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Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición


Enviado por   •  24 de Octubre de 2022  •  Resúmenes  •  20.724 Palabras (83 Páginas)  •  51 Visitas

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Cuando los pájaros no cantaban: historias del conflicto armado en Colombia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Volumen Testimonial

Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición

Junio, 2022

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL LIBRO DE LAS ANTICIPACIONES Emisarios de la naturaleza

Aves de vida que se transforman en aves de muerte cuando cantan de una forma extraña o que, de pronto, dejan de cantar. Lunas de sangre, abejas alborotadas, perros que ladran a deshoras. Señales que también pueden ser leídas como advertencias, como síntomas de un ecosistema enrarecido. Los primeros en notarlas pueden ser los árboles, los animales, los elementos naturales. Aquellas formas sensibles que, así mismo, han presenciado, sufrido y participado en la guerra.

 

Los árboles tienen un espíritu

 

Desde la cosmovisión indígena, la alianza se ha dado con los espíritus de la selva, con algo que se llama «la ley ancestral». Esa es la alianza primera que hacen los indígenas. Ellos adquieren un compromiso con los seres de la naturaleza. Ellos saben que en esa laguna hay un espíritu y tiene nombre. Es Umavali o Chavalivali. Saben que ese es el que controla muchas cosas, tanto los peces como algunos comportamientos. Saben que ese es el que me puede enloquecer a mí o a las mujeres. Ese señor yo lo tengo que respetar verracamente. Pero ¿qué es el respeto o el irrespeto? No es decir «no, respétalo y ya». No. Respeto es, por ejemplo, que cada quien debe cumplir un rol. El niño, el joven, el adulto. No cumplir el rol es hacerle daño, hacer despertar a ese espíritu.

¡Uy, no, eso es tremendo si tú no cumples!

Por ejemplo, a las mujeres menstruantes se les tiene prohibido bañarse en esas aguas. Ellas no pueden dejar la sangre de la menstruación en el río, en las lagunas o en los caños, no. Eso está prohibido. Y resulta que los ancianos saben eso. Cuando se infringe una norma, el espíritu despierta y da ciertas señales que la comunidad cree a pie juntillas. Y la comunidad se preocupa, porque donde ese señor dé la vuelta, él voltea la cabeza, corre y se va. ¿Y qué pasa si él se va? Pues se van los peces con él, no hay comida. Se seca esa laguna, esa es la creencia.

Entonces esa es la alianza con los espíritus. El indígena sabe quién manda ahí, el llamado del indígena es a no pecar contra los espíritus. Por eso, el que sepa el diálogo con los espíritus es rico. Los indígenas que saben que así pueden pescar en donde quieran llegan con los mejores pescados para sus mujeres. Dentro de la costumbre indígena eso es lo que estimula el afecto. Son ciertos detalles que el blanco no conoce, pero el indígena sí. Por decir, cuando el indígena sabe todo de la conversación con los espíritus, coge los mejores peces o carnes. La gran cosa y el detalle es traer eso y entregárselo a la mujer que ama, a su esposa, a ella. Cuando son novios todavía, que apenas la está mirando, también le hace esos regalos. Con la oración que ellos saben el río se abre, y el espíritu abre su boca pa dejar salir los peces, y le entrega los mejores peces. Entonces el indígena hace la alianza con esos espíritus. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con árboles.

Los árboles tienen un espíritu, entonces el indígena hace esa alianza con ellos y con las palmeras. Entonces, ¡uy no!, no se puede mochar una palma de seje, o de manaca, o de nada. Para hacer sus casas, primero deben pedir un permiso de esos espíritus, que son los gobernantes. Es decir, si tú llegas a mochar palmas sin permiso del espíritu, el castigo no cae sobre ti, sino sobre tus hijos, tus hijos más pequeños. Ellos se enferman o se mueren, ¿si miras? La gente cree que son espíritus los que hacen eso, los espíritus de la naturaleza. Por eso hay un juego entre los sabios que saben eso. Es que esa violencia la ejercen los espíritus, también existe esa guerra. Esa es la guerra que está aceptada, normalizada. Como los blancos cuando dicen «no, a ese lo mató fue Dios que ya se lo quiso llevar». Eso es el arraigo, o sea, en esas comunidades se dan ciertos hechos que ya se vuelven como sagrados. Abandonar una comunidad no es tan fácil porque tienen un gobierno al que sí le tienen respeto de verdad. Ellos simplemente no se pueden ir, desplazar. Ellos, al cumplir la ley de origen, se están protegiendo de cualquier cosa.

 

En el campo le daban interpretaciones a eso

 

Cuando pudimos regresar a la finca, encontramos que todo estaba destruido. Donde estaba la casa –una casa grande, de amplios corredores en los que habíamos corrido y jugado en nuestra niñez–, no había nada. Solo estaba la tierra, las cementeras en el monte.

Mi papá se casó en un segundo matrimonio porque enviudó muy joven. Se casó con mi mamá en Chaparral, y la llevó a La Cascada. Eso era un páramo y ella era una muchacha de ciudad, y no se le amañó. Entonces él, para complacerla, cambió para El Salado, a una finca de tal vez la décima parte de La Cascada, pero de un clima más benigno. Allá estábamos, vivíamos felices. Fueron 40 años desde la guerra de los Mil Días, 40 años de paz, paz completa.

Ocurrió el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.

Esa revuelta del 9 de abril aparentemente se apaciguó, pero no los rumores. Inventaron muchas leyendas desde Bogotá porque allá había habido muchas barbaridades. Decían que uno de esos hombres, que había sido muy criminal en Bogotá, se había puesto a manejar un bus escalera en un municipio. Dicen que iba manejando cuando se le atravesó una cantidad de ganado. Él pitaba y nada. El tipo desesperado. Entonces se le apareció un hombre que le dijo: «No se afane, que va a llover y van a seguir saliendo obstáculos hasta que se lave la sangre de todos los inocentes del 9 de abril».

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