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LA CRISIS LATINOAMERICANA DEL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XX


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2015  •  Ensayos  •  3.665 Palabras (15 Páginas)  •  213 Visitas

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LA CRISIS LATINOAMERICANA DEL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XX

INTRODUCCIÓN

La industrialización sustitutiva, si bien contribuyó en forma significativa a la modernización de las economías y de las sociedades latinoamericanas, no llegó a cumplir los propósitos que la fundamentaron y contribuyó a generar otros problemas que conforman a la crisis del último tercio del siglo XX. La industrialización sustitutiva no fue una estrategia de crecimiento hacia adentro sino que se orientó hacia la exportación y a la concentración de la riqueza en unas cuantas manos.[1] El esfuerzo de industrialización se orientó a la sustitución de importaciones con base en la existencia en el mercado de una demanda preexistente. La industrialización sustitutiva se ajustó a dicha demanda y contribuyó a reproducir la desigualdad. Así, el flujo de la producción manufacturera fue absorbido por proporciones pequeñas del total de las familias consumidoras. Sin embargo,  la expansión del proceso de industrialización reclamó la ampliación de su base de consumo y de un cambio significativo en la distribución del ingreso hacia las clases medias. Cabría esperar que los ingresos de los más ricos se desplazaran hacia los que se situaban inmediatamente por debajo de ellos en la pirámide distributiva. Pero no fue así. El aumento de los ingresos de las clases medias provino mediante el mecanismo de disminuir los de las capas más pobres. La explicación de ello, es que para la estructura industrial que se venía conformando, contaba más el mercado representado por el 20% de la población de alto ingreso que el 80% con ingresos inferiores.[2] 

La senda recorrida por América Latina en poco más de un siglo, de acuerdo a Skidmore, se puede dividir en 5 fases. Estas fases nos permiten situarnos en la problemática de la crisis que sufre América Latina en el último tercio del siglo XX: [3]

  • De 1880 a 1900. El desarrollo económico consiste en la iniciación del crecimiento basado en la exportación-importación. El cambio social trae la modernización de la élite y la aparición del sector comercial junto con nuevos profesionales. El sistema político es una democracia oligárquica o dictadura integradora.
  • De 1900 a 1930. Expansión de la exportación-importación. Aparición de los estratos medios con comienzos del proletariado. Democracia cooptada.
  • De 1930 a principios de la década de 1960. Industrialización en lugar de la importación. Formación de la élite empresarial y fortalecimiento de la clase trabajadora. Populismo o democracia cooptada.
  • De 1960 a principios de la década de 1980. Estancamiento del crecimiento basado en la sustitución de importaciones. El desarrollo industrial latinoamericano de este periodo elegió la tecnología con uso de capital intensivo típico de las economías industriales avanzadas.[4] Esto ocasionaba más inversiones en maquinaria y menos en trabajo manual. Ello generaba la agudización del conflicto de clases con aumento del desemple. A medida que aumentaba la presión, las élites gobernantes de varios países imponían regímenes más represivos, con frecuencia mediante golpes militares, como sucedió en Brasil (1964), en Argentina (1966) y en Chile (1973). En vista del estancamiento económico, los militares y las élites pensaron que debían estimular la inversión mediante el desmantelamiento del poder colectivo de la clase obrera: salarios, condiciones laborales, beneficios complementarios y el derecho a organizarse. Los gobiernos burocráticos-autoritarios trataron de reavivar el crecimiento económico mediante la consolidación de vínculos con las fuerzas económicas internacionales, en términos de la dependencia del sistema mundial global.
  • Principios de la década de 1980. Escasez de divisas, acuciada por la deuda externa, que conduce al estancamiento o a la recesión. A lo largo de los años ochenta, las autoridades internacionales como el gobierno estadounidense, los banqueros privados y especialmente el Fondo Monetario Internacional (FMI) impusieron estrictos términos a los deudores latinoamericanos.[5] Si los gobiernos emprendían reformas económicas profundas, podían hacerse merecedores de la exoneración de sus cargas con la deuda. Estas reformas casi siempre incluían la apertura de las economías al mercado y la inversión exterior, la reducción del papel del gobierno, el impulso a nuevas exportaciones y la toma de medidas contra la inflación. Este conjunto de ideas neoliberales requería de ajustes estructurales en la política económica y significó casi el repudio total de las estrategias basadas en la industrialización en lugar de la importación antes tan alabadas. Aumento de la movilización de los grupos de clase medios y bajos. Democracia electoral incompleta con veto militar.[6]

Como podemos observar, el panorama para América latina no es optimista. En las siguientes líneas tratremos de realizar un resumen apretado acerca de las manifestaciones de la crisis, de su naturaleza, así como mencionar el papel que han jugado las estructuras de poder civiles y militares.

LA CRISIS LATINOAMERICANA DEL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XX

La crisis económica que afecta a América Latina es la más grave que ha enfrentado la región desde la crisis de los años treinta. Esta crisis ha marcado retrocesos muy severos en los niveles de ingreso por habitante. A continuación se mencionan sus principales manifestaciones:[7]

  • Tasas inflacionarias que se han traducido en alzas de precios sin precedentes y a retrocesos importantes en las condiciones de vida. Los ritmos de alto crecimiento económico global y las relaciones económicas externas no fueron suficientes para impedir que se agravaran aún más los problemas de desigualdad, de desempleo y subempleo, de tensiones inflacionarias, de desajustes financieros internos y desequilibrio externo.[8] Las industrias destinadas al mercado interior que se desarrollaron en el marco de un proteccionismo, dieron origen a producciones costosas e ineficaces que carecían de competitividad internacional. Esas industrias, además de ser un factor de debilidad del sector externo, contribuyeron a la inflación.[9]
  • La evolución económica de América Latina, desde 1980, resulta ser mucho más adversa que la del total de los países en desarrollo. A lo largo de todo el periodo 1980-1987, ha tenido una variación acumulada de menos del 11% . En algunos países llega a representar retrocesos equivalentes a diez o quince años.[10]
  • Las pérdidas de ingreso real para los trabajadores fueron del orden del 40% en México, Perú y Ecuador y del orden del 30% en los casos de Chile y Brasil. A las pérdidas de salario real se han sumado las pérdidas de puestos de trabajo en relación con el tamaño de la población económicamente activa[11] y los programas sociales públicos son suprimidos.[12]
  • El desarrollo industrial incrementó la dependencia financiera pública y privada. En América Latina, mientras más industrializado es un país, más endeudado está.[13] A diferencia de los períodos anteriores, esta deuda es esencialmente de origen bancario. El peso del servicio de la deuda es enorme y desproporcionado con respecto a las capacidades financieras de los países deudores. Los bancos comerciales y las instituciones financieras internacionales imponen a los países deudores condiciones de refinanciamiento que conducen a la recesión, a drásticas limitaciones de los gastos públicos, limitación de las importaciones y a ausencia de nuevos flujos financieros. Los países endeudados se ven obligados a liberar buena parte de sus excedentes comerciales para hacer frente a sus obligaciones externas.[14] El poder financiero de las sociedades transnacionales ha permitido eliminar la competencia local y gravar más la balanza de pagos del país anfitrión. Las inversiones extranjeras directas, lejos de contribuir al enriquecimiento de los países donde se establecen, los empobrece.[15]
  • Los factores externos han tenido una incidencia muy importante en la precipitación de la crisis latinoamericana. Las tendencias recesivas de la economía mundial debilitaron considerablemente la demanda de las exportaciones latinoamericanas y contribuyeron a afectar sus precios.[16]
  • América Latina está enfrentando una situación de crisis mucho más intensa y prolongada que las tendencias recesivas que han exhibido las economías capitalistas desarrolladas. El deterioro económico reciente de América Latina es también relativamente más intenso que el que vienen sufriendo otras regiones del Tercer Mundo. La recuperación de las economías capitalistas desarrolladas no está induciendo un proceso correspondiente de recuperación de las economías subdesarrolladas y particularmente de las de América Latina. Las economías subdesarrolldas están asumiendo parte de los costos de la recuperación de de las economías capitalistas desarrolladas.[17]

En consonancia con la crisis económica mencionada, se observó una crisis política y social que estuvo asociada en forma importante con la participación de los sectores militares. De 1962 a 1967, el papel de los militares latinoamericanos implica una redefinición del enemigo y la adopción de doctrinas llenas de consecuencias políticas inmediatas. En adelante se privilegia la lucha contra el enemigo interior.[18] Frente al peligro de subversión comunista, las fuerzas armadas del continente se entrenan para la lucha contrarrevolucionaria. La seguridad nacional remplaza a la defensa nacional. Cualquier tentativa de cambio social, sobre todo si consigue el apoyo de partidos de izquierda locales, es asimilada a la revolución. En ese clima de tensión, los ejércitos se oponen pues a cualquier reforma y a cualquier política exterior no alineada con el país líder del mundo libre. Son gobiernos transitorios que se anuncian como tales tras el derrocamiento del poder en funciones. Se establecen como objetivo el devolver el gobierno a los civiles según los procedimientos legales. A veces precisan cuánto durará su misión desde su instalación. No obstante tras la “revolución brasileña” de 1964, todos los regímenes militares latinoamericanos profesan manifiestamente intenciones constituyentes, no fijan ningún límite a su existencia pero pretenden modificar las reglas del juego político o realizar cambios en el orden sociopolítico antes de transmitir sus poderes.[19]

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