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Paradigmas Del Campo De Intervención Niñez En Trabajo Social


Enviado por   •  17 de Octubre de 2012  •  3.592 Palabras (15 Páginas)  •  574 Visitas

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Introducción

La concepción de infancia tal como la entendemos hoy en día, es una construcción social que surge en la modernidad y ha ido variando a lo largo de cada momento histórico.

Desde una perspectiva psicobiologica consideramos a la infancia como el tiempo biológico entre el nacimiento y la pubertad y como el tiempo de estructuración del aparato psíquico de la persona en la interacción con los otros, desde una perspectiva sociohistórica pensamos a la infancia como una construcción social que se resignifica de acuerdo a las condiciones económicas políticas y culturales en las que se encuentra una sociedad determinada.

Paradigma de la Tutela del Estado:

La etapa de la integración temprana de la economía argentina a la economía mundial puede situarse alrededor de 1880. Aquel primer ciclo de acumulación económica tuvo por soporte el crecimiento por vía de la explotación de una renta natural que dio lugar a una vertiginosa modernización que convirtió a una sociedad casi desértica en una nación emergente con una estratificación social y cultural compleja y con una densidad institucional que expresaba esos cambios. En pocos años la conquista del desierto, el trazado de los ferrocarriles, la inmigración masiva desde Europa, las inversiones extranjeras y la aparición de las manufacturas fijaron los rasgos de la Argentina moderna. Una primera consecuencia de esa expansión fue la sucesión de conflictos sociales que obligaron a la apertura progresiva del sistema oligárquico, expresada en el éxito electoral de la Unión Cívica Radical, el crecimiento de la capacidad de presión del sindicalismo y el socialismo.

De manera progresiva, en este mismo proceso, se da la irrupción de un conjunto de problemáticas vinculadas a la inmigración, a los sectores obreros y a las condiciones de vida en las ciudades, instancias que resultan conflictivas en tanto ponen en entredicho la capacidad de cohesión e integración social del proyecto modernizador motorizado por la generación del ’80.

Fueron momentos de apogeo de la Argentina en la economía mundial capitalista a través de la consolidación de un perfil exportador de materias primas agrícola-ganaderas complementario de los requerimientos del desarrollo industrial de las sociedades capitalistas centrales. El modelo económico se asentaba en la exportación de productos del agro y en la importación de productos industriales. En ese esquema la clase económicamente dominante estaba constituida por una elite que controlaba monopólicamente la propiedad de las tierras fértiles.

La ideología económica dominante era el librecambio y el rol del Estado fue ocupar el territorio, desarmar las resistencias autonomistas provinciales, unifico la legislación básica y la moneda, también promociono el desarrollo de la infraestructura necesaria para una producción volcada hacia el mercado mundial y creo políticas de población y contratación de empréstitos. Pero el Estado fue también un instrumento de intervención social. Intento el disciplinamiento del mercado de trabajo mediante la represión pero fue simultáneamente un canal de movilidad social para las clases medias, a través de su incorporación a la administración pública o a la educación en manos del Estado.

El Radicalismo accedió al gobierno cuando la capacidad expansiva del modelo comenzaba a tocar sus límites económicos. La crisis de 1929 precipitaría esa decadencia, y el “milagro argentino” habría de derrumbarse a medida que una ola proteccionista se instalaba en los países centrales.

Ya desde la época colonial, la pobreza de las familias y el control social hacia sus niños comienzan a ser una cuestión de Estado. Este control social marca la subjetividad y el cuerpo de los niños y sus familias, instaurando una cultura definida por la selectividad y el sesgo de clase, judicializando y criminalizando la pobreza. La norma estatal y la moralización filantrópica colocan a la familia ante la obligación de retener y vigilar a sus hijos si no quiere ser ella misma objeto de vigilancia y de disciplinamiento. Desde esta época comienzan a crearse las primeras instituciones de atención y cuidado a los niños huérfanos y/o abandonados. En un principio estaría a cargo de la Casa de Niños Expósitos, que luego, seria reemplazada por la Sociedad de Beneficencia, afirmada en el concepto de filantropía con una moral laica opuesta al concepto cristiano de caridad. Se intenta así quitarle poder a la Iglesia Católica.

La beneficencia se inscribe dentro de una intencionalidad negativa, de control, contención y vigilancia. Los beneficiarios de la filantropía se definen según su calidad de agentes extraeconómicos (viudas, niños, ancianos abandonados, enfermos, vagabundos). La filantropía interviene en lo social principalmente a partir de una idea de peligrosidad potencial asociada a la condición de pobreza, como la delincuencia y la inmoralidad; actúa para prevenir y evitar que se consoliden estas consecuencias que pueden convertirse en una amenaza para el orden social. La lógica es realizar una cruzada de conversión, ya que prima una idea moralizadora de los pobres.

Hacia 1870, como consecuencia de la fiebre amarilla, aumenta la cantidad de niños abandonados y huérfanos por lo cual se construyen grandes asilos que funcionan con una lógica de instituciones totales con fuerte control y disciplinamiento. Paralelamente debido al hacinamiento que soportaban los inmigrantes en los inquilinatos y conventillos, a la propia reglamentación que prohibía la permanencia de sus hijos en los patios y habitaciones y a la inexistencia de instituciones públicas que los alojaran, aumenta la cantidad de niños y niñas que trabajan en las calles y que pasan gran parte del tiempo en ellas.

El concepto de “abandono moral” intenta definir algunas de las manifestaciones y actividades más visibles y molestas de la vida callejera: la situación de calle de miles de niños hijos de inmigrantes.

El discurso filantrópico será reemplazado por el higienismo hacia fines del siglo XIX. Surgen campañas que abogan por la salud y la higiene públicas, a través de las cuales el Estado y las múltiples instituciones asistenciales y de beneficencia de la sociedad civil despliegan una amplia acción moralizadora. Un médico de la época considera que la pobreza es “menos una cuestión de ingresos que la consecuencia de la inconducta de los integrantes de una familia”. La protección de la infancia tendrá a partir de aquí dos sentidos diferenciados: en primer lugar se busca avanzar en una “profilaxis moral” de los niños en situación de vulnerabilidad, y por otro lado se busca “proteger” a la sociedad, reeducando a los niños y reencauzando sus conductas.

El

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