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Mexico Barbaro


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  10.323 Palabras (42 Páginas)  •  202 Visitas

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PREFACIO

Desde la primera edición de este libro, hace menos de cuatro meses que fue impreso-, las dos profecías que contiene se han cumplido: Decía que México está a punto de iniciar una revolución en favor de la democracia y que los Estados Unidos intervendrán con fuerzas armadas, si es necesario, para sostener a Díaz o a un sucesor dispuesto, a continuar su asociación especial con el capital norteamericano.

El propósito declarado es el de aplastar la Revolución mediante el cierre de sus fuentes de aprovisionamiento; e impedir que los patriotas mexicanos residentes en los Estados Unidos vayan a luchar por la libertad de su país.

La acción de movilizar las tropas fue tomada por el presidente Taft sin tener en cuenta los deseos del pueblo norteamericano y sin ofrecer a éste las explicaciones debidas. La incautación por las tropas de los abastecimientos para la Revolución y el arresto de reclutas revolucionarios son contrarios no solamente a todas las tradiciones de libertad política sobre las que se supone que está basado este país, sino que son ilegales, criminales y punibles, con multa y prisión según las leyes de los Estados Unidos. No constituye violación de ninguna ley estatal o federal el enviar a México alimentos, ni aun armas y municiones, con la clara intención de venderlos a los revolucionarios. Sin la proclamación formal de la ley marcial, las autoridades militares no tienen el derecho de transgredir las leyes civiles, y si lo hacen están sujetas a multa y prisión por detención ilegal.

En la frontera no se ha proclamado la ley marcial; las autoridades militares a diario violan allí las leyes; pero las autoridades civiles están acobardadas, el pueblo está también acobardado y parece que las víctimas, mexicanas o norteamericanas, no obtienen compensación alguna. Por capricho del Ejecutivo se han subvertido la ley y la autoridad civil y, respecto a la situación mexicana, los Estados Unidos se han convertido en una dictadura militar tan siniestra e irresponsable como la del propio Díaz.

CAPITULO I: LOS ESCLAVOS DE YUCATÁN

¿Qué es México? Los norteamericanos comúnmente llaman a México nuestra República hermana. La mayoría de nosotros la describimos vagamente como una República muy parecida a la nuestra, habitada por gente un poco diferente en temperamento, un poco más pobre y un poco menos adelantada, pero que disfruta de la protección de leyes republicanas: un pueblo libre en el sentido en que nosotros somos libres. México es un país sin libertad política, sin libertad de palabra, sin prensa libre, sin elecciones libres, sin sistema judicial, sin partidos políticos, sin alguna garantía individual y sin libertad para conseguir la felicidad. Durante más de una generación no ha habido lucha electoral para ocupar la Presidencia, el Poder Ejecutivo lo gobierna todo por medio de un ejército permanente. Es una tierra donde la gente es pobre porque no tiene derechos, donde el peonaje es común para las grandes masas y donde existe esclavitud, no adora a su Presidente. Los esclavistas se dedicaban a comprar o engañar a los visitantes, así se les llenaba la cabeza de falsedades y se les conducía por una ruta preparada para que no conocieran la verdad y vieran que los esclavos no eran tales. Los hacendados no llaman esclavos a sus trabajadores, se refieren a ellos como “obreros”, especialmente cuando hablan con forasteros. Mi interés especial en el México político se despertó por primera vez a principios de 1908, cuando establecí contacto con cuatro revolucionarios mexicanos que entonces se hallaban encerrados en la cárcel municipal de Los Angeles, Cal. Eran cuatro mexicanos educados, inteligentes, universitarios todos ellos, que estaban detenidos por las autoridades de los Estados Unidos bajo la acusación de planear la invasión de una nación amiga, México, con una fuerza armada desde territorio norteamericano. Pero por esto mismo -declararon- habían sido encarcelados y sus bienes destruidos. La policía secreta había seguido sus pasos, sus vidas fueron amenazadas y se había empleado toda clase de métodos para impedirles continuar su trabajo. Por último, perseguidos como delincuentes más allá de los límites nacionales, privados de los derechos de libertad de palabra, de prensa y de reunión, privados del derecho de organizarse pacíficamente para promover cambios políticos, habían recurrido a la única alternativa: las armas.

¿Esclavitud? ¿Quieren hacerme creer que todavía hay verdadera esclavitud en el hemisferio occidental? -respondí burlonamente- ¡Bah! Ustedes hablan como cualquier socialista norteamericano. Quieren decir esclavitud del asalariado, o esclavitud de condiciones de vida miserables. No querrán significar esclavitud humana.

Pero aquellos cuatro mexicanos desterrados insistieron:

- Sí, esclavitud -dijeron-, verdadera esclavitud humana. Hombres y niños comprados y vendidos como mulas, exactamente como mulas, y como tales pertenecen a sus amos: son esclavos.

- ¿Seres humanos comprados y vendidos como mulas en América? ¡En el siglo XX! Bueno -me dije-, si esto es verdad, tengo que verlo.

Así fue como, a principios de septiembre de 1908, crucé el río Bravo en mi primer viaje, atravesando las garitas del México Viejo. En este mi primer viaje fui acompañado por L. Gutiérrez de Lara, mexicano de familia distinguida, a quien también conocí en Los Angeles. De Lara se oponía al gobierno existente en México, hecho que mis críticos han señalado como prueba de parcialidad en mis investigaciones. Cada uno de los hechos fundamentales apuntados respecto a la esclavitud en México lo vi con mis propios ojos o lo escuché con mis propios oídos, y casi siempre de labios de personas quizás inclinadas a empequeñecer sus propias crueldades: los mismos capataces de los esclavos. ¿Esclavitud en México? Sí, yo la encontré. La encontré primero en Yucatán. La península de Yucatán es un recodo de la América Central que sobresale en dirección nordeste, en dirección a la Florida. Pertenece a México, y su área de unos 120 mil km2 está dividida casi por igual entre los Estados de Yucatán y Campeche y el territorio de Quintana Roo.

La costa de Yucatán, que comprende la parte central norte de la península, se halla casi a 1,500 km directamente al sur de Nueva Orleans. La superficie del Estado es casi toda roca sólida, tan dura que, en general, es imposible plantar un árbol sin que primero se haga un hoyo, volando la roca, de modo que puedan desarrollarse las raíces. Con el propósito de conocer la verdad por boca de los esclavistas mismos, me mezclé con ellos ocultando mis intenciones. El papel de la farsa que desempeñé en Yucatán fue el de un

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