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La Gran Divergencia

Juani RomeroResumen24 de Febrero de 2022

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La Gran Divergencia

  1. El crecimiento económico moderno y la desigualdad en el mundo: una visión a largo plazo

Una de las características más destacable, y a la vez más penetrante, de la economía mundial es la desigual distribución de los niveles de renta que se registra en la actualidad. Cuando hablamos del fenómeno de la desigualdad podemos distinguir entre la de carácter individual, es decir, la que se da en los ingresos o la riqueza de las personas, y la existente entre países.

El segundo aspecto de la desigualdad de la renta mundial hace referencia a las diferencias en el nivel de renta per cápita entre países, que también son muy importantes. El indicador económico utilizado más frecuentemente para conocer el nivel de renta de una sociedad es el producto interior bruto (PIB) por habitante.

Numerosos economistas e historiadores de la economía coinciden en afirmar que las raíces de la desigualdad actual se remontan en el tiempo y hay que buscarlas en uno de los acontecimientos clave de la historia reciente de la humanidad: la Primera Revolución Industrial.

La revolución industrial sentó las bases para el "crecimiento económico moderno", con un trasvase de recursos desde la agricultura hacia las actividades industriales, en las que la productividad, uno de los principales motores del crecimiento económico, era mucho más elevada.

Durante el siglo XIX el proceso de industrialización se fue difundiendo desde Gran Bretaña

a otras partes del mundo. En la segunda mitad del siglo XX otros países se han sumado al proceso

de crecimiento económico moderno, hasta convertirse en lo que hoy día conocemos como economías emergentes.

A pesar de ello, hay que tener presente que la revolución industrial no solo contribuyó a un aumento del nivel de vida de la población a largo plazo en una parte del mundo, sino que también originó la ampliación de la desigualdad en la distribución de la renta a escala global.

Volviendo por un momento a las dos vertientes de la desigualdad económica definidas anteriormente, es posible hacer una primera aproximación a la dinámica experimentada por la desigualdad a lo largo del tiempo. Algunos estudios han sugerido, a partir de la evolución del índice de Theil, que la desigualdad interpersonal global aumentó significativamente durante el siglo XIX, se estancó entre la Primera Guerra Mundial y el final de la Segunda Guerra

Mundial, y volvió a aumentar en la segunda mitad del siglo XX.

Ello nos lleva a fijar la atención en el segundo aspecto de la desigualdad, el relativo a las diferencias de renta entre países. En la siguiente figura se presenta la evolución a largo plazo del PIB per cápita en diferentes áreas geográficas del mundo.

        [pic 1]

Así pues, se puede establecer un vínculo directo entre las transformaciones industriales, el crecimiento económico y la amplificación de la desigualdad en el mundo.


  1. La gran divergencia

En 1820 ya existían diferencias en el ingreso per cápita entre Europa y otras partes del mundo. Ello nos lleva a plantearnos la siguiente cuestión: ¿en qué momento se distanció Europa de otros continentes, como Asia? Los economistas clásicos habían defendido que, antes de la revolución industrial, Europa ya había logrado unos niveles de renta superiores a los que existían en Asia.

No obstante, la denominada escuela de California ha cuestionado esta imagen, según la cual, a principios del siglo XIX, Europa ya disfrutaba de unos niveles de vida más altos que los logrados en Asia.

Esta polémica historiográfica ha dado lugar en la última década a una serie de investigaciones que apuntan en una dirección contraria, es decir, a favor de la idea previamente descrita por Adam Smith, según la cual las diferencias en los niveles de vida entre Europa y Asia ya eran sustanciales a principios del siglo XIX. Según esta visión, la gran divergencia ya estaba en marcha antes de 1800. Aun así, el recurso a las cifras del PIB per cápita con objeto de evaluar los niveles de vida anteriores a 1800 resulta bastante problemático.

Estas consideraciones han impulsado la busca de un indicador alternativo, a partir del cual se ha aportado nueva evidencia al debate de la gran divergencia: los salarios.

Los salarios reales ofrecen información sobre la cantidad de bienes que puede adquirir la población que recibe dicho ingreso y, por lo tanto, son una medida adecuada para aproximar el nivel de renta alcanzado en diferentes economías. La unidad elegida más habitualmente es la cantidad de plata que se podía adquirir con cada salario.

Para estimar los salarios reales, que son los que proporcionan una información más relevante, es necesario conocer los precios de los bienes de consumo en las ciudades consideradas.

En la siguiente figura podemos ver la evolución de los salarios reales desde la Edad Media hasta el siglo XIX en varias ciudades del mundo.

Los salarios reales pagados en las ciudades europeas incluidas en el gráfico partían a comienzos del siglo XV de unos niveles relativamente similares y alcanzaron valores elevados como consecuencia de los efectos de la peste negra de 1348. El fuerte descenso de la población causado por esta pandemia conformó sociedades con una baja densidad de población, lo que mejoró la cantidad de tierra disponible por trabajador y la productividad agraria.

[pic 2]

A pesar de que en el siglo XVI los salarios reales disminuyeron en todas partes como consecuencia del aumento de población, a partir de aquel momento los salarios reales muestran un significativo cambio de tendencia en las ciudades de Londres y Ámsterdam.


La explicación habitual de esta caída de los salarios reales se ha vinculado al aumento de la población que habría generado, a su vez, un deterioro de la ratio tierra/trabajo.

La evidencia disponible para Asia es más limitada en el tiempo y el espacio. Por lo que respecta a la India, a comienzos del siglo XVII los salarios en Delhi eran similares a los que obtenían los trabajadores de Londres. Pero al llegar el siglo XIX esta situación había cambiado radicalmente, y los salarios reales en la India se situaban en un nivel prácticamente de subsistencia. En China la situación era también cercana a los niveles de subsistencia.

En primer lugar, dentro de Europa los salarios divergieron de manera importante antes del inicio del siglo XIX. Podemos distinguir dos trayectorias muy diferenciadas: por un lado, una zona de salarios reales elevados en la Europa noroccidental, en la región del mar del Norte; y, por otro, el resto de Europa, con un nivel de vida cercano al de subsistencia.

Estos datos demuestran que:

a) Efectivamente, la desigualdad de renta en el mundo es anterior al inicio de la revolución industrial.

b) El origen de dicha desigualdad se encuentra en la evolución registrada durante los siglos anteriores.

c) Ello se debe al hecho de que, en un área limitada de Europa, formada por Inglaterra y los Países Bajos, se lograron de forma temprana unos niveles de vida excepcionalmente elevados en comparación con los que estaban vigentes entonces en otras zonas del mundo.

De acuerdo con los datos disponibles, fue la gran divergencia la que generó la revolución industrial y, por lo tanto, indirectamente, el crecimiento económico moderno.

  1. El régimen demográfico antiguo: Europa y el resto del mundo

Si las diferencias en el nivel de renta son una de las características más destacables de la economía mundial en la actualidad, el fuerte crecimiento de la población experimentado en épocas recientes no lo es menos.

Las sociedades preindustriales se regían por un régimen demográfico antiguo. Dicho régimen se caracteriza, en primer lugar, por una alta natalidad, que era resultado de la elevada fecundidad. En segundo lugar, por una elevada mortalidad. Las sociedades de régimen demográfico antiguo se caracterizaban por una reducida esperanza de vida al nacer.

¿Por qué crecía la población a un ritmo tan moderado en las sociedades preindustriales de régimen demográfico antiguo?

El reverendo Robert T. Malthus dio una primera interpretación global, Malthus argumentaba que la razón principal era la limitación en la cantidad de alimentos disponible. Se llegaba a un punto en el que, forzosamente, la disponibilidad de alimentos no era suficiente para alimentar a una población creciente. Este límite es lo que se conoce como "techo malthusiano".

A medida que las sociedades se acercaban a este techo, los precios de los alimentos empezaban a subir inexorablemente. Así, en un contexto de salarios nominales con una tendencia al crecimiento lento, la subida de los precios de los alimentos afectaba muy negativamente a la capacidad de compra de las capas menos favorecidas de la población.

Estas dificultades para la subsistencia afectaban cada vez más a la población a medida que se acercaba al límite establecido por el techo malthusiano. En este punto crítico, cuando la subsistencia se veía amenazada, Malthus identificaba dos mecanismos de ajuste que permitían restablecer el equilibrio entre población y disponibilidad de alimentos: los frenos preventivos y los frenos represivos.

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