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Regionalismo Graciela


Enviado por   •  9 de Octubre de 2014  •  1.959 Palabras (8 Páginas)  •  2.295 Visitas

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1- Investiga en la web acerca del regionalismo del lenguaje dominicano e identifica las palabras de origen taíno y africano de uso cotidiano en las diferentes regiones. Subir informe a la plataforma virtual.

Es posible que muchos dominicanos que se describen a sí mismos como “indios” se pregunten de vez en cuando si existe alguna otra cosa que, además del color, los hace realmente “indios”.

La pregunta dista mucho de ser un tópico simplemente académico pues son muchos los dominicanos que están convencidos de ser descendientes de los pobladores originales de la isla aun cuando no puede definir o describir en qué consiste su “indianidad”.

Los antropólogos y lingüistas tienen respuestas para esa pregunta cuando señalan que los dominicanos han heredado un cuerpo de vocablos de uso cotidiano procedente del idioma taíno, el cual ha pasado ya a la lengua española como una supervivencia de la sociedad aborigen.

Mucha gente no sabe que esos vocablos son de origen taíno, a menos que lo hayan aprendido en la escuela, en donde a veces se enseña que las palabras maíz, yuca, casabe, bohío, batey, maní, caníbal, Caribe, lerén, entre otras, son supervivencias de la cultura taína.

Existe todo un diccionario de indigenismos que penetra el lenguaje dominicano contemporáneo.

Entre las palabras de ese diccionario hay muchas que no sólo son de uso corriente porque describen cosas físicas, sino también las hay que nombran fenómenos naturales, como es el caso de los ríos Ozama, Yuna, Yaque, Yuma, Bajabonico; o lugares como Macorís, Neiba, Bahoruco, Jaragua, Jánico, Higüey, Yaguana, y otros.

La toponimia y la geografía dominicanas están sembradas de términos taínos que resistieron la avalancha de nombres europeos con que los conquistadores impusieron una nomenclatura nueva a la geografía americana.

De la misma manera, también sobrevivieron los nombres de personas, tal vez por influencia del indigenismo romántico que dominó la literatura en la segunda mitad del siglo 19, y por ello hoy es tan común encontrar gente que responde a los nombres de Hatuey, Caonabo, Guarionex, Anacaona, Guarocuya, Cotubanamá y Tamayo, para sólo mencionar los más comunes.

No sólo han quedado las palabras taínas, también han quedado algunas costumbres asociadas a ellas o descritas por ellas como es el uso de la coa, la macana, la canoa (palabras taínas), la agricultura de tumba y quema, la construcción de los bohíos campesinos.

Estas herencias taínas han sido bien estudiadas y existen varios estudios y ensayos que las han descrito en detalle, lo mismo que otras herencias más lejanas, como son muchas palabras y costumbres de origen africano que forman parte de la cultura criolla.

El diccionario de palabras africanas que pasaron a las islas de Caribe es también bastante amplio. La palabra ñame, por ejemplo, viene de África, lo mismo que la planta que ella describe. También son africanas las palabras bembe y maco, como lo es la práctica de construir viviendas campesinas en las zonas secas del país con una tecnología muy apropiada llamada tejamaní.

Hace más de cuarenta años los antropólogos señalaron que entre las supervivencias africanas más comunes en las sociedades caribeñas está la costumbre de las madres de cargar en sus caderas a sus niños pequeños.

Se ha perdido entre las dominicanas la costumbre de sentarse en el suelo en cuclillas, no así entre las mujeres haitianas en donde las supervivencias africanas son más observables.

Podría disputarse si la costumbre universal de los dominicanos de hablar alto, casi gritando, es también de origen africano, pero los que han viajado por África tropical encuentran un claro paralelismo de esa costumbre en ambos lados del Atlántico.

La toponimia dominicana también heredó algunas palabras africanas, como Engombe (de ngonbe, que significa ganado, buey), con lo cual queda esclarecido el origen del nombre de ese lugar a orillas del río Haina en donde hubo un ingenio azucarero que utilizaba esclavos africanos a mediados del siglo 18.

La comunidad de Pedro Brand deriva su nombre de un grupo de esclavos carabalíes que aportó sus brazos a la economía colonial dominicana.

Lo mismo ocurre con San Lorenzo de Los Mina, que se formó con esclavos libertos procedentes de Mina, Angola, que escaparon de las plantaciones francesas de la colonia de Saint-Domínguez.

Los ejemplos mencionados podríamos llamarlos supervivencias por resistencia o implantación, dependiendo del caso, pero existen muchos otros que podrían ser llamados supervivencias por difusión, como es el caso del uso de ciertas plantas importadas de África y adaptadas al trópico americano.

El plátano es una de esas plantas (ya hemos mencionado el ñame), que aunque no vino directamente de África, sino de las Islas Canarias, su origen africano es indisputable, como lo es también el llamado monicongo, hoy casi en desaparición pero todavía de consumo corriente en algunos campos de San Cristóbal en ciertas épocas del año.

Hay supervivencias más sutiles, pero no por ello menos visibles o poderosas, como son las creencias religiosas importadas de África y reprimidas desde un principio por los amos esclavistas.

Para proteger sus creencias los esclavos aceptaron hacerse “cristianos” y se disfrazaron de una religiosidad aparentemente católica que ocultaba una santería más cercana a los panteones dahomeyanos y de Guinea que al santoral católico romano.

En el caso de Haití, que a finales del siglo 18 hizo una revolución emancipadora que eliminó la esclavitud y borró durante muchos años casi toda la influencia europea sobre la sociedad rural haitiana, las religiones tribales africanas confluyeron para constituir el vodú, una nueva religión americana.

No ocurrió lo mismo en la sociedad dominicana, en donde el catolicismo oficial cubrió con un manto ritual la religiosidad africana y el vodú fue perseguido durante más de un siglo como un rasgo de haitianidad que había que desterrar para reafirmar no sólo la catolicidad sino la dominicanidad surgida de una guerra contra Haití después de veintidós años de dominación política.

Sin embargo, subterránea y calladamente, fue formándose una subcultura religiosa de base africana enriquecida con elementos y creencias de origen europeo y con contenidos simbólicos

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