NACIÓN PANAMEÑA
rcmb99911 de Noviembre de 2014
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EN BUSCA DE LA
NACIÓN PANAMEÑA
San Cristóbal de Ramón H. Jurado y
Plenilunio de Rogelio Sinán
Luis Pulido Ritter*
*Docente de culturas latinoamericanas en la Universidad Europea de Viadrina, Frankfurt/Oder.
1. Introducción: espacios creados
La reflexión sobre dos novelas que fueron publicadas en 1947 implica una reordenación de la aproximación a estos textos que han fundamentado el discurso de lo nacional en Panamá. Esta reordenación hay que hacerla sin olvidar la discusión posmoderna, y posestructuralista, que ha dado elementos de reflexión sobre la construcción de los textos. No se trata solamente de una cuestión de método, es decir, cómo vamos a construir las coordenadas que nos ayudarán a levantar el texto, sino también del lugar que ocupa el texto en el contexto.1 Entre uno de los elementos de la discusión posestruc¬tu¬ral es la apertura de la construcción textual, es la libertad de procedimiento conceptual y metódico, que rompe las camisas de fuerzas de los discursos homogéneos, totalizadores y los discursos de escuela. Ya en el trabajo clásico de Lyotard, La condicion posmoderne, publicado en las postrimerías de la guerra fría, está planteado la quiebra de los grandes discursos que definieron la modernidad. La posmodernidad, según él, se define por la construcción de discursos de corto alcance, particulares, que están definidos tanto por la utilidad institucional que los producen (los centros de investigación, p.ej.) y el mercado (valor de cambio). Además, este trabajo de Lyotard es contemporáneo de los trabajos sobre la pos¬colo¬nia¬li¬dad, que introducen nuevas conceptualizaciones de las literaturas producidas en las “periferias” de los “centros” coloniales, trabajos que acentúan la difference y que actúan sobre la resemantización de los productos literarios en las sociedades poscoloniales.2 Independientemente de las consecuencias de este debate, es decir, quiénes pueden ser considerarados o no como parte de la poscolonialidad, estamos muy lejos de aplicar una concepción determinada sobre lo literario o de búsquedas -o ajustes- de textos posmodermos o poscoloniales que ilustren alguna teoría. Este texto es un análisis de la intertextualidad del dircurso de la nación en la situación neocolonial en Panamá. Por lo tanto, la orientación metodológica dada por Auerbach, en Mimesis, es a mi modo de ver la que mejor se presta al estilo de este trabajo:
El método de la interpretación de textos deja a la medida del interpretador un cierto espacio: él puede elegir y determinar el acento, como le plazca. Efectivamente, debe encontrarse en el texto lo que se afirma. Mis interpretaciones son, sin duda, dirigidas por una intención. Pero esta intención ha ganado forma tan solo jugando con el texto y me he dejado llevar por él un buen trecho. Los textos son escogidos, en su gran mayoría, por mi voluntad, o más por mis inclinaciones o encuentros accidentales, que por un propósito determinado. Investigaciones de este tipo no tienen que ver con leyes, sino con tendencias y corrientes que de muchas formas se entrecruzan. Está muy lejos de mí ofrecer solo lo que en sentido estrecho sirve a mis propósitos; más bien me he esforzado en darle espacio a la diversidad y darle elasticidad a mis formulaciones.3 (Auerbach 1994: 517).
¿Qué sentido tiene todavía reflexionar sobre dos novelas que han sido publicadas en 1947 y, sobre todo, que han sido amplia¬mente comentadas?4 ¿Es posible decir algo nuevo sobre ellas? El método de interpetración de textos, que propone Auerbach, i¬lustra la orientación de este texto que da la libertad de mover¬se en el texto, siempre y cuando se halle lo que se afirma, y al i¬gual que Edward Said pienso que los textos tie¬nen una maner¬a de estar en el mundo (1986). Efectivamente, en la guerra fría se codificaron discursos determinados en América Latina que supe¬ditaron los análisis de textos a las necesidades inmediatas de la construcción de identidades. La finalización de la gue¬rra fría ha significado, por un lado, el colapso de la legitimidad de los discursos totalizantes, y, por otro lado, una re-organización de los espacios interpre¬ta¬tivos que provienen de los márgenes y que no buscan necesariamente su autoridad en las instituciones legitimadores y productoras de saber. Además, hay un espacio mucho más amplio para la recepción y la discusión diferenciada de textos. En la guerra fría casi todo estaba supeditado a la política inmediata. A diferencia de Europa y de los Estados Unidos, que, por su propia historia societal había podido conformar un campo artístico e intelectual autónomo, que le diera autonomía “relativa” del conflicto político inmediato,5 cosa que le permitió seguir con sus trabajos de experimentación y articulación científica, en América Latina, precisamente por esta deficiencia, la política inmediata contaminó muchas veces la producción de textos, que no impidió precisamente el análisis “desinteresado” –que nunca ha existido- pero sí la articulación de análisis relativamente independientes de este conflicto.6
Hoy día, catorce años después de haberse caído el muro de Berlín, dando término a un conflicto que intervino en la vida intelectual y política de la región, como lo muestra Jean Franco en su estudio sobre la guerra fría en América Latina (2002), puede verse con más claridad la creación, la apropiación, la conquista del espacio, aunque sea por destrucción. Sinán cuenta, en una entrevista con Jaramillo Levi, que escribió Plenilunio de un tirón, manuscrito que había comenzado a escribir en Calcuta, y que había recuperado del archivo para el concurso Miró de 1943 (1992). Sinán vivió cinco años en Calcuta, estación de un viaje que duró varios años, un viaje cuyas estaciones fueron París, México y Chile. Quizás mi propia situación de emigrante acentúa mi interés por los espacios creados o recreados, espacios que no proyectan la realidad o la reemplazan.7 Espacios que, posiblemente, no son necesariamente alegorías.8 Parece que el espacio creado es una realidad virtual, efectiva, que nace de la ruptura, pérdida o distanciamiento del espacio real o concebido como tal. ¿No podría preguntarse si la situación neocolonial no ha creado un estado de usurpaciones sublimadas en Panamá? ¿Un Estado, que se reconoce, (posiblemente) por la nostalgia o el recuerdo, y por confundir el espacio con¬quis¬ta¬do por el espacio real? ¿No habrá provocado la situación neocolonial, pérdida del te¬rri¬to¬rio, la condición imaginada de un Estado-nacional? ¿No se habrá creado el sentimiento de per¬tenencia imaginado a un país en este Estado de usurpación? ¿Panamá, aquellos que se posesionan, y se sienten como panameños, en la situación neocolonial, no se habrá creado en esta sublimación del espacio nacional? ¿Una sublimación que se forma en el territorio comprendido como “propio”, pero usurpado por un extraño a perpetuidad? Rodrigo Miró, por ejemplo, afirma:
La Zona de tránsito ha estado siempre, sin remedio, destinada a ser instrumentos de otros: de pueblos para quienes constituía el complemento lógico de su comercio exterior, de hombres que encontraron en ella el sitio ideal para sus proyectos de lucro rápido y fácil. (Miró 1947: 160).
Los panameños, los comprendidos como pertenecientes a una nación ocupada, si bien no habrán quedaron dispersados por el mundo, como en las diásporas clásicas, ¿no habrán quedado expulsados, enajenados e irreconocibles en su “propio” territorio? Entonces, ¿no es posible explicar la recuperación del territorio, la geografía, con sus matices románticos, como reacción a esta situación de usurpación de la situación neocolonial? ¿No habrá sido esta usurpación que ha impulsado –junto con los elementos políticos y económicos implicados – la acentuación del discurso romántico, que se expresó tanto en la Constitución de 1941,9 como en el nacionalismo de la era torrijista? ¿No habrá sido esta expulsión, dentro del propio territorio, lo que ha creado el trabajo de signos conquistados: el poema épico, las constituciones, el balboa, intentos de espacios propios para la nación imaginada?
Panamá, desde Justo Arosemena, se ha definido sobre todo por la geografía. Su identidad pasa por el territorio, fenómeno que, en verdad, ha sido propio de todas las antiguas colonias españolas (Anderson: 1989). En Panamá, la geografía ha sido parte fundamental de la nación imaginada, pero, al mismo tiempo, según la ciudad letrada, ha sido la amenaza para la formación de la nación, especialmente, en sus momentos de esplendor. Para Miró y Soler, el germen de la nación en Panamá solo ha podido sembrarse y crecer en la pauperización.10 La zona de tránsito en su época de abundancia –la que va del Pacífico al Atlántico, y viceversa- es la que ha impedido, tradicionalmente, la formación de una población nativa, estable, nacional. Y es aquí, entonces, que también vale la pena preguntarse si, en la situación neocolonial, no habrá sido esta concepción una usurpación sublimada. La riqueza, que puede traer la zona de tránsito, es la culpable de la ausencia de nación.11 Con el comercio no se puede crear una nación. El comerciante no conoce fronteras, clases, razas. El comercio, por su función desterritorializadora, es ajeno a la nación y, la zona de tránsito, con su movimiento de mercancías y gente, lo es mucho menos.12 En fin, ¿no habrá sido el espacio de la nación, creado por la pauperización, un espacio conquistado, como el que se creó en Pleniluno y San Cristóbal? ¿No será ese espacio del siglo XVIII, como narrativa en la situación neocolonial, la primera
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