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La Tradición Humanista En La Cultura Musulmana


Enviado por   •  27 de Mayo de 2015  •  2.607 Palabras (11 Páginas)  •  179 Visitas

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El núcleo de la concepción del mundo humanista lo constituye el reconocimiento de que el hombre es, en sus múltiples manifestaciones, libre

Rezo.

Antes de afirmar o negar la presencia o ausencia de las tradiciones humanistas en la cultura musulmana, a mí me gustaría determinar la noción misma de humanismo. Parece justo ver esta noción como un fenómeno determinado históricamente y relacionado con los cambios radicales que se operaban en la sociedad europea antes de la llegada de los nuevos tiempos. Para la nueva época, es característica la revisión del status mismo del hombre en el universo, y en la conciencia social en particular.

Es sabido que el humanismo como corriente filosófica y literaria surgió en Italia en la segunda mitad del siglo XIV y se convirtió en la característica fundamental de la cultura del Renacimiento. Para el humanismo es característica la oposición a la concepción medieval del mundo con su teocentrismo, y la re-orientación hacia los valores humanos y la dignidad del hombre, la visión del hombre como la medida principal de todas las cosas.

El núcleo de la concepción del mundo humanista lo constituye el reconocimiento de que el hombre es, en sus múltiples manifestaciones, libre. Esta libertad se contrapone a la autoridad y a la dominación del Estado, a los institutos religiosos, al sistema social feudal, a la jerarquía social tradicional, etc. El Humanismo prepara la transformación del hombre. Es posible que una de las ilustraciones más claras del credo humanista sea la frase del filósofo humanista italiano Giovanni Pico de la Mirándola, cuando en su "Discurso sobre la dignidad humana" afirma que Dios al crear al hombre le dijo: "Te pongo en el centro del mundo, para que desde allí te sea más fácil observar todo cuanto haya en el mundo. Yo no te hice ni una criatura divina ni una criatura terrenal, ni mortal ni inmortal, para que tu mismo, libre e ilustre maestro, puedas formarte la imagen que prefieras". Es obvio que este reconocimiento infinito del carácter valioso del hombre y de su libertad podría surgir solamente en el nivel más alto de civilización y de desarrollo humano.

Eso no significa que el humanismo sea solo un fenómeno perteneciente a la cultura occidental. Los elementos humanistas son propios de la herencia espiritual de todos los pueblos, prácticamente a lo largo de toda la historia de la humanidad. Se trata, en este caso, de la existencia en cada cultura de las tendencias que se contraponen a la opresión y sojuzgamiento del hombre y que defienden su grado de independencia, de la libertad de su voluntad.

En la sociedad musulmana, predominó durante siglos una visión fatalista acerca de la predeterminación del destino del hombre y su dependencia, -así como de todo lo que existe en el mundo-, de la voluntad de Alá. La predeterminación del destino y del comportamiento del hombre, está afirmada en numerosos versos del Corán, aun cuando existan otros que pueden ser interpretados como textos que niegan la ciega fatalidad. Precisamente la idea fatalista fue puesta en la de la concepción teológica musulmana. Su expresión plena y clara se ve en los libros de Al-Gazaly quien afirma que "El sol, la luna y las estrellas, la lluvia, las nubes y la tierra, todos los animales y objetos inanimados, están subordinados a otra fuerza, como la pluma en manos de un escritor. No se puede creer que el gobernante que puso su firma es el creador de esta firma, la verdad consiste en que su verdadero creador es el Supremo. Como dice el Todopoderoso: "No eras tú cuando tiraste, sino Alá es el que tiró".

Ya en los tiempos de los primeros califas, en el mundo musulmán surgieron discusiones y luchas alrededor del dogma sobre la predestinación. La contradicción interna de este dogma consistía en su incompatibilidad con el principio de la responsabilidad del hombre por su comportamiento. El fatalismo absoluto fue puesto en duda por los primeros musulmanes "pensantes" o "descontentos", por los Kadaritas, (proviene de la palabra árabe "Kadar", destino, fatalidad). Los Kadaritas defendían la libertad de la voluntad del hombre y su responsabilidad por sus acciones, frente a Alá. También los teólogos musulmanes llamados "Mútazilies" defendían la doctrina de la libertad de la voluntad. En esencia, la polémica entre los adictos del fatalismo absoluto y los adictos de la libertad de la voluntad, se observa en la teología musulmana a lo largo de toda la historia de la musulmanidad. Se puede afirmar que la visión humanista no pudo desarrollarse completamente, lo cual se explica fácilmente al tomar en consideración las limitaciones que pone la ideología religiosa como tal.

Las más grandes posibilidades de expresar la visión humanista se dieron en el misticismo musulmán, el sufismo, y especialmente en la obra del gran Jeque Ibn Arabi, en el siglo XIII. Según la interpretación sufí, el género humano es la forma de ser más perfecta del universo. Todo tipo de otras formas de ser son reflejo de los atributos infinitos del Absoluto. El hombre sintetiza todo lo que existe, todas las realidades del mundo. El ser humano es un microcosmos y medida de todo el universo y de todo el macrocosmos. Más aún, el ser humano es un eslabón mediador entre Dios y el mundo que garantiza la unidad entre el ser cósmico y el ser fenomenal. Ibn Arabi compara al hombre con un diamante en la sortija, él es un signo, una marca que Dios pone en sus tesoros. Por eso el hombre se llama ministro o califa de Dios en la Tierra, y debe guardar sus creaciones como se guarda el tesoro escondido. Citando el Corán, que dice: "Por cierto que ofrecimos lo confiado a los cielos, a la tierra y a las montañas; mas rehusaron encargarse de ello y temieron recibirlo; pero el hombre se encargó de ello". Los sufíes interpretan este verso como la afirmación de que el destino del hombre es ser "recipiente de lo divino".

Para justificar su predestinación suprema, el hombre debe autoperfeccionarse porque su corazón es semejante al espejo donde se refleja la cara de Dios. Para ver en él al creador hay que labrar bien este espejo, para que "el reflejo corresponda a lo reflejado". Eso quiere decir que el sentido de la existencia humana consiste en cumplir el deber supremo que exige la perfección constante. Para eso no es suficiente seguir las normas prescritas por la sociedad. La ley es "orientación" en el mundo del ser fenoménico. Para el que pisó el Camino que lleva al templo del ser verdadero, el papel de los "faros" lo cumplen los maestros santos. El maestro supremo en la jerarquía sufí es Al - Insan Al - Kamil. En la doctrina de Ibn Arabi, "El Hombre Perfecto" tiene mayormente

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