Venezuela Contemporanea En El Siglo XIX
dalwing12 de Julio de 2013
2.636 Palabras (11 Páginas)846 Visitas
Venezuela contemporánea siglo XIX y siglo XX.
Durante el siglo XIX, Venezuela pasó por muchísimos cambios que marcarían el rumbo ideológico del país en tiempos posteriores. Los venezolanos que sobrevivieron a esa época presenciaron muchas cosas: la independencia de la nación, la mitificación del Libertador, la decadencia del país gracias a la guerra y los desastres naturales, y el advenimiento de un nuevo sistema político. Venezuela se encuentra en los umbrales de un nuevo siglo y una nueva era, luego de los primeros 70 años de vida Republicana, en la que experimentamos estancamiento prolongado en numerosos ámbitos. En los últimos años del siglo en cuestión, la tierra era para nosotros fundamental en la economía nacional. En efecto, los latifundios habían debilitado la unidad del territorio. La escasez de recursos financieros hizo mella en la economía agroexportadora.
Justamente en los primeros años del nuevo siglo, damos un giro de 180 grados, cuando la riqueza petrolera inunda nuestras arcas, y rápidamente la tierra cede terreno frente a la industria, lo cual afecta con largueza la misma idiosincrasia del venezolano, pues tomamos entre las manos el modelo capitalista-industrial. En ese momento, el agro cae en un pronunciado olvido. El éxodo del campesino a la ciudad caracterizará a todo el siglo XX, y en su adaptación a las urbes se verá transculturizado. Nuestra identidad errática y no definida ha dado muchos tumbos en las últimas décadas, y tomó forma un proceso que estudiaremos a continuación, en el cual todos estos cambios han afectado nuestra vida política, económica, social y cultural. Nuestra misma dinámica de país mono-productor, y hasta nuestra visión social-espiritual-religiosa han tenido repercusiones en el devenir del país.
Pocas palabras no bastan para aclarar tantos puntos fundamentales y definitorios del ser y el estar venezolanos. El sistema político venezolano de fines del siglo XIX, se presenta con una marcada contradicción en su proceso de secularización política. Dicho de otro modo, los mismos cambios que afectan a los sectores del país más emblemáticos, también produce una exposición de la sociedad tradicional a procesos más dinámicos en donde las estructuras sociales, roles y subsistemas políticos se fueron especializando y complejizando, la autonomía de éstas era poca o relativa en relación con el poder establecido.
Toda esta diatriba profunda y duradera hace del siglo XX, el cual estudiaremos con mayor detenimiento, un período numeroso en ideologías y fragmentaciones, en crecimiento en infraestructura y a la vez decadencia. Numerosos contrastes colorean el panorama. Justificamos este estudio con unas palabras introductorias: es menester para el venezolano estudiar y comprender el devenir de nuestra historia. Más allá de las opiniones, son los conceptos los que nos entrenarán a la hora de precisar con mayor exactitud el rumbo que ha de tomar Venezuela
Venezuela en el siglo XX Durante el siglo XX Venezuela pasó por etapas de continuidad y cambio. Su economía, de base agroexportadora, se transformó por el impacto de la explotación petrolera, mientras su estructura estatal se caracterizó por el intervencionismo. Esas etapas han estado caracterizadas por una aspiración permanente, desde que el positivismo se consolidó como paradigma cultural venezolano en las últimas décadas del siglo XIX, para crear las condiciones económicas, institucionales, políticas y culturales que hicieran posible la superación del "atraso" o "subdesarrollo" nacional.
La Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa el periodo histórico comprendido entre la Revolución francesa y la actualidad. Comprende un total de 221 años, entre 1789 y el presente. La humanidad experimentó una transición demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los países recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteando para el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que el arte contemporáneo y la literatura contemporánea, liberados por el romanticismo de las sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios; se han visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas, escritos y audiovisuales, lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comienza con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político), puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado.
En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social histórica del estado liberal europeo clásico, surgido tras crisis del Antiguo Régimen socavado ideológicamente por el ataque intelectual de la Ilustración (L'Encyclopédie, 1751) a todo lo que no se justifique a las luces de la razón por mucho que se sustente en la tradición, como los privilegios contrarios a la igualdad (la de condiciones jurídicas, no la económico-social) o la economía moral contraria a la libertad (la de mercado, la propugnada por Adam Smith -La riqueza de las naciones, 1776). Pero, a pesar de lo espectacular de las revoluciones y de lo inspirador de sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad (con la muy significativa adición del término propiedad), un observador perspicaz como Lampedusa pudo entenderlas como la necesidad de que algo cambie para que todo siga igual: el Nuevo Régimen fue regido por una clase dirigente no homogénea, sino de composición muy variada, que junto con la vieja aristocracia incluyó por primera vez a la pujante burguesía responsable de la acumulación de capital. Ésta, tras su acceso al poder, pasó de revolucionaria a conservadora. Ambas se asientan sobre una gran masa de proletarios, compartimentada por las fronteras de unos estados nacionales de dimensiones compatibles con mercados nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión colonial.
Sin embargo, en el siglo XX, este equilibrio inestable se fue descomponiendo, en ocasiones mediante violentos cataclismos (comenzando por los terribles años de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918), y en otros planos mediante cambios paulatinos (por ejemplo, la promoción económica, social y política de la mujer). Por una parte, en los países más desarrollados, el surgimiento de una poderosa clase media, en buena parte gracias al desarrollo del estado del bienestar o estado social (se entienda éste como concesión pactista al desafío de las expresiones más radicales del movimiento obrero, o como convicción propia del reformismo social) tendió a llenar el abismo predicho por Marx y que debería llevar al inevitable enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase, enfrentados entre sí: el anarquismo
...