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INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA


Enviado por   •  27 de Junio de 2015  •  Tesis  •  3.886 Palabras (16 Páginas)  •  142 Visitas

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INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA

La microeconomía es una de las materias esenciales en los programas universitarios en ciencias económicas, tanto en Europa como en Estados Unidos. Es generalmente rechazada por los estudiantes porque otorga un lugar importante a las matemáticas; con frecuencia estudiantes y docentes se concentran en los aspectos puramente técnicos, sin dar un lugar adecuado a reflexiones de fondo sobre las sociedades consideradas en los modelos y sobre la significación exacta de los "resultados" logrados. Incluso se puede afirmar que las matemáticas se han convertido en obstáculo a la reflexión sobre los problemas de la economía.

Este libro busca presentar, de la manera más simple posible, los principales modelos y conclusiones de la microeconomía. Evita emplear las matemáticas, se prueba de cierta manera que éstas no son esenciales para entender la naturaleza de los modelos considerados. Presentar una teoría no quiere decir que se aprueba; por el contrario, el objetivo buscado es en este caso, permitir al lector ejercer su espíritu crítico, con conocimiento de causa.

Se podrá constatar así que el principal problema al que se enfrenta la microeconomía, desde el punto de vista de la coherencia interna, es el de la representación de las relaciones sociales. Efectivamente, para el microeconomista, la representación de los fenómenos económicos y sociales se debe deducir de los comportamientos individuales; ahora bie

n, estos sólo tienen sentido -y acá se incluye el tratamiento matemático-si se precisa el cuadro en el cual se ejercen, es decir, si se presupone que la sociedad antecede al individuo. En consecuencia, el individuo no se puede considerar como si fuera el origen del marco en el que actúa. En esta obra, y al contrario de lo que hacen habitualmente los tratados de microeconomía, insistiremos muy particularmente en el marco institucional que suponen los modelos estudiados. Por lo demás tal marco es generalmente bien extraño, e incluso muy sorprendente, en el caso de la competencia perfecta, un modelo privilegiado en microeconomía que nada tiene que ver con la idea que se tiene usualmente de la "competencia" incluso "perfecta". No se está pues lejos de la utopía. Ahora, será que la vocación de la economía política es proponer utopías? París, marzo 25, 1998

INTRODUCCIÓN

Como su nombre lo indica, la microeconomía se propone estudiar el comportamiento económico de las unidas básicas ---micro, indivisible- de la sociedad. Uno de sus postulados esenciales es que tal comportamiento se caracteriza por la racionalidad individual; cada una de las unidades básicas es movida sólo por el deseo de maximizar su placer o su beneficio, habida cuenta de sus recursos disponibles. Para lograr tal objetivo, los individuos -es decir, las unidades básicas de la economía- procurarán efectuar intercambios tanto para el consumo como para la producción.

Los intercambios indican la existencia de relaciones interindividuales; el microeconomista debe otorgar una atención muy particular a tales relaciones y, muy especialmente al marco en el cual estas se desarrollan, marco que puede tomar formas muy distintas; ahora, tales relaciones se traducen en modelos.

Es así como cada modelo microeconómico corresponde a una forma de organización social precisa, considerada por algunos como una representación simplificada, depurada de sociedades existentes, en tanto que otros ven mas bien en los modelos el esbozo de sociedades ideales, que pueden incluso servir de norma para la implementación de políticas económicas.

Microeconomía y matemáticas.

La hipótesis de racionalidad conduce de un lado, a la búsqueda del máximo de ciertas funciones que traducen los objetivos de los individuos; por otro lado los modelos microeconómicos toman la forma de conjunto de relaciones matemáticas, tanto más complejas en la medida que el número de individuos y de bienes es mayor. Sin embargo, no es la “solución” de los modelos lo que nos va a interesar sino su explicación; dicho de otra manera, se buscará ante todo precisar el significado económico, evitando el recurso a los símbolos matemáticos, en tanto éstos sólo transcriben en un lenguaje particular conceptos que tienen contenido “económico” accesible de manera intuitiva. Se procederá de la misma manera con los resultados de los modelos, a los cuales se le puede dar un significado preciso, aunque se obtengan por deducción pura. De esta manera se espera llegar a dos tipos de interesados:

El público de los “no iniciados”, esto es, quienes no estudian ciencias económicas o de gestión, pero que pretenden conocer mas sobre las teorías económicas entre las cuales la microeconomía ocupa hoy un lugar preponderante

El público de estudiantes en ciencias económicas y de gestión, que a causa de la presentación matemática, con frecuencia no le ve contenido a la microeconomía, a tal punto de sólo ver en ésta un conjunto de métodos de cálculo sin ninguna significación.

Microeconomía y macroeconomía

Desde hace algunos decenios, -mas o menos desde la década del cincuenta- se acostumbra, al menos al seno de la corriente económica dominante, establecer una distinción entre microeconomía y macroeconomía; la primera toma como punto de partida los comportamientos individuales, mientras que la segunda adopta de entrada el punto de vista global razonando sobre agregados como el ingreso nacional, el producto interno, la masa monetaria etc. Es evidente que tal ruptura, debido tanto a circunstancias históricas como divergencias de orden teórico, no es muy satisfactoria; se ha hecho sentir la necesidad de establecer un “puente” entre ellas.

No obstante esta pretensión se ha tornado un imposible, en tanto los puntos de partida son opuestos (en un caso se va de la parte al todo en el otro del todo a la parte); ahora, actualmente, se ha dado la prioridad al enfoque microeconómico, en lo que se ha dado en llamar los fundamentos microeconómicos de la macroeconomía. Incluso si hubiese reservas sobre lo adecuado de este procedimiento, no se puede negar que contribuye mucho a hacer de la microeconomía el “núcleo duro” de la teoría económica dominante denominada “neoclásica”. De ahí la necesidad de conocer bien los partidarios y los logros de esta teoría, sobre los cuales esta obra se propone entregar una visión sintética.

Orígenes de la microeconomía.

Aunque la palabra “microeconomía” sea de origen relativamente reciente, el proceso que designa tiene una larga historia de más de un siglo, ya que se ve primero aparecer y más tarde imponer las tesis marginalistas, que son la base de la actual microeconomía.

El estudio de la génesis de ciertas nociones esenciales permite con frecuencia conocer mejor su significación, de tal manera que se empezará este capítulo por recordar el procedimiento teórico de los marginalistas, como “padres fundadores” de la microeconomía. A continuación se verá como tomó forma definitiva en los años treinta y cuarenta de este siglo, bajo la influencia de circunstancias históricas, pero también por el desarrollo de un cierto número de resultados matemáticos importantes.

CAPITULO 1 LOS “PADRES FUNDADORES” DE LA MICROECONOMÍA: LOS MARGINALISTAS.

A. Utilidad marginal decreciente y demanda.

A mediados del siglo XIX se vio aparecer en varios países de Europa una corriente de ideas que, haciendo a un lado consideraciones de tipo histórico e institucional, pero también formas de organización de la producción, se proponía explicar el valor de los bienes a partir de la sicología individual. Dicho de otra manera, la concepción “objetiva” del valor - construida sobre los costos de producción, particularmente en trabajo - se abandonó en beneficio de un enfoque “subjetivo” basado en el comportamiento del consumidor, determinado por sus “gustos” y sus recursos.

a) El principio de la utilidad marginal decreciente.

Para quienes son los fundadores de esta nueva corriente, el inglés Stanley Jevons (1835-1882), el austríaco Karl Menger (1840-1921) y el francés León Walras (1834-1921), existiría, mas allá de la diversidad de los gustos individuales, una ley psicológica, según la cual la satisfacción lograda mediante el consumo de un bien aumenta con el incremento del consumo, pero tal aumento de satisfacción se produce a un ritmo cada vez más débil, de tal manera que se presenta una saturación progresiva, pero jamás total.

Tal “ley psicológica”, que para algunos como Jevons se explica por razones meramente sicológicas, ha sido denominada ley de la utilidad marginal decreciente; en este caso la palabra “utilidad” designa la satisfacción o el placer conseguido, en tanto que el adjetivo “marginal” subraya el hecho de que la utilidad de la última unidad consumida disminuye en tanto el consumo aumenta.

Así, para dar un ejemplo simple, si el consumo de una manzana otorga una utilidad de 10, la de dos manzanas una utilidad de 15 y la de tres manzanas 18, entonces la utilidad marginal de la segunda manzana es igual a 15-10, es decir 5, en tanto que la de la tercera manzana es de 18-15, o sea 3. Ahora, como 3 es menor que 5, la ley de la utilidad marginal decreciente se ha verificado, al menos en este ejemplo.

Resaltemos que esta ley no se expresa por una fórmula clara, contrariamente a lo que pasa en física, por ejemplo; de tal manera no se precisa a que tasa decrece la utilidad marginal en tanto aumenta el consumo ya que ésta varía de un individuo a otro; se contenta con dar el sentido de tal variación, la cual se supone igual para todo el mundo. Ahora, el hecho de enunciar hipótesis cualitativas -sentido de la variación, forma de la curva- mas que cuantitativas expresadas en cifras-, es típico en microeconomía, donde la diversidad y la complejidad vuelven problemática toda medida cuantitativa.

b) La elección del consumidor.

Los marginalistas -así se denominará a los partidarios de la ley de la utilidad marginal decreciente- van a emplear tal “ley” para explicar el valor de los bienes, apoyándose en la idea según la cual los individuos procuran obtener la mayor satisfacción posible, es decir tienen un comportamiento hedonista, y son racionales, o sea, actúan buscando tal objetivo.

De tal manera, el problema del consumidor, que se supone racional y hedonista, es seleccionar la canasta de bienes que maximiza su utilidad, habida cuenta de su disposición de recursos limitados, está sometido a una restricción presupuestal. Tal selección depende pues de la forma de su función de utilidad -de sus gustos- y también del precio de los bienes. Mas exactamente, la selección se hace de tal manera que la relación entre la utilidad marginal y el precio de cada bien sea igual para todos los bienes de la canasta escogida.

En efecto, si no fuera así, el consumidor podría aumentar su utilidad modificando la composición de la canasta. Si, por ejemplo, la relación entre la utilidad marginal y el precio fuera mayor para el bien A que para el B, es lógico que el consumidor tuviera interés en vender B y comprar A con el resultado de la operación; la canasta considerada no correspondería a una utilidad máxima. Tal razonamiento es válido cualquiera que sean los bienes A y B considerados.

La condición de “optimalidad” que acaba de establecerse -igualdad de las razones entre utilidades marginales y precios- se puede enunciar de la siguiente manera: la canasta que maximiza la utilidad bajo la condición de una restricción presupuestal es tal que la utilidad marginal de cada bien sea proporcional al precio del mismo, siendo igual el coeficiente de proporcionalidad para todos. Este coeficiente depende del ingreso ya que si éste aumenta, la restricción presupuestal es menos “ajustada” de manera que el consumo de los bienes aumenta y las utilidades marginales disminuyen; ahora, como se supone precios fijos, la relación entre utilidades marginales y precios, es decir, nuestro coeficiente de proporcionalidad, disminuye. Los microeconomistas denominan a esta relación utilidad marginal del ingreso.

Una de las consecuencias importantes del principio de maximización es que proporciona una justificación potente para el empleo de técnicas matemáticas. En efecto, en la medida en que la utilidad depende de las cantidades consumidas, se le puede representar como una función de esas cantidades, las cuales a su vez se pueden representar como un vector cuyos elementos son los números que representan las cantidades de cada uno de los bienes, por ejemplo, la canasta representada formada por 3 kilos de zanahorias, 5 litros de leche y un par de zapatos, se representa por el vector [3,5,1].

En la medida en que la utilidad marginal tiene implícita la idea de la variación de la utilidad, el concepto matemático apropiado para representarla es la derivada. Como en general en la función de utilidad intervienen varios bienes, zanahorias, leche, zapatos, ella admite varias derivadas denominadas parciales, una para cada bien. Ahora, como en la búsqueda de puntos extremos, máximos y mínimos. De una función se hace intervenir en general el cálculo de derivadas, es claro el interés de la formalización matemática. Además se puede indicar que se adoptó rápidamente la costumbre de identificar “marginalismo” y “búsqueda de extremos por el cálculo de derivadas”.

c) La “ley de la demanda”.

En la medida en que un individuo ha determinado la canasta de bienes que maximiza su utilidad procura adquirirla y formula entonces demandas por cada uno de ellos. Tales demandas dependen evidentemente del precio de estos y se representan generalmente por una curva -(Cournot[1801-1877]) ha sido el primero en utilizar tal representación, pero es Walras primero y sobre todo después Marshall[1842-1924], quienes han resaltado el lazo entre demanda y maximización de utilidad-.

¿Cuál es la forma de las curvas de demanda?

La respuesta a ésta pregunta parece deducirse fácilmente: decreciente. ¿No es pues evidente que, ante incrementos en el precio de un bien, se procura adquirir menos de este incluso conduciendo a aplazar el consumo de otros bienes?

Figura 1.1 Una curva de demanda.

(q) : Representan las cantidades.

(P) : Representan los precios.

La anterior figura nos da un ejemplo de tal comportamiento.

El propósito de los teóricos marginalistas no era, sin embargo, quedarse en las “evidencias” sino mostrar que el decrecimiento de la curva de la demanda de cualquier bien, es una consecuencia de la conducta maximizadora de la utilidad por parte los individuos. Han denominado ley de la demanda a una tal propiedad que en primer lugar, parece desprenderse de manera inmediata del principio de la utilidad marginal decreciente, asociado al de la maximización. En efecto, se ha visto que tal comportamiento, la maximización de la utilidad, conduce a escoger una canasta de bienes tal que la relación entre la utilidad marginal y el precio sea igual para todos los bienes de esta canasta. En tales condiciones, si el precio de un bien aumenta, se puede pensar que la utilidad marginal aumenta, para preservar la condición de la maximización. Ahora como las utilidades marginales se suponen decrecientes, para que una de ellas aumente se necesita que el consumo del bien correspondiente disminuya. De ahí el lazo lógico que parece existir entre disminución de la utilidad marginal y la ley de la demanda.

Sin embargo, si el asunto se mira con mas detalle se puede uno dar cuenta que las cosas no son tan simples, como el mismo Marshall lo había señalado a finales del siglo pasado. En efecto, no es posible generalmente, aislar las consecuencias de las variaciones del precio de un bien sobre su demanda; así, en la medida en que el precio de un bien varía, aparecen dos tipos efectos:

El efecto sustitución, consecuencia del cambio en los precios relativos; si el precio de un bien aumenta mientras que el de los otros permanece constante, el consumidor procurará, en general, reemplazar el bien cuyo precio subió, y que se ha vuelto relativamente mas caro, por otros bienes de los cuales se dice que son sustitutos;

El efecto ingreso, provocado por la variación en el poder de compra que resulta de la alteración mencionada de los precios.

d) La condición “ceteribus paribus” -permaneciendo constantes todas las otras condiciones-

De estos dos efectos, sólo el segundo puede crear problemas a la ley de la demanda. En efecto, con un poder de compra fijo, sería irracional comprar mas del bien cuyo precio se ha incrementado, y menos de los otros bienes, en tanto tal decisión era posible tomarla antes de la variación del precio (sin que ello hubiera sucedido).

Inversamente, en tanto el dominio de selección varía como consecuencia del efecto ingreso, pudiera suceder que el principio de la utilidad marginal decreciente no garantiza la disminución de la demanda. Tal es el caso para los bienes Giffen cuyo consumo aumenta con el incremento de los precios. Tal situación se explica de la manera siguiente: para estos bienes, que son vitales, los individuos prefieren dedicarles una parte más importante de su ingreso en la medida que su poder de compra baja limitando el consumo de otros bienes considerados menos esenciales.

Pero sobre todo el efecto ingreso se vuelve particularmente significativo cuando se considera que el ingreso de los individuos depende a su vez de los precios -recuérdese que para tener un ingreso es necesario vender algo, por ejemplo la fuerza de trabajo-. De tal manera que todo aumento de los precios tiene por contrapartida un incremento del ingreso para quienes venden el bien cuyo precio aumenta y, por tanto, un eventual aumento de la demanda.

Marshall consideraba que tales efectos “indirectos” eran relativamente insignificantes, comparados con los que son inducidos por el principio de la utilidad marginal decreciente. Así pues, mientras hemos visto como este principio actúa después de un aumento de precios, no se ha tenido en cuenta la variación del coeficiente de proporcionalidad que relaciona precio y utilidad marginal, condición de la maximización de la utilidad. Ahora, es justamente al nivel de tal coeficiente y de sus variaciones, que se concentran los “efectos indirectos” y muy particularmente el efecto-ingreso. Para evitar estas complicaciones, Marshall propuso suponer que tal coeficiente es constante, a pesar de saber que no lo era.

De manera mas general, en tanto se procede así, es decir, en tanto que no se considera la interdependencia de las demandas o de las ofertas de los diversos bienes, se dice que se supone que todas las otras cosas permanecen iguales.

Este tipo de procedimiento es típico del enfoque en equilibrio parcial, tema sobre el cual se insistirá en el capítulo 3. Habida cuenta de que Marshall adoptó sistemáticamente este procedimiento, se le denomina frecuentemente como “marshaliano”.

B. Productividad marginal decreciente y oferta.

La “ley sicológica” que explicaría el principio de la utilidad marginal decreciente, permite establecer una relación entre precio y cantidad demandada de un bien, de la cual la curva es la expresión gráfica, pero no es suficiente para la determinación del precio que va a establecerse “efectivamente”, lo mismo que la determinación de las cantidades compradas y vendidas a ése precio. Para suprimir la indeterminación se puede suponer, como lo hace Marshall, que la cantidad ofrecida es dada -es decir, los vendedores llevan al mercado toda su producción- y que el precio se “ajusta” de manera tal que ésta se pueda vender completamente.

Si llamamos (qe) la cantidad ofrecida del bien, independientemente del precio, entonces se enfrenta a una situación como la descrita en el gráfico 1.2 dónde la oferta se representa por una recta horizontal que pasa por (qe) y la demanda por la curva DD’.

El precio (pe), dónde se igualan la oferta y la demanda se denomina precio de equilibrio, y qe la cantidad de equilibrio.

Figura 1.2 (E) : Representa equilibrio, la oferta es igual a la demanda.

Se dice que existe “equilibrio” porque los individuos, compradores y vendedores, cumplen sus planes. Sin embargo, aunque es cierto que los compradores-consumidores maximizan su utilidad -por la definición misma de la demanda- el caso de los vendedores- productores es, en este caso, menos claro ya que no tienen verdaderamente que escoger; sin embargo, se puede considerar que la cantidad propuesta (qe) no proviene del azar sino más bien de una decisión “pensada”. De esta manera Marshall introduce una periodización en su análisis de la oferta la que se presenta en el muy corto plazo pero que puede variar en el corto, el mediano y en el largo plazo, habida cuenta de la disponibilidad tanto de trabajo, máquinas y materias primas como de capacidades de producción existentes -en locales y materiales “pesados”- con los plazos de ajuste necesarios, los cuales pueden ser mas o menos largos. No nos detendremos sobre la forma de efectuar los cortes en el tiempo, lo que de todos modos implica serios problemas teóricos; nos contentaremos con abordar el problema de la oferta como lo habíamos hecho con la demanda; es decir, considerando un individuo tipo, el “productor” o la “empresa” cuyo objetivo es la maximización del beneficio en tanto que el propósito del otro individuo, el “consumidor”, es recordémoslo, maximizar la utilidad.

En microeconomía hay dos procedimientos diferentes, pero no incompatibles de tratar el problema de la oferta: por la función de producción y por la función de costos; vamos a presentar las dos.

a) El enfoque de la función de producción.

Por definición la función de producción asocia canastas de insumos - cantidades de trabajo, de materias primas, de “servicios” dados por las máquinas, etc.- con cantidades de productos que aquellos han posibilitado producir habida cuenta de las técnicas disponibles. La “ley” de la utilidad marginal decreciente tiene una contrapartida en el ámbito de la producción. De esta manera David Ricardo (1772-1823) había notado hace bastante tiempo que en tanto hubiera aumentos poblacionales se hacía necesario explotar las tierras “marginales” que anteriormente estaban sin laborar, lo que generaba rendimientos cada vez más débiles, es decir, con una productividad marginal decreciente. Es claro que la generalización de esta “ley” al caso del trabajo, las máquinas, las materias primas etc., se demoró mucho en ser incorporado a toda la economía, como si fuera más difícil de admitir que la utilidad marginal decreciente. En efecto, el enfoque de la función de producción sólo aparece al fin del siglo XIX mas exactamente en la obra de Wicksteed, incluso bajo la forma rudimentaria, agregada; tal función sólo se impone en los análisis teóricos a mediados del siglo XX. Para el microeconomista tiene la ventaja, sobre la función de costos anteriormente hegemónica, de sólo estar relacionada con los aspectos técnicos de producción, considerados por lo demás como “datos de base”.

La determinación de la oferta.

Supongamos que la productividad marginal de cada insumo es decreciente es decir, que si la cantidad aumenta, entonces la producción aumenta, pero a un ritmo mas y más débil. Bajo esta hipótesis, la oferta que maximiza el beneficio se obtiene por un razonamiento parecido al que permite determinar la demanda a partir de la “ley” de la utilidad marginal decreciente. En efecto, en este caso el razonamiento es más simple ya que el productor no está sometido a restricción alguna - excepto a las de tipo técnico - en tanto que el consumidor debe efectuar su elección a sabiendas de que sus recursos son limitados. En consecuencia, el productor debe adquirir cantidades de insumos de tal manera que el valor obtenido por la última unidad empleada de cada insumo sea igual al precio de ésta. Su beneficio es entonces máximo ya que, si empleara mas insumos, lo haría a pérdida, su compra le costaría mas que los beneficios logrados con la producción suplementaria; ahora, si empleara menos, sus beneficios bajarían a causa de una ganancia menor por la “subutilización” de los insumos. Evidentemente tal razonamiento sólo se cumple porque las productividades marginales de los insumos se suponen decrecientes.

En resumen, si las productividades marginales son decrecientes, la producción óptima, que maximiza el beneficio, se presenta cuando la productividad marginal en valor de cada insumo es igual a su precio. Un ejemplo puramente hipotético, permite comprender mejor este resultado. Supongamos que el insumo es el trabajo de un obrero que produce sillas, con un precio de venta de 10, con un costo de 20 por la hora de trabajo y que el cuadro siguiente resume la función de producción:

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