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Informe historiografia tradicional


Enviado por   •  14 de Junio de 2019  •  Informes  •  1.505 Palabras (7 Páginas)  •  107 Visitas

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Informe N°1
Alejandro Esteban Carrasco Luna
Historia e historiografía: una relación indisociable

I

En términos generales, el texto de George G. Iggers nos lleva a recorrer la historia de la historiografía durante el siglo XX, dando cuenta de las continuidades y los cambios, de las pequeñas transformaciones y de las grandes rupturas de las diversas corrientes historiográficas. Ahora bien, dicho recorrido se estructura en torno a una tesis fundamental: la relación indisoluble entre historia e historiografía, entre la historia y la ciencia. En efecto, parafraseando a Iggers la ciencia histórica, debido a su estrecha relación con los valores y las intenciones humanas “debe ser vista en el marco sociocultural y político en el que se practican”. Por consiguiente, la ciencia histórica no se restringe a un conjunto de “procesos de pensamiento interno”, ya que ella “involucra a seres humanos vivos que operan dentro de un marco de instituciones académicas y científicas y proceden mediante supuestos acerca de la naturaleza de la realidad que comparten con un gran número de contemporáneos”.

II

La historiografía del siglo XIX era parte de una larga tradición iniciada por los grandes historiadores de la antigüedad clásica griega. Parte del largo camino por distinguir el mito de la verdad. No obstante, el siglo XIX presenta una novedad: la nueva disciplina histórica, surgida en las universidades alemanas, se planteó una profesionalización del que hacer histórico. Pero una profesionalización que debía cumplir necesidades publicas y objetivos posibles de comunicar a “un público cuya consciencia histórica trataba de moldear, y que recurría a los historiadores para la búsqueda de su propia identidad histórica”. Esta misión educacional adoptada por la universidad en el siglo XIX es quizá una de las expresiones de la principal tensión que Iggers aborda en el periodo del historicismo clásico: la contradicción entre el carácter científico de la profesión, caracterizada por el compromiso de evitar prejuicios y juicios valóricos, y la función política de la profesión, que daba por sentado -al mismo tiempo que reproducía- el orden social predominante.

Leopold von Ranke, reclutado por la universidad de Berlín (prototipo de dicha misión educadora) fue uno de los precursores de la profesionalización de la historia. Ranke señalaba, en sus propias palabras, que el historiador debía abstenerse “de juzgar el pasado” y limitarse a “mostrar como ocurrieron las cosas en realidad”. Esta búsqueda por una orientación científica, según Iggers, compartía tres supuestos fundamentales con la tradición histórico-literaria: 1) ambas aceptaban la teoría de la verdad como correspondencia al sostener que la historia se ocupa de gente que realmente existió y sobre hechos que realmente ocurrieron; 2) suponía que las acciones humanas reflejaban las intenciones de sus actores y que la tarea del historiador era comprender tales intenciones para elaborar un relato histórico coherente, y 3) operaban con un concepto de tiempo a la vez unidimensional y diacrónico, de modo que los eventos posteriores se derivaban de los anteriores en una secuencia coherente.

III

Creo que los historiadores están fuertemente determinados por el contexto histórico, por sus instituciones, valores, condiciones materiales. Por tanto, no se puede abordar la ciencia de la historia sin tener en cuenta dichas condiciones sociohistóricas. En este sentido, y paradójicamente, el enfoque imparcial y objetivo del pasado, revelaba para Ranke “el orden existente tal como Dios lo había creado”. En palabras de Iggers, para Ranke: “la historia del mundo moderno demostraba la solidez de las instituciones políticas y sociales de la Prusia de la restauración, en la que la libertad civil y la propiedad privada existían y prosperaban bajo el alero de una monarquía poderosa y un servicio civil ilustrado”. Es paradójico, ya que la búsqueda de objetividad e imparcialidad se contradecía con el papel que, en términos concretos, Ranke estaba desarrollando. Ranke era producto de la restauración que siguió a la revolución francesa y al periodo napoleónico. Su concepto de Estado -central para el historicismo alemán- descansaba en la realidad política de la Prusia anterior a 1948, o sea, previo al establecimiento de las instituciones representativas, a la industrialización y a sus consecuencias en la conformación de la sociedad. De ahí su énfasis en la primacía política y en la dependencia casi exclusiva de los documentos oficiales del Estado. Ranke era productor de historia, al mismo tiempo que era producto de ella.

IV

Hacia fines del siglo XIX emergen un examen crítico hacia la historiografía establecida en las universidades alemanas y sus supuestos. Desde la historia, pero principalmente desde otras disciplinas como la sociología, se planteaba que la historia debía expandirse y dar mayor énfasis al papel de la sociedad, la economía y la cultura. Se desafío la supremacía de una narrativa histórica predominantemente política, centrada en eventos y grandes personajes, por una historia que se vinculara mas estrechamente a otras ciencias sociales empíricas. No obstante, en ningún momento esta critica cuestiono los supuestos fundamentales de la historiografía clásica: la historia debía 1) ser una disciplina profesional y 2) concebirse a si misma como una ciencia. Lo interesante de esta revisión crítica es, siguiendo la tesis central del texto, la relación con el contexto histórico. Para fines del siglo XIX, cuando el paradigma de Ranke se consolido como el modelo historiográfico profesional, dicha revisión crítica no provino de la misma Alemania, sino más bien de países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos. En términos sintéticos, Alemania estaba aun fuertemente marcada por el proceso de reunificación y la centralidad del Estado. Así lo demostraba el rol político de las universidades y sus medidas de obstrucción o exclusión a cualquier critico a sus instituciones. En países como Francia o EE. UU, las condiciones sociales y políticas en las que se basaba el concepto kantiano de historia, ya se habían alterado significativamente. Caminaban hacia la constitución de sociedades de masas “modernas y democráticas”.

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