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Requiem De Los Maestros


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2012  •  4.680 Palabras (19 Páginas)  •  428 Visitas

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RÉQUIEM POR LOS MAESTROS

Aunque suene paradójico, este es un réquiem, notas para la oración que reza la Iglesia por los difuntos. Es esa, precisamente la metáfora que elegimos para este texto, donde hablaremos del maestro inerte, por el vínculo que existe entre lo secular y lo religioso en la temática siguiente.

Este canto de muerte puede darse en dos sentidos: por la muerte física de los docentes y por la exclusión que han vivido sin hacer nada por remediarlo, en una sociedad que tal vez no les ha dado el lugar que debieran ocupar. El canto se da por esa marginación diversa que ha sufrido el mentor jalisciense expresada no sólo en agresiones físicas, sino en actitudes cotidianas y simbólicas. Podemos separar distintos matices en esta situación de agravio y muerte vivida por el docente, y ensartando testimonios, tejer un breve espacio de memoria colectiva.

El salario ha sido un punto de gran significación en la definición del docente, pues nos habla del apostolado que negaba lo material y destacaba los valores espirituales, según los cuales a cambio de una paga simbólica, el maestro otorgaba una dedicación permanente, solidaridad ilimitada e incondicional apoyo a la causa ideológica del Estado. La lucha por el pan diario y el batallar por un justo pago al desarrollo de su actividad puso en juego su integridad física. Sin embargo, el enfrentamiento inició en la Guerra Cristera, pero luego los motivos fueron diversos, la educación sexual, la coeducación, la Escuela Artículo 123 y la Escuela Socialista.

Así, este es un canto de muerte por los maestros que sucumbieron en aras de sus ideales por una mejor educación en Jalisco, la historia del magisterio está manchada con sangre de gente humilde, sencilla, honorable, llena de esperanzas, que asumieron una bandera y un compromiso social.

Al maestro revolucionario y postrevolucionario le tocó asumir situaciones difíciles de resistencia e intolerancia. Como abanderados de la política oficial, tuvieron que recibir la incontenible respuesta de la inconformidad popular.

Es una necesidad del gremio conocer su historia, pues no es posible vivir sin memoria, por tanto aquí presentamos un pequeño fragmento histórico del magisterio jalisciense, un episodio sumamente lamentable, pero la historia también está hecha de eso, de sinsabores, tristezas e indignación. No podemos dejar de lado estas páginas, es importante recordar la fundamental labor de quienes nos antecedieron y sobre todo, rendir un merecido homenaje a quienes sacrificaron sus vidas en la construcción de un sistema educativo mejor. Aquí, pequeñas historias y crónicas se entretejen contándonos las penurias que vivieron los maestros oficiales en las décadas de los veinte a los cuarenta. Lo que leeremos a continuación por momentos parecerá increíble pero no es ficción, es apenas un texto que se queda corto ante lo que en realidad ocurrió.

De la Guerra Santa al reparto agrario

Ya en el Congreso Constituyente de 1917, con la aprobación del Artículo Tercero Constitucional, se extendió el principio de laicización del sistema educativo oficial al privado, cuando se prohibió la impartición de enseñanza religiosa en las escuelas particulares. La nueva Ley también prohibió a las corporaciones religiosas y a los curas establecer o dirigir escuelas primarias, y aseguró la aplicación de esos nuevos ordenamientos mediante la inspección del gobierno a las instituciones privadas.

(Guerra a la ignorancia! Y (Paso al progreso! Fueron los lemas de Manuel Macario Diéguez en Jalisco en cuanto a educación. Para ello, la decisión del gobierno de controlar la instrucción fue fundamental así como el ataque al clericalismo que se asumió como consigna liberal.

Los preceptores quedaron atrás. La instrucción en Jalisco fue planteada independientemente de la religión y de las ideas conservadoras. Desde 1914, encontramos comentarios en torno a las maestras clericales o fanáticas que aún laborando para el gobierno realizaban campaña clerical en el aula:

Estas maestras atrasadas no pueden separar lo que es el sentimiento puro religioso que nadie les quita ni prohibe, del fanatismo religioso, del espíritu sectario, de la política clerical que las llevaba a cometer verdaderas inmoralidades como eran las de recibir dinero de un Gobierno y protestar acatamiento a las leyes y respetar los programas oficiales, para ir después al Arzobispado a rendir la contra-protesta y clamar a voz en cuello contra las leyes civiles... Llegó a tanto el cínico atrevimiento del profesorado oficial que la señorita Apodaca se vió hostilizada y humillada constantemente por la superiora, y se inculcó en las niñas un odio mortal hacia ella... Se la nombraba con epítetos ofensivos, se la calumniaba y en los últimos días del gobierno de Mier, se vió envuelta en los chismes de un profesor fanático que con motivo de unos versos patrióticos recitados por un niño, fue acusada de impía y de contravenir con las disposiciones del P.C.N.

Pues todavía hay un Colegio donde las profesoras que no han sido removidas, dicen Aque primero cristianas y sumisas a rendir la contra-protesta antes que cualquiera otra cosa@. Pero no renuncia. Quieren el empleo: quieren el sueldo con el cual viven; quieren servir al Gobierno sólo por el empleo, pero no quieren respetar ni acatar las leyes, disposiciones y reglamentos que rigen en un gobierno liberal.

Los maestros oficiales hacían lo suyo, pues podemos apreciar en un ejercicio de dictado aplicado por José G. Amaral a sus alumnos en la escuela de Tizapán, el siguiente mensaje: AEl fanatismo es el cáncer de la sociedad. Para darnos libertad lucharon denodados Hidalgo, Morelos, Juárez y Madero@. Renglones y renglones en los cuadernos de los niños eran llenos con estos enunciados.

Un esfuerzo gubernamental para apaciguar a la Iglesa introdujo en 1918 una iniciativa de ley para atenuar el carácter laico de la Constitución al eliminar la supervisión en las escuelas privadas. Sin embargo, el conflicto latente entre el Gobierno mexicano y la Iglesia Católica explotó a principios de 1926, ante la afirmación del arzobispo José María Mora y del Río en el sentido de dar vigencia a la oposición de la Iglesia a las previsiones restrictivas de la Constitución.

El gobierno de Calles declaró dicha aseveración como una violación a la Constitución y definió a la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa (LNDLR) como organización sediciosa.

La Iglesia siguió adelante en su posición y suspendió todos los servicios religiosos.

En Jalisco surgió una guerra civil con la rebelión

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