Historia Latinoamericana
derechoclaro11 de Febrero de 2015
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Disefio tic Inpn: Cnrlos I’éir/, VilInitiII
Titulo de In obra original:
Histoire de ('Amérique Latine
Fresses Univcrsitaircs de Frnncc, París, 1949.
TnJucida de la segunda edición actualizada. 1961. y cotejada nm la tercera edición, 1964, por Federico Monjardín
Fotografía de tapa: Estatuilla en terracota de un guerrero (Ai te Mochica)
Decimoquinta edición: mar/o de 1996
EUDEBA S.E.M..
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0 1994 EUDEBA SEM - Editorial Universitaria de Buenos Aires
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(1033) Buenos Aires, República Argentina.
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IMPRESO E.N LA ARGENTINA PR1NTE1.) IN ARdENTINE
Pierre Chaunu
HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES
AMÉRICA
INTRODUCCIÓN
Al, ENCUENT1U) DE DOS MUNDOS
Desde los 32° de latitud norte hasta los 54° de lati¬tud sur, América latina abarca 21.173.000 km2 aproxi¬madamente, es decir el 15,9 % de las tierras emergidas, expresión ésta cori la que habitualmente se designa la inmensa fracción del continente americano descubierta, poblada y colonizada por los pueblos ibéricos (españoles y jjortugueses).
Hablar de América latina es afirmar la unidad de este mundo, en oposición a la América anglosajona, y de los doscientos quince millones de seres que, en su in¬mensa mayoría, hablan las lenguas castellana y portugue¬sa, más o menos deformadas por bocas extranjeras. Podría esc ribi rse la historia de las Ajnéricas latinas, pero escri¬biremos la de una América latina porque consideramos que la unidad prevalece sobre la diversidad.
América latina participa, con la anglosajona, del pro-digioso aislamiento del nuevo continente entre las dos masas líquidas del Atlántico y del Pacífico. La más gran¬de de todas las islas, al decir de los historiadores norte¬americanos. Construidas sobre el mismo esquema orográ- fico Norte-Sur, las dos Américas presentan la misma alternancia de Oeste a Este: gran masa montañosa ter¬ciaria, gran llanura reciente, contrafuertes antiguos. Inmensidad también. Pero ahí concluye la analogía entre ambas.
La latina, en oposición a la anglosajona, es un con¬tinente tropical, con las consiguientes limitaciones que esto
) v.. implica: limitación do superficie utili/.ahle. limitación do
) la riqueza de los suelos, limitación de la actividad huma
na, sobre todo para el europeo, privado do la alternancia de las estaciones, necesaria a su organismo; salvo la pam ’ pa, América latina es una América do mesólas. Las dos
) grandes civilizaciones que hallaron los españoles fueron,
j también, civilizaciones de meseta: los mayas y los aztecas
de México, los chibchas de Colombia y los incas de los Andes, habían alcanzado, por sí mismos, un avanzado gra- ) do de Cultura en contraste con los pueblos de las llanuras.
) Al.torii&r-cfcntártó con el español, píortero do la Eu¬
ropa conquistadora, todo ese mundo so derrumbó. Las más brillantes civilizaciones indígenas cedieron paso a la r.ul- ) tura europea con extraordinaria rapidez. ¿Debilidad con
) . génita de la humanidad indígena? Había en olla, quizá,
posibilidades diferentes, aunque 110 tan ricas como las del Viejo Mundo. Faltó tiempo, gran responsable del fracaso } causado por el éxito colombino.
) Cualquiera que sea el origen do osla raza: ya haya
^ venido de Asia a través de las Aleutianas y de Alaska.
o cruzado el Océano Pacífico “saltando de isla 011 isla” <:on sus piraguas de balancín, existo un punto en que to ) cí:’s las opiniones autorizadas concuerdan: la relativa ju
) ventud de la humanidad indígena. La primera loma de
posesión de América por hombres venidos do Asia so si¬tuaría en el límite final del Paleolítico y 011 ol alba del ) Neolítico entre los 15.000 y las 10.000 años a. (1* El ca-
) rácter insular del Nuevo Mundo, alejado del ombligo ou
)
* La aplicación del método del carbono radiactivo (C 14), ) inventado por Willinrd F. Libby, ha permitido fechar rn 21800 a. C.
•j —durante el último periodo interglacial— los restos lialIndos «mi
Tule Springs, Nevada (Estados Unidos de Norteamérica) y «onsi ) derarlos los más antiguos de América, contemporáneos del fnleolí
, tico europeo. Por otra parte, en los comienzos del posglacial se pue
den ubicar los restos hallados en Tcpexpan (México) y nn las ruc- ) vas de Lagoa Santa (Brasil) (Sumidouro y Confins); en 10000 a. C.,
los de la cueva del Milpdon o de Eberhardt, en el srno de la Ulli > nía Esperanza, Magallanes (Chile) y en el áren de Rio Gallegos
^ (Argentino); entre 9000 y 7000 a, C., los de la estnnrin T os Toldos.
)
rnsiático de la especie humana, explica la jiivcñtud de la humanidad precolombina y, p^r consiguiente, su debili¬dad.
Al finalizar el siglo xv y comenzar ol xvi, los in¬dígenas de las mesetas se destacaban en la metalurgia del cobre, del oro y de la piala,* pero ignoraban el uso del hierro. La naturaleza no puso a su disposición, como lo 11 i 7,0 con la humanidad del Viejo Mundo, el motor muscu¬lar del buey y del caballo. Ninguna cohesión entre pue-blos, ningtwa cohesión social iri'tftvna -—-1» piíoipiedad in¬dividual no apegó al hombre al suelo^—, una civilización, que, como en el caso azteca, no cree en sí misma y que opone al optimismo cristiano el pesimismo fundamental de su mitología cruel: la lucha entre el indio y el español, representante de la civilización europea en plena revo¬lución técnica, es la lucha de la olla de hierro contra la de barro. ■
En la olí a orilla del Atlántico, Europa estaba salien¬do de la Edad Media. En la extremidad occidental, Iberia, que marcaba el límite de la Cristiandad, en contacto con el mundo árabe que la impregnó durante ocho siglos, concluyó la reconquista con la loma de 'Granada (l9 de enero de 1492). Con su casamiento, los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y Fernando de Aragón) trazaron el primer croquis de la unidad española.
río Desearlo, Santa Cruz (Argentina), y rntre 7000 y fiOOO a. C.. los encontramos on los estratos superiores de la misma zona (11a- mado r.asapedrense por O. Menghin). Para la zona central y NO. de ln Argentina, se poseen secuencias culturales basadas en prue¬bas eslraligráficas, confirmadas por los dalos radiocarbónicos, que establecen uno antigüedad de G000 a. C. para el horizonte precera- itiiro dinlenninado por los hallazgos en la Pampa de Ayampitín, Córdoba,“y en la cueva de Intihuasi, 5an "Luis. En Córdoba, Ja cul¬turo Ayampitín so encuentra precedida por los de ía gruta de Can¬donga. (Para lo refetente al territorio argentino, ver los trabajos de los dóctores Osvaldo F. A. Menghin, Marcelo Bórmída, Alberto Hox González y Eduardo M. Cigliano.) (N. del T.)
* En el área colombiana, era frecuente el empleo de la tumbaga, aleación de oro y cobre. (7V. del T.)
Estos dos fragmentos desiguales de la humanidad se desarrollaron paralelamente, sin interferirse. Entraron en contacto a fines del siglo xv por la intervención ibérica. A la cristiandad occidental se le debe, evidentemente, este encuentro, fortuito por otra parte.
A partir del siglo xn el impulso demográfico com¬pelía a la cristiandad occidental hacia la inteligencia. El desafío musulmán al sur primero, al este después, im¬ponía, con el aluvión humano, los mecanismos psicológi¬cos profundos de la expansión. Lentamente, las ciudades marítimas forjaron los instrumentos para la navegación de altura: la carabela, apta para la maniobra merc ed al gobernalle de codaste, la brújula y los primeros rudimen¬tos de lo que mucho más tarde sería la navegación as¬tronómica. La expansión del gran comercio estimula el interés por las especias y la necesidad de metal para mo¬neda. La Península Ibérica —más Portugal (pie Casti¬lla— daban a ese desafío colectivo una respuesta marí¬tima. Colonización con esclavitud, de las islas azucareras (Canarias, Madeira, Azores). Exploración de la costa de África en procura de enlace directo con el Sudán por su -oro y por sus hombres. En el curso de esta exploración de la costa africana, entre 1460 y 1470 aproximadamen¬te, nació la idea de ir directamente a las Indias sin ne- ' cesidad tfeláárabdt intemiediíirio. r "■>
Para procurarse especias de manera más segura y menos onerosa, para procurarse el oro necesar io para el pago de.las mismas y para la Cruzada, para dar la mano a las cristiandades que, según la leyenda, había en el muy lejano este, había que ir a las Indias, en donde la imagi¬nación de la cristiandad situó las montañas de oro de Cipango.
Para llegar a ellas, panacea de todos los males, exis¬tían dos soluciones: la portuguesa, que era la ruta de los prudentes que se dirigían hacia el sur hasta doblar El Cabo. Es la que siguió Vasco de Gama en 1498. Por otro lado, la ruta de un loco, por el oeste, puesto que la
tierra es redonda. Fue la solución que Colón logró q\ie\ aceptara Isabel la Católica.
Así fue cómo
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