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La intervención internacional en la guerra civil española

Mari Carmen GilDocumentos de Investigación23 de Mayo de 2024

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Apoyos y Alianzas: la intervención extranjera en la guerra civil española. El papel del Comité de No Intervención

máster universitario en historia contemporánea

curso 2023/2024

Universidad ceu san pablo

María del Carmen Gil Pérez | Asignatura: La Guerra Civil en perspectiva comparada | 21/05/2024


1.Índice

1.Índice        1

2. Introducción        1

3. La ayuda internacional al Bando Sublevado        1

4. La ayuda soviética a la República        4

5. El papel del Comité de No Intervención        6

6. Conclusión        17

7. Bibliografía        17

2. Introducción

El 17 de julio de 1936 iniciaba el conflicto más sangriento de la Historia reciente de nuestro país, la guerra civil. La misma no solo fue un conflicto interno entre el gobierno republicano y las fuerzas nacionalistas lideradas por Francisco Franco, sino que también se convirtió en un escenario de intervención internacional que reflejó las tensiones políticas y militares de la época. Diversas potencias extranjeras, motivadas por intereses ideológicos, estratégicos y geopolíticos, brindaron apoyo a ambos bandos, transformando el conflicto en una guerra de alcance global.

Para poder llevar a cabo un correcto entendimiento de la guerra, es primordial analizar el apoyo internacional que uno y otro bando recibieron mediante la contienda. En este trabajo me centraré en el análisis del papel del Comité de No Intervención en el desarrollo del conflicto.

3. La ayuda internacional al Bando Sublevado

En primer lugar, es esencial señalar que, desde el comienzo, la sublevación franquista se planificó considerando dos premisas relacionadas con el escenario internacional: la posibilidad de recibir ayuda de la Italia fascista y la expectativa de que el Reino Unido, la principal potencia imperial, se mantuviera al margen. Ambas suposiciones resultaron correctas. Hitler decidió apoyar a Franco el 25 de julio de 1936, después de que este enviara una misión de bajo perfil a Berlín utilizando un avión de Lufthansa requisado en Canarias. Contra todo pronóstico, lograron reunirse con Hitler. La misión estaba compuesta por Adolf P. Langenheim, un ingeniero de minas y líder del pequeño partido nazi en Marruecos, y Johannes E. F. Bernhardt, un comerciante que mantenía tratos con los mandos del ejército de África y colaborador del Servicio de Información y Seguridad del partido nazi (Sicherheitsdienst). (Preston, 2006, p. 108).

Hitler y Mussolini compartían visiones geoestratégicas similares. Por un lado, Hitler veía la oportunidad de debilitar el apoyo que una república del Frente Popular victoriosa podría brindar a Francia, su principal enemigo en ese momento. Mussolini, por su parte, veía en una España endeudada una oportunidad para expandir la influencia italiana en el Mediterráneo occidental, control que sería útil en su lucha contra Gran Bretaña. Además, el conflicto español les ofrecía la oportunidad de poner a prueba sus ejércitos en preparación para la inminente guerra mundial, probando nuevas armas y tácticas.

Tanto los alemanes como los italianos simpatizaban ideológicamente con los sublevados, viendo en la victoria de Franco un triunfo del fascismo y un prestigio para los regímenes autoritarios. Este apoyo se enmascaró bajo la fachada del anticomunismo, abriendo la posibilidad de influir sobre un nuevo aliado que podría ser útil en la política internacional futura. Esto se concretó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando, aunque Franco no participó directamente, envió voluntarios al frente ruso y, en 1945, protegió a nazis y fascistas perseguidos. La mayor parte de la ayuda italo-germana fue a crédito y se convirtió en semigratuita, con España proporcionando a Alemania materiales estratégicos durante la guerra. Alemanes e italianos recibieron limitadas compensaciones económicas por su apoyo a Franco.

Además del apoyo italo-germano, los sublevados contaron con la ayuda de Portugal, gobernado por Antonio de Oliveira Salazar. Este país envió una división de apoyo, los Viriatos, y controló la frontera, permitiendo el paso a los rebeldes y cerrándola a los republicanos, entregándolos cuando se refugiaban en Portugal. Asimismo, Franco recibió el apoyo de los fascistas irlandeses, que organizaron la Legión de San Patricio. No obstante, el respaldo diplomático más significativo vino del papado, que alentó a los católicos de todo el mundo a apoyar lo que la Iglesia española calificó como cruzada. El Estado Vaticano reconoció el régimen franquista ya en el verano de 1937. Mussolini decidió apoyar a Franco el 27 de julio de 1936.

Desde finales de julio, una corriente ininterrumpida de aviones de transporte y de combate, gasolina moderna, artillería ligera y pesada, y grandes cantidades de municiones, se dirigieron primero a Marruecos y luego a los puertos controlados por los sublevados (Vigo, Cádiz, Sevilla), además de Lisboa en al menos dos ocasiones. La dictadura salazarista no tardó en apoyar a los rebeldes. Las intenciones de las potencias fascistas se reflejan claramente en la continua secuencia de envíos de armas y hombres a Franco en agosto y septiembre de 1936. En esta fecha, los alemanes ya le prometieron suministrar tanques. Las expediciones de ambos dictadores y el apoyo político, propagandístico y diplomático fueron cruciales para que Franco asumiera el mando único, ya que ningún otro general sublevado tenía tales ventajas.

“Así, el 28 de agosto, el Tercer Reich envió 26 bombarderos Junker con sus tripulaciones, 15 cazas Heinkel sin tripulación, 20 piezas de artillería, 50 ametralladoras, 8.000 fusiles, bombas, municiones y más de 5.000 máscaras antigás. Los italianos enviaron 12 bombarderos y 27 cazas con armamento y tripulación completa, 12 ametralladoras antiaéreas con 96.000 proyectiles, 40 ametralladoras con 10.000 proyectiles, 5 carros veloces totalmente equipados, 50.000 bombas de mano y grandes cantidades de gasolina y carburante”. (Howson, 1998, p. 67).

 El material más valioso eran los aviones listos para combate. A principios de octubre, los alemanes comenzaron a preparar una nueva forma de apoyo: una unidad interarmas, centrada en la aviación, que operaría de manera independiente y en formación cerrada: la Legión Cóndor. Mussolini, que ya había considerado en septiembre enviar un cuerpo expedicionario (Operación Garibaldi), se retractó parcialmente para evitar una posible intervención soviética. Las primeras unidades de la Cóndor empezaron a salir de los puertos alemanes el 7 de noviembre, y su despliegue completo ocupó todo el mes.

Entre el 18 de diciembre y mediados de febrero de 1937, el gobierno italiano  envió 26.000 hombres de la milicia, apoyados por casi 1.200 oficiales y cerca de 2.000 suboficiales. Además, hubo soldados del Ejército Regular, totalizando casi 49.000 hombres. Esta cifra siguió creciendo, alcanzando 55.000 a finales de 1937, y continuó aumentando hasta el final de la guerra.

En el caso alemán, Hitler, la Legión Cóndor mantuvo una dotación estable de alrededor de 6.500 hombres, que rotaban para que el mayor número posible de soldados, especialmente pilotos, adquirieran experiencia de combate. Aproximadamente 18.000 hombres pasaron por el teatro español, todos ellos profesionales. Su contribución fue enorme. Viñas (2007) argumenta que "sin la intervención activa de la Alemania nazi y la Italia fascista, y la inacción de las democracias occidentales, la guerra podría haber tenido un desenlace diferente" (p. 354).

También debemos mencionar a los soldados de origen marroquí, reclutados rápidamente desde el inicio de la contienda. A finales de septiembre de 1936, las tropas y los indígenas transportados a la península eran aproximadamente iguales: 9.746 soldados y 9.183 indígenas. Además, llegaron voluntarios portugueses, unos 2.490 hombres que se unieron a unidades españolas (la Falange, el Ejército Regular y la Legión). En comparación con el significativo apoyo político y diplomático que Oliveira Salazar brindó a Franco, la contribución humana fue relativamente pequeña.

4. La ayuda soviética a la República

Por su parte, la presencia soviética en España fue crucial para el destino de la República, aunque no determinó el resultado de la guerra civil. Permitió a la República establecer formalmente relaciones con el único país europeo dispuesto a ofrecer ayuda militar, sin que esto significara una subordinación a la URSS, a diferencia de los rebeldes franquistas. Los suministros de armas y equipos de guerra soviéticos se enviaron siempre en respuesta a las solicitudes del gobierno republicano, y no al revés. La intervención soviética se centró en la esfera militar, con la llegada de representantes diplomáticos soviéticos antes que los primeros envíos de suministros y asesores militares.

La intervención militar de la URSS en España fue una respuesta directa a las solicitudes del gobierno republicano, que había intentado sin éxito obtener apoyo de las potencias liberales europeas y, ante la neutralidad de Estados Unidos, recurrió a la URSS. Desde el inicio, el gobierno republicano lo planteó como un acuerdo comercial legal. Las demandas se transmitían a través de canales diplomáticos o servicios de inteligencia, con el presidente del gobierno o el ministro de Marina y Aire a cargo de las solicitudes, entregadas al embajador soviético en España y luego al Comisariado de Defensa de la URSS. Este organismo preparaba los materiales y Stalin aprobaba las cantidades finales, a partir de noviembre de 1937 con recortes. El envío lo organizaba y ejecutaba una sección especializada de los servicios de inteligencia del Comisariado del Pueblo para Asuntos Interiores, conocida como Sección X.

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