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La Teoría Del Estado

mariocapalbi19 de Abril de 2015

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Herman Heller

La Teoría del Estado de Herman Heller

El libro mas importante de Heller “ La teoría del estado”, comienza repasando las direcciones que ha ido abriendo a lo largo de su historia la reflexión en torno a la práctica política, desde su inauguración con aquellos sofistas que instruían sobre técnicas de adquisición de poder hasta el establecimiento de la jurisprudencia dogmática a partir de la Edad Media, pasando por el momento de su cristalización en las obras de Platón y Aristóteles, con las que se configuran la ética , la filosofía, la historia y el Estado, y el estudio empírico comparativo. Utilizando como inspiración las teorías de Maquiavelo y Saint-Simon.

Heller habla de que lo que forma una nación en el buen y en el mal sentido es el PODER.

Según Heller lo adecuado consistiría en fijar los medios en la adquisición, organización y división del poder político y describiendo en definitiva su estructurapara entonces repasar las formas en que se pueda modular. También tiene ideas como la teoría de partidos políticos; relación entre Estado y sociedad civil; relaciones internacionales; e historia de las ideas políticas

«Dado que no consideramos posible una olímpica emancipación de nuestro conocer científico respecto a la realidad histórico social, tenemos que establecer, por motivos tanto teóricos como prácticos, una expresa limitación espacial y temporal de la materia de nuestro estudio. El objeto de nuestra Teoría del Estado es, por ello, únicamente el Estado tal como se ha formado en el círculo cultural de Occidente a partir del Renacimiento.» (pág. 43. De su libro “La teoría del estado”)

Tiene una ideadel Estado a forma la política ajustada al capitalismo –según el marxismo.

«Los gastos que imponía la nueva técnica de las armas exigen la organización centralizada de la adquisición de los medios necesarios para la guerra, lo cual suponía una reorganización de las finanzas. De este modo, la necesidad política de crear ejércitos permanentes dio lugar en muchas partes a una transformación, en sentido burocrático, de la administración de las finanzas.» (pág. 147 de “La teoría del estado”)

Le otorga tambin el estatus de Estado al nucleo de formaciones políticas desprendidas de aquellos modos de producción.

Según Heller el estado es la subordinación de tribus, clanes o familias al control de la soberanía. Teoria opuesta a la tesis de Morgan en La sociedad primitiva y recogida por Engels en El origen de la familia, la propiedad y el Estado

Habla de la eutaxia que es entendida como capacidad de mantenimiento en el tiempo.

Por tanto, si bien la eutaxia nos sirve de criterio para enjuiciar la significación histórico-política de un Estado –algo así como un criterio mínimo de verdad política.

Ello implica el requisito de la formación de un ejército permanente que asegure el territorio. Podría pues hablarse no sólo de formas pre políticas sino también pre estatales.

«La dificultad no consiste en comprender que el arte y la épica griegas se hallan vinculadas a ciertas formas de la evolución social. La dificultad está en el hecho de que ellas aún guarden para nosotros goce artístico y, en cierto sentido, valgan como norma y modelo inasequible.» (pág. 25. “La teoría del estado”)

Puede así decirse que en suaproximación al Estado, Heller ensambla el proceder propio del materialismo histórico marxista –pulido de economicismo– con las otras teorías Ante la analítica positivista, «que divide a la totalidad social en conexiones particulares de sentido y actividad» (pág. 119), se defiende una visión dialéctica del conjunto social como totalidad, en relación con quien pretende fundamentar sus conceptos en la «determinación de la significación que tiene una parte para el todo, sobre la base de la conexión de efectividad».{9} Ya entendiendo

el todo como articulación estatal ya como articulación social –lo que él en realidad hace, primando el enfoque sociológico debido acaso a aquella limitación temporal– pero, en cualquier caso, circunscribiendo tal totalidad al recinto territorial e histórico de un Estado, es explícita la dimensión dialéctica de perspectiva semejante, si es que seguimos enmarcando el fenómeno del poder según la relación entre las partes y el todo. No obstante, aquel vínculo –historicista– se ejecuta a costa de subjetivizar el conocimiento, según la tradición fenomenológico-hermenéutica –por mucha mitigación que suponga el aferrarse luego a la realidad social material–. Veámoslo. El dualismo metodológico que disocia a las ciencias del espíritu de la ciencias de la naturaleza (Geisteswissenschaft-Naturwissenschaft), encuentra su fundamento en la distinción fenomenológica entre las vivencias psicológicas del sujeto cognoscente y las conexiones de sentido objetivas emancipadas de aquel y de la realidad social –éstas siguen su camino y encuentran sus verdades al margen de zigzageos históricos–. Dada esta premisa, laaproximación a conocimientos significativos pueden desdoblarse entre aquellos de tinte abstracto o lógico matemáticos, pautados según la explicación causal y absolutamente ahistóricos –según la idea kantiana–, y aquellos otros que, transidos de historia, entretejen sus materiales sin poder desvincularse de categorías experienciales –se dirá: vivenciales– tales como la intención, la memoria o el sucederse, en perpetuo dialogo no sólo con el pasado, también con el presente biográfico del sujeto; el campo queda así abonado para las actividades científico-espirituales de la comprensión y la interpretación. Según esto, determinados contenidos podrían elaborar relaciones con relativa autonomía, aspirando a cierta objetividad marcada siempre por las reglas interpretativas del contexto vital –o mundo de la vida–, francamente precientíficas, aunque no tanto para quien crea en la esencialidad de tal contexto –génesis de ciencia–. Sin embargo –y he aquí el dilema– la Teoría del Estado nos será presentada, de mano de Kantorowicz esta vez, antes que como ciencia de sentido como ciencia de realidad, ciencia estructural y sociológica, que tampoco puede hurtarse a la comprensión e interpretación de sus conceptos –históricamente modulados–, pero cuya adhesión al presente socialmente considerado, a esa formación social tan condicionada por el modo de producción, impide asentar un mínimo de categorías sin evitar riesgos de mutabilidad. Por ello, además de la estructura y de la función estatal le resulta a Heller tan importante el pronostico de las tendencias de su evolución futura. Esta óptica, que le obliga a llamar dialéctica lainterrelación entre sujeto y objeto producida en la ciencia social, anhela equilibrar el subjetivismo de fondo diltheyniano –arranque del método Verstehen–, al materialismo marxista que postula la base social de la conciencia, volcando a la postre la atención en las condiciones materiales.

Desde el espejo de un materialismo constructivista no sería ya en cambio necesario fracturar la unidad metodológica; ahora bien, siempre que se conjugasen, como práctica dual, las dos vías a recorrer –analítica y sintética–, aunque no en el momento de acceder según ciertas reglas al conocimiento concreto de alguna disciplina, sino, más ampliamente, a la hora de ordenar un espacio gnoseológico, es decir, al desentrañar el mecanismo interno de construcción de las ciencias, de modo que «el análisis y la síntesis, la deducción y la inducción, &c., constituyan momentos necesarios de los múltiples procesos de construcción de los conocimientos (verdades) en los diversos campos del saber»{10} abriendo, en fin, margen a la posibilidad –impensable en el constructivismo social, convencionalista– de enhebrar contextos deterministas más allá de la logística. Según el modelo de la teoría del cierre categorial –teoría de la ciencia operacional base del constructivismo del que hablamos– la organización de los materiales de un campo en tres ejes y nueve subfiguras gnoseológicas cabe reinterpretarse en dos líneas de ordenación según resulten o no neutralizadas en la constitución efectiva la ciencia: una objetiva y otra subjetiva que, en tanto responde de la propia actividad humana, quedará al cabo suspendida. No será aquí entonces la divisiónoriginal entre lo subjetivo y lo objetivo lo que caracterice a una ciencia natural (alfa-operatoria) cuanto la segregación final –y no inicial– del sujeto del campo de operaciones; pero tampoco será la coimplicación la que la haga específicamente social, y menos aún estructural o dialéctica, sino su ininteligible división previa. Obviamente la Teoría del Estado en cuanto ciencia política, ajustada a una tal plantilla quedará del lado de las ciencias humanas (o beta-operatorias), sin posibilidad de obviar jamás de su dominio los contenidos subjetivos; lo cual sin embargo, lejos de restarle carga gnoseológica, posibilitará la incorporación sin complejo –y a ello queríamos llegar– de episodios históricos, normativos, sociológicos, empíricos, psicológicos o documentales, considerados no ya extracientíficos sino intracientíficos a nivel beta, coordinados a través de una symploké que va reconectando filosófica, geométricamente, el material disponible y pertinente; de ahí que la ciencia política sea filosofía política, filosofía eso sí, exigentemente sistemática –cuya categoricidad o fundamentado cuasi-científico, si bien nunca cerrado, habría de apuntar hacia el logro de la eutaxia–.

Tras este bosquejo epistemológico nuestra mirada se dirige inmediatamente a la deriva sociologista de Heller, producto de sus planteamientos

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