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Visión integradora

ednyMonografía17 de Abril de 2013

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1. Este capítulo hace parte del libro Climaterio: una visión integradora,

GAVIRIA S., LUNA I., CORREA E. (eds.) CES, Editorial Marín Vieco, Medellín,

2003 y se publica con autorización de los editores.

LA RECIENTE Década del Cerebro abrió para los médicos y estudiosos del

comportamiento el mundo maravilloso de las hormonas y su sinfonía de acciones a nivel del cerebro. Los nuevos descubrimientos de las neurociencias rompieron paradigmas y crearon nuevas rutas de investigación. Las cascadas hormonales originadas en el eje hipotálamo‑hipófisiario no dejan de maravillar a los testigos de su desarrollo, pasando de su mero papel endocrino a modular el comportamiento humano.

Hace una década la colescitoquinina era considerada como una hormona cuya función específica se desconocía. Actualmente se sabe de su producción cerebral, y se le relaciona con las crisis de ansiedad. El conocimiento presente vincula a las hormonas sexuales, no sólo con los caracteres sexuales y el deseo sexual sino con la modulación de procesos afectivos y cognoscitivos. Los datos conocidos sobre el papel de las hormonas sobre el cerebro se han obtenido de diferentes fuentes: estudios de investigación en laboratorios, comparación de comportamientos entre géneros, estudios epidemiológicos y ensayos clínicos. El acervo de conocimientos ha creado una nueva disciplina, la psiconeuroinmunoendocrinología (PNIE), que busca integrar los conocimientos de la endocrinología y la inmunología y relacionarlos con el comportamiento humano y con algunos procesos psicopatológicos. La regulación o modulación de la expresión genética que hacen las hormonas en el cerebro constituye un mecanismo primordial, por medio del cual el medio interno del organismo, animal o humano, modifica su estructura y función para adaptarse a las

demandas del medio externo. Las hormonas esteroideas derivan del colesterol y están formadas por cuatro anillos de carbono. Las más importantes son las llamadas hormonas sexuales (estrógenos, progesterona y testosterona), que cumplen diversas funciones en el organismo.

Los estrógenos, por ejemplo, parecen disminuir el riesgo de enfermedad coronaria, proteger contra la osteoporosis y, por ende, aumentan la expectativa de vida pero incrementarían el riesgo de cáncer de endometrio. En la medida en que se envejece aumenta el riesgo de padecer trastornos cognoscitivos y disminución de la memoria, que con frecuencia se observan solapados con síntomas depresivos. El 6‑8% de los mayores de 65 años presentan alteraciones cognoscitivas severas que pueden ser diagnosticadas como cuadros de demencia. En las depresiones de la tercera edad en un 30% de los enfermos se observan alteraciones cognoscitivas, tales como pobre concentración y déficit en la memoria. De igual manera, las tasas de demencia en mujeres sugieren diferencias genéricas de tipo hormonales. Es sabido que la frecuencia de enfermedad de Alzheimer es mayor entre las mujeres y algunos autores relacionan este hecho con la disminución en la producción de estrógenos. En síntesis, los estrógenos, que actúan como neuromoduladores cerebrales, parecen estar relacionados con el afecto y la memoria.

La asociación de progesterona disminuye el riesgo de cáncer de endometrio dado por los estrógenos. Algunas investigaciones han apoyado un rol protector en las crisis de ansiedad, las que disminuyen, por ejemplo, durante el embarazo, cuando los niveles de progesterona están elevados. Los testículos y las glándulas suprarrenales secretan varias hormonas sexuales, llamadas andrógenos, de los cuales la testosterona es la más abundante y potente. Su secreción se hace por pulsos y es regulada por un mecanismo de retroalimentación tanto a nivel del hipotálamo como de la hipófisis. La testosterona se une en un 98% a las proteínas plasmáticas, entre ellas la globulina. Es transportada por la SHGB (sex human binding globulin) hasta las células blanco, donde se liga receptores localizados en la cromatina y es transformada a nivel celular, por acción de las enzimas citoplasmáticas 5‑alfareductasa y la aromatasa, en dos metabolitos activos: la dehidrotestosterona (DHT) y el estradiol (E2).

La testosterona y la DHT se ligan al receptor de andrógenos, activan la membrana celular, la membrana de los receptores y los segundos mensajeros, modulando la síntesis de enzimas, de proteínas estructurales y de receptores. La testosterona ejerce, de esta manera, una estimulación de la actividad celular de tipo no genómico. Las acciones de la testosterona se ejercen a diferentes niveles: procesos metabólicos, tejidos periféricos, como el pene, en la médula espinal y en el cerebro.

La acción de la testosterona sobre el cerebro se realiza, no solamente por la unión de la hormona y de la DHT a los receptores cerebrales, sino que también se liga a los receptores estrogénicos localizados en cerebro. En mamíferos la testosterona está relacionada con la conducta sexual, la agresión y la dominancia, pero en humanos no se ha comprobado esta relación.

Se ha demostrado que la pubertad precoz, originada por el incremento de la testosterona, está relacionada con un interés sexual temprano y fantasías eróticas, emisiones nocturnas y masturbación. La testosterona está relacionada con la agresión y la hostilidad. La evidencia sugiere que los hombres con comportamientos sexuales violentos presentan mayores niveles de testosterona comparados con los hombres no violentos y, que existe una pequeña pero estadísticamente significativa relación entre la hostilidad y niveles elevados de testosterona. En el presente capítulo se revisa el papel que las hormonas esteroideas, las llamadas hormonas sexuales, juegan en el afrontamiento del estrés, los procesos cognoscitivos y la afectividad, y su posible influencia en el proceso de envejecimiento en hombres y mujeres.

DIFERENCIAS CEREBRALES, FUNCIONALES Y GÉNERO

No todos los comportamientos son dimórficos, pero los relacionados con la sexualidad y la reproducción sí lo son. De hecho algunas áreas cerebrales son dimórficas y el desempeño en algunas pruebas neuropsicológicas muestra diferencias de género. En las aves cantoras se observa en el macho un mayor tamaño del área preóptica del hipotálamo y de las estructuras cerebrales relacionadas con la producción de melodías y en algunas especies animales (ratas, gerbiles) se observa en las madres variaciones en el área preóptica, como consecuencia de la exposición a la testosterona durante el período crítico del desarrollo cerebral. SWAAB y FLIERS observaron que los núcleos preópticos de los varones tienen mayor tamaño y mayor número de células que en las mujeres. Más tarde, BREEDLOVE observó que la diferencia en el número de células varía con la edad, siendo la pérdida celular más intensa y más temprana en los hombres (a partir de los cincuenta años de edad) que en la mujer, en quien se observa a partir de los setenta años.

WADA observó que la asimetría cerebral derecha‑izquierda en el plano temporal es mayor en hombres que en mujeres. Los estudios morfológicos han encontrado que el hipocampo, estructura que pertenece al lóbulo temporal, tiene mayor tamaño en los hombres, en tanto que el cuerpo calloso es más voluminoso en las mujeres. Otras investigaciones han demostrado que en los varones con esquizofrenia hay pérdida de la asimetría de los potenciales evocados P‑100.

Los resultados consignados en el párrafo anterior parecen respaldar el supuesto teórico de CROW que relaciona la pérdida de la asimetría cerebral con la presentación de la esquizofrenia y pueden contribuir a explicar la mayor incidencia del trastorno esquizofrénico en el género masculino.

LA DIFERENCIACIÓN SEXUAL

La diferenciación sexual está determinada por la presencia o ausencia del cromosoma Y, y por los niveles de testosterona. La secreción de la testosterona se realiza a partir de la novena semana de gestación, que hace parte del llamado período crítico del desarrollo cerebral, entre las semanas 9 y18. Como efecto de la presencia y estimulación de esta hormona el cerebro desarrolla características ʺmasculinasʺ y ante su ausencia, el cerebro se desarrolla como ʺfemeninoʺ. Durante el desarrollo embrionario, la testosterona sintetizada por los testículos embrionarios a partir de la sexta semana de gestación, se encuentra elevada en el feto masculino y los receptores de estrógenos y aromatasa se expresan en forma transitoria en el hipocampo. Estos cambios hormonales en el cerebro parecen estar relacionados con el mejor rendimiento de los hombres en las tareas de tipo espacial como aquellas que requieren imaginar la rotación de un objeto, el razonamiento matemático y la lectura de rutas en los mapas. Los esteroides ováricos actúan sobre el cerebro durante toda la vida, desde la gestación hasta la senescencia. En la vida embrionaria están relacionados con la diferenciación sexual de tipo genérico (masculino o femenino) y con los cambios estructurales del hipocampo en la región CA1, en la formación de sinapsis, en la estimulación de los receptores NMDA (N‑metil‑D‑aspartato) y en la regulación de los receptores intracelulares de progestina. Estos cambios en la estructura del hipocampo podrían explicar las diferencias que muestran las ratas machos y hembras en la utilización de estrategias para solucionar los problemas de navegación espacial.

El cerebro femenino diferenciado por el estímulo estrogénico permite que las mujeres posean una mayor velocidad perceptual, un mejor rendimiento en las pruebas de

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