerza del sistema de dominación alcanzado por los países latinoamericanos; en resumen, van a depender del sistema local de control político y económico para la organización nacional. En este sentido se distinguen dos tipos de economías: las de "control nacional del sistema productivo" y las de "enclave".

En las primeras, las relaciones de intercambio se producen sobre la base de la división de tareas entre el sector financiero y comercial de las economías centrales que determina las condiciones de negociación y el Estado, que se ha creado mediante una alianza entre "la plantación" o hacienda moderna y la hacienda tradicional, que constituyen los pilares de la organización social y política de estos países, desde 1850 hasta 1930. Este tipo de organización económica será la predominante en países como Brasil con el cultivo del café o en Argentina con la producción cerealera y más adelante, ganadera.

Las economías de enclave son propias de algunos países en los que los grupos económicos locales no han podido mantener su control o predominio sobre el sector productivo.

La producción es obtenida directamente por grupos extranjeros y no funciona como un sector dinámico que integra toda la economía, es solamente una prolongación tecnológica y financiera de las economías centrales. Estos enclaves son mineros o de plantaciones. Ejemplos de estos países son: Costa rica y Ecuador, donde la producción de banana es explotada por la estadounidense United Fruit Company o, Puerto Rico, Cuba y Perú, donde la producción de azúcar está concentrada en manos inglesas y estadounidenses. También están los casos de México y Chile, donde se instalan enclaves ingleses y estadounidenses para la explotación minera de plata y cobre, pero en estos países además hay ciclos locales agrícolas manejados por grupos nacionales en función de los cuales se desarrolla la economía del país.

Este sistema económico, surgido del "pacto neocolonial", se define por el hecho de que la comercialización de productos coloniales deja de hacerse a través de los puertos y aduanas ibéricas para, en un primer momento, ligarse directamente a Inglaterra. Este vínculo será netamente económico, Inglaterra no se comprometerá políticamente con los países latinoamericanos. La hegemonía mundial de Inglaterra se prolongará desde el inicio de este nuevo pacto (alrededor de 1850) hasta comienzos del siglo XX y determinará sobre qué bases se apoyará la dependencia mercantil y financiera de América Latina.

En los países que logran un control nacional, las inversiones externas estarán dirigidas a los sectores del transporte y la comercialización; un ejemplo de este tipo de inversión es la del ferrocarril, que tiene un fin puramente económico que es el de comunicar a las unidades productivas con el puerto para la exportación de materias primas. En los países que no logran establecer un sistema de alianzas que garantice el orden interno y el desarrollo de la producción primaria, las inversiones estarán orientadas a establecer enclaves, sean estos de tipo minero (que necesitan mayor inversión) o en los enclaves de plantación.

A comienzos del siglo XX, la nueva potencia económica que comenzará a detentar la hegemonía mundial es Estados Unidos. Estados Unidos establece vínculos de dominación sobre América Latina, pero no sólo sobre su estructura económica-financiera sino que busca asumir el papel de "gendarme" de todas las relaciones que establezca América Latina con cualquier país.

El vínculo de los países latinoamericanos con Estados Unidos comienza siendo gradual; primero, Estados Unidos logra tener influencia sobre el Caribe y América Central: por ejemplo, cuando Cuba se independiza de España queda bajo la dominación de aquel país al igual que Puerto Rico por el Tratado de París; también en 1903 se crea el Estado de Panamá como Estado protegido por Estados Unidos que se apropia del Canal Interoceánico. Está dominación sobre Latinoamérica se intensifica hacia 1914 cuando surgen los conflictos en Europa; Inglaterra pierde su poder naval y Europa deja de funcionar como centro económico.

Hacia 1920 el ferrocarril inglés es reemplazado por el transporte automotor americano, lo que asegura nuevos mercados para Estados Unidos sin necesidad de inversión. A partir de la década del 20 va a cambiar la configuración económica mundial que se refleja en América Latina como el fin del desarrollo económico basado únicamente en el modelo agro-exportador, como consecuencia de que Europa se encuentra en ruinas y Estados Unidos se transforma en la potencia central del mundo y no demanda materias primas de América Latina. Termina la era denominada "de expansión hacia afuera" para comenzar con el crecimiento orientado hacia el mercado interno. Esta tendencia se va a intensificar después de la gran crisis de 1929.

Se puede entender, entonces, que toda la historia latinoamericana es una historia de relación, la relación entre "periferia" y "centro" como determinante de la estructura de fuerzas que se dan dentro de los países latinoamericanos. O bien, puede explicarse la relación que establecen los países latinoamericanos con el resto del mundo como producto de "las vinculaciones económicas y político-sociales que tienen lugar en el ámbito de la nación". "La dependencia encuentra así su verdadero carácter (…) a partir de la configuración del sistema de relaciones entre las distintas clases sociales en el ámbito mismo de las naciones dependientes".

2.2. RASGOS SOCIALES Y POLÍTICOS DE ESTE NUEVO ORDEN LIGADO AL MERCADO MUNDIAL

Finalizadas las guerras independentistas, los países de América Latina quedaron inmersos en un proceso de formación de nacionalidades que se caracterizará por la "violencia popular anónima e incontrolable". "La guerra de Independencia, transformada en un complejo haz de guerras en las que hallan expresión tensiones raciales, regionales, grupales demasiado tiempo reprimidas…". De esta forma, la militarización sobrevive a la lucha con el fin de conformar un nuevo orden.

Esta lucha que dura alrededor de 25 años es la etapa que Halperin Donghi describe como "la larga espera" para concordar el "pacto neocolonial".

La distinción entre los países latinoamericanos que muestra las características que tiene el tipo de relación de dependencia económica-financiera que se establece con los países centrales – de control nacional o de enclave – depende de como se desarrollaron las relaciones de fuerzas internas durante este período.

Se puede decir que los países donde predomina la economía de control nacional y que poseen un grado de diversificación del sistema productivo se corresponden con los que lograron comenzar el proceso para conformar un Estado–Nación, lo cual se vincula con el desarrollo de una clase social hegemónica capaz de tomar la dirección económica, política, cultural e ideológica del país, haciendo actuar a las demás clases como si la ideología que difunde fuera la misma de las demás clases. Esta dirección actúa sobre la base del consenso y pocas veces debe recurrir a la violencia, aunque posee el monopolio de la fuerza. La hegemonía se caracteriza por un predominio de la sociedad civil sobre la sociedad política (aparato estatal), pero hay que tener en cuenta que la hegemonía nunca es total y por este motivo se recurre a la coerción.

Entre 1825 y 1850 se desarrollan las luchas por alcanzar esa hegemonía, por esto predomina la violencia por sobre cualquier tipo de consenso. En este período, la clase fundamental recurre al pensamiento positivista basado en el racismo para salvaguardar su propia identidad, lo que obliga a un continuado ejercicio de represión y exclusión, política y cultural de los pueblos y las etnias con el fin de concebir la legitimidad del Estado. Desde las élites políticas e intelectuales "blancas" se intenta definir "sociológicamente", al "otro" étnico, social y cultural. Este "otro" es conceptualizado desde el comienzo como problema: "problema indígena", "inmigrante" o "negro" según los casos.

De esta manera, se puede hablar de hegemonía por el grado de unidad que han mostrado las distintas élites de la clase dominante y, por la forma en que lograron transformar las relaciones clientelares basadas en la violencia durante "la larga espera" en relaciones basadas en el consenso para el modelo agro-exportador del nuevo orden sustentado por la ideología del liberalismo económico.

Pero no hay que olvidar que este es el "Estado capturado" por los terratenientes, esta hegemonía es la hegemonía de "blancos", es la "unidad de clase" dirigida por el grupo predominante dentro de la misma clase y se sostiene por las relaciones clientelares que se caracterizan por excluir una gran cantidad de la población de la relación política con el Estado. La comunicación de la mayoría sólo es a través del clientelismo: con los caciques (en México), con los coroneles (en Brasil), con los gamonales (en Perú), y se mantienen en el mundo cerrado de la hacienda.

En algunos países, uno de los sectores "comercial-exportadores" monopolizó las relaciones externas y pudo así imponer su predominio a los demás grupos, constituyéndose en clase hegemónica que obliga al resto a acomodarse en su orden peculiar. Esto se evidencia en Argentina, donde la burguesía bonaerense logra conformar una "unidad de clase" bajo la cual mantiene los intereses de los restantes grupos que aparecen integrando la clase dominante.

En otros casos, como el de Brasil, falta un sector claramente hegemónico y esto conduce a un pacto tácito entre distintos sectores agroexportadores que serán los encargados de la dirección político-económica del país.

En países como Colombia o Uruguay se da un enfrentamiento por la hegemonía entre diversos sectores de la clase dominante que lleva a un pacto explícito de división sectorial o regional de esferas de influencia dentro del aparato estatal.

América Latina se prepara para este nuevo orden asaltando tierras de comunidades indígenas y, en algunos casos, tierras que pertenecen a la Iglesia con el fin de lograr una expansión de cultivos para el mercado mundial.

Algunos de los países que lograron iniciar este proceso hacia conformación de este tipo de Estado-nación y hegemonía son Argentina, a partir del gobierno de Rosas, la campaña del desierto y una democracia fraudulenta que se iba perfeccionando, respetando ciertos principios y garantías constitucionales, caracterizada por el enfrentamiento entre unitarios y federales; México, con el gobierno de Porfirio Díaz, quien estableció un régimen político de conciliación procurando satisfacer a aquellos que pudieran ser útiles a su dictadura; Brasil, pero que a diferencia de los demás, una vez que logró su independencia, llevó una vida pacífica de dictaduras libres hasta el golpe de estado de 1887 que puso fin a la monarquía y surgió la llamada República Vieja, que se va a caracterizar por ser un régimen federal.

Los países que no logran conformar una hegemonía de clase se debe a que los grupos fundamentales no tienen la fuerza suficiente para acordar en la forma de dirigir el país y determinar que tipo de relación económica querían y podían tener dentro del mercado mundial. Estos países se caracterizan por tener un sistema exportador monoproductor. Tales como los centroamericanos, en los cuales Estados Unidos e Inglaterra se enfrentarán por controlar el paso interoceánico. El sector exportador se impuso como clase dominante, estableciendo relaciones de subordinación y no de alianza.

2.3. CRISIS DEL ORDEN OLIGÁRQUICO LIGADO AL MERCADO MUNDIAL

La crisis del orden oligárquico encuentra sus orígenes alrededor de 1914 y sus explicaciones se pueden ver tanto en el orden interno como en el externo. En este sentido, se puede decir que a partir de las consecuencias que, desde la primera postguerra, genera esta relación dialéctica en el orden interno son causantes de la crisis de la "unidad de clase" característica de la estructura oligárquica.

Desde el orden externo, la crisis se puede explicar como resultante de la ruina de la economía europea que deja de demandar materias primas y productos agroindustriales, y esta demanda era el motor de las economías latinoamericanas y la base sobre la cual las clases dominantes mantenían el orden.

En el orden interno, la crisis del orden oligárquico se explica por la aparición de nuevos grupos sociales que demandan estar representados en el ámbito político. Estas nuevas clases son producto de la modernización que se provocó por la división social del trabajo. La formación de estos sectores orientados hacia el mercado interno se explica como consecuencia de la magnitud de las economías exportadoras diversificadas, de la existencia de núcleos exportadores paralelos.

La constitución de un mercado interno alienta al consumo, que requiere el desarrollo de una industria agropecuaria que, a su vez, genera nuevos sectores medios con cierta capacidad de consumo. "En función de ese mercado se constituyen los primeros núcleos industriales, y se forman, en consecuencia, tanto una burguesía urbana como sectores obrero-populares; así, en un primer momento, los grupos sociales urbano-industriales se constituyen siguiendo la expansión del sector agroexportador y sin que sus intereses económicos se opongan a los de éstos, sino que, por el contrario, pasan a ser un sector complementario de aquél"

Los sectores que exigen inclusión son los denominados sectores medios, que crecieron durante la última etapa de la "dominación oligárquica" y no están representados políticamente. Sus exigencias no estarán vinculadas tanto a la esfera económica; sus demandas serán por ejemplo por el voto universal, el cumplimiento de la constitución y, en algunos casos, como en México, por la no reelección frente al problema de la sucesión de presidentes.

En lo político, la forma de actuar de estos sectores va a ser particular en cada país: por vía revolucionaria en México, por la democratización pacífica en Argentina, Chile y Uruguay o, por vías autoritarias como es el caso de Perú. Esta es la etapa del surgimiento de los partidos políticos de amplia base social.

Junto con el surgimiento de estos sectores medios, los dueños de hacienda van perdiendo el monopolio del poder político aunque conservan el poder económico. Estas haciendas se caracterizan por tener un dueño que "protege" a los campesinos que trabajan en sus tierras, pero su producción es capitalista, de grandes volúmenes y para exportar. De este medio, surgen en algunos países latinoamericanos, a partir de 1920, movimientos del campesinado. Este campesinado es heterogéneo y todavía no tiene conciencia de clase, pero se une a los sectores medios para exigir participación política. Se produce un cambio en las actividades del Estado, que pasa de ser un Estado oligárquico débil manejado por el poder económico de los grandes terratenientes a uno activo que regula la sociedad civil e incluye a los sectores que surgieron en el seno mismo del Estado oligárquico.

2.4. MÉXICO Y BRASIL, DIFERENTES FORMAS, MISMO DESTINO.

La elección de estos dos países fue hecha para ver cómo, frente a un mismo contexto internacional y con el mismo objetivo, que es el de mantener un clima favorable para las inversiones extranjeras y beneficiarse del auge de las exportaciones, las distintas elites mexicanas y brasileras desarrollan sistemas políticos muy diferentes, en función de las relaciones de fuerzas que en cada país se revelan.

En el período anterior al orden oligárquico se encuentran las diferencias que van a explicar los motivos por los cuales estos países van a adoptar sus respectivos sistemas políticos. México se encontraba en un período de desorden generalizado por los violentos enfrentamientos entre conservadores y liberales federalistas, los conflictos entre los liberales, la Iglesia y las fuerzas armadas, las rebeliones populares indígenas, la urgencia de restaurar la minería y ordenar las finanzas públicas y, el debilitamiento de una clase alta excesivamente reducida a partir de la expulsión de los españoles peninsulares; Brasil se encontraba más unido, liderado por la predominante clase terrateniente, por ser éste un país abrumadoramente rural. Un liberalismo brasileño de aristocracias locales chocaba con un conservadurismo urbano, pero en el imperio parlamentario se veía el triunfo de los intereses rurales.

La fragmentación hispanoamericana característica de estos años (1825 –1850) se opone a la unión de la América portuguesa. En consecuencia, México va a optar desde 1876 por el gobierno centralista de Porfirio Díaz, capaz de establecer el orden mediante un régimen de conciliación en función de los intereses de los terratenientes para que México pueda comerciar con el exterior, apoyado por la Iglesia, el Ejército, los intelectuales orgánicos positivistas llamados "los científicos" y un cuerpo policiaco para reprimir las manifestaciones opuestas a su gobierno.

Brasil, para solucionar los enfrentamientos entre sectores de la misma aristocracia terrateniente va establecer desde 1889 la "República vieja" con la política "do cafe com leite" que es la alternancia de la posesión, entre los estados más fuertes, del poder federal. Estos estados son el de Minas Gerais (productor de ganadería lechera) y el de Sao Paulo (productor de café) Estos estados son más fuertes que el mismo gobierno de Brasil, tienen la posibilidad de pedir préstamos, establecer impuestos y tasas aduaneras internas sin la autorización del gobierno federal.

Tanto el gobierno de México como el de Brasil establecen relaciones clientelares como medio de legitimar el propio gobierno. En México, el cacique es el intermediario de mayor importancia entre su aldea y el gobierno, tanto para expresar las demandas del pueblo como para impulsar las decisiones del gobierno a nivel local. Porfirio Díaz, "en vez de combatirlos se las arreglo para ponerlos de su lado. A los colaboradores de su régimen otorgó recompensas demasiado jugosas para arriesgarse en una rebelión…Transformó la "tiranía local en una dictadura general, al cacique en policía, un representante del gobierno nacional" En Brasil el "cliente" recibe el nombre de coronel y su función la de garantizar la relación estadual – federal en el ámbito local. Durante la República, el coronel fue un instrumento clave que explica el equilibrio entre intereses que muchas veces se mostraron antagónicos. Los coroneles hacen votar a un conjunto de campesinos por un candidato.

Los dos sistemas generaron nuevos grupos sociales que excluyeron o hicieron pocos esfuerzos para sumar. Estos sectores van a ser los causantes de la caída de ambos regímenes. En el caso mexicano, la modernización llevada a cabo por Díaz será la que genera los nuevos sectores medios, estos sectores medios son los que están ligados a la burocracia del Estado y los que se generaron por la incipiente industrialización y por el surgimiento del mercado interno. A estos grupos se les van a sumar los sectores campesinos, también excluidos del crecimiento económico y a los que, en su mayoría les expropiaron las tierras y, en 1910 van exigir el sufragio efectivo, la no reelección y reivindicaciones territoriales. Esta es la Revolución que va a terminar con el porfirismo y, en 1910, va llevar a Madero al poder.

En Brasil, la caída de la República vieja será en 1930 porque los sectores no representados empiezan a exigir participación y que se respete la constitución y la voluntad colectiva y, porque el estado de Sao Paulo no respetó la política do cafe com leite y eligió a un paulista para que suceda a otro paulista. Esto va a llevar a un golpe de Estado y al surgimiento del gobierno de Vargas.

La historia de los países latinoamericanos que, si bien puede entenderse en forma global como historia de la dependencia con los países centrales, encuentra sus peculiaridades dentro de cada país, a nivel económico y en lo social, cultural y político. La relación con Inglaterra primero y con Estados Unidos después, estuvo condicionada por los procesos de construcción de las hegemonías de clase - que en ciertos países se produjo y en otros no - y de qué clase, en cada caso, detentó esta hegemonía. Estas características particulares de los casos nacionales se vinculan con el proceso histórico anterior al establecimiento de las relaciones de este "pacto neocolonial". En la caída del orden oligárquico también se observan rupturas y continuidades del desarrollo histórico de los diferentes países en función de las características de los movimientos sociales contrahegemónicos, según los casos, de orden más revolucionario o más reformista.

3. PODER POLÍTICO Y CONDICIONES SOCIALES EN A.L. DURANTE EL SIGLO XX.

3.1. LA RUPTURA DEL ESTADO OLIGÁRQUICO Y ORIGEN DEL POPULISMO

El populismo de la primera mitad del siglo XX en nuestros países es una "etapa", determinada por "la conformación definitiva de la sociedad de clases", dentro de un contexto de industrialización y acelerada urbanización. Este período superó la época del "Estado Oligárquico", anterior, dominado por relaciones estamentales o de castas, creadas por el colonialismo mercantilista ligado al régimen de servidumbre, semiesclavista o abiertamente esclavista.

El origen del populismo está ligado a la crisis del Estado Oligárquico. El populismo sucede a una serie de movimientos antioligárquicos de clase media (irigoyismo, tenientismo, por ejemplo), que estaban revestidos de un espíritu liberal y que buscaban el establecimiento de un estado de tipo Liberal (económica y políticamente hablando), difundiendo una serie de ideas sobre el progreso económico, la reforma institucional, la democratización, la libertad, etcétera.

Sin embargo es la nueva estructura de clases, creada por la creciente urbanización, la inmigración campo-ciudad, el desarrollo industrial, el crecimiento del sector de servicios, la que pone en jaque al sistema oligárquico. En esta crisis juegan un papel importante además, tres acontecimientos externos (I Guerra Mundial, Depresión Económica de los 30, y II Guerra Mundial) que funcionaron como rupturas estructurales en las naciones de economía dependiente, como eran las nuestras.

Las mencionadas crisis mundiales provocaron convulsiones políticas internas en los países dependientes del capitalismo, como lo eran los latinoamericanos, o propiciaron eclosión de fuerzas políticas, sociales y económicas que se encontraban controladas durante la vigencia de los gobiernos oligárquicos. De esta forma, el populismo histórico latinoamericano correspondió a una fase de las transformaciones del Estado capitalista, en que la burguesía agroexportadora y la burguesía minera y comercial pierden el monopolio del poder político en provecho de las clases sociales urbanas (burguesía industrial, clase media, proletariado industrial, militares, intelectuales).

3.2. CONFIGURACIÓN DEL POPULISMO

El populismo en América Latina fue una alianza entre clases sociales antagónicas, en proceso de formación (burguesía, por un lado, y proletariado, campesinos y clases medias, por el otro), guiadas por el propósito de confrontar y derribar el Estado Oligárquico, heredero del colonialismo, que desde el siglo XIX predominaba en todos los países del subcontinente. A nivel externo se luchó contra un enemigo llamado imperialismo norteamericano.

El período del ascenso y auge del populismo es llamada por Octavio Lanni, "época de la política de masas", en la cual la burguesía industrial asume el liderazgo ostentoso de las luchas reivindicativas y reformistas de la clase obrera y otros grupos populares. En estos años fueron creadas nuevas organizaciones técnicas y estilos de liderazgo político, surgiendo una ideología peculiar, llamada el "principio de paz social" o "armonía entre las clases", el cual adquirió primacía sobre las ideas y prácticas políticas inspiradas en los antagonismos de clase.

La unión táctica de grupos de intelectuales, clases populares, y sectores de la burguesía y de las fuerzas armadas se consolidó con el fin de acelerar las rupturas estructurales que habían debilitado a la oligarquía y al imperialismo. Obviamente, se jugaban intereses diversos, pero todos coincidían en que el desarrollismo nacionalista era una estrategia posible, primordial y urgente.

Dentro de esta "pacto" es necesario diferenciar dos tipos de populismo: Uno, el de las altas esferas (gobernantes, políticos, burgueses, profesionales, políticos, demagogos), que utilizan tácticamente a las masas trabajadoras y a los sectores más pobres de la clase media. Dos, el populismo de las masas (trabajadores, migrantes rurales, baja clase media, estudiantes radicales, intelectuales de izquierda). En situaciones normales, perecía existir una armonía total entre estos dos populismos. Sin embargo, en los momentos críticos, cuando las contradicciones políticas y económicas se agudizaban, el populismo de las masas tendía a asumir formas revolucionarias. En estas situaciones ocurre la metamorfosis de los movimientos de masas en lucha de clases. Por su parte, el populismo de las altas esferas abandonó a su suerte a las masas, sin antes impedir que den el paso decisivo en las luchas políticas.

La burguesía industrial emergente, entonces, acabó por mantener su preponderancia sobre las otras fuerzas políticas combinadas en el pacto populista, asumiendo el liderazgo directo de las luchas reivindicativas y reformistas de las clases obreras y de amplios sectores de la clase media. A fin de cuentas, esa burguesía, aliada con militares, intelectuales, clase media, era la clase victoriosa en la lucha contra la oligarquía. La burguesía controló a las demás clases sociales integradas en el Pacto. Cualquier intento de giro hacia la izquierda era rápidamente evitado con cierta dosis de autoritarismo o violencia reaccionaria. Cuando la politización de las masas amenazó con descontrolar el movimiento, el golpe de Estado resolvía el problema.

Y es que en la nueva configuración del sistema de clases propiciada por los procesos de urbanización e industrialización, entre otros, no existían las condiciones sociales necesarias para el fortalecimiento de posiciones radicales (como eran las socialistas). Muchas de las propuestas expresadas por estos grupos, estaban tomadas directamente de Europa sin ninguna reelaboración contextual, y por lo tanto, no tenían mayor apoyo popular. Además, según el autor, las condiciones en las cuales se encontraba la clase obrera en las crecientes ciudades, la conciencia de movilidad social superaba a la conciencia de clase.

Los trabajadores recién llegados a las ciudades estaban en un proceso de resocialización. Si bien una parte de ellos fue sindicalizada y politizada, la mayoría permanece fuera de los cuadros políticos institucionales. En general, esa mayoría no tenía mayor conciencia política; su participación se limitaba a las elecciones, a los movimientos de masas, facilitando los liderazgos carismáticos y su manipulación por demagogos.

Para la gran mayoría de los adeptos al populismo, lo que estaba en juego era el ascenso económico y social. En un plano secundario se colocaba la democratización de las organizaciones y las relaciones sociales. En la mayoría de los casos el objetivo era lograr una estrategia política de desarrollo económico nacional que exigía un cambio en el manejo de las estructuras de poder, el manejo de las relaciones entre el Estado y la sociedad.

El populismo latinoamericano aparece como un fenómeno urbano; su base social y económica está en las ciudades más desarrolladas y en las que los sectores secundario y terciario tienen mayor dinamismo. En algunos países con fuerte presencia indígena y con tradición comunitaria en las bases (Perú, México) el populismo sufrió una variante respecto al modelo urbano y capitalista al revestirse de un elemento tradicionalista y anticapitalista, idealizando la aldea comunal indígena y sus valores.

3.3. EL POPULISMO EN EL PODER

Por lo que respecta a sus fines económicos más generales, los movimientos y gobiernos populistas fueron abiertamente favorables a la industrialización y a la hegemonía de la industria sobre la agricultura y la minería. A la industrialización se la tomaba como equivalente del desarrollo económico en general, e indicador de bienestar social para el proletariado, mientras que los sectores agropecuario y minero eran considerados causas fundamentales de atraso económico y social.

Los populismos consideraban que la exportación de materias primas y la dependencia económica eran sinónimos para un país que no poseía industria. En este sentido aparecía ligado el nacionalismo, respondiendo a un propósito económico. En la medida en que desarrollaba una reorientación del subsistema económico nacional y cierta ruptura con el imperialismo, el populismo tenía algún compromiso con la idea de un capitalismo nacional y de una burguesía nacional. Para ello era indispensable un Estado fuerte que controlara las relaciones económicas capitalistas, que garantizara la nacionalización de la economía.

El populismo, en los países donde llegó al poder, adquirió formas autoritarias y algunas de ellas, dictatoriales. El peronismo, cardenismo, getulismo, velasquismo, etc. Tenían en común un marcado acento autoritario- paternalista. Estaba en juego una estrategia política de desarrollismo nacional, junto a un remodelamiento de estructuras de poder. Por lo tanto, las masas debían permanecer bajo el control estratégico de la burguesía, que sería la encargada de idear y conducir el proceso. El gobierno populista aceptó apenas la coraza política que las masas le podían propiciar (votos, comicios, huelgas, etc.), pero bajo ningún concepto aceptó la defensa armada por parte de trabajadores y estudiantes. Cualquier defensa armada sostenida en las masas colocaba al poder burgués automáticamente, en el camino de su liquidación.

El populismo en el poder hizo una combinación sui generis de sistemas de movilización y control de las masas asalariadas urbanas con el aparato estatal. En una democracia representativa, tiende a haber una separación clara entre el Estado, el partido del gobierno y las bases populares. En el populismo ocurre una combinación singular entre el Estado, el partido gubernamental y el sistema sindical. Por esta combinación, algunos ven semejanzas con el Estado Socialista y el Estado Fascista. Sin embargo existen diferencias fundamentales: en el estado Fascista, la combinación se realiza de acuerdo con las exigencias de la dictadura de la burguesía y del capitalismo monopolista; en el Estado Socialista, esta vinculación se realiza según las exigencias de la dictadura del proletariado y de la socialización de los medios de producción.

En el Populismo, el sistema de poder Estado - Partido - Sindicato, se apoya en la alianza de clases, bajo la égida directa o mediatizada de la burguesía. El Estado populista es propuesto e impuesto a la sociedad como si fuera el mejor y único intérprete del "pueblo" (proletariado, campesinos, estudiantes, clase media), sin la mediación de los partidos. El pueblo ve en el Estado a su guardián, intérprete, portavoz y realizador.

Una característica importante es la relación establecida con los asuntos económicos internos y externos. Dado el contexto de crisis del capitalismo internacional y de caída de la economía primaria exportadora en el que los populismos nacieron, los gobiernos populistas actuaron con medidas financieras correctivas y alternativas, destacándose el impulso a la industrialización sustitutiva de importaciones, y el intervencionismo económico. Bajo el gobierno populista el aparato estatal adquirió nuevas dimensiones como fuerza productiva, como agente económico. El Estado populista afectó sin duda la organización política de las formas de producción en una época en que crecieron las fuerzas productivas y el mercado interno.

El populismo, latinoamericano, en tiempos normales, es esencialmente reformista, apoyando la doctrina de la "paz social" entre las clases sociales. En épocas de crisis, las organizaciones, técnicas, liderazgos e ideologías populistas se revelan incapaces de transformarse en el sentido de la revolución. En la mayor parte de los casos, los cuadros burgueses y de la clase media se alían con los otros grupos de las clases dominantes, abandonando a su suerte a las masas. Las contradicciones estructurales internas y externas se agudizaron, llevando al colapso al populismo como modelo político de desarrollo y emancipación. De esta forma, La paradoja del populismo latinoamericano está en que estaba fundado en un pacto de clases sociales. Por lo tanto, cuando se rompió esta alianza, la ruptura se debió principalmente a las contradicciones desarrolladas entre las clases que componen el propio populismo. Generalmente hubo un resentimiento entre los miembros de la alianza y una mayor precisión en los perfiles de cada clase social.

4. GOBIERNOS POPULISTAS, Y NACIONALISTAS EN AMÉRICA LATINA:

4.1. BRASIL, Getulio Vargas (1930 – 1945 y 1951-1954)

Brasil se encontraba bajo la dictadura de Getulio Vargas, que se mantuvo en el poder desde 1930 hasta 1945. Antes, en 1926, es elegido presidente Washington Luis quien pone a Getulio Vargas como Ministro de Hacienda. En las elecciones de 1930 el candidato apoyado por Luis, es Julio Prestes que gana las elecciones y es inmediatamente impugnado por la Alianza Popular que denuncia un fraude en las elecciones. Estalla una rebelión en el sur del país y Vargas se dirige a Río de Janeiro, cuando los militares deponen a Washington Luis y forman una Junta de Gobierno.

En 1930 la Junta nombra a Getulio Vargas, como Jefe de Gobierno. En 1932, una rebelión organizada por la oligarquía paulista (de Sao Paulo) es derrotada por los militares. Vargas convoca a una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución es aprobada en 1943. El país está dividido en dos corrientes políticas, la izquierdista Alianza Nacional y la Acción Integrista Brasilera de inspiración nacionalsocialista y fascista.

La Alianza Nacional es declarada ilegal en 1935 y una nueva revuelta liderada por el comunista Carlos Prestes, logra el apoyo de algunos militares, pero no tienen éxito. Vargas, pretende permanecer en el poder y al aproximarse las elecciones, el tiempo se le acaba, pues por un lado están los comunistas y por el otro los oligarcas esperando las elecciones de 1938. Vargas da un golpe de estado y cierra el Congreso antes de las elecciones. Anuncia una nueva Constitución, inspirada en la Constitución polaca y por eso el pueblo la conoce como "La Polaca" y declara ilegales a los partidos políticos.

La crisis económica mundial del año 29 golpea la precaria economía brasilera, que para la época era prácticamente sustentada con las exportaciones de materia prima, pues el país es netamente agrícola. Vargas intenta industrializar la economía, cuando la guerra mundial estalla y las importaciones de maquinaria se reducen casi a cero. El gobierno brasileño simpatizaba con el fascismo de Mussolini, sin embargo, las relaciones con Estados Unidos eran buenas, como era habitual con todas las dictaduras latinoamericanas de la época, que no eran pocas por supuesto. Para Vargas, la única forma de obtener ayuda económica, era dando su apoyo a los Aliados (EE UU, Inglaterra, URSS...), aprovechando la estratégica situación de Brasil en el Atlántico y para no correr el riesgo de enfrentarse a ellos, lo que habría sido difícil para el Brasil. En febrero de 1945 El gobierno brasileño embarca un contingente de más de 5 mil hombres a bordo del USS General Meigs. La infantería brasilera opera en Monte Castelo.

Hacia finales de la guerra, los movimientos democráticos en el Brasil forzaron a Getulio Vargas a ceder parcelas de poder, como el restablecimiento de los derechos constitucionales, amnistía política y legalización de los partidos políticos. En consecuencia, Getulio Vargas decidió amnistiar a todos los presos políticos y accede a democratizar al país una vez que la guerra haya terminado.

El día 2 de mayo de 1945, se firma la rendición incondicional de Italia. Las tropas brasileras comienzan su repliegue de regreso al Brasil.

Durante la guerra, Brasil recibió 331 millones de dólares de ayuda de parte de EEUU y una gran cantidad de material bélico entre los que se encontraban más de 1100 aviones de varios tipos, como parte de un paquete de préstamo encuadrado en la Ley de Préstamos y Arriendos. En cambio, EEUU recibió enormes cantidades de materias primas brasileras importantísimas para el esfuerzo bélico, además de acceso a bases militares en el extenso territorio brasilero, para uso de los Aliados.

4.2. ARGENTINA, Juan Domingo Perón (1946 – 1955)

Juan Domingo Perón (1895-1974) es una de las figuras más controversiales de estas décadas de deterioro de ideales democráticos y dictaduras militares que se han visto en buena parte de Hispanoamérica. Perón, como otros, sube a la presidencia a través de las instituciones militares. En el caso de Perón, la formación del instituto militar, además de su estancia en Alemania e Italia a finales de los 1930s, habrá influido mucho en su formación política y la simpatía hacia los gobiernos fascistas de estas dos nociones al estallar la segunda guerra mundial.

Al volver a la Argentina en 1941 Perón crea el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), que dos años más tarde lleva a cabo un golpe de estado. Perón se vuelve

Vicepresidente y Ministro de Guerra. Aquí empiezan a verse los aspectos contradictorios de Perón. Logra animar al pueblo, la clase trabajadora, los "descamisados" como solían llamarse los seguidores de Perón. El populismo evidente en la política de Perón es desconcertante para el establecimiento militar y Perón termina encarcelado. Las manifestaciones populares logran liberar a Perón y su carrera política se pone en alta mar. En 1946 es electo presidente de la República por primera vez. Perón ya cuenta con una nueva aliada, su esposa, Eva Duarte, "Evita," con quien se había casado en octubre de 1945.

La creación de la Fundación Eva Perón puso en evidencia una agenda social destinada a mejorar la vida de la clase obrera. Para lograr estos fines idealistas el país empieza a industrializarse y el sindicalismo laboral se vuelve un elemento importante en la política. En contraste con los dictadores centroamericanos y antillanos, la actitud de Perón ante los Estados Unidos es independiente y a veces adversaria. El "justicialismo," movimiento y pretensión de la política de Perón, requería la nacionalización de algunas de las industrias y la realización de un amplio programa de obras públicas.

La dificultad de mantener estos programas sociales se hace transparente a principios de la década de 1950, por el declive del auge económico exportador, y sus efectos, principalmente la creciente escasez de flujos económicos y la reducción de las reservas públicas, complicado con la muerte de Evita, factores que en 1952 precipitaron la caída de Perón. En 1955, el Ejército vuelve a apoderarse del gobierno.

Perón se exilia. Después de vivir en varios países hispanoamericanos pasa a España donde permanece hasta 1972. Un año más tarde el Movimiento Justicialista vuelve al poder con la elección de Héctor José Cámpora. Cámpora convoca nuevas elecciones y Perón sale victorioso. Será una presidencia truncada por la muerte de Perón el primero de julio de 1974.

4.3. EL NACIONALISMO DE LÁZARO CÁRDENAS EN MÉXICO (1934—1940).

La actuación cardenista en México se ubica también en el contexto del proceso que estaban sufriendo las relaciones de América Latina con los Estados Unidos. Además se da la concurrencia de hechos importantes que crearán un escenario favorable a la obra cardenista en México:

• La consolidación de la revolución mexicana que permite la elaboración del primer plan sexenal de gobierno para el sexenio 1934-40, producto de una consulta con los sectores productivos y las distintas facciones políticas del Partido Nacional Revolucionario.

• La conocida política de “buen vecino” de Roosevelt, que tenía la clara intención de limar asperezas existentes con sus vecinos del sur.

• La crisis del capitalismo mundial que explotó en Estados Unidos en 1929 y sus secuelas, que interrumpieron gravemente los flujos del comercio con ese país, obligando a algunas naciones como México a autoabastecerse en lo referente a manufacturas de la industria liviana y con ello, paradójicamente, a desarrollar por necesidad este sector de la economía.

• La política estatista del gobierno norteamericano, encabezado por Franklin D. Roosevelt que se vio en la necesidad de romper la ortodoxia económica anterior, al incrementar la intervención del estado norteamericano para reactivar la economía, ya que las firmas privadas estaban en general, gravemente descapitalizadas.

• La carrera armamentista que se iniciaría a mediados de la década de los 30’s, por la inminencia de la agresión fascista en Europa que desembocaría en la segunda guerra mundial, que ocupó la porción tecnológicamente más desarrollada de la planta industrial norteamericana y que permitió a países emergentes como México, la producción de otros insumos y productos industriales incluso para exportar a aquel país.

Cárdenas utiliza el peculiar panamericanismo de Roosevelt, así como las condiciones internacionales mencionadas, para llevar adelante sus objetivos nacionalistas y de defensa de la soberanía y el patrimonio nacional.

Ello lleva al régimen cardenista a impulsar medidas estratégicas que a la postre permitirían un acelerado desarrollo de la economía mexicana conocido como “el milagro mexicano”:

• Impulso de una reforma agraria, en aplicación del artículo 27 de la Constitución del 1917, que permitiría al cardenismo sumar a los 7 millones de hectáreas de tierras repartidas a los campesinos, desde la revolución, 20 millones adicionales, constituyendo el reparto más significativo en América Latina

• Nacionalización de la industria petrolera, que estaba en manos de Norteamericanos e ingleses principalmente, para convertirla en palanca del desarrollo nacional, medida que por la dimensión de los intereses afectados llevó al gobierno inglés a amenazar con intervención militar en México, así como a impulsar medidas de bloqueo al comercio mexicano en el mundo

• El desarrollo de importante infraestructura tecnológica, educativa y financiera para proporcionar cimientos sólidos y apoyo al desarrollo posterior.

• La organización de obreros, campesinos y empresarios para participar de manera organizada en la gestión de sus intereses sectoriales y en las decisiones fundamentales ligadas al los intereses nacionales.

• El impulso de una estrategia de desarrollo autónomo, que se opuso a subordinar la economía nacional a los intereses de los gobiernos y las corporaciones trasnacionales.

• El desarrollo de políticas sociales destinadas a mejorar la calidad de vida de los trabajadores, campesinos, empleados, profesionistas y en general de las familias mexicanas.

El régimen cardenista se puede calificar por tanto, de nacionalista y popular, y no populista, ya que el interés por el desarrollo y la elevación del nivel de vida de la mayoría de la población era genuino y no una mera alianza coyuntural para la industrialización del país como lo fue en el caso de Argentina y de Brasil.

V. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA CRISIS DEL ORDEN NEOCOLONIAL.

1. LA CRISIS CAPITALISTA DE 1929

La crisis de 1929, no sólo creó a la economía latinoamericana problemas de dimensiones incomparablemente mayores que las que le precedieron; ofreció además en las metrópolis (países imperialistas) el espectáculo de un derrumbe económico acompañado de catástrofe social y crisis política.

La depresión reveló la fragilidad del orden mundial al que Latinoamérica había buscado tan afanosamente incorporarse. Y pese a la recuperación del capitalismo, el mundo ya no volvería a ser el mismo.

En el siglo XIX la periferia (países dependientes), no había cumplido tan sólo papel de proveedora —de materias primas—, sino también de consumidora de parte importante de la producción industrial.

En el siglo XX la situación cambia cada vez más; El resurgimiento de los capitalismos metropolitanos —Estados Unidos, Inglaterra, Francia...— luego de la crisis y de la segunda guerra mundial se da gracias a la expansión del mercado consumidor interno, que ya incluye bienes de consumo duradero —automóviles, línea blanca, electrodomésticos, etc. —

Los países latinoamericanos amenazan transformarse en los slums —villas miseria— del planeta. Se dan cambios muy profundos, frente a los cuales los países de A.L. intentarán un penoso esfuerzo de readaptación. Los cambios dominan las economías nacionales y con ello el equilibrio social y político.

Los países mayores de A.L. que pudieron introducir algunos cambios resistieron mejor, mientras que los más pequeños, incapaces de elaborar respuestas a la nueva coyuntura, se limitaron a sufrirla.

En política, el ascenso mundial del fascismo (la guerra civil de España, el militarismo autoritario en Alemania e Italia...) y la alternativa que frente a lo anterior ofrece la izquierda revolucionaria constituyen el marco político-ideológico dentro de los cuales Latinoamérica debe buscar su nuevo camino.

La segunda guerra mundial crea un complicado intermedio hasta que la guerra fría define de nuevo los campos, —encabezados de un lado por los Estados Unidos y del otro por la Unión Soviética—, en donde Latinoamérica será instrumento al servicio principalmente de Estados Unidos.

2. LA ESTRUCTURA CONEMPORÁNEA DEL DESPOJO.

En 1916, El capital norteamericano abarcaba menos de la quinta parte del total de las inversiones privadas directas, de origen extranjero, en América Latina. Hacia 1970, abarcaba ya cerca de las tres cuartas partes.

A partir de la segunda Guerra, Mundial se consolida en A.L., el repliegue de los intereses europeos, en beneficio de las inversiones norteamericanas, principalmente en la industria

El capital imperialista captura los mercados “por dentro”, haciendo suyos los sectores clave de la industria local y los de mayor avance tecnológico.

Lo anterior no significa el abandono del control de los insumos y materias primas como el petróleo y los minerales de A.L.

No obstante la división internacional del trabajo se mantiene: A.L. continúa exportando materias primas y productos elaborados con nuestra mano de obra barata, por filiales de firmas extranjeras.

El capital extranjero paga salarios veinte veces menores que en Nueva York, dispone del crédito nacional y desnacionaliza las ganancias que la industria produce: no aporta capital al desarrollo, sino que lo sustrae.

Para un período analizado en los años 70’s, los beneficios extraídos resultó ser cinco veces mayor que el monto de las inversiones nuevas.

El Siglo XX no engendró una burguesía industrial fuerte y creadora; nuestros burgueses son hoy día, comisionistas o funcionarios de las corporaciones extranjeras.

3. LA ESTERILIDAD DE LA BURGUESÍA NACIONAL.

En la mayoría de los países de A.L., la satelización de la industria se ha operado salvo alguna excepción —Brasil, Argentina y México—, sin mayores dificultades.

El monopolio es un fenómeno aplastante: los capitales norteamericanos se concentran, en A.L., más agudamente que en los propios Estados Unidos.

La burguesía se ha asociado a la inversión extranjera, por lo que el capital extranjero ha encontrado a la industria local sin defensas ni conciencia de su papel histórico.

Los Gobiernos de A.L., han reducido su influencia al mínimo, gracias a la intervención del Fondo Monetario Internacional.

Algunas coyunturas como la gran crisis de 1929 y las dos guerras mundiales, hicieron caer las exportaciones de materias primas; ello aunado a la escasez y carestía de las manufacturas extranjeras por los mismos motivos, orientó algunos capitales locales de origen rural hacia la industria.

El crecimiento de importantes industrias en ese contexto se superpuso a la economía tradicional ocasionando distorsiones y sobre todo desigualdades sociales, regionales y sectoriales.

El espíritu de empresa en A.L., fue una característica del Estado, en países como Brasil (con Getulio Vargas), México (con Lázaro Cárdenas) y Argentina (con Juan Domingo Perón), líderes de signo nacionalista y amplia proyección popular.

El Estado ocupó el lugar de una clase social cuya aparición la historia reclamaba sin mucho éxito.

A diferencia de Brasil y Argentina, —y en la mayoría de los demás países de A.L. —, donde los gobiernos industrializadores dejaron intacta la estructura latifundista, Lázaro Cárdenas en México impulsó la reforma agraria, reclamo pendiente desde el estallido revolucionario de 1910.

Chile, Colombia y Uruguay vivieron también procesos de industrialización sustitutiva de importaciones, en los períodos que aquí se describen.

La nueva industria se enfrentó a mercados internos muy débiles y limitados, así como a crecientes importaciones de maquinarias y repuestos, sin que sus productos fueran competitivos en el extranjero por el propio rezago tecnológico

Es decir, el pasaje a la producción interna de un determinado bien apenas “sustituye” parte del valor agregado que antes se generaba fuera de la economía.

No obstante los pobres resultados industrializadores de A.L., el capital extranjero recuperó espacios perdidos, para lo cual no se detuvo, aplicando golpes de estado, represión de trabajadores e incluso recurriendo a la dictadura militar.

Por otra parte los dueños de las industrial más dinámicas (pesada y de bienes de capital) impulsan el fortalecimiento de los lazos económicos entre sus islas de desarrollo y el sistema económico mundial, subordinando las transformaciones internas a ese objetivo

4. EL CAPITAL EXTRANJERO EN BRASIL, ARGENTINA Y MÉXICO.

El 6 de julio de 1965 se aprobaron en Brasil —en plena dictadura militar—, dos leyes contradictorias: primero una que reservó al Estado la explotación de la petroquímica y a continuación otra, que derogó la anterior y abrió la explotación a las inversiones privadas.

Como consecuencia de lo anterior las firmas norteamericanas Dow Chemical, la Union Carbide, la Phillips Petroleum y el grupo Rockefeller obtuvieron, directamente o a través de asociación con el estado, la industria de los derivados químicos del petróleo

En medio del atraso de amplios sectores de la población, se tendían carreteras, se creaban grandes represas, fábricas de automóviles y otras industrias, se abrían de par en par las puertas a la inversión extranjera, se aplaudía la invasión de los dólares;

El salto se financiaba con inflación —impresión no respaldada de billetes nuevos—, con una pesada deuda externa que sería descargada, agobiante herencia, sobre los gobiernos siguientes.

Según informe de la CEPAL, más del 80% del total de las inversiones entre 1955 y 1962 —época del presidente Juscelino Kubitschek— se obtuvieron con el aval del Estado. Es decir, que más de las cuatro quintas partes de las inversiones provenían de la banca extranjera y pasaban a engrosar la abultada deuda externa del Estado brasileño.

Pero las empresas nacionales no gozaban de estas facilidades otorgadas a la General Motors o a la Volkswagen.

De una investigación realizada por la Universidad brasileña, resultó que: de los 24 grupos establecidos en ese país con más de 4 mil millones de dólares de capital, la mayoría constituían monopolios indiscutibles en sus respectivas ramas y apenas 9 no estaban ligados con capital de Estados unidos o Europa.

Paralelamente se privatizaban o se dejaban morir las empresas nacionales como la Fábrica Nacional de Motores, creada en la época del desaparecido presidente Getulio Vargas.

Entre 1964 y 1968 las firmas extranjeras terminaron devorando las industrias nacionales emergentes; solamente en la industria automotriz, 15 fábricas brasileñas de automotores o de pieza para autos, fueron anexadas a la Ford, Chrysler, y otras firmas extranjeras; lo mismo ocurrió con la industria eléctrica y electrónica; los laboratorios de medicamentos, metales no ferrosos, plásticos, petroquímica, industria mecánica y metalúrgica.

El gobierno de Castelo Branco —otra dictadura militar—, otorgó más facilidades como la aplicación de las leyes del país de origen de los inversionistas, exención de impuestos, repatriación ilimitada de utilidades, haciendo gala de que en Brasil se daba a los extranjeros el trato más liberal del mundo.

Por su parte, Argentina disputaba a Brasil el papel de plaza predilecta de las inversiones imperialistas y su gobierno militar no se quedaba atrás en la exaltación de las ventajas ofrecidas en este mismo período: en 1967, el General Juan Carlos Onganía proclamaba la igualdad de oportunidades del capital extranjero frente al nacional y la no discriminación al capital extranjero: las gallinas otorgan al zorro la igualdad de oportunidades.

Entre 1963 y 1968 fueron desnacionalizadas 50 importantes empresas argentinas, veintinueve de las cuales cayeron en manos norteamericanas, incluyendo fundición de acero, fábricas de automóviles, petroquímica, industria eléctrica, papel, refacciones...

Para la misma época, México concentró casi la tercera parte de las inversiones norteamericanas en la industria manufacturera de América Latina. Firmas como General Motors, Ford, Volkswagen —automotrices—, Du Pont, Imperial Chemical, Union Carbide —química—, Parke Davis, Merck & Co., Sidney Ross y Squibb —laboratorios de medicamentos—, han consolidado su poderío en sus ramas de actividad.

No obstante que la legislación mexicana imponía una mayoría nacional de las acciones en algunas industrias, en 1962, de las 100 empresas más importantes de México, 56 estaban total o parcialmente controladas por el capital extranjero, 24 pertenecían al Estado y 20 al capital privado mexicano

5. PAPEL DEL FONDO MONETARIO INTERNACIONAL.

Ante los cuestionamientos del Parlamento Brasileño acerca de la subordinación y discriminación del capital nacional en privilegio del extranjero, el Ministro brasileño Roberto Campos decía en 1968: “obviamente el mundo es desigual. Hay quien nace inteligente y hay quien nace tonto. Hay quien nace alerta y hay quien nace tullido... Unos mueren temprano, en el primor de su vida; otros se arrastran criminalmente por una larga existencia inútil. Hay una desigualdad básica fundamental en la naturaleza humana,... Postular que las empresas nacionales deban tener el mismo acceso que las empresas extranjeras al crédito extranjero es simplemente desconocer las realidades básicas de la economía...”

Según el manifiesto capitalista del ministro Campos, la injusticia no existe, los países pobres son pobres porque... son pobres; el destino está escrito en los astros y solo nacemos para cumplirlo: unos, condenados a obedecer; otros, señalados para mandar. Unos poniendo el cuello y otros poniendo la soga. El autor fue el artífice de la política del Fondo Monetario Internacional en Brasil.

Bajo el pretexto de lograr la mágica estabilización monetaria, el FMI, impone en América Latina una política que agudiza los desequilibrios en lugar de aliviarlos: Liberaliza el comercio, congela los salarios, desalienta la actividad estatal; receta la devaluación monetaria, lo que concentra aún más los capitales, propiciando la absorción de las empresas nacionales por el capital foráneo; castiga el consumo de la sociedad ya de por sí contraído, para supuestamente combatir la inflación.

Las medidas del FMI, han aumentado la miseria de las grandes masas desposeídas, poniendo al rojo vivo las tensiones sociales, precipitando la desnacionalización del patrimonio nacional, en nombre del libre comercio.

Pero el FMI, no combate el proteccionismo en los Estados Unidos. En cambio con América Latina el FMI ha sido inflexible. Para eso nació en los Estados Unidos, con sede el Estados Unidos y al Servicio de los Estados Unidos. El chantaje se basa en que el FMI proporciona préstamos o da la imprescindible luz verde para que otros los proporcionen.

El Banco Mundial, mancuerna financiera del FMI, y otros organismos afines, tampoco otorgan préstamos sin el visto bueno y el cumplimiento de las Cartas de intención del Fondo. Fueron creados para institucionalizar el predominio financiero de Waal Street sobre el planeta entero, cuando a fines de la segunda guerra mundial, el dólar inauguró su hegemonía como moneda internacional.

La burguesía nacional latinoamericana tiene, bien es cierto, vocación de rentista, y no ha opuesto diques considerables a la avalancha extranjera sobre la industria, pero también es cierto que las corporaciones imperialistas han utilizado toda una gama de métodos de arrasamiento. El bombardeo previo del FMI facilita la penetración.

La dependencia en el suministro de la tecnología se paga caro: el know-how de las corporaciones incluye una gran pericia en el arte de devorar al prójimo. El ejemplo de la Scotch y la Union Carbide en Brasil, que tras abrirle la guerra a la empresa brasileña de cintas adhesivas Adesite, bajando sus precios en 40%, por debajo de los costos de producción de la firma brasileña, la quebraron y luego se dividieron el mercado brasileño por mitad, acordando un aumento general del 50% en sus precios.

6. LOS ESTADOS UNIDOS Y LA INVASIÓN DE LOS BANCOS.

La canalización de los recursos nacionales en dirección a las filiales imperialistas se explica en gran medida por la proliferación de las sucursales bancarias norteamericanas en América Latina.

En 1964 había 78 sucursales de bancos norteamericanos en A.L., que tenían 810 millones de dólares de depósitos; 1967 ya eran 133, y el saldo en depósitos ya sumaba 1,270 millones de dólares.

Hacia 1969 sólo el First Nacional City Bank contaba ya con 110 filiales en 17 países latinoamericanos; el Chase Maniatan Bank, 34 sucursales en Brasil; el Banco Continental, 42 agencias en Perú; el Banco de Comercio 120 sucursales en Colombia y Panamá.

Toda esta invasión bancaria sirve para desviar el ahorro latinoamericano hacia las empresas norteamericanas que operan en la región, mientras las empresas nacionales caen estranguladas por falta de crédito.

No obstante lo anterior, según las leyes norteamericanas, ningún banco extranjero puede operar en los Estados Unidos, como receptor de depósitos de los ciudadanos norteamericanos.

Aún los bancos que han podido mantenerse con capital nacional en Latinoamérica, prefieren atender las demandas crediticias de las empresas extranjeras, que cuentan con garantías sólidas y operan volúmenes amplios.

7. UN IMPERIO QUE IMPORTA CAPITALES.

No obstante que el ministro brasileño Roberto Campos —el del discurso nazi-fascista—, celebraba la apertura de bancos extranjeros por la supuesta inyección de capital al mercado local, el 1967 ingresaron 76 millones de dólares y la exportación de capitales por ganancias, dividendos, uso de marcas etc., superaron en más de cuatro veces a la inversión nueva. Eran los años clave de la desnacionalización industrial.

Incluso algunos principios clásicos del capitalismo monopolista se han agravado en perjuicio de la economía de nuestros países. Lenin decía a principios del Siglo XX: lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capitales. En nuestros días, como han hecho notar Baran y Sweezy —economistas norteamericanos—, el imperialismo importa capitales de los países donde opera.

En el período 1950-67, las nuevas inversiones norteamericanas en A.L., totalizaron 3,921 millones de dólares, mientras que las utilidades y dividendos remitidos al exterior sumaron 12,819 millones de dólares.

Según la CEPAL , la sangría de las utilidades exportadas “en los últimos años exceden en cinco veces a las inversiones nuevas”; Argentina, Brasil y México han sufrido los mayores aumentos de la evasión.

Todo ello, sin incluir las remesas al exterior por pago de patentes y asistencia técnica, y otros conceptos invisibles o no computados, que aparecen en la cuenta corriente de la balanza de pagos como “errores y omisiones”, que sólo en el caso de Venezuela sumaron otros mil millones de dólares en 10 años. (1955-66).

Al llevarse muchos más dólares de los que traen, las empresas extranjeras contribuyen a agudizar la escasez de divisas (dólares...) de la región.

Los países que sufren esta sangría se descapitalizan en vez de capitalizarse. Entra en acción, entonces, el mecanismo del empréstito, previo cumplimiento de condiciones favorables al avance del control del mercado por las empresas extranjeras, con lo que la medicina resulta peor que la enfermedad.

El capitalismo de nuestros días exhibe, en su centro universal de poder, una identidad evidente de los monopolios privados y el aparato estatal, no sólo para asegurar la acumulación y concentración de capital sino hasta para beneficiarse de la investigación y el avance tecnológico, sin omitir desde luego, el envío al exterior de sus “marines” para salvar los dólares de sus monopolios cuando corren peligro.

Incluso los supuestos programas de ayuda internacional auspiciados por el gobierno norteamericano como la Alianza Para el Progreso, en los años 60’s, resultaron un buen negocio para sus empresas ya que los préstamos fueron condicionados a la adquisición de los bienes industriales norteamericanos, transportados en sus barcos y asegurados por sus compañías, todo a precios superiores que los del mercado mundial.

Según la OEA , una vez separada “la paja del grano”, resulta que apenas el 38% de la ayuda nominal puede considerarse como ayuda real y en algunos casos —industria, minería, comunicaciones—, la “ayuda” real sólo representa el 20% (la quinta parte) del total autorizado.

El condicionamiento de los avales del Fono Monetario Internacional (FMI); así como de los préstamos del Banco Internacional de Reconstrucción Y Fomento ( Banco Mundial); el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID); la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID), todos controlados por los Estados Unidos, es ampliamente conocido. Como regla general, se arrogan el derecho de decidir la política económica que han de seguir los países que solicitan los créditos.

No obstante, las condiciones no se limitan a la política económica. Frecuentemente los préstamos y “ayudas” se autorizan a cambio del voto de nuestros países en apoyo de los Estados Unidos, en el seno de organismos como la ONU, la OEA, y sus dependencias como el Consejo de Seguridad, que autoriza las intervenciones militares justificadas o injustificadas.

Hubo un programa “tristemente célebre” de ayuda para América Latina, y nos referimos a la “Alianza para el Progreso” (ALPRO), que fue manipulado por el gobierno norteamericano, como arma de presión para obtener aún mayores ventajas y libertades para los inversionistas de aquella potencia, entre los años de 1961 y 1965, prohibiendo apoyos a los gobiernos que hubieran “nacionalizado o expropiado...” propiedades norteamericanas, lo que incluye concesiones mineras, petroleras, etc.

A través de la ALPRO desestabilizaron al gobierno nacionalista brasileño de Joao Gulart, apoyando a sus gobernadores pronorteamericanos, quebraron la resistencia inicial del presidente Belaúnde Terry en Perú, apoyaron a los dictadores Miguel Idígoras de Guatemala, René Barrientos de Bolivia, Duvalier en Haití, etc.

Los prestamos del programa ALPRO, se invirtieron asimismo en importantes instalaciones industriales en América Latina, filiales de firmas norteamericanas, pero con cargo a la deuda pública de sus gobiernos. Es el caso de la Phillips Petroleum Co. (Petróleo y Fertilizantes) y Petroquímica Uniao en Brasil; Electric Bond and Share (Energía eléctrica) en Argentina, Guatemala.

Los Directores del Banco Mundial, lo fueron también de bancos norteamericanos como el Chase Maniatan Bank y otros del grupo Rockefeller.

Todo lo anterior incubado en los años 60’s del siglo XX, generó otro problema que haría crisis más adelante: la gigantesca deuda externa, que absorbería porcentajes crecientes de los dólares que recibirían los países latinoamericanos por sus legítimas exportaciones.

8. LA INDUSTRIALIZACIÓN NO ERRADICA NECESARIAMENTE LA DESIGUALDAD.

El intercambio de mercancías constituye, junto a las inversiones directas en el exterior y los empréstitos, las palancas para determinar la división internacional del trabajo.

Por ejemplo, los países llamados del Tercer Mundo sólo intercambian entre sí alrededor de la quinta parte de sus exportaciones —tradicionalmente una sola materia prima o producto agropecuario que identifica a cada país— y en cambio dirigen las tres cuartas partes del total de dichas materias primas o productos primarios, hacia los centros imperialistas de los que son abastecedores, a precios siempre castigados a conveniencia de los consorcios extranjeros.

Cada vez vale menos lo que América Latina vende, y, comparativamente, cada vez es más caro lo que compra.

Con el producto de la venta de 22 novillos, Uruguay podía (1954) comprar un tractor Ford; en los 70’s necesitaba más del doble de novillos.

Este deterioro del intercambio originó entre 1955 y 1964 una pérdida de más de 18 mil millones de dólares en perjuicio de América Latina.

La brecha del comercio ha determinado que cada año que pasa, se cava más profundamente este abismo para la región (AL).

La desigualdad del comercio internacional se funda en el intercambio de más horas de trabajo de los países pobres por menos horas de trabajo de los países ricos. Visto en otros términos existe una enorme diferencia de salarios entre los países imperialistas respecto de los subdesarrollados.

Son los salarios bajos los que determinan los precios bajos y no a la inversa.

Celso Furtado advirtió que a medida que América Latina avanza en la “sustitución de importaciones”, de productos más complejos, “la dependencia de insumos provenientes de las matrices tiende a aumentar”

Esta tendencia parece indicar que la eficacia “sustitutiva”, disminuye a medida que crece la expansión industrial, entonces, la dependencia no se rompe, sino que cambia de calidad: los Estados Unidos venden ahora, en América Latina, una proporción menor de artículos para el consumo directo de la población (productos terminados) y una proporción mayor de productos más sofisticados y de alto nivel tecnológico

Argentina, México y Brasil son muy buenos compradores de maquinaria industrial, maquinaria eléctrica, motores, equipos y repuestos de origen norteamericanos.

Las filiales de las grandes corporaciones se abastecen en sus casa matrices a precios deliberadamente caros, porque “pagando estas importaciones a precios muy elevados, giran fondos hacia el exterior...” es una industria satelizada

Es muy elocuente el caso de los automóviles armados en nuestros países, que no obstante la mano de obra barata, los equipamientos e infraestructura a cargo de nuestros gobiernos, exenciones de impuestos, etc., ello no impide que los automóviles producidos en los países de la región, resulten significativamente más caros, que si se compraran en el mercado de los países donde están sus matrices.

VI. LAS DICTADURAS REPRESIVAS DE NICARAGUA, GUATEMALA, REPUBLICA DOMINICANA Y HAITÍ:

1. INTRODUCCIÓN.

En la antigua Roma, cuando la república debía enfrentarse a situaciones de extrema gravedad, los cónsules designaban a un dictador que asumía todos los poderes hasta el restablecimiento de la normalidad. Tras el surgimiento de las modernas democracias en el siglo XIX, el término de la dictadura volvió a ser utilizado, esta vez para designar aquellos regímenes políticos cuya legitimación no se fundamentaba en el modelo democrático liberal.

Se llama dictadura o régimen autoritario a una forma de organización política según la cual el poder está encarnado en una persona o en un pequeño número de personas, que lo ejercen de forma absoluta. Tal sistema político recibe también, a veces, la denominación de totalitario, si bien el concepto de totalitarismo se ha utilizado más estrictamente para designar a movimientos ideológicos en que la persona y la sociedad se subordinan al estado, como sucedió en el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán o el socialismo estalinista.

Por lo general un régimen dictatorial suele ser el resultado de un proceso de profunda convulsión social, provocada por una grave crisis económica, una situación revolucionaria o por una guerra, y se produce normalmente por medio de un movimiento militar contra las estructuras del poder anteriormente establecido, movimiento que adopta la forma de golpe de estado. En unos casos, tal movimiento militar se produce en defensa de los intereses de los grupos minoritarios del estado; en otros, en apoyo de sectores más amplios.

En ocasiones, el origen de un régimen dictatorial no se halla en un golpe militar, sino en un golpe de estado político, llevado a cabo desde las propias estructuras del sistema que se pretende abolir. Tal fue el caso de la dictadura nazi impuesta por Adolfo Hitler en Alemania o el de la dictadura fascista de Benito Mussolini en Italia. La debilidad de las instituciones es aprovechada en estos casos para imponer la atribución explícita del poder político a un partido de talante no democrático, que ya ha impuesto socialmente su prepotencia.

Los estados dictatoriales han buscado su legitimación en teorías como la del "caudillaje", según la cual en determinadas épocas históricas surgen en algunas comunidades personas dotadas de un especial carisma o dotes providenciales y destinadas a conducir a la nación hacia determinados objetivos de valor trascendente. En otros casos, estos regímenes se han dotado de formas democráticas que aceptan, incluso, la existencia de partidos políticos afines, así como la celebración periódica de elecciones, ganadas invariablemente por aquellos mismos que las convocan.

Además de las habituales medidas policiales o de fuerza que utilizan para asegurar su mantenimiento en el poder, las dictaduras suelen recurrir también, de manera sistemática, a la propaganda política y al culto a la personalidad del máximo dirigente como medio eficaz de asegurarse el apoyo activo de la población.

En América Latina, pese a la poderosa influencia que en su origen y posterior configuración tuvieron las ideas de la revolución francesa, numerosos países latinoamericanos vivieron desde su nacimiento largos períodos de anormalidad democrática. El siglo XIX presenció el surgimiento de numerosos caudillos que, desde provincias o regiones periféricas, se rebelaron contra los débiles gobiernos centrales y se hicieron con el control político de sus respectivos países. Son ejemplos destacados del caudillismo decimonónico Juan Manuel de Rosas en la Argentina, José Gaspar Rodríguez de Francia en Paraguay y Antonio López de Santa Anna en México. Ya en el siglo XX, la instauración de regímenes dictatoriales respondió en general a situaciones nacionales de mayor complejidad en las que las motivaciones personales de quienes dirigieron los levantamientos se hacían coincidir con intereses de clase o de sectores más amplios.

En el caso de las naciones pequeñas de América Latina, que por ser las más pobres en recursos, las que tenían menos población, menos fuerza y por tanto menos capacidad de negociación con las potencias internacionales, disponían de una riqueza nacional proporcionalmente más escasa que las naciones latinoamericanas de mayo dimensión (Brasil, México, Argentina, Colombia...) que por ello habían logrado mejores condiciones en sus relaciones económicas.

En este contexto la lucha por el control del poder político —que era determinante para el control económico—, en las naciones pequeñas fue muy encarnizada, no sólo frente a otros grupos oligárquicos nacionales sino particularmente en contra de la ciudadanía y la población en general que padecía las consecuencias más graves de la crisis y por tanto significaba un factor constante de descontento e inestabilidad. Ello será en buena medida lo que explica la naturaleza de estas dictaduras que en general gobernaron bajo regímenes de represión violenta, frente a la resistencia popular, y que se mantuvieron en el poder por generaciones.

2. NICARAGUA.

En Nicaragua Anastasio Somoza García (1896-1956) sube al poder en 1937 iniciando una dinastía que durará cuatro décadas. Tres años antes el asesinato de Augusto Sandino, obra de Somoza, le asegura el apoyo de las clases poderosas y del gobierno de Estados Unidos. Al morir asesinado en 1956, su hijo Luis Somoza Debayle sube al poder. Durante la presidencia de Luis Somoza Debayle se llevaron a cabo algunas reformas sociales y una ley limitando la reelección de presidente. Sin embargo, el poder del país reside con una junta militar bajo el control de los Somoza. En 1967 la elección del hijo menor de Anastasio Somoza, Anastasio Somoza Debayle apodado "Tachito" sube al poder y permanece en poder hasta la revolución de 1979. Se exilia a Paraguay donde es asesinado en 1980.

Este largo período de dictadura se caracteriza por la violación de derechos humanos, la represión brutal de oposición política de parte por las fuerzas militares, la corrupción económica y como consecuencia una creciente desigualdad entre los que tienen y los que no tienen.

La fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1961 fue el primer paso hacia la liberación de Nicaragua de la dinastía de los Somoza. Fue en la década de los 70 que el FSLN empezó a actuar a escala nacional; el método favorecido fue el intercambio de rehenes para conseguir la liberación de presos políticos. En 1978 los sandinistas lograron ocupar el Palacio Nacional de Managua pero no prevalecieron en la lucha armada que siguió. Un año más tarde los sandinistas declararon la victoria pese a los ataques en contra, a veces indiscriminados, del ejército y la guardia nacional. En 1979 Somoza se dimitió y se exilió de Nicaragua; fue asesinado en Paraguay en 1980.

El nuevo gobierno sandinista, encabezado por Daniel Ortega, inició un programa de reconstrucción nacional. Entre sus metas figuraban el estímulo de la economía, la reforma agraria, una campaña de alfabetización y un programa de salud pública. Pese a los logros del gobierno sandinista, otras acciones como la nacionalización de la banca, la expropiación de propiedad y los lazos con Cuba empezaron a estimular el fervor anticomunista en Estados Unidos donde Ronald Reagan había subido a la presidencia en enero de 1981.

La política de Reagan se basaba en el concepto de la Guerra Fría donde todo se veía en términos de blanco y negro. No cabían posiciones intermedias o alternativas. Por lo tanto, la amenaza de otro país comunista en las Américas lo llevó a declarar un embargo económico contra Nicaragua además de tomar acciones clandestinas para apoyar a las fuerzas antisandinistas, la contra nicaragüense. Las acciones bélicas continuaron hasta 1989 cuando se firmó un acuerdo que llevó a la disolución de la contra nicaragüense. Un año más tarde los sandinistas pierden el poder político al ser elegida presidenta Violeta Barrios de Chamorro

3. GUATEMALA

Al igual que El Salvador, Guatemala pasa décadas en estado de guerra, contra los campesinos indígenas -- más del 40% de la población -- y ladinos (mestizos) pobres. La presidencia de Jacobo Arbenz Guzmán, 1951-1954, intenta introducir algunas leyes de reforma agraria y social. Al ser derrocado por un golpe de estado, capitaneado por Carlos Castillo Armas, se inicia una larga época de acciones insurgentes y contrainsurgentes que producen miles de muertos. Se da entre 50,000 y hasta 200,000 como la cifra de víctimas de acciones bélicas, durante el período 1954 hasta 1996 cuando se firma un acuerdo de paz.

El problema del indio en Guatemala fue tema de la tesis del premiado escritor guatemalteco Miguel Angel Asturias, ganador del premio Nóbel de literatura en 1967. El poema "¡Salve Guatemala!" que escribe durante el exilio expresa la esperanza de una futura patria libre:

así la Patria duerma en espera del día

en que habrá que decir a las estrellas, brillen,

a las aguas reflejen la alegría sonora

de la cara del cielo y a los muertos despierten

que ha llegado la hora del hogar sin verdugos,

de la vida sin miedo, de la tierra sin amos ...

Sin embargo, es una Guatemala que no ha de ser durante la vida del poeta que muere en Madrid en 1974. En las referencias a la actualidad guatemalteca son patentes los políticos y sus hombres fuertes, los dueños de las grandes Corporaciones y los latifundios.

La guerra contra el pueblo en Guatemala también se caracterizaba por ejecuciones extrajudiciales, tortura, violaciones, reclutamiento forzado, desapariciones. Además se quemaban pueblos enteros así forzando a los habitantes a mudarse a "aldeas modelos" donde permanecían bajo la vigilancia del ejército. La activista Rigoberta Menchú Tum, quien recibió el Premio Nóbel de la Paz en 1992, ha recreado estos acontecimientos en su libro testimonial, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. Criticada por no atenerse siempre a la tarea de recontar hechos verídicos, Rigoberta ha respondido que se trata de la historia de un pueblo perseguido y no de personas específicas. Cuatro años después de recibir el Premio Nóbel los esfuerzos de Rigoberta y muchos otros se realizaron al firmarse los Acuerdos de Paz.

El desenlace de la guerra en Guatemala también ha llevado a la necesidad de investigar y diseminar la verdad. Así la Comisión para el Esclarecimiento Histórico ha puesto al alcance del pueblo guatemalteco y el mundo el documento Memoria del silencio. El proyecto REMHI (Recuperación de la Memoria Histórica) también produjo un informe con el fin de documentar en lo posible los abusos de derechos humanos cometidos durante los largos años de guerra, Guatemala: Nunca más. El obispo Juan José Gerardi quien encabezó este proyecto cayó víctima de las mismas fuerzas de represión denunciadas en el informe dos días después de presentarlo al público. Tres años más tarde, en 2001, la hermana Barbara Ann Ford, estadounidense, quien había trabajado con Gerardi para ayudar a los indígenas en el departamento de Quiché y luego en el proyecto de REMHI fue asesinada bajo circunstancias sospechosas. La verdad exige a veces un precio muy alto.

4. HAITÍ:

Hasta 1910, el país, gobernado exclusivamente por los mulatos, tuvo un período de relativa prosperidad. Los Estados Unidos, ya presentes en la República Dominicana, comenzaron entonces a interesarse en esta isla prometedora y ocuparon militarmente Haití el 28 de julio de 1915. Permanecieron ahí hasta 1934.

Bajo la ocupación norteamericana, Haití volvió temporalmente a la estabilidad, pero que a la postre desembocó nuevamente en revueltas sociales que favorecerían la llegada al poder de los militares. Washington puso en marcha un gobierno sometido a su voluntad y se comprometió en contrapartida a proveer al país una asistencia política y económica.

En 1918, los norteamericanos reprimieron sangrientamente una revuelta paisana (más de 15.000 muertos). La hostilidad de la población con respecto a los ocupantes creció, y condujo finalmente, en agosto de 1934, a la partida de los norteamericanos. Haití, sin embargo, no había terminado con la influencia norteamericana. El fin de la ocupación, sumado a las consecuencias de la crisis económica mundial, engendró el retorno a la inestabilidad, y alentó ciertas ideas dictatoriales.

Llegado al poder por un golpe de estado en agosto de 1945, Dumarsais Estimé fue derrocado en noviembre de 1949 por una junta militar. El poder quedó en manos del ejército hasta septiembre de 1957, fecha en la cual François Duvalier (llamado "Papa Doc"), un antiguo miembro del gobierno de Estimé, fue elegido presidente.

Electo con el apoyo de los negros, que veían en él la forma de luchar contra las élites mulatas, Duvalier impuso de golpe una política extremadamente represiva (prohibición de los partidos de la oposición, instauración del estado de sitio, el 2 de mayo de 1958) y recibió del Parlamento la autorización de gobernar por decretos (31 de julio de 1958). El régimen Duvalier se apoyaba en una milicia paramilitar, los Voluntarios de la Seguridad Nacional (VSN), apodados los "tontons macoutes", que sembraron el terror en las filas de la oposición y lograron sofocar toda resistencia. Duvalier pronunció la disolución del Parlamento el 8 de abril de 1961 y los Estados Unidos suspendieron su ayuda como signo de desaprobación.

Frente a la oposición de una parte del ejército (un complot militar fue frustrado el 19 de abril de 1963) y de exiliados haitianos, que intentaron varias veces desde la República Dominicana provocar un levantamiento popular, Duvalier reforzó la represión. En 1964, se proclamó presidente vitalicio e impulsó, con los tontons macoutes, una campaña sangrienta contra los opositores (2000 ejecuciones en 1967).

Duvalier no dejó nada librado al azar: en enero de 1971, la Asamblea Nacional enmendó la Constitución para permitirle designar a su hijo, Jean-Claude, como sucesor. A la muerte del dictador, el 21 de abril de 1971, Jean-Claude Duvalier accedió a la presidencia de la República. Tenía 19 años (de allí su apodo de "Baby Doc"). Comenzó por aplicar palabra por palabra la política de su padre, antes de iniciar una tímida liberalización del régimen.

La represión y la extrema pobreza en la cual el régimen mantenía a la población provocaron, a partir de fines de los años '70, el éxodo de la población haitiana, hacia la Florida y las Bahamas particularmente. En 1986, un levantamiento popular derrocó a Jean-Claude Duvalier, que partió a refugiarse en el sur de Francia.

El fin de la era Duvalier no significó, sin embargo, el fin de la dictadura. Inmediatamente después de su partida, una junta militar dirigida por el general Henri Namphy se instaló en el poder. La elección de Leslie Manigat para la presidencia de la República, en 1988, no fue más que un paréntesis antes de un nuevo golpe de estado militar del general Namphy (junio), reemplazado el mismo en septiembre por el general Prosper Avril. En el poder hasta 1990, debió hacer frente a nuevas revueltas. Su renuncia abrió el camino a elecciones bajo control internacional y a una aparente normalización de la vida política.

Jean-Bertrand Aristide, un sacerdote católico que se había hecho abogado de los pobres, obtuvo una brillante victoria en diciembre de 1990. Su llegada a la presidencia de la República devolvió la esperanza al pueblo haitiano pero, en septiembre de 1991, fue derrocado por un golpe de estado militar y partió a refugiarse en los Estados Unidos. En cuanto a los miles de balseros haitianos que intentaban llegar a los Estados Unidos, la mayor parte fueron rechazados por los guardacostas norteamericanos. La Organización de los Estados Americanos (OEA), luego la Organización de las Naciones Unidas (ONU), decretaron sanciones contra el nuevo régimen militar del general Raoul Cédras. El país fue sometido a un bloqueo económico a partir de 1993. La situación alimentaria y sanitaria se degradaba, y las negociaciones por el retorno de Aristide se hacían eternas.

Finalmente, los Estados Unidos decidieron una intervención militar. Las tropas norteamericanas desembarcaron en Haití el 19 de septiembre de 1994. La junta militar debió dejar el poder y el presidente Aristide fue restablecido en sus funciones en octubre de 1994. Su mandato, sin embargo, llegaba a su fin y la Constitución no lo autorizaba a pretender un segundo. Elegido en diciembre de 1995, el antes Primer Ministro René Préval asumió sus funciones en febrero de 1996.

5. REPUBLICA DOMINICANA:

Rafael Leónidas Trujillo Molina, hijo de una familia humilde, nace en San Cristóbal en 1891. Su ascenso al poder comienza cuando se inscribe en la Guardia Nacional, fuerza bajo el comando de Estados Unidos durante una época de ocupación. Un golpe militar, encabezado por Trujillo, derroca al presidente Horacio Vázquez en 1930. Bajo circunstancias dudosas Trujillo es electo presidente y permanece en la presidencia hasta 1938. En 1942 vuelve a ser electo presidente y mantiene la presidencia oficialmente hasta 1952. Sin embargo, mantiene control de la isla hasta su asesinato en 1961.

La isla de Quisqueya, nombre indígena de la República Dominicana, es el primer territorio donde Colón estableció un gobierno real en tierra americana. Este hecho es el único que le da una posición privilegiada a la República Dominicana en la historia de las colonias españolas. Como muchas otras islas del Caribe, el ingenio de azúcar dominaba la vida económica de la isla. Como la población indígena se extinguió prácticamente durante el primer siglo de colonización, la República Dominicana se volvió a poblar con una población esclava traída de África. Para Trujillo, como muchos, la cuestión racial producía un conflicto interior. Se dice que Trujillo se aplicaba maquillaje para darse un aspecto más blanco. Cultivó la inmigración extranjera, incluso la inmigración judía, en una época en que ningún otro país aceptaría a esta población desterrada (década de los 1930). El pueblo de Sosúa cuenta con centenares de familias de origen judío.

Por otro lado, Trujillo, conspiró con el dictador haitiano, para detener en la frontera a los que huían de Haití porque éstos, en su mayoría de origen africano, no eran deseables para la oligarquía dominicana. Se cuenta que la prueba de fuego para determinar quiénes eran ó no eran dominicanos consistía en pronunciar la palabra "perejil." Este episodio fue inspiración de un poema de la poeta estadounidense, Rita Dove.

Trujillo, a pesar de algunos logros materiales en la infraestructura del país, pasará a la historia como uno de los dictadores más sangrientos y opresivos. La persecución de "Las mariposas," un grupo de oposición, y el asesinato de las hermanas Mirabal fueron tema de una novela de Julia Álvarez, “En el tiempo de las mariposas”, de la cual se ha hecho una película también.

Con la pérdida del apoyo de Estados Unidos que veía que Trujillo se convertía en peligro para estabilidad de la región antillana por su interferencia en la política de otros países (Había intentado asesinar al presidente venezolano Rómulo Betancourt.), Trujillo cae víctima de un grupo de oposición y es asesinado en 1961.

VII. DICTADURA Y REVOLUCIÓN, EN LA ÚLTIMA ETAPA LATINOAMERICANA.

1. 1. MILITARISMO Y FASCISMO EN CHILE

En 1946 ganó las elecciones Gabriel González Videla, líder del Partido Radical, apoyado por una coalición de izquierda cuyos principales componentes eran su propia agrupación y el Partido Comunista. Videla nombró a tres comunistas para ocupar carteras ministeriales, pero la coalición consiguió mantenerse apenas seis meses, ya que los ministros comunistas, con frecuencia enfrentados con los demás miembros del gabinete, fueron destituidos en abril de 1947.

Hacia finales del mismo año, Chile rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. En 1948 centenares de comunistas fueron encarcelados en virtud de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que proscribió al Partido Comunista. Poco después fue sofocada una rebelión militar encabezada por el antiguo presidente Ibáñez. Durante los años siguientes fueron frecuentes las manifestaciones sociales y sindicales. En 1951 se produjeron huelgas en casi todos los sectores de la economía. Al año siguiente, la reacción popular contra los partidos tradicionales tuvo como consecuencia la elección del general independiente Carlos Ibáñez, quien restauró el orden en cierta medida, aunque no pudo solucionar los problemas económicos y sociales. En 1958 asumió la presidencia Jorge Alessandri, y propuso un plan de diez años que establecía reformas fiscales, proyectos de infraestructura y la reforma agraria.

En 1964 rompió relaciones diplomáticas con Cuba, aunque restableció los vínculos con la Unión Soviética. En 1960, un maremoto y un terremoto sacudieron al país provocando enormes daños y miles de muertos, especialmente en la zona de Valdivia. En las elecciones presidenciales de 1964, el antiguo senador Eduardo Frei Montalva, candidato de la centrista Democracia Cristiana, derrotó a una coalición de izquierdas. Las importantes reformas de Frei, como la nacionalización parcial del sector del cobre (la denominada ‘chilenización del cobre’), provocaron la insatisfacción de algunos sectores de la derecha, lo que desembocó en una violenta oposición política.

Al aproximarse las elecciones presidenciales de 1970, la oposición de izquierda se coaligó en la Unidad Popular. Nombró candidato a Salvador Allende quién ganó las elecciones y comenzó rápidamente a cumplir sus promesas electorales, orientando al país hacia el socialismo (con su popular lema "vía chilena al socialismo". Se instituyó el control estatal de la economía, se nacionalizaron los recursos mineros, los bancos extranjeros y las empresas monopolistas, y se aceleró la reforma agraria. Además, Allende lanzó un plan de redistribución de ingresos, aumentó los salarios e impuso un control sobre los precios.

La oposición a su programa político fue muy vigorosa desde el principio y hacia 1972 se había producido una grave crisis económica y una fuerte polarización de la ciudadanía. La situación empeoró aún más en 1973, cuando el brutal incremento de los precios, la escasez de alimentos (provocada por el recorte de los créditos externos), las huelgas y la violencia llevaron al país a una gran inestabilidad política. Esta crisis se agravó por la injerencia de Estados Unidos, que colaboró activamente por desgastar al régimen de Allende. El 11 de septiembre de 1973 los militares tomaron el poder mediante un golpe de Estado, pereciendo Allende en la defensa del palacio presidencial. (La opinión generalizada es que Allende se suicidó durante el asalto al palacio de la Moneda).

2. CHILE y el Dictador Augusto Pinochet Ugarte.

Augusto Pinochet Ugarte, político y militar chileno, jefe del Estado (1973-1990). Nació en Santiago y estudió en la Academia Militar de Chile. Tras sucesivos y constantes ascensos de graduación, fue nombrado general de brigada durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970). En la época presidencial de Salvador Allende fue comandante de la guarnición de Santiago y, en 1972, se le designó comandante en jefe del Ejército. Protagonizó el golpe de Estado de 1973, apoyado desde Estados Unidos, que culminó con el derrocamiento y la muerte de Allende. Pronto, como jefe de la Junta de Gobierno, limitó la actividad política y su régimen de represión y autoritarismo fue condenado por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en 1977.

En 1980, una Constitución promovida por él le confirmó en el poder para un periodo de ocho años; dicha Constitución también declaraba que, al final de ese lapso, se celebraría un plebiscito para determinar si debía continuar en el desempeño de la jefatura del Estado. El referéndum tuvo lugar en octubre de 1988 y le negó el derecho a prolongar su presidencia a partir de marzo de 1990 (los votos fueron del 55% en contra de su prórroga presidencial y el 43% a favor), aunque se mantuvo en su cargo de comandante en jefe del Ejército. El 7 de enero de 1998, la Cámara de Diputados aprobó una declaración de rechazo a la inminente incorporación de Pinochet al Senado, tras su retirada de la jefatura del Ejército, la cual tuvo lugar, el 10 de marzo de ese año.

Augusto Pinochet Ugarte suspendió inmediatamente la Constitución, disolvió el Congreso, impuso una estricta censura y prohibió todos los partidos políticos. Asimismo, lanzó una fuerte campaña represiva contra los elementos izquierdistas del país: miles de personas fueron arrestadas y centenares de ellas ejecutadas o torturadas; muchos chilenos se exiliaron, mientras que otros pasaron largos años en prisión o se dieron por desaparecidos.

Durante los años siguientes, la Junta Militar gobernó al país con gran rigor, aunque hacia finales de la década pudo apreciarse una cierta apertura. En 1978 se levantó el estado de sitio (aunque siguió en vigor el estado de emergencia) e ingresaron más civiles en el gabinete. Sin embargo, Chile siguió siendo esencialmente un Estado policial. Una nueva Constitución, la de 1980, sometida a referéndum el día del séptimo aniversario del golpe militar, legalizó el régimen hasta 1989; Pinochet inició en marzo de 1981 un nuevo periodo de gobierno, ahora como presidente, con una duración de ocho años.

En el ámbito económico, el gobierno de Pinochet aplicó medidas de austeridad que provocaron el recorte de la inflación y una mayor producción entre 1977 y 1981. No obstante, a partir de 1982, la recesión mundial y la caída de los precios del cobre provocaron un retroceso de la economía chilena. En 1983 se produjeron amplias protestas contra el gobierno, seguidas de una serie de atentados en las grandes ciudades. El aumento de la tensión popular y el progresivo deterioro de la economía llevaron a Pinochet a reinstaurar el estado de sitio en noviembre de 1984. A finales de ese mes, se firmó un tratado con Argentina, en el que se ratificaba la soberanía chilena sobre tres islas del canal de Beagle (Picton, Nueva y Lennox). En septiembre de 1986, tras un fallido intento de atentar contra la vida de Pinochet, se desarrolló por parte del gobierno una nueva campaña represiva.

En agosto de 1988 se levantó finalmente el estado de emergencia y dos meses después se permitió a los chilenos organizar un plebiscito sobre si debía o no prorrogarse hasta 1997 el mandato de Pinochet, que terminaba en marzo de 1989. A pesar de que casi el 55% del electorado votó por el "no", el mandato de Pinochet se prorrogó automáticamente hasta marzo de 1990, a la espera de la celebración de las elecciones presidenciales y legislativas. En diciembre de 1989, durante los primeros comicios presidenciales en 19 años, los votantes eligieron por mayoría al candidato demócrata cristiano Patricio Aylwin, quien dio inicio al proceso de transición a la democracia, promovió una serie de reformas económicas y nombró una comisión para investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen de Pinochet.

Las reformas económicas iniciadas por Aylwin permitieron que más de un millón de chilenos salieran de la pobreza. En las elecciones presidenciales de 1993, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo del antiguo presidente Eduardo Frei Montalva, resultó triunfador.

En 1994 Chile solicitó su entrada en el Tratado de Cooperación Económica Asia-Pacífico (CEAP) y en el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA). En 1996 el gobierno de Eduardo Frei logró la integración de Chile en el Mercado Común del Sur (Mercosur).

En las elecciones legislativas de diciembre de 1997, la Concertación de Partidos por la Democracia (integrada por la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y el Partido Radical Socialdemócrata) alcanzó la mayoría en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, y a diferencia de las elecciones de 1993, la derechista Unión por Chile consiguió aumentar sus escaños. En el Senado se consolidó también el bloque de derechas, lo que impedirá llevar a cabo reformas democráticas en la Constitución de 1980, aprobada durante la dictadura.

Un mes después, en medio de duras críticas y acusaciones contra Augusto Pinochet, senador vitalicio a partir de marzo de 1998, el presidente Eduardo Frei destituyó a su ministro de Defensa, Edmundo Pérez Yoma, por mantener una postura demasiado cercana al militarismo y al ex-general.

3. MILITARISMO Y FASCISMO EN ARGENTINA

A principios del s. XX se manifestó la necesidad de reformar el sistema político en un sentido democrático. En la presidencia de Roque Sáenz Peña se aceptó una nueva ley electoral que desde 1912 permitió fundamentales renovaciones. Distintos matices de la democracia argentina se personificaron en Juan B. Justo, Lisandro de la Torre e Hipólito Yrigoyen. Éste asumió la presidencia en 1916 como representante de los radicales. Lo sucedió en 1919 Marcelo T. de Alvear, pero en 1928 Yrigoyen volvió al poder.

En 1930 un movimiento armado derrocó el régimen constitucional y puso en el poder al general José Félix Uriburu. Varios presidentes se sucedieron en un período turbulento en el que se adoptaron políticas cada vez más conservadoras y autoritarias. Presionado por los Estados Unidos, el gobierno de Pedro P. Ramírez declaró la guerra a Alemania y Japón en 1944. En las elecciones presidenciales de 1946 triunfó el entonces coronel Juan D. Perón, que fue reelegido para el período 1952-1958, y de cuyo régimen ya hemos hecho referencia líneas arriba de este resumen. En septiembre de 1955, la revolución encabezada por el general Eduardo Lonardi lo obligó a renunciar a su cargo.

En febrero de 1958 fue elegido presidente constitucional para el período 1958-1964 Arturo Frondizi, quien no consiguió detener la crisis económica que asolaba al país desde 1950. A partir de 1962, cuando fue destituido Frondizi por las fuerzas armadas, se sucedieron diversos gobiernos militares y civiles. Perón volvió al poder en 1973, y tras su muerte, ocurrida al año siguiente, lo sucedió en la presidencia su esposa, María Estela Martínez. Continuaron aumentando los problemas económicos y los conflictos sociales, y en 1976 un golpe de estado dio el poder a una junta militar, presidida sucesivamente por los generales del ejército Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Leopoldo F. Galtieri.

El 2 de abril de 1982 las fuerzas armadas argentinas, mediante la táctica del factor sorpresa, recuperaron las islas Malvinas, en posesión británica. La derrota tras la respuesta de la armada británica y el consiguiente desprestigio de la Junta Militar, trajo como consecuencia la caída del gobierno castrense. Mediante elecciones democráticas, Raúl Alfonsín asumió la presidencia en 1983 e intentó infructuosamente sanear la economía nacional, agobiada por la falta de inversiones y el endeudamiento externo. En 1989 las elecciones dieron el triunfo al peronista Carlos Saúl Menem.

Su objetivo fundamental fue recuperar la disciplina económica y atraer la inversión extranjera. Durante su gobierno se redujo la inflación y la economía se recuperó, aunque al costo de acelerar la privatización de las empresas estatales, habiendo abandonado el poder en medio de graves acusaciones de corrupción, tráfico de armas y desvío de recursos públicos.

4. LA REVOLUCIÓN CUBANA

Desde el inicio de su vida independiente de España en 1898, la vida política de Cuba se desenvolvió bajo el control norteamericano. Padeció una prolongada dictadura encabezada por Gerardo Machado, con las alternativas de algunos movimientos armados. Desde 1933 se hizo sensible el peso político de Fulgencio Batista, triunfante en la revolución antimachadista del 4 de septiembre de ese año y presidente de 1940 a 1944. Tras el suicidio en la radio del dirigente del Partido ortodoxo Eduardo Chibás y ante la inminente victoria electoral del candidato de este partido el opositor Agramonte, Batista se adelantó nuevamente encabezando un golpe de estado que lo reinstaló en la presidencia en 1952, encabezando un movimiento armado, gobernando desde entonces tiránicamente.

En 1956, tras breve estancia en México, luego de su encarcelamiento y liberación en Cuba con motivo del frustrado asalto al cuartel militar Moncada en Santiago, Fidel Castro desembarcó en la isla, iniciando un movimiento revolucionario que en dos años derrocó al gobierno batistiano. Castro entró en la Habana en enero de 1959.

El primer presidente revolucionario, Manuel Urrutia Lleó, debió renunciar a corto plazo por oponerse a las influencias socialistas dentro de su gobierno. Bajo la presidencia de Osvaldo Dorticós Torrado, Fidel Castro proclamó en 1961 la "República Socialista". Entre las medidas decretadas desde entonces figuraron la reforma agraria, la reforma urbana, la nacionalización de la educación, la reorganización del poder ejecutivo, la supresión de las elecciones y el mejoramiento de la flota mercante. Durante las décadas de 1960 y 1970, Cuba se convirtió en un país aliado de la Unión Soviética.

Al iniciarse los años ochenta, había tropas cubanas en Angola y Etiopía, y Cuba prestaba ayuda a gran cantidad de movimientos guerrilleros en América latina. Para desligarse de su imagen de mero seguidor de la URSS, Castro asumió un papel de liderazgo en el movimiento de países no alineados. La caída del bloque socialista, primero, y la posterior desaparición de la Unión Soviética en el año1991 —inicio del período especial—, supusieron el aislamiento político y económico de Cuba. En 1993 el presidente Castro anunció medidas para liberalizar la economía, la cual se encontraba sumida en una profunda crisis, logrando sobrevivir y recuperar el crecimiento, apoyándose principalmente en la actividad turística.

5. CUBA y Fidel Castro.

Fidel Castro, principal dirigente de la República desde 1959, artífice de la Revolución Cubana y uno de los más destacados líderes de Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX, nació el 13 de agosto de 1927 en Mayarí, hijo natural de un inmigrante español, plantador de azúcar. Castro se afilió al Partido del Pueblo Cubano en 1947, y se doctoró en leyes por la Universidad de La Habana en 1950. Después de que Fulgencio Batista se hiciera con el control del gobierno cubano en 1952 y estableciera una dictadura en el país, Castro se convirtió en el líder del grupo Movimiento, una facción antigubernamental clandestina cuyas acciones culminaron con el asalto al cuartel de Moncada (en Santiago de Cuba) el día 26 de julio de 1953, hecho por el cual fue encarcelado.

En el juicio subsiguiente se hizo cargo de su propia defensa, cuyo alegato se manifestó por medio de un discurso (“La historia me absolverá”) que, más tarde, se convertiría en una importante consigna política para los revolucionarios.

Condenado a 15 años de prisión, fue amnistiado en 1955, y se exilió sucesivamente en Estados Unidos y México, donde fundó el Movimiento 26 de Julio. El 2 de diciembre de 1956, regresó a Cuba con una fuerza de 82 hombres, de los cuales 70 murieron en combate nada más desembarcar desde el barco Granma en la playa de las Coloradas, en el extremo suroccidental de la isla. Castro, su hermano Raúl y Ernesto Che Guevara, se encontraban entre los 12 sobrevivientes.

Con su base principal en sierra Maestra, donde habían conseguido internarse los revolucionarios dirigidos por Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio fue ganando apoyo popular, principalmente en los ámbitos estudiantiles (Directorio 13 de Marzo), y en diciembre de 1958, con respaldo del Partido Popular Socialista, avanzó hacia La Habana, ciudad de la cual hubo de huir Batista el 1 de enero de 1959 y en la que entró el propio Castro siete días después, acto que pondría colofón al definitivo triunfo de la Revolución Cubana. Castro, fue nombrado primer ministro en febrero de 1959, cargo que ostentó hasta 1976, en que asumió la presidencia del Consejo de Estado, que según la nueva Constitución de diciembre de ese año englobaba la jefatura del Estado y del gobierno.

Fracasado su intento de establecer relaciones diplomáticas o comerciales con Estados Unidos, negoció acuerdos sobre armamento, créditos y alimentos con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y llevó a cabo la depuración de sus rivales políticos. Nacionalizó los recursos cubanos, afrontó una profunda reforma agraria basada en la colectivización de propiedades y estableció un Estado socialista de partido único (el Partido Unido de la Revolución Socialista, que en 1965 pasaría a denominarse Partido Comunista Cubano y cuya secretaría general asumiría el propio Castro), que llevó a un gran número de cubanos ricos al exilio.

Estados Unidos vio con disgusto cómo el nuevo régimen embargaba las empresas y tierras de capital estadounidense, y en 1960 anuló los acuerdos comerciales que mantenía, a lo que Castro respondió en septiembre de ese año con la Primera declaración de La Habana, reafirmando la soberanía cubana frente al imperialismo estadounidense. Un grupo de exiliados cubanos recibió el respaldo del gobierno de Estados Unidos, en un infructuoso intento por derrocarlo que tuvo lugar en abril de 1961 y pasó a ser conocido como el desembarco de bahía de Cochinos. Batalla de Playa Girón para los cubanos.

Desde ese momento, Castro se alineó abiertamente con la URSS, dependiendo cada vez más de su ayuda económica y militar. En 1962, estuvo a punto de producirse una guerra nuclear, cuando la URSS situó en Cuba cabezas nucleares de alcance medio, ante la oposición estadounidense. La llamada crisis de los misiles de Cuba concluyó tras la celebración de negociaciones entre el presidente estadounidense, John Fitzgerald Kennedy, y el máximo dirigente soviético, Nikita Jruschov.

Durante las siguientes décadas, Castro alcanzó gran reconocimiento entre los países miembros del Tercer Mundo, gracias a su liderazgo de la Organización de Países No-Alineados (que presidió desde 1979 hasta 1981). A finales de la década de 1980, cuando la URSS inició sus procesos de glasnost (en ruso, ‘apertura’) y perestroika (en ruso, ‘reestructuración’), bajo el gobierno de Mijaíl Gorbachov, Castro mantuvo la aplicación del socialismo en el marco filosófico del marxismo-leninismo, que había instaurado a principios de la década de 1960.

Sin embargo, con el inicio del proceso de desintegración de la URSS y del COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica) en 1990, los problemas económicos de Cuba empeoraron. En 1993, en un intento por alcanzar una economía mixta, Castro aprobó reformas económicas limitadas que legalizaron algunas empresas privadas.

En 1996, el Congreso de Estados Unidos aprobó la denominada Ley Helms-Burton, que articulaba legalmente el boicoteo económico a Cuba, al pretender penalizar a las empresas que mantuvieran relaciones comerciales con otras radicadas en la isla. Por su parte, la Unión Europea (UE), en clara oposición, presentó una serie de medidas aprobadas por los ministros de Asuntos Exteriores de los países miembros para neutralizar los efectos de la Ley Helms-Burton.

Durante su intervención en el V Congreso del Partido Comunista Cubano (octubre de 1997), Castro reafirmó la idea de que Cuba no se dirigiría hacia el capitalismo, lamentando las aperturas que su gobierno hubo de consentir debido a la caída de los principales regímenes comunistas. En febrero de 1998, poco después de una visita histórica del papa Juan Pablo II a la isla, resultó reelegido nuevamente por la Asamblea Nacional del Poder Popular como presidente de la República, por otro mandato de cinco años. El socialismo y las conquistas de la revolución, cada vez más acosadas por las amenazas y el bloqueo estadounidenses, permanecieron como referencias ineludibles del propio Castro en su discurso de clausura de la constitución de la cámara que le había elegido, en el cual volvió a reiterar que no habría transición al capitalismo en Cuba. De otro lado, el gobierno del presidente estadounidense Bill Clinton decidió, a finales de marzo, suavizar su embargo sobre la isla.

Bajo el nuevo gobierno de George Bush hijo, el régimen cubano ha vuelto a ponerse en el blanco de la embestida norteamericana, al reiterar explícita y públicamente éste gobierno su intención de derrocar al gobierno cubano.

Lic. Néstor a. Santín Velázquez.

BIBLIOGRAFÍA

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DE LA INDEPENDENCIA A NUESTROS DÍAS, F. Chevalier, Editorial Nueva Labor, 1979.

Documentos, Informes y cuadros estadísticos de la CEPAL. (Comisión Económica para América Latina, ONU)

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