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Reseña La Ciudad Antigua.


Enviado por   •  23 de Mayo de 2013  •  5.363 Palabras (22 Páginas)  •  1.379 Visitas

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La ciudad antigua.

De editorial Porrúa, con primera versión de Fustel de Coulanges nos narra en 5 libros La ciudad antigua, que es el estudio sobre el culto, el derecho y las instituciones de roma.

Libro I. Creencias antiguas.

Primer libro narra en particular las creencias acerca de la muerte, de lo que sucedía con el alma cuando un cuerpo yacía muerto. Expone claramente las diferencias entre las culturas y lo que hacía cada uno con sus creencias; Por ejemplo los griegos y los italianos suponían que no era un mundo extraño, en donde moraban los espíritus (seguían en la tierra, cerca de los vivos). Mencionaban también que era un rito la colocación de los restos humanos en la sepultura, pensaban que era algo viviente lo que ahí se colocaba. Pronunciaban algunas frases cuando depositaban el cadáver, por ejemplo: ¡Que te encuentres bien! Al igual que objetos de uso personal, algunos alimentos y gustos del fallecido. Se insiste en que ahí se encontraba un vivo.

Uno de los tormentos más frecuentes para los hombres en las ciudades antiguas, era el hecho de no tener ceremonia cuando terminaba su existencia en la tierra. Además, si eras acusado de crímenes contra el estado, se podía llegar a privarte de la sepultura, con lo que se creía que, el alma nunca descansaría en paz. El ser que vivía bajo tierra, no solo bastaba con que el cuerpo se enterrara, se tenían que seguir forzosamente los rituales, el ser que vivía bajo tierra, no estaba lo bastante emancipado de la humanidad, por lo que frecuentemente en una temporada del año, se le tenía que llevar alimentos.

Se consideraba a los muertos por seres sagrados, los ciudadanos les otorgaban las más respetuosas frases y lisonjas que podían encontrar. Considerados también como dioses subterráneos. En sus tumbas que, eran sus templos de divinidad se escribía: Un dios aquí está enterrado. Además de una nueva existencia bienaventurada, se les tributaban ofrendas por los vivos, precisamente familiares, porque si algún extranjero se acercaba a la tumba perturbaba la tranquilidad del muerto. Si se cesaba de ofrecer alimentos fúnebres, ofrendas, a los muertos, salían enseguida de sus tumbas, como almas errantes y en pena, no dejaban sus apariciones, generalmente nocturnas hasta que se reanudaban las ofrendas. El sacrificio, la ofrenda del sustento y la libnacion, los hacia volver a la tumba y les devolvían el reposo y los tributos divinos. El hombre quedaba entonces en paz con ellos.

Cada familia tenía su tumba, donde sus muertos descansaban unos al lado de otros, siempre juntos. Todos los de la misma sangre debían ser enterrados allí y a ningún hombre de distinta familia podía encargársele su administración. Allí se celebraban sus ceremonias y sus aniversarios, siempre depositándolos cerca de la familia viva, así se consideraba, que podían estar cerca de sus seres consanguíneos.

Todos los antiguos hogares romanos y griegos debían de tener un altar, dentro de ese altar se encontraba un fuego: ¡El fuego sagrado! El fuego tenía algo de divino, se le adoraba, se le rendía un verdadero culto. Se consideraba una desgracia cuando el fuego se extinguía en una casa. El fuego de dejaba de brillar hasta que la familia perecía totalmente. No era una costumbre ni un rito insignificante, se consideraba como ley, la cual tenía métodos y ritos muy estrictos. Se le ofrendaban todas las cosas que podían ser gratas a un dios; flores, maderas, frutas incienso, vino. El fuego era pues, la providencia de la familia. Su culto era sencillo, solo tenían que tener unas cuantas brasas de carbón dentro del altar y a cierta hora del día, se colocaban maderas y hierbas secas, era entonces cuando el dios se manifestaba haciendo arder el material.

Al momento de comer se hacían oraciones, se creía que los dioses eran los que preparaban el alimento, eran quienes lo cocían y lo terminaban de consagrar. La comida era el acto religioso por excelencia. El dios la presidia. La comida se compartía así, entre el hombre y el dios. Se mencionan dos tipos de fuegos el puro y el casto uno para efectos de la familia y los segundos para una unión nueva de los sexos. El primero el fuego puro, se considera como un fuego moral y de aquello que se considera ético. El segundo era para saber si las parejas nuevas podían crear una verdadera familia y poder llevarla a cabo con todos protocolos.

Si compramos el culto del fuego y el culto a los muertos nos damos cuenta que guardan una estrecha relación: se refiere el primero a un dios que como ya expuse mantenía un estatus de divinidad dentro del seno familiar. El culto a los muertos por otro lado el muerto se consideraba que conseguía doblemente la humanidad al necesitar atenciones específicas al igual que el fuego. Tan necesario era el culto a los a los muertos en las comidas fúnebres que tenían que ser ofrecidos por los descendientes del muerto y no por otra persona aun cuando fuese conocido del finado Los dos crecían en un hogar con alta moral y ambos tenían una personalidad muy definida. En un claro ejemplo el nombre que se le dio al fuego de VESTA: y se consideraba una imagen muy similar a la de una mujer incluso representada en varias.

Al habla de religiones se tenía que hacer énfasis en las religiones domésticas. En la anterioridad, como actualmente ningún dios ofrecía unanimidad y no se anunciaba como dios único. Además siempre se han puesto en contra de aquellos que no profesan su creencia. En algunas ocasiones no aceptaban la adoración de todos los hombres. Actualmente nos cuesta mucho trabajo entender como los hombres tenían que adorar a sus padres o antepasados. Retomando al fuego moral de cada hogar, este también se consideraba como la representación y manifestación de los antepasados de una manera más cercana. A él y solo a él se le debía culto, respeto y toma de decisiones.

Por tanto tenemos que: la religión no residía en los templos si no en cada casa; cada cual tenía sus dioses.

Libro II La familia.

La familia ha sido el principio constitutivo de la familia antigua.

El segundo libro narra la formación de una familia y que la constituía. Menciona que cada hombre tenía un fuego sagrado (su dios) y que de ese fuego hacían un altar para formar una familia. Se le tomaba en cuenta a todo momento. En las mañanas para adorarlo, en las noches para darle gracias, en la hora de los alimentos, puesto que el fuego era un dios y era el dios quien preparaba los alimentos. Todas las familias tenían bóvedas para adorar y tener culto hacia sus muertos. Anteriormente el principio de la familia antigua, no radicaba en la generación exclusivamente. Se demuestra que la mujer no tenía el mismo peso y relevancia en la familia que el hombre. Tampoco radica en los lazos de afecto natural. Podía un padre amar mucho a su hija o hijo y no ser heredero de sus bienes. Lo que realmente unía a las familias n la antigua Grecia y en Roma era el culto al fuego sagrado y a los muertos. El primero porque representaba la total moralidad y ética de una familia y el segundo porque se pensaba que la familia tenía lazos, tanto entre los vivos como en un más haya.

En primera instancia para la creación de una nueva familia era por una institución establecida por la religión domestica (el fuego sagrado) y es el matrimonio. Cuando una mujer se pedía en matrimonio, no se reducía a un simple cambio de hogar. Se trataba de una ceremonia de traslado completamente de la mujer a una casa, por lo normal cercana a la suya y al abandono total de donde se había criado y crecido con la familia en su casa. El matrimonio era entonces, un acto sagrado y el cual producía efectos de ceremonia santa. Una ceremonia de matrimonio se producía en la casa y la presidia el dios doméstico. La parte principal de la ceremonia siempre tenía que celebrarse en el lugar doméstico. El nuevo hogar. Compuesto por tres actos para los Griegos, el primero iniciaba en la casa del padre, el segundo en casa del esposo, y el último en la nueva casa. Este último consistía en trasladar a la esposa al nuevo hogar, en donde ya debía de existir un fuego sagrado, además de fotos de antepasados rodeando el altar y en ese lugar acompañado de oraciones, se ofrecía un sacrificio por parte de los esposos. El matrimonio y la religión domestica son tan antiguas como la adoración y culto a los muertos, se considera que los primeros dos están ligados íntimamente. Se creía que el matrimonio era insoluble y el divorcio casi imposible referido estrictamente al sentido religioso. Recordemos pues, que cuando una mujer se casaba en las ciudades antiguas, adoptaba estrictamente los dioses de su marido, delante de testigos que regalaban una torta de flor de harina, se hacía una ceremonia, un rito y fundaban la nueva institución. Su nuevo hogar. Un procedimiento muy similar ocurría para un divorcio, con testigos, con la torta de flor de harina pero en lugar de oraciones, eran maldiciones hacia el esposo y los dioses, renunciando a la vida conyugal. Para la continuidad de una familia, los esposos en primera instancia tenían hijos, de no poder hacerlo buscaban otros métodos.

Se quería la continuidad de la familia entre otras cosas, porque así se garantizaba una vida eterna, un buen culto y tributo cuando ellos murieran. Se mencionaba que : no había hombre que, sabiendo que ha de morir, tenga tan poco cuidado de sí mismo que quiera dejar a su familia sin descendientes, pues entonces no habría nadie que le tributase el culto debido a los muertos. La mayor desgracia que un hombre podía tener era que su descendencia se extinguiere. Pues su religión desaparecía entonces de la tierra, su hogar desaparecería y toda la serie de sus muertos caería en e olvido y en la eterna miseria. El gran interés de la vida humana era continuar con la descendencia para continuar con el culto. Se consideraba como cosa prohibida el celibato. Cuando nacía un nuevo integrante de una familia, este no tenía autonomía propia, el pertenecía a la familia, era un miembro en serie que no debía detenerse con él, por lo que a buena edad (18-22años) edad optima para tener su nueva familia, agrandar la familia y crear nuevos integrantes de ella. Pero no bastaba con engendrar a un hijo, el hijo debía perpetuar la religión domestica, debía ser el fruto de un matrimonio religioso. Los hijos bastardos o fuera del matrimonio no debían y tenían los mismos derechos que adquirían los que nacían dentro de un seno matrimonial. No tenía derecho de hacer ofrendas de comida fúnebre ni la familia se perpetuaba en él. El lazo de la familia por lo tanto, no era suficiente en ese sentido, tenía también que llevar el lazo religioso con la domesticación personal de cada familia. El matrimonio, era, pues, obligatorio. No tenía por fin el placer; su objeto principal no consistía en la unión de dos seres que correspondían y querían asociase para la dicha o para las penas de la vida. El efecto del matrimonio, a los ojos de la religión y de las leyes era unir a dos seres para un mismo culto doméstico. Cuando se adoptaba un hijo, era para velar por la perpetuidad de la religión doméstica, por la salud del hogar, por la continuación de las ofrendas fúnebres, por el reposo de los restos de los antepasados. Teniendo su razón de ser, la adopción era solo una necesidad de era solo una necesidad de que el culto no se extinguiese, solo estaba permitido para aquellos que la naturaleza no les permitía tener hijos propios. Cuando se adoptaba un hijo, este debía renunciar a los dioses domésticos inculcados en su familia anterior y era entonces integrado a la familia del adoptante, adquiriendo con esto nuevos dioses y nuevas personas a las que atendía con comidas fúnebres. En primer lugar se creaba una ceremonia muy similar a la que se aba cuando llegaba un hijo a la familia, la principal acción era presentarlo a los dioses de fuego, así podía adquirir todos los derechos y obligaciones que conlleva un adoptado de familia.

Libro III la ciudad.

En estas antiguas ciudad, que por cierto no he determinado una fecha exacta, porque la autoría del libro no estipula, se analiza que la pequeñez de esa sociedad primitiva respondía bien a la pequeñez de la idea que la divinidad se había formado ya. Se muestra que en estas ciudades la idea religiosa y la sociedad iban, pues, tomadas de la mano creciendo y evolucionando al mismo tiempo. Cuando el entendimiento de los hombres de ese entonces trascendió, empezaron a creer en nuevos dioses, esta vez, aquellos que la física y la naturaleza de la tierra ponían a su alcance. Sin dejar la religión domestica de lado, empezaron a aplicar su idea de los divino de las cosas naturaleza que lo rodeaban, que lo envolvían, que amaba y que temía, eran los agentes físicos que arbitraban su dicha y su vida. No se ha determinado cuál de las dos religiones fue primera cronológicamente, sin embargo no eran muy numerosos los agentes físicos que podían numerarse y las manifestaciones de algunos duraban en aparecer. Para la aparición de las primeras ciudades, se habla que fueron precisamente los lazos de religiones domésticas, los que ensancharon a la sociedad, y que poco a poco fueron creciendo hasta formar federaciones. Es necesario que analicemos que la excesiva dificultad que representaba para las poblaciones primitivas fundar sociedades regulares. No es fácil establecer un lazo social entre seres humanos que son tan diversos, tan libres, tan inconscientes. Para darles reglas comunes, para instituir el mando y hacerles aceptar la obediencia, para subordinar la euforia a la razón y la razón individual a la razón publica, se necesita algo más fuerte que la fuerza material, mas respetable que el interés, más seguro que una teoría filosófica, mas inmutable que una convención, algo que este por igual en el fondo de la razón humana y que en ellos ejerza igual imperio. Existía una diferencia marcada entre ciudad y urbe: la ciudad era la organización religiosa y política de las familias y de las tribus, la urbe, por su parte, era el lugar de reunión, el domicilio, y sobre todo, el santuario de esta asociación. Cuando se iba a formar una nueva ciudad, los griegos consultaban al Oráculo de Delfos. Rómulo (fundador de Roma, y del cual hablaremos más adelante) consultaba esencialmente a los dioses, pues se considera que la elección del territorio para una nueva ciudad era cosa grave. Cuando llegaba el día de la fundación, se iniciaba con un sacrificio. La religión prohibía abandonar la tierra donde se había establecido el hogar y donde reposaban los divinos antepasados. El hombre no podía trasladarse, sin llevar consigo su suelo y sus abuelos. Como los dioses estaban por siempre asociados a la ciudad, el pueblo tampoco podía abandonar el lugar donde los dioses radicaban. A este propósito existía un compromiso reciproco, una especie de contrato entre dioses y hombres. Hablar de la fundación de Roma es hablar de Rómulo y Remo dos hermanos criados por una prostituta (loba). Citando parte del libro La ciudad antigua se menciona que: “nuestra ciudad ha sido fundada religiosamente; los dioses mismos han designado el lugar y en él se han establecido nuestros padres. Por arruinada que esté, aun es la morada de nuestros dioses nacionales”.

Algo muy arraigado entre lo sagrado y lo divino, se asociaba naturalmente a estas ciudades que los dioses, se pensaba, habían elegido y que seguían llenando con su presencia. Se tenía la antigua creencia que las tradiciones romanas, permitían que Roma, siguiera teniendo ese imperio de la mano con la eternidad. Todas la ciudades se construían para ser eternas. En las antiguas ciudades lo que constituía el nexo con toda ciudad y la sociedad era el culto. Nada había más sagrado en la ciudad que el altar, donde siempre se conservaba el fuego sagrado. Así como el culto del hogar domestico era privado y solo la familia tenía derecho a tomar parte de él, así también el culto del hogar público se ocultaba a los extranjeros. Nadie, si no era ciudadano, podía asistir a los sacrificios. La sola mirada incomodaba y echaba a perder todo acto religioso.

Cada ciudad tenia dioses que solo a ella le pertenecían. Estos dioses solían ser de la misma naturaleza que los de la religión primitiva de la familia. Como éstos, recibían el nombre de demonios o héroes, bajo esos nombres, se trataba de almas humanas divinizadas por la muerte. Se hace mucho hincapié, que los antiguos habitantes de las ciudades antiguas, exceptuando algunas raras tribus, jamás representaron a Dios como a un ser único que ejerce toda acción sobre el universo. Cada uno de sus innumerables dioses tenían su pequeño dominio; éste una familia, aquel una tribu, el otro una ciudad. En general, el hombre solo conocía a los dioses de su ciudad, solo a ellos honraba y respetaba. Cada cual podía decir lo que en una ceremonia sucedía. Si una ciudad era vencida, se creía que sus dioses eran vencidos con ella. Si una ciudad era asaltada y tomada, sus dioses mismos con ella. Si una ciudad era asaltada y tomada, sus dioses mismos quedaban cautivos. Los romanos habían imaginado un medio que les parecía más seguro: conservaban en secreto el nombre del principal Dios, suponiendo que los enemigos jamás podrían invocar al dios por su nombre, y que éste nunca pasaría a ellos ni su ciudad seria tomada. La principal ceremonia del culto de una ciudad era una comida, que había de realizarse en común, por todos los ciudadanos, en honor de las divinidades protectoras. La práctica de estas comidas publicas era genérica tanto en Grecia como en Roma. Además de los extensos banqueros, en que todos los ciudadanos se reunían, y que no podían celebrase más que en las fiestas solemnes, la religión prescribía que hubiese cada día una comida sagrada. A este efecto, algunos hombres escogidos de la ciudad debían comer juntos. Los griegos pensaban que si esta comida se omitía un solo día, el Estado se seria amenazado de perder el favor de los dioses. Con respecto al calendario no era otra cosa que la sucesión de las fiestas religiosas. Por ello eran los sacerdotes quienes lo establecían. En Roma transcurrió mucho tiempo antes de su redacción escrita. El calendario estaba regulado por las leyes de la religión, leyes misteriosas que únicamente los sacerdotes conocían. Unas veces el año se alargaba en otros el año se acortaba para tener el control de las festividades. Las reglas constitutivas de la monarquía fueron muy sencillas, y no hubo necesidad de buscarlas mucho tiempo: se derivaron de las reglas del culto mismo. El fundador que había instalado el hogar sagrado fue, naturalmente, el primer sacerdote. El sacerdote era quien conocía las fórmulas de oración a los que los dioses no podían resistir, y que en el momento del combate defendía a la ciudad.

Libro IV

Las revoluciones

No existía en las ciudades antiguas, algo más fuerte que las instituciones de la familia, la religión y la misma ciudad con su sociedad. Desde 7 siglos antes de nuestra era, las ciudades de Italia y Grecia eran fuertemente atacadas y dividían sus opiniones, así se debatió durante varios siglos, entre luchas y concesiones hasta que al fin sucumbió. La caída de estas urbes antiguas se puede resumir a dos factores importantes. Según el autor de este libro fueron:

1. El cambio que, a la larga, se operó en las ideas a consecuencia del progreso natural del espíritu humano y que debilitando las antiguas creencias, arruino al mismo tiempo, el edificio social que estas mismas creencias habían edificado y que solo ellas podían soportar.

2. La existencia de una clase de hombres que habitaban fuera de la ciudad, y que, interesada en destruirla por lo que ella tenía que sufrir, le hizo la guerra sin descanso.

Cuando se debilitaron las creencias en que este régimen social estaba fundado, y cuando el interés de la mayoría estuvo en desacuerdo con tal régimen, la ciudad tuvo que sucumbir.

La ciudad antigua, como cualquier sociedad humana, presentaba rangos, diferencias, desigualdades. Cuando ocurre la primera revolución se despoja a los reyes de la autoridad política. Se decía que el rey fue en un principio un jefe religioso de la ciudad, el gran sacerdote del hogar público, y que a esta autoridad sacerdotal había unido autoridad pública, pues había parecido natural que el hombre que representaba la religión de la ciudad, fuera al mismo tiempo, el presidente de la asamblea, el juez, el jefe del ejército. Los hombres debían sentir por el gran respeto, porque era el jefe del culto y custodio del hogar; pero sin duda le estaban poco sumisos porque no tenía mucha fuerza. Gobernantes y gobernados no tardaron en advertir que no estaban de acuerdo con el grado de obediencia que debían. La revolución de Esparta se debió a las mismas inconformidades, que habían ocurrido en otras ciudades. Esparta siempre tuvo reyes y sin embargo, la revolución se realizó en ella como en las demás ciudades. En Atenas, se instituyeron asambleas de un tipo de legislación por lo tanto los conflictos entre la aristocracia y la realeza no tardaron en surgir. La revolución en Atenas despojo a la realeza del poder político y se reorganizo bajo formas diversas en todas las ciudades, hasta que la aristocracia coloco un nuevo rey de su agrado. En tanto Roma era lo mismo que en Grecia, el Rey era el gran sacerdote de la ciudad, y al mismo tiempo el juez supremo. Pero al igual que en otras ciudades, el rey era acompañado por un fuerte cuerpo aristocrático y culmina con el mismo final que todas la ciudades antiguas. A la caída de los reyes los cuerpos aristocráticos controlan la ciudad, gobiernan y signan los premios y castigos al grueso de la población. Tenía su principio de constitución en la formación de las familias religiosas, impuso una serie de medidas para los ciudadanos, por ejemplo, solo se podía ser dueño de la tierra cuando tenías un culto religioso doméstico, solo era miembro de la ciudad el que poseía carácter de religioso que constituía al ciudadano, solo podía ser sacerdote el que descendía de una familia poseedora de un culto.

Cuando ocurre la segunda revolución, según los historiadores y el autor el libro se desatan una serie de reformas que van desde la constitución de la familia, hasta la desaparición del derecho de la primogetura.

La aristocracia hizo una revolución política solo para evitar una revolución social y doméstica. Tomo en sus manos el poder, menos por el placer de dominar que por defender de los ataques a sus viejas instituciones, a sus principios antiguos, a su culto doméstico, a su autoridad paternal, al régimen de la Gens y a todo el derecho privado que la religión primitiva había establecido. No es posible establecer en que época en Roma desapareció el derecho del mayorazgo. Se presume que fue un artilugio ocupado por los reyes, para desorganizar a la sociedad y con ello a sus gentes. Lo cierto es que el derecho de la primogetura desapareció, en todas partes y fue una considerable revolución que empezó a transformar a la sociedad. Poco a poco se fueron desmantelando las Gens y este fue el primer paso. Fue entonces que se aspiró a la liberta en una vida solitaria. Esta desmembración de las gens tuvo grandes consecuencias. La antigua familia sacerdotal, que había formado un grupo compacto, fuertemente constituido, poderoso, quedo por siempre relajada. Esta revolución preparo e hizo más fáciles otros cambios. Después de las revoluciones surgieron con más fuerza dos clases sociales nuevas. El patrono y el cliente y existía una marcada diferencia. Se notaba quien era el que tenía todo el poder y donde existía la obediencia absoluta, pero poco a poco una necesidad obligo lentamente a los amos a ceder algo de su omnipotencia. Cuando la autoridad cesa de parecer justa a los súbditos, aún necesita tiempo para que deje de parecerlo a los señores poderosos. Parece que poco a poco la condición de los súbditos mejoro. En un principio vivían en casa del amo, pero luego se les dio el derecho de un lote de tierra. Al crear esto se formó un nuevo vinculo, aunque el cliente seguía trabajando para el amo, él lo hacía con mayor esmero porque ya tenía asignada parte de la tierra a la que se había entregado.

La revolución que arruino el imperio de la clase sacerdotal y elevo a la clase inferior al nivel de los antiguos jefes de las gentes, marco el comienzo de un nuevo orden y periodo de la historia de las ciudades. Se realizó una especie de renovación social. No era solo cuestión de que una clase de hombres reemplazaba a otra en el poder. Eran los viejos principios los que caían y las reglas nuevas iban a gobernar a las sociedades humanas. Todo había cambiado en el fondo. Ni las instituciones, ni el derecho, ni las creencias, ni las costumbres, fueron en este nuevo periodo lo que habían sido en el precedente. El antiguo régimen desaparecido, llevándose consigo las reglas rigurosas que en todo había impuesto. Un nuevo régimen quedo fundado, cambiándose así el aspecto de la vida humana.

Durante muchos siglos, la religión había sido fundada en el único principio que se conocía ahora: el de gobierno. Era preciso encontrar otro principio capaz de sustituirla y que, como ella, pudiese regir las sociedades y ponerlas, en lo posible, al abrigo de las fluctuaciones y de los conflictos. El principio en que el gobierno de las ciudades se fundó en adelante fue el del interés público.

Libro V

Desaparece el régimen municipal.

Cuando desaparece el régimen municipal, se debe principalmente, a la aparición de nuevas creencias, a la exploración de una nueva filosofía y a la evolución en las reglas y parámetros de la política. Según en el libro V, el estado estaba íntimamente ligado con la religión, de ella procedía y a ella se debía una de la otra. Por eso en las ciudades antiguas, todo estaba tan ligado a la religión y también todas las instituciones eran religiosas y al mismo tiempo, políticas: las fiestas, las ceremonias de culto a los muertos, las leyes, las formulas sagradas, los reyes y los sacerdotes magistrados. La religión, el gobierno, el derecho, todo era municipal. La ciudad era la única fuente viva, nada sobre ella, nada bajo ella. Ni una nacionalidad, ni la libertad individual. El espíritu humano creo nuevas fuerzas y forjo nuevas creencias. Se comenzó a tener la idea de la naturaleza inmaterial, la noción del alma humana se precedió, y casi al mismo tiempo surgió el espíritu la de una inteligencia divina.

Entonces, se dejó de lado la creencia y el culto a los muertos. Tal fe se hizo imposible de sostener, tales creencias ya no estaban al nivel del espíritu humano, aunque es preciso recalcar, que las creencias del culto a los muertos siguieron por varios años más, pero sin la vehemencia que antes se aplicaba para dicho rito.

La idea de la divinidad se transformó poco a poco, por efecto natural del mayor poder del espíritu. La idea que el hombre aplico primeramente a la fuerza invisible que sentía en sí mismo, la transporto a las potencias incomparablemente mayores que veía en la naturaleza. Mientras se elevaba a la concepción de un ser que estuviera por encima de la naturaleza, filósofo y trato de dar respuesta a este tipo de actividades, hasta que encontró su nuevo objeto de adoración. Los dioses lares y los héroes perdieron entonces la adoración de todos los que creían en ellos.

En cuanto al hogar, que se pensaba solo tenía un lugar referido para el culto doméstico y el culto a los muertos, cayo de su poderosa institución religiosa, perdiendo la mayor parte de su credibilidad. Aunque algunos hogares seguían teniendo el fuego sagrado este solo era el hecho de saludar, adorarlo, ofrecerle liba nación, pero solo era un culto de habito. Al que ninguna fe vivificaba ya. Hasta las divinidades de la naturaleza, que habían sido asociadas a los hogares, cambiaron de carácter. Tras haber comenzado por ser divinidades domésticas, tras haber convertido en objeto de adoración de toda una ciudad, siguieron transformándose para llegar a algo más.

Luego apareció la filosofía y subvirtió todas las reglas de la vieja política. Era imposible tocar las opiniones de los hombres sin tocar también los principios fundamentales de su gobierno. Pitágoras, poseedor de la vaga concepción del ser supremo, desdeño los cultos locales, y esto fue bastante para que a la vez rechazara los viejos modos de gobierno e intentar fundar una sociedad nueva.

Despierta así la reflexión y el hombre ya no quiso creer sin examinar sus creencias, ni dejarse gobernar sin discutir sus instituciones. Rechazo sus antiguas leyes sociales y su justicia. La autoridad de las instituciones, desapareció con la creencia de los dioses de las ciudades. Así se transformaron poco a poco las creencias la religión municipal, fundamento de las ciudades, se extinguió. El régimen municipal, tal como los antiguos lo concibieron, cayo con ella. Insensiblemente se despojó la sociedad de esas reglas rigurosas y de esas formas estrechas del gobierno.

Las más altas citaban e incitaban a los hombres a formar métodos de sociedad más grande. Se propendía a la unidad. Tal fue la aspiración general de los dos siglos que precedieron a la era cristiana. Verdad es que los frutos que produjeron estas revoluciones de la inteligencia tardaron mucho en madurar.

Al hablar de roma, podemos decir que la población de ese país, era el efecto de mezclas de varias poblaciones diversas y por lo tanto origino que tuviera lazos e origen de todos los pueblos que la conocían. Su culto nacional también era un conjunto de varios cultos, ínfimamente diversos, cada uno de los cuales vinculaba con uno de esos pueblos. Tenían los cultos griegos de evandro y de hércules y se vanagloriaba de poseer el paladio troyano.

Roma es la única ciudad que manejo una política que le permitió aumentar su población en plena guerra, de qué manera, pues de la manera que se agenciaba todos los habitantes de las ciudades derrotadas por ellos, convirtiéndolos poco a poco en romanos. Uno de los rasgos notables de la política de Roma que además de quedarse con los habitantes de la ciudad caída, adoptaba todo aquello que considera importante de su cultura, incluyendo sus dioses para llevarlo a su ciudad. Pero en los cambios producidos entre los romanos y sus instituciones, costumbres, en el derecho, el patriotismo mismo también cambio de naturaleza.

Este nuevo patriotismo no produjo exactamente los mismos efectos que en los tiempos antiguos. Al desaparecer la municipalidad y como el corazón ya no se sentía ligado ni obligado con las instituciones antiguas (el suelo sagrado, el fuego religioso, el culto a los muertos) el nuevo órgano encargado de la regulación de los ciudadanos, comenzó a tener sus primeros brotes de fallas, principalmente originados por un inmenso territorio a gobernar por Roma, un interminable número de habitantes anexados al ciudad como ciudadanos( de los cuales se piensa que empezaron los síntomas de conspiración en contra del sacro imperio romano) pero lo que si se reconoce eran todas las garantías que tenía el ciudadano romano. Por ello aquellos ciudadanos ricos que abandonaban las demás ciudades latinas para irse a roma, reclamaron ese derecho de pertenecer a ella y llamaron a esta guerra la guerra social. El final de roma culmina con la invasión de aquellas ciudades que ella misma otros tiempos había conquistado. Toda esta revolución culmina con la entrada de la era del cristianismo.

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