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La Enseñanza


Enviado por   •  16 de Agosto de 2014  •  1.541 Palabras (7 Páginas)  •  146 Visitas

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Podemos suponer que la educación formal –ese proceso sistemático, complejo y riguroso por medio del cual las sociedades preparan a sus niños y jóvenes para el desempeño en la vida adulta- fue muy antigua en Mesoamérica. Es difícil imaginar que culturas como la zapoteca, la maya o la teotihuacana no transmitieran sus conocimientos y formaran las conciencias de su población infantil y juvenil por medio de la escuela. Más aún, no es verosímil que pueblos mucho más antiguos, como el olmeca, hayan carecido de instituciones dedicadas a transmitir el conocimiento e inculcar los valores y las tradiciones a los hijos. Lamentablemente no es posible conocer suficientemente la vida de estas sociedades porque los descubrimientos arqueológicos no proporcionan la información necesaria. Pensemos simplemente en Teotihuacán, la poderosa ciudad de la cuenca lacustre del Altiplano Central de México, cuyas rutas de comercio se extendían por casi toda Mesoamérica. La arqueología da cuenta de su potencial económico, de su arquitectura, de su urbanismo, de su arte; pero no de otros aspectos importantes; no sabemos cuál era su sistema de gobierno, qué lengua se hablaba en la ciudad, ni siquiera qué nombre se daban los teotihuacanos a sí mismos. Para penetrar en formas más puntual en la existencia cotidiana hace falta el documento, el registro de la palabra, y este registro sólo llega a nuestros días cuando se refiere a los pueblos mesoamericanos de épocas muy posteriores, los del Posclásico Tardío, principalmente los mexicas o aztecas.

¿Por qué sabemos más de los mexicas que de sus contemporáneos y mucho menos de quienes los precedieron?

¿Cómo concebían el trabajo? Tenían una idea muy diferente a la judeo-cristiana. Cuando leemos la Biblia entendemos que el trabajo no es parte de la esencia humana. Según la Biblia, el hombre nació exento del trabajo, y éste fue un mal que adquirió, como castigo, por su pecado. Los mexicas, en cambio, tenían otra opinión. Esto lo podemos ver en el mito. Hay dos personajes que aparecen en las fuentes documentales como el primer hombre y la primera mujer: Oxomoco y Cipactónal. Son una pareja de ancianos. Tal vez sus categorías no sean semejantes a las de un Adán y una Eva, sino más bien seres divinos, los arquetipos de los humanos. De cualquier manera, ellos daban a los hombres sus características. Los dioses señalaron a la vieja, como atributos, el hilado, el tejido y el manejo de los granos de maíz para curar y para adivinar, mientras que al viejo –o a ambos, porque la fuente no es muy clara- el cultivo de la tierra. Así se formaron estos arquetipos y, a partir de ellos, todos los hombres: con la carga del trabajo como algo propio de su naturaleza, no como algo adquirido por el castigo. Podemos con esto encontrar una interesante diferencia religiosa. Los cristianos creen que al morir, están ya libres del trabajo. Dejan sus obligaciones en la tierra, con el pecado original. En cambio para los mexicas las actividades laborales continuaban en el más allá, aunque una muerte gloriosa los enviara al cielo del Sol o al paraíso acuático de los dioses de la lluvia. Si los varones morían en la guerra o las mujeres durante el primer parto, su obligación era acompañar al Sol en su diario recorrido por el cielo, los militares en la parte oriental del camino, las parturientas en la occidental. Si morían por un mal “acuático” (ahogados, golpeados por el rayo, hidrópicos, etc), debían contribuir en el paraíso del agua al cuidado de los manantiales y las fuentes, hacían llover y granizar, conducían los vientos o limpiaban las cañerías subterráneas por donde corría el agua. Si morían de muerte común, estaban encargados en el inframundo del cuidado de la riqueza y debían acompañar al Sol durante la noche, cuando recorría el camino inferior, el del mundo de los muertos. Hoy, más allá de las fronteras septentrionales de Mesoamérica, los tarahumaras conservan creencias muy semejantes, y creen que los muertos deben limpiar los conductos subterráneos para que las aguas puedan desembocar en el mar. La concepción de la existencia humana ligada al trabajo daba ese sentido primordial de servicio a toda institución escolar.

Son varias las clases de escuela que se mencionan en las fuentes documentales. El calmécac (“lugar de la hilera de casas”) era la destinada a la nobleza, aunque no en forma exclusiva. El telpochcalli (“casa de jóvenes”) era la escuela a la que iban casi todos los plebeyos. Había siete calmécac en toda la ciudad; en cambio los telpochcalli eran muy numerosos pues se dice que existían diez o quince en cada barrio. De la escuela femenina o ichpochcalli (“casa de doncellas”), casi no hay noticia. Es posible que fuesen varias de ellas, dedicadas a distintos dioses. Transcribo

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