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La Microhistoria


Enviado por   •  20 de Mayo de 2014  •  1.773 Palabras (8 Páginas)  •  299 Visitas

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LA MICROHISTORIA

como método para dar con la clave de una nación. En 1971 propuse la microhistoria para el multiméxico, y quince años después, sigue válida, a mi modo de ver, tal propuesta, aunque con variantes en su formulación. Entonces tenía vagos los conceptos de terruño y microhistoria. No se me alcanzaba la diferencia entre la breve co¬munidad del terruño donde predominan los lazos de sangre y de mutuo conocimiento y la mediana comunidad de la región donde son particularmente importantes los lazos económicos. No distin¬guía a plenitud entre un pueblo, cabeza de una tierruca, y una ciu¬dad mercado, núcleo de una región. Por lo mismo, confundía la historia regional con la historia parroquial. A una y otra las llamé microhistoria o historia matria.

El término de microhistoria -pienso hoy- habría que reser¬varIo para el estudio histórico que se haga de objetos de poca am¬plitud espacial. En un término que debería aplicarse a la manera espontánea como guardan su pretérito los mexicanos menos cul¬tos, mediante la historia que se cuenta o se canta por los viejos en miles de terruños. El papá grande de la microhistoria que se postu¬la aquí es el papá grande de cada pueblo que narra con sencillez, a veces en forma de canción o corrido acaeceres de una minicomunidad donde todos se conocen y reconocen.

De la microhistoria contada o cantada por los "viejitos" se suele pasar a la microhistoria escrita por los muchos aficionados o "todistas" pueblerinos. En México abundan las historias parroquiales escritas por gente de cultura general. Se trata de microhistoriadores sin contacto con la vida universitaria, que sí en vigorosa comunicación con la vida lugareña. No frecuentan aulas, pero sí cafés y bares. Por lo demás, es difícil definirlos porque a la microhistórica acuda gente de muy distinta condición. y sin em¬bargo, es posible rastrear en ellos algunos rasgos comunes: la acti¬tud romántica, entre otros.

Repito lo que dije en Nueva invitación a la microhistoria: "Emo¬ciones que no razones son las que inducen al quehacer microhistórico. Las microhistorias manan normalmente del amor a las raíces", el amor a la madre. "Sin mayores obstáculos, el peque¬ño mundo que nos nutre y nos sostiene se transfigura en la imagen de la madre... Por eso, a la llamada patria chica le viene mejor el nombre de matria", y la narrativa que reconstruye su dimensión temporal puede decírsele, además de microhistoria, historia matria. En la gran mayoría de nuestros cronistas locales anida el "mamaísmo", el amor impetuoso al ámbito maternal. El microhistoriador espontáneo trabaja "con el fin, seguramente mor-boso, de volver al tiempo ido, a las raíces, al ilusorio edén, al claus¬tro del vientre materno".

Con todo, al microhistoriador edípico no se le desdeña por eso. Si los científicos sociales lo han mirado como al pardear es por que se ocupa de nimiedades o hilvana sus relatos con poco oficio. Quizás sólo estudió la primaria. Quizás sea profesionista, pero no historiador de profesión. Normalmente le falta rigor intelectual; no posee la teoría de su práctica. "Con mucha frecuencia ignora las fuentes de conocimiento histórico" y no sabe hacer acopio de fi¬chas. También padece de credulidad; le falta pericia crítica. Sus li¬bros están generalmente hartos de amor al terruño y ayunos de investigación rigurosa. Por su poco oficio, cae con frecuencia en el vicio de la hybris, rebasa la medida de la razón. Según Leuilliot: "El microhistoriador tiende a desbordarse, en lugar de restringirse a un tema. No dudará en meter una digresión, a menudo muy erudi-ta, en una monografía aldeana; no eliminará, sistemáticamente, todo lo que pueda aparecer sin relación con su tema... Lo multidisci¬plinario se realiza vigorosamente en los cronistas locales". Casi to¬dos muestran una enorme capacidad para referirse a todo y una soberana incapacidad de síntesis. Sus obras suelen ser verdaderos mazacotes; libros de todas las cosas y de algunas más.

Pero la historiografía parroquial o microhistoria no está com¬prometida con la tradición hasta el grado de que no pueda superar¬la. No es esencial en la microhistoria el ser simple enumeración de hechos y el no saber esculpir imágenes interinas del pasado, aco¬piar pruebas, hacer crítica de monumentos y documentos, percibir las intenciones de la gente y realizar, como mandan los manuales de metodología científica, las operaciones de síntesis. De hecho, ya se está haciendo una microhistoria de carácter científico, guiada por el criterio de la veracidad de los hechos y la comprensión de los hacedores.

La nueva microhistoria no sale al encuentro de su pequeño mundo sin un buen equipo de preguntas, sin programa, sin marco teórico, sin ideas previas y prejuicios, y en definitiva, sin la imagen provisional del pasado que se busca. El nuevo microhistoriador, que ha recibido formación universitaria para investigar lo sido, se somete a rigores de método más penosos, en algunas etapas del viaje, que los padecidos por quienes practican las demás historias. En la etapa heurística, de aprendizaje para uno mismo, de juntado información, la especie microhistórica está sujeta a leyes más áspe¬ras que las demás especies metidas en la averiguación del pasado.

La gente encopetada y los hechos de fuste, asunto de las macrohistorias tradicionales, ha dejado muchos testimonios de su existencia. No así la gente humilde y la vida cotidiana, objetos de la microhistoria. Por lo mismo, ésta se ve obligada a echar mano de pruebas vistas desdeñosamente por la grande y genei\al historia. La micro se agarra de luces tan mortecinas como las proporciona¬das por las cicatrices terrestres de origen humano; por los utensi¬lios y las construcciones

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