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Literatura Borgiana


Enviado por   •  20 de Octubre de 2014  •  1.731 Palabras (7 Páginas)  •  261 Visitas

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Trabajo Práctico Evaluativo

La obra de Jorge Luis Borges se puede clasificar, a grandes rasgos, en dos grandes corrientes: la eurocéntrica y la gauchesca. El género gauchesco en Borges toma los rastros de la oralidad, los artificios del habla popular, cosa que lo oponía frontalmente a Lugones, quien lo único que despreciaba de la gauchesca era su lenguaje (por lo que veía en Don Segundo Sombra la culminación indiscutida del género). Borges, en cambio, la toma como un efecto de estilo, un modo de narrar, una sintáxis particular más que un léxico, una voz “pausada, resentida y nasal del orillero antiguo” , que podemos reconocer desde la primera versión de “El hombre de la esquina rosada” de 1927 a “La noche de los dones” de 1970. Toma además temas como el culto al coraje, el duelo, la ruptura con la ley, la lucha por el reconocimiento. Es en este contexto donde podemos ubicar a “Funes el memorioso”.

El texto narra la historia de Ireneo Funes, un gaucho joven que salvo algunas particularidades como “no darse con nadie y […] saber siempre la hora, como un reloj” no tenía realmente nada especial. Cuando cae de un caballo en una estancia y queda inválido se produce una transformación particular: obtiene una memoria prodigiosa. Cuando el Narrador recibe un telegrama y debe volver a Buenos Aires decide recuperar los libros que le había prestado a Funes. Al llegar cerca de la habitación de Ireneo escucha su voz recitando el inicio del capítulo vigésimo cuarto de Plinio en latín: Ut nihil non iisdemverbisreddereturauditum, que podemos traducir como “Así, nada de lo ha sido oído puede ser recontado con las mismas palabras”. Esta fórmula opera en dos planos complementarios, por un lado lo admite el narrador como principio constructivo en su entrevista con Funes (“Arribo, ahora, al más difícil punto de mi relato. Este […] no tiene otro argumento que ese diálogo de hace ya medio siglo. No trataré de reproducir sus palabras, irrecuperables ahora. […] El estilo indirecto es remoto y débil; yo sé que sacrifico la eficacia de mi relato; que mis lectores se imaginen los entrecortados periodos que me abrumaron esa noche.” )y, por otro lado, define el límite de la realidady el inicio de lo fantástico.En principio el narrador se muestra maravillado por esta memoria, por el hecho de que haya sido capaz de aprender latín en siete días con el único auxilio de un diccionario, pero poco tiempo le toma darse cuenta que esta memoria no es una maravilla sino una maldición. Funes recuerda cada detalle de la realidad, y recuerda cada detalle que recuerda y cada detalle que recuerda que recuerda, en una sucesión infinita. Impide su capacidad de pensamiento al obliterar la abstracción y la imaginación debido a que está sujeto a la constante inmediatez del recuerdo. Borges en el prólogo de Artificios nos dice que este cuento es “una metáfora del insomnio”, pero al mismo tiempo es una puesta en escena de la falacia de toda representación realista: tratar de reproducir una realidad que somos incapaces de comprender.

Podemos reconocer las operaciones de la magia en términos de desplazamientos de la intuición plena. “Una circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto a lo largo de un velorio.” Este desplazamiento, que en principio se corresponde con la magia imitativa (funciona en el eje espacial de las abscisas), pronto se extiende a la magia contagiosa en “el fuego cambiante”, cuya “intuición plena” la matemática conoce con el nombre de “Teoría de cuerdas”, y “las muchas caras de un muerto” (el desplazamiento funciona ahora en el eje temporal de las ordenadas). Esto también se extiende, en forma bastante más compleja, al sistema de numeración inventado por Funes:

“Me dijo que hacia 1886 había discurrido en un sistema original de numeración y que en muy pocos días había rebasado el veinticuatro mil. No lo había escrito, porque lo pensado en una sola vez ya no podía borrársele. Su primer estímulo, creo, fue el desagrado de que los treinta y tres orientales requirieran dos signos y tres palabras, en lugar de una sola palabra y un solo signo. Aplicó luego ese disparatado principio a los otros números. En lugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) Máximo Pérez; en lugar de siete mil catorce, El Ferrocarril; otros números eran Luis MeliánLafinur, Olimar, azufre, los bastos, la ballena, el gas, la caldera, Napoleón, Agustín de Vedia. En lugar de quinientos decía nueve. Cada palabra tenía un signo particular, una especie de marca.”

Éste sistema se caracteriza porque sus elementos significativos son unidades epistémicamente privadas.Los teóricos de la intención comunicativa (Grice, Austin), indican que los significados, la referencia, las palabras y el lenguaje mismo se abstraen del medio y de las transacciones sociales que les dan el contenido que tienen.Frege, por su parte, insiste en que no se le puede prohibir a nadie que utilice un signo cualquiera creado arbitrariamente para designar un objeto. Las oraciones de la forma a = a y a = b son evidentemente cláusulas de diferente valor cognitivo y, según Kant, la primera forma tiene un valor a priori por lo cual debe ser considerada analítica, mientras que las oraciones de la forma a = b tienen diversas implicaciones por lo cual no siempre pueden ser calificadas de analíticas. Es más, si consideráramos la

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