La Era De La Revolucion Capitulos 6-11-16
Moosko24 de Septiembre de 2013
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La era de la revolución capítulos 6, 11 y 16
6. Las Revoluciones
I. El objetivo principal de las potencias tras 1815 era evitar una segunda Revolución francesa, o la catástrofe todavía peor de una revolución europea general según el modelo de la francesa.
La primera oleada revolucionaria tuvo carácter mediterráneo: Grecia, España y Nápoles, entre 1820 y 1821. La segunda reavivó los ánimos de independencia sudamericana. Bolívar, San Martín y O’Higgins liberaron la Gran Colombia, Perú y Argentina. Iturbe hizo lo propio con México y Brasil se separó sin más problemas de Portugal. Las grandes potencias las reconocieron rápidamente, pero Inglaterra, además, concertando tratados económicos.
La segunda oleada fue más amplia aún. Todas las tierras al oeste de Rusia sufrieron alzamientos. Bélgica se independizó de Holanda en 1830, Polonia fue reprimida, pero en Italia y Alemania hubo graves convulsiones, el liberalismo triunfó en Suiza, España y Portugal padecieron guerras civiles e Inglaterra tuvo que aceptar la secesión religiosa de Irlanda: el catolicismo había sido legalizado. Esto derivó en la definitiva derrota de la aristocracia para dar paso a una clase dirigente de “gran burguesía” con instituciones liberales bajo una monarquía constitucional al estilo de 1791, pero con privilegios más restringidos. El EE.UU. de Jackson fue más allá: extendió el voto a los pequeños granjeros y los pobres de las ciudades. Pero hubo consecuencias aún más graves: los movimientos nacionalistas y de la clase trabajadora.
La tercera “gran ola” fue la “primavera de los pueblos” de 1848, cuando la revolución mundial soñada por los rebeldes estuvo más cerca que nunca. Estalló y triunfo en casi toda Europa.
II. Las revoluciones, dependiendo de su origen:
-Liberales (franco-española): con su modelo en la revolución y el sistema de 1791. La monarquía sería parlamentaria y sus votantes restringidos por sus ganancias.
- Radicales (inglesa): cuya inspiración encuentra eco en la revolución de 1792-1793, jacobina, cuyo ideal es una república democrática hacia el “estado de bienestar”.
-Socialista (anglo-francesa): toman las directrices de las revoluciones postermidorianas, entre las que cabe destacar la protagonizada por Babeuf en 1796, con un carácter comunista, en la línea de Sant-Just.
Pero todas tenían algo en común: la lucha contra la monarquía absoluta, la Iglesia y la aristocracia… o dicho de otro modo, aborrecían los regímenes de 1815 y lucharon contra ellos por distintas vías, como hemos visto.
III. Entre 1815 y 1830 aún no existía una clase trabajadora como tal. Solo las personas reunidas en torno a las ideas owenistas o “Los seis puntos de la Carta del pueblo” (Sufragio universal, voto por papeleta, igualdad de distritos electorales, pago a los miembros del Parlamento, Parlamentos anuales, abolición de la condición de propietarios para los candidatos) empezaban a mostrarse algo más radicales. Los discursos de Paine aún insuflaban aliento y también los escritos de Bentham.
El deseo de luchar conjuntamente contra el zar y las naciones organizadas bajo su amparo contra las posibles insurrecciones, favoreció la creación de grupos organizados de reacción liberal. Todas tendían a adoptar el mismo tipo de organización revolucionaria o incluso la misma organización: la hermandad insurreccional secreta. La más conocida es la de los carbonarios, que actuaron sobre todo entre 1820-1821 y la de losdecembristas. Desde 1806, de un modo latente, se reforzaron hasta que se presentó el momento apropiado: 1820. Muchas fueron destruidas en 1823, pero una triunfó: Grecia 1821, la cual sirvió de inspiración en los años siguientes.
Las revoluciones de 1830 mostraron abiertamente el desasosiego económico y social. Los revolucionarios se ciñeron a los modelos de 1789 y no tanto a las sociedades secretas. Además, el capitalismo empobrecía a los trabajadores que se comenzaron a sentir miembros integrantes de una clase: la clase trabajadora. Un movimiento revolucionario proletario-socialista empezó su existencia. En estas fechas los liberales habían pasado de ser oposición al Antiguo Régimen a ocupar un escalafón en la política de sus países o, al menos, a presionar a los moderados. Esta fue la lucha que se siguió en adelante.
Como en Inglaterra y Francia los liberales se fueron moderando e incluso reprimieron a algunos trabajadores, estos vieron en el Republicanismo social y demócrata una salida más afín a sus peticiones… y así sería como el movimiento obrero se radicalizó. Unos soñaban en las barricadas, otros en los príncipes convertidos al liberalismo, pero esta última apuesta era muy complicada. En 1834 se crea la Unión aduanera alemana, con Prusia al frente.
La falta de perspectiva de una revolución europea hacía necesario, como pensó Marx, en una Inglaterra intervencionista o una nueva Francia jacobina y eso era imposible. Románticos o no, los radicales rechazaban la confianza de los moderados en los príncipes y los potentados, por razones prácticas e ideológicas. Los pueblos debían prepararse para ganar su libertad por sí mismos, por la “acción directa”, algo aún muy carbonario. Tomar la iniciativa planteaba la duda de si estaban o no preparados para hacerlo al precio de una revolución social.
IV. En Europa y América latina este espíritu revolucionario no se consumó. En Europa el descontento de los pobres y el proletario era creciente. El descontento urbano era universal en Occidente. Que la política estratégica y directiva, así como las sistemáticas ofensivas de los patronos y el gobierno, no triunfara redujo a los socialistas a grupos propagandísticos y educativos un poco al margen de la principal corriente de agitación.
En Francia los grupos revolucionarios no eran tan proletarios como “patronos desengañados”. Saint-Simon, Fourier, Cabet y Blanqui protagonizaron las agitaciones políticas de las clases trabajadores al alborear la revolución de 1848. La debilidad del blanquismo era la debilidad de la clase trabajadora francesa. Su objetivo era instaurar “la dictadura del proletariado”.
La división de simpatías entre la extrema izquierda y los radicales de la clase media los llenaba de dudas y vacilaciones acerca de la conveniencia de un gran cambio político. Llegado el momento se mostrarían jacobinos, republicanos y demócratas.
V. Donde el núcleo del radicalismo lo conformaban las clases bajas y los intelectuales, el problema era mucho más grave. El levantamiento de los campesinos en Galitzia en 1846 fue el mayor de los movimientos campesinos desde 1789. Pero donde aún había reyes legítimos o emperadores, estos tenían la ventaja táctica de que los campesinos tradicionalistas confiaban en ellos más que en los señores. Por eso los monarcas aún estaban dispuestos a usas a los campesinos contra la clase media.
Los radicales se dividieron en demócratas (que buscaban cierta armonía entre el campesinado y la nobleza/monarquía) y la extrema izquierda (que concebía la lucha revolucionaria como una lucha de las masas simultáneamente contra los gobiernos extranjeros y los explotadores domésticos. Anticipándose a los revolucionarios nacional-socialistas de nuestro siglo, dudaban de la capacidad de la nobleza y la clase media, cuyos intereses estaban fuertemente ligados al gobierno.
En la Europa subdesarrollada la revolución de 1848 no triunfó bien por inmadurez política de los campesinos o por medidas demasiado férreas de los señores y monarcas, quienes odiaban hacer concesiones adecuadas u oportunas.
VI. La revolución de 1830 y 1848 tenían cosas en común: estaban organizadas por intelectuales y gente de clase media a los que, una vez el estallido, se unían los campesinos y demás gente. Además, siguieron patrones tácticos de la revolución de 1789. Pero mientras hubo un conato de política democrática las actividades fundamentales de una política de masas (campañas públicas, peticiones, oratoria ambulante- apenas eran posibles.
La liga alemana de los Proscritos (que más adelante se convertiría en la Liga de los Justos y en la Liga Comunista de Marx y Engels), cuya médula la formaban jornaleros alemanes expatriados, era una de esas sociedades ilegales. El credo general que se extendía era el que rezaba que los aristócratas y reyes eran usurpadores de las libertades y que el gobierno debía ser elegido por el pueblo y responsable ante él. Veían la instalación de la república demoburguesa como un preliminar indispensable para el ulterior avance del socialismo.
En el proyecto de la “Joven Europa” de Mazzini ya reflejaba el deseo de crear una sociedad internacional masónico-carbonaria. Respecto al exilio de los militantes de izquierdas, Francia y Suiza acogieron a gran parte de ellos. No es extraño que la I Internacional tuviera su génesis en la ciudad de “la gran revolución”
11. El trabajador pobre
I. Tres posibilidades se abrían al pobre que se encontraba al margen de la sociedad burguesa y sin protección efectiva en las regiones todavía inaccesibles de la sociedad tradicional. Podía esforzarse en hacerse burgués, podía desmoralizarse o podía rebelarse.
El tejedor Hauffe decía que todo el mundo había inventado métodos para debilitar y minar las vidas de los demás. Ya nadie se acordaba del “No robarás a tu prójimo” ni de los consejos que Lutero daba al mundo en nombre del mundo. El pobre de la Edad Media solo necesitaba alimentarse, el del siglo
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