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Palacio Los Iturriza


Enviado por   •  17 de Enero de 2015  •  1.646 Palabras (7 Páginas)  •  477 Visitas

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El Palacio de los Iturriza

Don Juan Miguel Iturriza lo hizo construir para destinarlo a ser su casa de retiro y sosiego para sus fines de semana y festejar, en ocasiones, en compañía de su esposa, doña Elodia y sus hijos, a orillas de un Cabriales de limpias aguas caudalosas

La Quinta La Isabela, conocida como el Palacio de los Iturriza, es una obra arquitectónica exquisitamente majestuosa, nacida en Camoruco Viejo, que compartió con la placita Girardot, (actualmente placita Miranda) sus primeros años de juventud. Luis Castrillo Jiménez, cuenta su historia como habitante heredero y restaurador de este imponente recinto, que representa una copia en escala reducida de un palacio galés, único en su estilo en América.

Castrillo, quien además es arquitecto, explica que La Isabela, ciertamente, no responde a una escuela de arquitectura, sino a varias a la vez. En ella predomina la verticalidad, la decoración externa ecléctica pero, al lado de esos rasgos, mezcla asentadas líneas neoclásicas, decoraciones barrocas y rasgaduras que recuerdan, incluso, los castillos románticos medievales. Su terminación interior es, más bien, modesta, de pocas pretensiones.

Casa navegada

Su construcción fue lenta, paso a paso, detalle a detalle. La gran mayoría de los materiales de ornamentación fueron llegando en barco a nuestro puerto, procedentes de Europa, para ser colocados cuidadosamente en lugares apropiados y darle un toque de realce a su estilo. Su construcción fue confiada a un gran arquitecto de mucho renombre para la época, me refiero al arquitecto Francisco Fernández Paz, primo hermano de Zoila Paz de Castrillo (mi abuela), quien supo disponer cada pieza que él mismo había elegido en Francia para este bello palacete.

Don Juan Miguel Iturriza lo hizo construir para destinarlo a ser su casa de retiro y sosiego para sus fines de semana y festejar, en ocasiones, en compañía de su esposa, doña Elodia y sus hijos, a orillas de un Cabriales de limpias aguas caudalosas. En aquel entonces, esta zona era apartada del centro de la ciudad, donde se concentraba la población y se le podía llegar por una angosta carretera de tierra. Don Juan Miguel vivía con su familia en una bella casa en la calle Libertad, detrás de lo que fue el Teatro Imperio. El auténtico nombre de la quinta es “La Isabela“, el cual puede ser leído en la cumbrera central, nombre éste dado por Don Juan Miguel en honor a su madre, doña Isabela. Su hija se llamaba igual.

El muro y la muerte

Su construcción finalizó en agosto de 1887, fecha en la cual fueron colocadas cada una de las firmas y los nombres de las personas que contribuyeron a consolidar esta maravillosa obra, en una de las paredes de la pequeña torre, como se constató en la restauración del año 1935, que realizó Manuel Vicente Castrillo Paz (mi padre).

Más tarde, al morir don Juan Miguel Iturriza, el palacete fue deteriorándose por el abandono y la falta de mantenimiento. Su familia ya no lo visitaba. Y ya en el año de 1935, doña Elodia decidió ponerlo en venta, pero debido al estado en que se encontraba, su venta se hacía difícil, sus techos, pisos y paredes estaban en total deterioro. Fue entonces cuando Don Manuel Vicente Castrillo Paz, amigo de la familia Iturriza, lo compró, comenzando a trabajar muy minuciosamente en su recuperación, con un grupo de obreros destinados a tal fin. No fue fácil, tomando en cuenta su arquitectura, sus pisos y escaleras de madera se hicieron de nuevo, así como sus techos. Estos fueron removidos totalmente y copiadas sus tejas de zinc en moldes, haciéndolas y troquelándolas una a una. Reparó sus puertas y ventanas, sin perder la armonía de sus obras talladas, ni el color de sus vitrales, sus paredes, frisos, pisos, así como los pilares de madera y la herrería, se reconstruyeron copiando sus diseños iniciales o sustituyéndolos por otros nuevos, los murales del famoso pintor Arturo Michelena no pudieron ser recuperados, pues el daño había sido total y recubiertos además con pintura de aceite. Igualmente, se moldeó cada detalle de ornamentación, cada pieza de yeso, cemento, madera y cerámica fueron cuidadosamente reconstruidas o sustituidas por algo nuevo.

Igual dedicación le puso a la casa anexa, en cuyo recinto se encontraban las dependencias de servicio, las caballerizas, el guarda coches, incluyendo el baño y la cocina, estos últimos mi padre los hizo de nuevo dentro del palacete, para mayor comodidad de la familia, sus jardines también fueron arreglados.

Testimonio familiar

Todos aquellos trabajos tomaron gran parte de su tiempo, dedicándoselos a su restauración, con esmero y cariño, sin descuidar ningún detalle. Para él, aquella casa significaba mucho, despertaba su interés la arquitectura majestuosa de la obra y le traía a la memoria su estancia en sus años mozos por Europa en donde realizó sus estudios, tranzándose como meta, hacerla nuevamente tal y como fue y acondicionarla para vivir en ella. Trajo de Francia todo el papel tapiz, lámparas, vidrios, cerraduras y picaportes.

Luego de concluidos los trabajos de restauración, comenzó a ser utilizada por mis padres y mi familia para fines de semana, hasta mediados de los años cincuenta, cuando decidieron habitarla permanentemente.

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