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Resumen De: El Imperialismo, última Fase Del Capitalismo

mishu323 de Septiembre de 2012

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LENIN

El imperialismo, última fase del capitalismo

L´Imperialismo, ultima fase del capitalismo, La edición italiana, a cargo de Antonio D'Ambrosio y Luigi Cecchini. Ed. Fasani. Milán, 1946. La traducción de los textos al castellano es nuestra.

INTRODUCCION

Marx había afirmado en El Capital que, en una economía presidida por la libre concurrencia, se producirían necesariamente ―a partir de un momento dado de su desarrollo― una cantidad de bienes materiales muy superior a la capacidad de absorción del mercado. Las consecuencias de este hecho serían: las crisis de superproducción, la búsqueda afanosa de nuevos mercados y la lucha imperialista entre las grandes potencias por la conquista colonial y por el dominio y la explotación económica de los países todavía no capitalistas; una vez saturado el mercado mundial, sería imposible encontrar nuevas vías en las que hacer desembocar una producción continuamente creciente: se seguiría entonces una enorme crisis y la destrucción del sistema capitalista.

Más de medio siglo separa la obra de Marx del libro de Lenin del que ahora tratamos. Durante el último tercio del siglo XIX y la primera década del XX se transformó en muchos aspectos la situación económica y social de los países industriales.

Esta innegable transformación ―que en líneas generales recoge Lenin en el libro― al poner en entredicho las tesis de Marx provocó fuera del marxismo todo un mar de críticas, las más de las veces del todo inofensivas, en cuanto no estaban dirigidas contra el núcleo de la doctrina de Marx.

También dentro del marxismo se observan movimientos de revisión de muchas de las tesis de El Capital: ¿Siguen siendo válidas sus conclusiones en un sistema capitalista monopolístico, capaz, por tanto, de detener y regular la producción? ¿Es realmente inevitable ―desde un punto de vista histórico― el paso del capitalismo al socialismo, o bastaría con la sustitución de una economía de libre concurrencia por otra análoga, pero regulada?

Es fundamentalmente para combatir estas disidencias internas ―descalificándolas por heterodoxas― para lo que escribe Lenin su Imperialismo, última fase del capitalismo.

I. CONTENIDO

Con esta obra pretende el autor ayudar al lector «a comprender la cuestión económica esencial ... ; más exactamente, la cuestión de la naturaleza económica del imperialismo» (p. 10). Esto nos sitúa ―ya desde el Prefacio― en una línea de interpretación netamente marxista: lo real es economía, constante autotransformación dialéctica de la materia única por medio del trabajo humano; y este proceso unidireccional y continuo, regido por leyes determinadas y necesarias ―cuyo motor son las contradicciones intrínsecas―, constituye la misma historia de la Humanidad. Marx había establecido en El Capital un modelo de análisis de las contradicciones del proceso objetivo en un momento histórico determinado; Lenin pretende lo mismo ―«el análisis y la revelación de las profundas contradicciones internas»― en otro momento preciso: el del Imperialismo (p. 155).

Materialismo y dialéctica constituyen, así, la hermenéutica de fondo. Pero, todavía en el Prefacio de la obra, encontramos otra observación que ayudará bastante a captar todo su contenido ―el hecho de que haya sido escrita bajo censura―. «Por ello he debido estrictamente limitarme a un análisis teórico, sobre todo económico, de los hechos, y he podido formular el pequeño número de observaciones políticas indispensables sólo, con la máxima prudencia» (p. 9). Por ejemplo, «del hecho de que el imperialismo precede a la revolución socialista... he debido hablar en una lengua servil» (p. 10). Sin embargo, el fantasma de la revolución se hace continuamente presente ―como la meta que ha de ser necesariamente alcanzada, ejerciendo un influjo irresistible― en la consideración del capitalismo como un momento necesariamente superable; y determina, en último término, la construcción de toda la obra.

El libro, escrito en gran parte en tono polémico, comprende diez capítulos de una densidad ideológica muy desigual. Sin que pueda establecerse una neta separación ―pues la visión personal del autor sobre la realidad empapa desde la primera a la última línea―, no sería erróneo afirmar que en los seis primeros predomina el análisis de las características que definen el capitalismo de la época, mientras que los cuatro últimos reflejan la ideología que el autor vierte sobre esos datos.

Los títulos de los capítulos son:

I. La concentración de la producción y los monopolios 13

II. Las bancas y su nueva función 35

III. Capital financiero y oligarquía financiera 59

IV. La exportación del capital 81

V. La división del mundo entre grupos capitalistas 89

VI. El reparto del mundo entre las grandes potencias 101

VII. El imperialismo, fase particular del capitalismo 119

VIII. El parasitismo y la gangrena del 135

IX. Crítica del imperialismo 151

X. El puesto del capitalismo en la historia 169

1. La concentración de la producción y los monopolios.

La materia en movimiento adquiere sucesivamente formas concretas, que son las que permiten distinguir los distintos momentos de su evolución. Una de las leyes fundamentales de la dialéctica es la de que ―en determinadas circunstancias― un contrario se convierte en su opuesto, y pasa a ocupar la posición de éste: la transformación de la libre concurrencia en monopolio constituye «uno de los fenómenos más importantes ―si no el más importante― de la economía capitalista más reciente» (p. 16). Su estudio se convierte en la clave para la comprensión del momento histórico que nos ocupa. En Europa se puede estudiar con precisión este desarrollo cuya causa fundamental sería la concentración de la producción, articulado en tres fases:

«l) 1860 1870: apogeo y límite del desarrollo de la libre concurrencia. Se advierte apenas el embrión de los monopolios.

2) Después de la crisis de 1873: período de gran desarrollo de los cartels, que, no obstante, son todavía excepcionales y poco sólidos. Constituyen un fenómeno transitorio.

3) Período de prosperidad hacia finales del siglo XIX y crisis de 1900 1903. Los cartels se convierten en una de las bases de la vida económica. El capitalismo se ha vuelto imperialista» (p. 22).

En el momento que nos encontramos, la contradicción fundamental ―que en cierto modo define el conjunto― es la que existe entre la libre concurrencia y el monopolio. La inversión del dominio de uno de los aspectos de la contradicción sobre el otro origina un cambio en la naturaleza misma ―si de naturaleza cabe hablar en términos marxistas― de la cosa: con la conversión de la libre concurrencia en monopolio y el dominio de éste sobre aquélla, el capitalismo se ha vuelto imperialismo.

Una vez originados los cartels, se ponen de acuerdo entre sí sobre las condiciones de venta, sobre los vencimientos; se dividen los mercados y fijan la cantidad de los productos y los precios; se dividen las ganancias; y concentran gran parte de la producción total de un ramo de la industria, con lo que se aseguran beneficios enormes y pueden crear unidades de producción de una amplitud formidable. Las diferencias en la política económica de los diversos países capitalistas sólo producen mutaciones accidentales en la forma de los monopolios o en el momento de su nacimiento; pero el resultado es siempre el mismo: la conversión de la libre concurrencia en el monopolio ―su contrario― es «una ley fundamental del desarrollo contemporáneo del capitalismo» (p. 20).

Con sólo estas páginas se puede ya advertir la voluntad de Lenin de finalizar el proceso objetivo hacia la socialización. Los mismos capitalistas no pueden evitarlo; todo sucede como si éstos, «a pesar de su voluntad y su conciencia, entraran en un nuevo orden social, que señala la transición entre la libertad de concurrencia y la socialización de la producción» (p. 27).

Los grandes trusts ―no importa si por medios lícitos o ilícitos― obligan a las pequeñas empresas a someterse, a «organizarse», sofocando a los que no quieren aceptar su dominio; la razón de su triunfo no es tanto la calidad de la producción cuanto el genio financiero de sus dirigentes. El proceso sigue así su marcha siempre perfectiva hacia la socialización; pero «del inmenso progreso que así alcanza la humanidad sólo se benefician algunas minorías de especuladores» (pp. 29 30): lo que no constituye sino una formulación particular ―adecuada precisamente al momento inmediatamente anterior a la revolución― de la teoría general de la alienación socio económica del género humano.

Según Lenin, esta alienación fundamental comporta, en contra de lo que sostienen algunos oportunistas dispuestas a toda costa a justificar el capitalismo, una enorme suma de violencias y de contrastes: la formación de monopolios en ciertos ramos de la industria intensifica el caos específico del conjunto de la producción capitalista, aumentando las diferencias entre industria y agricultura y entre unas ―las mejor trustíficadas― y otras ramas de la industria (cfr. p. 32). El aumento de los desequilibrios es proporcional al del capital y se ve favorecido por el desarrollo extremadamente rápido de la técnica; las crisis,

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